FONDO
MEXICANO DE LA
BIBLIOTECA
NACIONAL DE FRANCIA
Documento No. 393
Censo de población
Brígida von Mentz
CIESAS
ESTUDIO INTRODUCTORIO
El manuscrito que está registrado como documento 393 en la
colección mexicana de la Biblioteca Nacional de París es el fragmento de una
lista o matrícula de casas (hoy diríamos un censo) en idioma náhuatl elaborado
probablemente hacia 1540 en la región del actual estado de Morelos y de la
ciudad de Cuernavaca, antes denominada Cuauhnahuac. El documento forma parte
de un grupo de registros escritos en grafías latinas de habitantes de esa zona
y sus tributos, que se encuentran en distintos archivos del mundo. Su
importancia radica no sólo en su rica y única información sobre la vida de las
familias indígenas en esa época, sino también en su valor lingüístico, ya que
se trata de los primeros testimonios de esta lengua indígena escritos a la
manera europea.
El objetivo de este estudio introductorio es presentar las
características generales de estos censos en nahuatl, así como los criterios
utilizados para la paleografía y traducción del documento. Además, se
discutirán muy brevemente algunos problemas de traducción relacionados con el
contenido económico y social del documento.
1. Los censos de Morelos y las características específicas del
documento
El documento original, del que el manuscrito 393 es sólo un
fragmento, debió ser sumamente amplio, pues en él se registran, casa por casa,
los habitantes de toda una región, anotándose el nombre del que preside la
unidad doméstica, el nombre de su mujer y de sus hijos o los de sus parientes
que viven en la misma casa, además de la cantidad de tierras de cultivo que
posee y el tributo o contribución que paga. En ninguna parte se menciona de
manera explícita lugar y fecha en donde fue elaborado el documento. Como en
cada casa se anota que deben dar servicios en Cuauhnahuac, y, además, se
menciona el “Marqués” como receptor último de los tributos, queda fuera de duda
que se trata de poblaciones cercanas a la actual ciudad de Cuernavaca y
comprendidas dentro del Marquesado del Valle de Oaxaca. Además, se puede
suponer que fue elaborado durante la vida del conquistador, pues por los
numerosos litigios que Hernán Cortés tuvo contra sus rivales, que lo acusaban
de gozar del tributo y el trabajo de más indios de los comprendidos en los
privilegios que le otorgó la Corona en 1529, se mandaron hacer muchas cuentas
de sus vasallos y de los tributos que pagaban entre los años 1535 y 1544.
Afortunadamente existen y se han conservado distintos fragmentos y censos
completos de varias jurisdicciones del marquesado, todos ellos en nahuatl. El
manuscrito 393 es uno de ellos. Está escrito en papel amate (ficus) y
con tinta probablemente de huizache, aunque aún no se han hecho estudios
detallados del material con que fue elaborado. Llama la atención el gran tamaño
de las fojas (42 x 25 cm) y lo hermoso de las letras, que dan la impresión más
de haber sido pintadas que escritas.
Los censos
más completos y amplios que forman parte de este corpus se encuentran en
el Archivo Histórico de la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología y
algunas partes de ellos ya han sido publicadas. Se trata de los censos de
Tepoztlán parcialmente publicados por Ismael Díaz Cadena con una traducción al
castellano (Díaz Cadena, 1978). También los de Molotla, Tepetenchic y
Panchimalco ya fueron publicados en 1982 con una traducción al alemán por Hinz et
al. (Hinz et al., 1982). El censo de Quauchichinola fue publicado en
1993 por Sarah Cline con una traducción al inglés (Cline, 1993). Estos dos
últimos autores publicaron estudios introductorios a los censos. Así, Hinz y
sus colaboradores subrayan los temas de la crisis demográfica que se vivía en
la década de 1540; también analizan la relación entre la tierra que ocupaba
cada casa, el tributo y la estratificación social. Cline, en cambio, destaca el
problema de la evangelización y del bautismo de la población indígena, entre
otros temas. Pedro Carrasco había mencionado ya en las décadas de 1960 y 1970
la importancia de estos censos. Realizó un análisis pionero de una parte
inicial del censo de Molotla en un trabajo que denominó “Casa y hacienda de un
señor tlauica” y se refiere a los censos en sus estudios más generales
(Carrasco, 1972, 1976a, 1976b) Otros análisis etnohistóricos que se refieren a
estos materiales han puesto de relieve el valor de estas fuentes para estudios
lingüísticos o demográficos más detallados. (Lockhart, 1992, Mc Caa, 1996)
El
manuscrito 393 se refiere a los habitantes de parcialidades, barrios y
sub-barrios de nombre Calnavac (hoy lo escribiríamos Calnahuac) y Colvacan
(Colhuacan) donde el funcionario o mandón de nombre Agustín recogía el tributo.
