FONDO MEXICANO DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA
Documento No. 388
Genealogía de la familia Cano-Moctezuma
Nancy
García García
UAEM
Después de 1521, y vencida la ciudad de Tenochtitlan, todo
indicaba que los españoles habían triunfado sobre los antiguos mexicanos, pues
habían logrado someter a la entidad que regía toda la organización
mesoamericana. Sin embargo, el triunfo militar no garantizó el sometimiento de
pensamientos y costumbres, ya que la integración entre la cultura española e
indígena se seguía tejiendo y aún habrían de transcurrir muchos años para que
dicha mezcla se acomodara, aunque no de manera definitiva; pues hasta nuestros
días existe ese precipicio entre dos culturas que no terminan de adaptarse.
La sociedad indígena se encontraba colapsada, inmersa en un
mundo de confusión que poco a poco los españoles fueron aprovechando para
ocupar lugares que en su país no habrían obtenido nunca. Es de esta forma como
en la época colonial la transformación continua, y en este contexto
encontramos, una vez más, a la nobleza indígena peleando sus privilegios de
antaño. Una vez iniciado el proceso de colonización los españoles, encabezados
por Hernán Cortés, se dedicaron a organizar el territorio tomando como base el
modelo prehispánico y el reconocimiento de la nobleza indígena.
Como muchas cosas después del derrumbe del mundo prehispánico
la organización social sobrevivió casi igual hasta principios del siglo xvi. En cuanto a la nobleza se refiere
los cambios son más perceptibles puesto que este grupo tan cerrado en la época
prehispánica se vuelve más accesible en la Colonia por razones diversas.
Ya para la época colonial, los conquistadores habrían de
recurrir a otro método que les ayudara a poner a la nobleza indígena de su
parte: las encomiendas. Esta institución fue instalada con dos objetivos, por
una parte cristianizar y por otra obtener el trabajo de los indígenas. Sin
embargo, no fue instaurada para uso exclusivo de la nobleza ya que muchos
españoles fueron acreedores de encomiendas. Queda claro que los conquistadores
buscaron por todos los medios “quedar bien” con la nobleza indígena, pues
sabían que eran éstos quienes mantenían el control de la sociedad.
La obtención de encomiendas por parte de algunos españoles
llegó a causar conflictos sociales entre los encomenderos y los caciques que
subsistían con poder al lado de la nobleza nativa, pues los primeros aún con
todos los privilegios y prerrogativas no tenían el poder que conservaba la
nobleza.
Al darse cuenta de que aún teniendo encomiendas y privilegios
no podían alcanzar cierto poder, no es extraño que muchos encomenderos y
conquistadores buscaran por todos los medios de emparentar con caciques y
nobles mediante el matrimonio con las hijas de éstos últimos, pues sabían de
antemano que ello los colocaba en una situación de prestigio y privilegio.
Debido a estas circunstancias encontramos a la nobleza
indígena conservando muchos de los privilegios que había tenido. Para este
momento es usual encontrar encomiendas que fueron otorgadas a los descendientes
de los gobernantes de la época prehispánica, sobre todo de los últimos que
ostentaron el poder.
Para 1530 encontramos 30 encomiendas en el centro de México,
pero cada una con su propia característica, 26 de ellas pueden ser consideradas
normales, pues fueron asignadas a españoles individuales que las conservarían
una vida, pero con la advertencia de que la encomienda podía cambiar de dueño.
Las cuatro restantes representan un caso especial, pues son encomiendas
perpetuas heredadas de generación en generación y sin restricción; entre estas
cuatro encontramos las encomiendas de Tacuba y Ecatepec heredadas a las hijas
de Moctezuma. Ecatepec fue entregada a Leonor Moctezuma, mientras que Tacuba
fue otorgada a Isabel Moctezuma.