Se mencionan también lugares como Tlapalan, Tenantitla, Tlacochcalco, Olac e
Ixtlahuaca y otros poblados vecinos. Es de especial interés que estos lugares
se mencionan en los manuscritos Am.3 y Am.8 en la biblioteca Jagiellowska, de
Krakovia, de tal manera que con esos fragmentos que están en Polonia se
complementan precisamente éstos del manuscrito 393 de París (cfr. Mentz, 2003).
Todas estas
poblaciones son difíciles de localizar hoy, pues esos topónimos son muy comunes
en el sur del valle de México y en la región del actual estado de Morelos. Lo
más probable es que se trata de poblados en Tepoztlán, Yautepec o el sur del
actual poblado de Cuernavaca. Muchos quedaron abandonados durante el siglo xvi, cuando desaparecieron numerosas
demarcaciones o perdieron su nombre como asentamientos separados. Ante la
crisis demográfica ocurrida en las décadas de 1540 y 1570 muchísimos parajes
quedaron despoblados. A mediados de ese siglo o a principios del siglo xvii, los habitantes de la zona que
lograron sobrevivir ante las epidemias fueron obligados a congregarse en
ciertos pueblos, que son los que perduraron hasta la actualidad. A partir de
esa época, además, se dieron una gran cantidad de mercedes de tierras a nuevos
protagonistas que fundaron ranchos y haciendas en esta región, por lo que las
antiguas denominaciones de parajes, barrios y parcialidades desaparecieron o
quedaron incorporadas a nuevas entidades.
Los
fragmentos de censo indígena que tenemos ante nosotros revelan una práctica antigua
de llevar padrones de la población y cuentas rigurosas de sus tributos. Como la
entrega de contribuciones o impuestos a los señores estaba relacionada con la
cantidad de tierra que cada jefe de familia había obtenido por asignación o
herencia, toda casa y familia debía estar empadronada. Estos censos se
elaboraban, por lo tanto, para llevar cuenta exacta de los tributos que había
que recoger y de las tierras disponibles de cada pequeña parcialidad, de cada
barrio mayor, cada poblado y ciudad.
Otro tipo de
fuentes del siglo xvi, como las
pictográficas, también presenta, dentro de otros contextos, las mismas
enumeraciones de tierras y tributos, por ejemplo el Códice Vergara, el Santa
María Asunción y el Otlazpan. Esos documentos son los que tienen mayor
semejanza con el texto de nuestros censos, además de otros como el Memorial de
Tepetlaostoc y el llamado de Tepoztlán ubicado en Tulane. Todos ellos hacen
alusión a la forma precisa de pago de tributo de ciertos individuos o a la
cuenta detallada de los poblados (cfr. Williams, 1984, 1988; Harvey, 1986;
Leander, 1967; Valle, 1993; Brotherston, 1999). Dan razón de la existencia de
esta práctica de llevar censos rigurosos en escritura indígena (pictográfica)
probablemente desde época anterior a la Conquista.
Los datos
contenidos en estos censos se corregían conforme era necesario, por ejemplo,
cuando nacían hijos, cuando moría algún miembro de la familia o cuando se
mudaba una familia a otra parte y dejaba sus tierras, o cuando nuevos
inmigrantes de otras parcialidades llegaban. Es probable que los documentos
como éste, eran revisados cada dos o tres años, anotándose cómo se habían
modificado las familias por muerte o por nacimientos de nuevos miembros. Eso se
percibe con mucha claridad en este manuscrito 393, pues en una familia se
menciona que recientemente tres hijos habían nacido que no habían sido anotados
aún (casa {50}sección{d}). Los revisores de estas matrículas de familias
colocaron en el caso del ms. 393 una gran “R” después de cada casa. Por lo general
esas “R” se colocaban cuando un documento había sido registrado, por lo que se
desata la abreviatura como R[egistrado] (cfr. Ramírez Montes 1990: 70). También
se observan las anotaciones que los revisores hicieron al final de cada familia
mencionada en los casos en los que hubo cambios o cuando se muda toda una
familia. Incluso se pueden observar correcciones mayores, por ejemplo, pegando
papel encima de una foja, como se ve en la foja 12v, o como en la 18v, en la
que se puede observar que con una fina navaja se cortó de otro censo la
descripción de una familia y se pegó cuidadosamente en este censo, de tal forma
que las casas {76} y {77} en esa foja están añadidas pegándose toda la media
hoja de papel amate sobre la foja.
Una
peculiaridad estilísitica que se observa en todos los fragmentos de estos
censos es que cada casa inicia con una pequeña marca diagonal del lado
izquierdo que muestra el inicio de una nueva casa censada. En algunos
fragmentos esta pequeña diagonal está más elaborada (por ejemplo, en los que
custodia el inah) y en otros
menos. En el manuscrito 393 es una pequeña raya solamente, como se puede
observar en el facsimilar de este CD.
2. Foliación y criterios
utilizados para la propuesta de paleografía
El documento
que ahora se publica consta de 36 fojas y registra más de 160 unidades
domésticas. El manuscrito no está foliado correctamente, lo que puede
percibirse por su contenido, pero también por las perforaciones de polilla y
otras marcas físicas de las fojas. Aunque se publica en esta forma, el lector
comprenderá mejor su contenido si sigue el orden correcto marcado en el
siguiente cuadro.
El lector
podrá observar que el documento consta, de hecho, de tres fragmentos muy mal
foliados, lo que a primera vista confunde. En realidad, la parte más completa
se refiere a una lista de casas de 33 fojas, o sea, las que corresponden a
Calnahuac y Colhuacan. Los dos fragmentos muchos más pequeños, que se refieren
a Olac y a Ixlahuaca, son partes incompletas de otros censos extraviados y que
no están en la bnf, pero, como ya
se dijo, los manuscritos Am.3 y Am.8 en la biblioteca Jagiellowska, de
Krakovia, complementan estos fragmentos (cfr. Mentz, 2003).
CUADRO
FOJACION Y ORDEN SEGUN EL CONTENIDO DEL
MS 393
LISTA DE CASAS NUMERADAS EN ORDEN CORRECTO
|
FOLIACION DEL MS 393
|
CONTENIDO
|
Casas de Ixtlavaca
Ixtl-1 hasta Ixtl-4
|
ff. 1, 1v
|
Inicia el primer fragmento del censo de
un tercer barrio llamado Ixtlavaca. Inicia numeración corrida de todas
las casas contenidas en el Ms. Casa {1},{2},{3}, etc.
|
Cuatro casas más de Ixtlavaca.
Ixtl-?
|
ff. 2, 2v
|
Inicia un segundo fragmento del censo del
barrio Ixtlavaca, no es la continuación directa del fragmento anterior.
|
Casas de Calnavac
CA-1 hasta CA-2
|
f. 4
|
Inicia censo de Calnavac, donde
gobierna Agustín. La f. 4v está en blanco.
|
CA-1bis hasta CA-4
|
ff. 5, 5v
|
Se repite el contenido de la f. 4r y
continúa el censo de Calnavac, una veintena completa.
|
CA-4 hasta CA-9
|
ff. 34, 34v
|
|
CA-10 hasta CA-15
|
ff. 28, 28v
|
|
CA-16 hasta CA-20
|
ff. 29, 29v
|
|
Casas de Colvacan y sus barrios
COL-1 hasta COL-5
|
ff. 30, 30v
|
Inicia Colvacan. Primera veintena
de
casas.
|
COL-5 hasta COL-10
|
ff. 31, 31v
|
|
COL-10 hasta COL-14
|
ff. 32, 32v
|
|
COL-14 hasta COL-18
|
ff. 27, 27v
|
|
COL-19 hasta COL-23
|
ff. 33, 33v
|
Inicia primer barrio o calpuli Tlapalan.
|
COL-23 hasta COL-27
|
ff. 3, 3v
|
|
COL-28 hasta COL-32
|
ff. 6, 6v
|
|
COL-33 hasta COL-37
|
ff. 7, 7v
|
|
COL-37 hasta COL-42
|
ff. 8, 8v
|
Inicia segunda veintena.