La nobleza se encuentra ante cierta situación de privilegio
pues no sólo le son entregadas encomiendas con el fin de reconocer su linaje,
también cargos públicos que les daban cierto poder. Sin embargo, la nobleza no
se encuentra del todo conforme con lo que se le otorga y más allá de
encomiendas y cargos públicos reclama las tierras patrimoniales que por derecho
les corresponden, argumentando que en el momento de la llegada de los españoles
ellos tenían tierras que les pertenecían y les fueron arrebatadas.
Este reclamo lo encontramos en el caso específico de las
tierras patrimoniales de Tecalco y Moctezuma que aunque Isabel Moctezuma nunca
reclamó para sí, más tarde lo hará Juan Cano seguro de que su esposa es la
legítima heredera. Isabel Moctezuma se convierte en la liga entre la época
prehispánica y la colonial para dar origen a la genealogía Cano-Moctezuma.
Isabel Moctezuma contrajo nupcias en 6 ocasiones; 3 en la época
prehispánica y 3 en la época colonial. El sexto y último matrimonio de Isabel
es con Juan Cano, procreando a Pedro, Gonzalo, Juan, Isabel y Catalina Cano
Moctezuma. Este último es el matrimonio que nos interesa ya que es el que da
origen a la genealogía Cano Moctezuma.
Hernán Cortés no puede luchar contra el prestigio que ha
heredado Isabel por lo que decide mantenerla siempre cerca de él; de tal modo
que le da en perpetuidad la encomienda de Tacuba en 1526, dicha encomienda
comprendió el señorío y naturales del pueblo de Tacuba con 120 casas, Yetepeque
su estancia con 120 casas, Chimalpan otra estancia con 40 casas, Ascapualtonco
con 20 casas; y las estancias de Caetepec, Telasco, Guatuzco y Tasula, todas
estas estancias y sus sujetos sumaban 1 240 casas.
La encomienda entregada a Isabel fue conservada hasta la
muerte de ésta en 1550 y a partir de entonces los tributos de la encomienda de
Tacuba fueron repartidos entre cuatro solicitantes: Juan Cano (el viudo),
Gonzalo y Pedro Cano Moctezuma y Pedro Gallego Andrada Moctezuma, hijo de la
unión de Isabel con Pedro Gallego. La encomienda de Tacuba se convierte en un
litigio donde luchan por recuperarla los herederos de la tradición Cano
Moctezuma.
Isabel Moctezuma se convierte en la encomendera de Tacuba a
partir de su matrimonio con Alonso de Grado, pero a la muerte de éste, entre
1527 y 1528, Hernán Cortés la casa con Pedro Gallego quien también muerte. Es
entonces que Cortés, siempre pendiente de Isabel, la casa con Juan Cano.
A la muerte de Isabel, 1550, empiezan las disputas por la
encomienda. Los principales actores: Juan Andrade (hijo mayor de Isabel) y Juan
Cano (su viudo); los argumentos para reclamar la propiedad empiezan a surgir.
Por su parte Juan Andrade afirmaba que la propiedad le pertenecía pues era el
hijo mayor y heredero de Isabel y por si esto pareciera poco Pedro Gallego, su
padre, había poseído dicha encomienda; estas explicaciones le sirvieron para
que las autoridades le reconocieran como el heredero y propietario de la
encomienda. Sin embargo, el gusto le duro poco pues Juan Cano, inconforme,
apela dicha decisión.
Ante esta petición el camino de la encomienda parecía estar
dirigido a la repartición de acuerdo con el testamento de Isabel, pero tanto
Cano como Andrade solicitaron una cantidad igual, y es en este momento que se
involucra otro actor: Diego Arias de Sotelo; quien afirmaba que su suegra,
Leonor Moctezuma, era la verdadera y legítima heredera de Moctezuma, este
argumento fue rechazado, al tiempo que se dividía la encomienda. La división de
la encomienda genera nuevos pleitos y reclamaciones por parte de los
descendientes de Isabel.