|
COL-42 hasta COL-47
|
ff. 9, 9v
|
|
COL-48 hasta COL-51
|
ff. 10, 10v
|
|
COL-52 hasta COL-55
|
ff. 11, 11v
|
|
COL-56 hasta COL-61
|
ff. 12, 12v
|
|
COL-61 hasta COL-64
|
ff. 13, 13v
|
|
COL-65 hasta COL-68
|
ff. 14, 14v
|
|
COL-68 hasta COL-72
|
ff. 15, 15v
|
|
COL-72 hasta COL-78
|
ff. 16, 16v
|
Inicia tercera veintena.
|
COL-78 hasta COL-84
|
ff. 17, 17v
|
|
COL-84 hasta COL-89
|
ff. 18, 18v
|
|
COL-90 hasta COL-94
|
ff. 19, 19v
|
Inicia vicpaleca Tenantitla,
nueva veintena, recaudador es Antón quien entrega a Agustín.
|
COL-95 hasta COL-98
|
ff. 20, 20v
|
Inicia veintena.
|
COL-98 hasta COL-102
|
ff. 21, 21v
|
|
COL-102 hasta COL-107
|
ff. 22, 22v
|
|
COL-107 hasta COL-112
|
ff. 23, 23v
|
Inicia Tepententich Tenantitla.
Empieza a recolectar el tributo Juan
quien lo entrega a Agustín.
|
COL-113 hasta COL-117
|
ff. 24, 24v
|
Nueva veintena. Sigue recogiendo Juan.
|
COL- 118 hasta COL-123
|
ff. 25, 25v
|
|
COL-123 hasta COL-127
|
ff. 36, 36v
|
|
COL-127 hasta COL-133
|
ff. 35, 35v
|
Termina veintena en la que recoge Juan
para
entregarla a Agustín.
|
Casas de Olac
OLAC- 1 hasta
OLAC- 5
|
ff. 26, 26v
|
Inicia Olac. Fragmento de censo.
Incluye solamente cinco casas.
|
Hay que notar que en la
f. 33 del documento, según la foliación de la bnf,
existe una anotación “Barón Conde Martin Corchan”, quien en algún momento debió
haber sido un coleccionista que poseía el documento y en la foja 5 así como en
la 36v hay un sello de color rojo con águila coronada de la “Bibliotéque
Imperial”.
Es evidente
que distintos amanuenses participaron en la realización de aquellas partes del
censo que han llegado a nosotros conformando el documento 393 de la Biblioteca
Nacional de Francia. Para la paleografía de este documento se siguieron las
reglas de desatar las ligaduras y marcarlas siempre entre corchetes, por
ejemplo “q[ui]nechicova” por “q’nechicova” o “M[art]in” por “m.in”. Los nombres
propios de personas y los topónimos se escribieron con mayúsculas (tlalli,
nombre de un jefe de familia, se escribe Tlalli, casa {14}, párrafo {a},
ixtlahuaca se escribe Ixtlahuaca). En algunos casos no es fácil decidir
si se trata del nombre propio de un lugar o sólo de su descripción
genérica. Por ejemplo, se presta a una discusión calpulpan, como aparece
en las casas {47} {d}, o {111} {d} y puede entenderse como poblado, barrio o
solar de casas. En los lugares donde se presentan dificultades en la
paleografía o en la traducción se comenta en notas al pie de página.
Las tildes
que usaron los amanuenses del siglo xvi
con profusión significan abreviaturas y, como observará el lector del
documento en su facsímil de este ms. 393; las marcaban en el documento como un
apóstrofo al lado de la letra o como un pequeño acento ^ o como una pequeña
línea sobre una letra o sobre dos. En estos últimos dos casos se refiere, por
lo general, a una o dos “n” omitidas; pero también ocurre con frecuencia que
los amanuenses omitieron por completo dicha “n”. En otros casos también sucede
que algunos escribas se hayan inclinado por una sobrecorrección, al incluir
más de las necesarias, por lo que no se respetaron en la paleografía. Ante
estas numerosas ambigüedades, y con el objetivo de proponer una lectura del
nahuatl y explicar mejor por qué se optó por determinada traducción, se incluyen
numerosas “n” entre llaves {n} que facilitan la comprensión del texto en
nahuatl. En general en el texto todo añadido se marca con llaves {}. Por
ejemplo, se completan palabras como o{n}ca o como maculti{n} y
también se incluyen en algunas ocasiones letras que fueron omitidas por ser
contracciones como por ejemplo en matla{c}cali. El criterio que se
utiliza para añadir esas letras es el hecho de que en el mismo documento
algunos amanuenses sí las incluyen, lo que da la pauta para hacer el añadido que
facilita la lectura.
Como se
trata de distintos amanuenses, algunos escriben las palabras completas y no las
abrevian, lo que ayuda a la reconstrucción de algunas palabras. Por ejemplo, al
hablar del tributo que paga un jefe de familia, se utiliza de manera muy
frecuente en este documento y y tequivh, pero en la primera casa de la
foja 3, se escribe yn ytequivh..., lo que nos permite añadir siempre
las “n” para que queden en la forma y{n} ytequivh.... La primera casa
del barrio Tenantitla, casa {43}, puede guiar de manera ejemplar porque el
amanuense no abrevió tanto.
Si el
estudioso de esta publicación prefiere prescindir de esta propuesta de lectura,
puede concentrarse solamente en la edición facsimilar o imprimir la propuesta
de paleografía omitiendo todo aquello que esté entre {}, pues con ello elimina
adiciones que se hicieron a la presente propuesta de lectura de este texto.
En la
transcripción paleográfica se respetaron y dejaron las líneas que propone el
texto, porque se piensa que para un estudio minucioso de la forma de dividir
las palabras en nahuatl o de terminar una idea este censo puede ser útil.
Como son
distintos los amanuenses que escribieron los fragmentos de censo que conforman
el manuscrito 393, y como se trata de un periodo muy temprano, aparecen muchas
irregularidades a lo largo del texto. Algunos trataron, por ejemplo, de marcar
la longitud de los fonemas (en el nombre propio náhuatl Yya[n]qui, por ejemplo,
casa {55} sección {a}) o de expresar en forma explícita la aspiración (', h,
etc) . Hay inconsistencia también en el uso de la u o v, en el uso de la c, V, z por ejemplo al
escribir civatl , Vivatl , zotl, Votl, etc., así como en el
uso de abreviaturas o de la ua (ypilvan, ypilhuan) entre
muchos otros. Todas esas irregularidades no se unificaron en la paleografía. Se
trata de inconsistencias que aparecen de la misma manera ambigua en el vocabulario
de Alonso de Molina.
Como el
texto es relativamente temprano –de la primera mitad del siglo xvi– es un documento que presenta con
mucha nitidez los problemas que enfrentaba el indígena hablante del náhuatl,
que debía transcribir su idioma ahora en grafías latinas. Hay evidencias claras
de titubeos y de la dificultad de escribir ciertos sonidos. Por ejemplo, el
sonido “k” que en la región se pronuncia “g” en el caso de “Catalina”, y se ve
un caso donde se inicia “Gahna” y luego se tacha. También se escribe “Magltan”
por Marta, “Margos” por Marcos, Gaspal por Gaspar, etc. Pero igualmente se
añaden más “n” a ciertos nombres como “Insabel”, “Angustin” o se marca aun en
nombres castellanos el posesivo, como se marca en nahuatl, es decir, eliminando
el final de la palabra que designa la palabra poseída. Por todas estas razones
hay muchos detalles lingüísticos y culturales que sin duda serán de especial
interés para los estudiosos de estas complejas transformaciones que vivieron
los nahua-hablantes de esta época.
En la
transcripción de los documentos se respetó la terminación de la línea y se
marcaron las tachaduras ilegibles (/.../ ) y se mantuvieron las correcciones
que se pueden leer (/entre diagonales/), pues pudiera ser de importancia el
poder observar los titubeos del amanuense.
Para
respetar la forma en la que está actualmente el documento en la bnf, se propone aquí una numeración
consecutiva de las casas, respetando su foliación, aunque sea incorrecta;
además se añaden numeraciones correspondientes a los poblados mayores. Eso se
ve de manera sucinta en el cuadro Fojación y orden antecedente. Además, para
resaltar el orden interno que tienen este tipo de documentos censales, se
incorporan letras para marcar el contenido específico de cada casa. Es decir,
se dividió internamente cada casa en los párrafos {a}, {b}, {c} y {d} que
marcan cierto tipo de información:
a. Información sobre el
número y parentesco de personas que conforman la unidad doméstica. Nombre del
que preside la unidad doméstica y de su mujer, sus hijos –añadiendo la edad del
hijo mayor–, los nombres de los demás parientes que viven en dicha unidad
b. Información sobre las
tierras de cultivo de que dispone y contribución que corresponde a esa unidad
doméstica: tamaño de la tierra para cultivar que tiene en usufructo y la
cantidad de contribución o tributo que paga, tanto de la contribución llamada tlacalaquilli
(lo que se encierra o guarda en un edificio o una casa, que se refiere siempre
a ciertos textiles), el llamado tetlacualtilli (que en traducción
literal sería “comida para la gente”, pero se refiere a otros textiles o
mantas) y la entrega de textiles de mano menores llamadas nemapopovayan
así como finalmente cacao, huevos, maíz desgranado y servicios que se debían
hacer en Cuernavaca.