En un principio encontramos reclamando los derechos sobre la
encomienda a Juan Cano, Juan Andrade, Gonzalo Cano y Pedro Cano. Por su parte,
Isabel y Catalina Cano habían renunciado a sus derechos a favor de su padre y
hermanos. Encontramos un número considerable de herederos que reclaman para sí
la encomienda. Tal es el caso de María Cano que reclamaba la sexta parte de la
encomienda, pero soló se le asigno la duodécima parte.
Los reclamos sobre esta encomienda no terminan en la primera
generación de descendientes. Para la segunda generación encontramos, por parte
de la familia Cano Moctezuma, sólo dos herederos efectivos: Gonzalo Cano y Juan
Cano, que a su vez son generadores de nuevas ramas familiares que se encargaron
más tarde del reclamo. Así, Juan Cano se casa con Ana de Prado Calderón, de
cuyo matrimonio surgen las ramas Cano Moctezuma, Raza Cano Moctezuma y Andelo
Cano Moctezuma. Sin embargo, la historia y reclamos no terminan con la familia
Cano, pues todos aquellos que tenían una ligazón con Isabel Moctezuma o con los
descendientes de ésta se hicieron acreedores a mercedes adicionales en
recompensa por sus servicios, en reconocimiento a su apellido (Moctezuma) y a
la cancelación de la encomienda, es decir, en recompensa a lo que se les había
quitado como herederos de alguna parte de Tacuba.
El mismo Juan Cano se encontraba solicitando mercedes en los
años de 1530 y 1540, con el argumento de que Isabel había sido despojada de
casi todo su patrimonio y que la encomienda de Tacuba representaba sólo una
parte de lo que realmente le pertenecía. Por su parte Gonzalo Cano solicitaba
una merced. La respuesta ante tales peticiones fue una serie de concesiones
otorgadas por el rey para 1590 que consistían en entregas de mercedes menores.
Las concesiones continuaron para los herederos y así a los
hijos de Pedro Andrade Moctezuma les fueron otorgados 650 pesos de renta anual,
a su vez, los nietos de éste recibieron 1 000 pesos de renta anual, pues en el
momento de la otorgación Pedro Andrade ya había fallecido. Por su parte, la
rama de los Cano tenemos que su hijo Gonzalo Cano recibió 1 000 pesos de renta
anual; de Juan Cano la renta pasó a sus hijos, pues en este momento ya había
fallecido, de modo que los que recibieron los 1 000 pesos de renta anual fueron
sus hijos Juan y Pedro Moctezuma.
La encomienda de Tacuba sigue dando de qué hablar hasta el
siglo xviii, no sólo por los
litigios y concesiones que había y estaba generando, sino porque el pago de las
rentas anuales se había convertido en una renta hacendaría que se pagaba de los
tributos de los pueblos que pertenecían a Tacuba, y de otros que para ese
momento ya no tenían conexión alguna con la encomienda. Se nota que los
reclamos por parte de los descendientes son escuchados puesto que si los
tributos no alcanzaban para pagarles lo que por derecho les correspondía el
faltante era cubierto por la “real caja” con la certificación de la contaduría
de tributos. De esta manera -según Pérez Rocha- en los inicios de la Colonia si
se puede hablar de doña Isabel Moctezuma, pero posteriormente el tributo de
ésta se convirtió en el pago de una renta previamente tasada por la autoridad
real.
Los pleitos generados por esta encomienda nos muestran que no
sólo al principio de la Colonia los nobles se encontraban reclamando algunos
privilegios, sino que ya bien entrada esta etapa todavía hay algunos reclamos
ante las autoridades para obtener mercedes que les permitieran seguir llevando
una vida cómoda a los descendientes de la nobleza indígena.
Debido a toda esta serie de circunstancias, lo más probable
es que la elaboración del documento que estamos presentando no sea más que el
último intento de los Cano-Moctezuma por conservar algunos privilegios de
antaño; este fenómeno lo encontramos en una etapa en la cual los descendientes
de la nobleza indígena pretenden reafirmar su origen a través de este tipo de
pictogramas que demuestran su vinculo directo con el pasado prehispánico.
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