c. Información sobre el
funcionario responsable de la recolección de la contribución. El nombre del
mandón que recoge en dicha casa esas contribuciones y descripción exacta sobre
si él mismo se las lleva al marqués, o si las entrega a otro funcionario
superior, quien es el que finalmente se las entregaría al conquistador, o a
quien estuviere en su lugar.
d. Información sobre
cambios en el número de personas que conforman la familia, ya sea por
nacimiento, muerte, cambio de domicilio, etc. En algunos casos, los censores o
los funcionarios que revisaron el censo añadieron comentarios que siempre
aparecen en letra más pequeña. Indican al final del registro de una casa que se
han marchado los que vivían en ella, que ha nacido un niño más, se ha casado
un hijo o han dividido la casa en dos. Esos comentarios dan dinamismo temporal
al registro censal, pues se pueden observar los cambios ocurridos en la vida de
algunos integrantes de las unidades domésticas y el nombre de los barrios o
parcialidades adonde se mudaron.
Así, en la transcripción paleográfica en lugar de
numerar cada párrafo del documento, se numeró cada casa y se marcaron sus
secciones. Cada casa tiene por lo tanto la siguiente estructura
{número consecutivo}
{número de casa del poblado al que
pertenece}
{a} nombre del jefe de familia y sus miembros
{b} tamaño de su sementera y cantidades de contribuciones
que entrega
{c} funcionario que recoge esas contribuciones
R[egistrado] señal de haberse registrado o contado en otro
documento esa familia
{d} cambios ocurridos en esa familia por haber nacido,
muerto o haberse mudado alguien.
Es
importante seguir la lista de la foliación correcta del cuadro Fojacion y
orden, para poder identificar así, en caso de ser posible, las casas de cada
uno de los barrios o barrios menores que quedan registrados y conforman este
censo. Con esa sistematización del texto del documento, esperamos que el
estudioso interesado en este censo pueda encontrar con rapidez el contenido
específico que le interesa y pueda citar el párrafo correspondiente con
agilidad. Por ejemplo, al hablar de la mención de una familia en la cual el
hijo de veintidós años vive o trabaja en el convento, teopan nemi
(casa{55}, sección {a}), o el hecho de que una familia no pague ningún tributo,
atle quitequiti (casa {47} sección {b}); en otro caso, para hablar de
los dos mandones que recogen los tributos en determinadas casas de una misma
región, del recaudador local de tributos Antón, subordinado a otro funcionario
de mayor jerarquía, Agustín, se puede hacer la referencia simplemente a: ms.
393, {91}{c}, {93}{c} y así sucesivamente.
3. La traducción de
algunos términos censales en la lengua náhuatl
Para
realizar la traducción se ha seguido como guía principal el Vocabulario
del franciscano Alonso de Molina, así como las traducciones ya existentes de
otros censos y fragmentos similares de la misma región y época.
El objetivo
central de este documento, la razón por la que fue elaborado, radica en contar
el número de habitantes, las tierras que cultivan y los tributos que pagan en
cada zona controlada por determinado recaudador y mandón. Por este motivo los
temas centrales se refieren al número de personas que viven juntos y su
parentesco, cantidades de tierras, y objetos que se tributan, el tipo de
servicios o trabajos que deben realizar. Así, ciertas palabras en torno a los
que giran estos temas resultan clave para el censo y es importante la decisión
de cómo se traducen, pues se repiten constantemente. Ellas ameritan una breve
discusión.
Cada casa
termina con una suma de los habitantes de ella. (Se dice, por ejemplo: “son
diez los que conforman o están dentro de esa unidad doméstica”, lo que sería
quizá literalmente la traducción más cercana a matlactin acticate yc
cencaltin). En todos los casos se usa el término cencaltin o cencalli
(cencali), término que Molina propone para “familia”. Sin duda se
trataba en términos amplios del concepto de familia que incluye a
parientes y también a sirvientes o criados (en el sentido castellano del siglo xvi). En ese caso podemos pensar que se
utilizaba el concepto de la misma forma como en época romana “familia”. Hemos
seguido por lo tanto en esto al franciscano Molina para la traducción del
término cencali como “familia” o sea, los que viven bajo un mismo techo.
En el censo
se utiliza para el inicio de cada nueva unidad doméstica “esta es la primera
casa, calli”, la segunda, la tercera y así sucesivamente. En este caso
podemos pensar que se refiere a una vivienda en su sentido físico, como
edificación y construcción. Recinto en el que moran distintas personas con o
sin parentesco sanguíneo, pero que se considera una unidad. Es significativo
que, por ejemplo en el censo del poblado de Molotla, de la misma zona y época,
se utiliza en ese lugar chan, hogar. En este caso podemos analizar calli
de nuestro documento de manera más analítica o sociológica como unidad
doméstica o unidad de patio,
porque podría constar de una sola o varias construcciones. Decidimos traducir calli
simplemente como casa.
Por lo
general se ha traducido el término tlacallaquilli como tributo o como
tributo en especie. Es notable que, al parecer, se refiera siempre a textiles.
En ese sentido podemos pensar que la contribución en textiles estaba sumamente
uniformada, pues todas las casas entregaban textiles de cierta clase, en forma
de lienzos (zotl) –dado que eran elaborados en telares de cintura–
siempre iguales, que unidos daban una manta mayor. Molina traduce zotl por
“pierna”, pues en el siglo xvi y
aún hoy lo registran los diccionarios y se entiende por tal: “tratando de
ciertas cosas, la que junta con otras forma o compone un todo, por ejemplo
pierna de sábana” (Diccionario de la Real Academia) Hoy en día no
decimos que una sábana consta de varias “piernas”, pero sí que consta de varios
“paños”, o varios “lienzos”. El término paño, a su vez, se usaba en el
siglo xvi sobre todo para las
telas de lana, por ello nos pareció que puede confundir el utilizarlo aquí, en
un contexto de textiles indígenas elaborados de algodón o, en algunas zonas, de
otras fibras vegetales. La palabra más adecuada en la actualidad sería la
palabra “lienzo”. Por esas razones para traducir el concepto zotl y
señalar piezas que juntas componen un todo, se optó por la palabra “lienzo”.
Las mantas
compuestas de cuatro lienzos que se entregaban como tributo denominado tlacalaquilli
se podían guardar, almacenar, eran símbolo de riqueza, unidad de cambio
mercantil y tenían importancia ritual. Se trataba de una riqueza almacenada en
los palacios gubernamentales ya sea de señores locales o provinciales. Por lo
tanto, sugiero que es útil el término “contribución de almacén” para tlacalaquilli,
haciendo referencia a la idea de que las mantas se metían o “encerraban”, como
dicen numerosos documentos de la época, en edificios, en contraste con otros
tributos que no se almacenaban. Cuatro zotl o lienzos de estas mantas
conformaban una manta, como apreciamos con mucha claridad en las pictografías
del Códice Kingsborough.
Los textiles
eran unidad de tributo en todas las regiones conquistadas por la Triple
Alianza. En los recuentos imperiales de contribuciones y también en listas de
tributos de zonas como la de los estados actuales de Guerrero y Oaxaca,
elaborados para otros fines, las cargas o hatos de tamaño estandarizado de
textiles se representan como una unidad perfectamente definida de tributo
entregado a las autoridades por las provincias o pueblos específicos (cfr.
Mohar, 1987, y el fragmento Humboldt del Códice Azoyú o el Códice Kingsborough,
entre otros.)
Más difícil
es comprender o traducir los otros términos que designan los distintos tributos
muy específicos y estandarizados en el México Antiguo. El tributo llamado
“alimentos para los señores, o para la gente”, tetlacualtilli, no se
consigna ya en Molina. A diferencia de su significado literal (comida para la
gente) también se trataba de una contribución en textiles que, al igual que
las del tlacalaquilli, se pagaban en lienzos o paños que componía una
unidad textil mayor, pero que tenía un valor también claramente normado. De
esta manera podía servir de dinero, o de medida de intercambio, probablemente
incluso un sólo zotl, para compras cotidianas de menor cuantía. En el
censo publicado por Hinz, se mencionan dentro del tributo tetlacualtilli,
las tequi-cuachtli o mantas de tributo e intercambio. No tenemos hasta
ahora, sin embargo, mayores explicaciones de cómo se confeccionaba este textil
y de sus medidas, aunque, sin duda, eran menores que las mantas de la
contribución de almacén. Conservamos por ello el término y designamos la
contribución como “tributo llamado tetlacualtilli”.
Otra
contribución, también medida en textiles llamada nemapopovayan la
traduce Molina como toallas, es decir, se trataba de textiles más pequeños, que
podían servir para limpiar, secar las manos, para servir las tortillas o como
pequeños manteles o servilletas. También este tributo se entregaba en forma de
lienzos o zotl. Estos tributos no se almacenaban sino probablemente
formaban parte de entregas a los señores en sus palacios. Por esa razón
preferimos el término servilleta. El actual uso de toalla para telas afelpadas
alude a un textil moderno que no se conocía en aquel entonces. Por ello, en
este caso no seguimos a Molina. Es probable que los tres tipos distintos de
tributos en textiles que se mencionan aquí tuvieran medidas diversas.
A este tipo
de entregas en textiles que debía realizar cada jefe de familia, se sumaban
entregas de verdaderos alimentos, por ejemplo en el censo que aquí publicamos,
en cacao, huevos y maíz desgranado. Finalmente, se enlista como parte del
tributo que debía dar cada unidad doméstica, el ir a servir o trabajar a
Cuauhnahuac: ontequipanova in Cuauhnavac. Se traduce de manera
indistinta ya como ir a “trabajar” o ir a “servir” como solían designar los
españoles en la época esa contribución en trabajo, al hablar de indios de
“servicio”.
Algunas
casas en las que vivían carpinteros o quienes “cuidaban de las flores” no
tenían que entregar tributo en ninguna forma o en forma muy reducida (atle
quitequiti tlaxima, casas {159} {160}, atle tequiti xochipia casas {96}
y {97}). Lo mismo sucedía con quienes tenían solamente pocas tierras o eran
inmigrantes que acababan de llegar o habían sufrido la muerte de sus cónyuges,
de tal manera que la familia se había reducido mucho.
Un problema
distinto de traducción e interpretación se relaciona con las medidas indígenas.
La primera medida importante que muy pocas veces se menciona de manera
explícita es la que servía para designar la unidad de medida de las sementeras.
Se sobreentendía que era una medida normada, se trata del maitl o cuahuitl
(o tlalcuahuitl). Al parecer ambas medidas eran las más comunes en la
región y época y eran de aproximadamente 2.5 metros, utilizando para la braza
la distancia del pie a la mano. La primera palabra designaba la medida y la
segunda el instrumento con que se realizaban dichas mediciones de tierra (cfr.
Macías, 1989). Se podían utilizar indistintamente, como se puede observar en el
censo de Molotla, donde se usa sobre todo el maitl, y en este ms. 393,
donde es más frecuente el cuahuitl. Ambas estaban bastante uniformadas
en el centro de México para medir las dimensiones de las tierra y es probable
que por ello se sobreentendía que de ellas se trataba y no se mencionan las
unidades explícitamente, sino en contadas ocasiones. Se puede esperar que,
cuando no se menciona, se refería a la unidad normada para medidas de tierra
que era dicha braza indígena (cfr. Lockhard, 1992). Cuando se menciona en el
censo de manera explícita el cuahuitl o quavitl, se traduce como
“vara”, pues equivale a lo que en castellano se medía también con un palo o
garrote de medir. Muchas otras cuestiones más relacionadas con estos censos y
su rica información no pueden discutirse en este breve espacio y tendrán que
quedar abiertas a futuras investigaciones.
Para
terminar, baste subrayar que se trata de uno de los documentos más antiguos que
tenemos en nahuatl escrito en caracteres latinos. Es una muestra importante de
cómo la lengua indígena oficial del imperio de la Triple Alianza se convertía
en una lengua escrita a la usanza europea. En el caso de este censo se trata de
la obra de unos de los primeros indígenas hablantes del náhuatl que aprendieron
–probablemente con los religiosos franciscanos y dominicanos– la forma en la
que los europeos se expresaban por escrito y el lector podrá admirar sus
grafías alfabéticas, más pintadas que escritas, en el CD. Aunque en este caso
del documento 393 todavía utilizaron su propio papel de amate (ficus), y
probablemente incluso sus propios pinceles y tinta, ya vivían en una época en
la que debían elaborar sus cuentas, listas de habitantes y tributos en tal
forma que sus conquistadores las pudiesen comprender mejor.
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