FONDO MEXICANO DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA
Documento No. 376
Una matrícula de tributarios de San Pablo
Teocaltitlan, barrio de Tenochtitlan, segunda mitad del siglo XVI.
Presupuestos, indicios y conjeturas
Gerardo González Reyes
Facultad de Humanidades, UAEM
Presentación
La complejidad del sistema prehispánico establecido en los orbes del
altiplano central bajo el amparo e impulso de la Triple Alianza, es
indiscutible. Muestra de ello es la precisión en el manejo y control de los
distintos recursos humanos y materiales, perceptible en los registros
catastrales y censales sobre las cargas tributarias, la periodicidad y los
montos destinados al tributo imperial establecido por el gobierno de la cuenca.
Por algunas noticias de los primeros cronistas
coloniales, sabemos que en cada altepetl o entidad política integrante
del huey tlahtocayotl existían lugares especialmente destinados para la
recolección y registro de los tributos que la gente del común entregaba a sus
señores tanto locales como supremos. Del tributo imperial solamente nos ha
llegado una evidencia, manifiesta en el códice denominado matrícula de
tributos, cuyo contenido se complementa con los informes del códice
Mendoza; sin embargo, en el caso de los registros locales donde se
detallaba el número de tributarios y los artículos entregados al señor de cada altepetl
pocas evidencias quedan.
Hasta ahora el registro más completo sobre las cargas
tributarias que pesaban sobre los macehualtin de cada altepeme
son los censos de Cuauhnahuac, en los que se detalla la participación de los
integrantes del grupo doméstico para la obtención del tributo destinado al
gobierno local.
Para comprender cabalmente la naturaleza, proyección
y posibles límites de las redes tributarias en el México prehispánico, es
imprescindible el estudio de los registros locales en combinación con las
evidencias más generales procedentes de la Matrícula de tributos
(también llamada códice de Moctezuma), el códice Mendoza, las
crónicas coloniales tempranas y la documentación de archivo, para ofrecer una
imagen más nítida de la estructura político administrativa del México antiguo;
tarea que aquí se inicia con el esbozo de algunas líneas de análisis de una
matrícula procedente de Tenochtitlan.
1.
El destino de un registro censal del siglo XVI
El pictograma que aquí se estudia forma parte del
acervo documental actualmente resguardado por la Biblioteca Nacional de
Francia. En este lugar se le ha asignado la clasificación ordinal número
376. El documento data de 1574, según anotación de la portada. Se trata de un
registro pictográfico acompañado de un texto en lengua náhuatl que precisa la
calidad de los tributarios de San Pablo Teocaltitlan, antigua parcialidad de
Tenochtitlan.
Al igual que el resto de documentos mexicanos
conservados en esta biblioteca, su destino final está vinculado a las
aventuras del coleccionista francés Alexis Aubin, quien seguramente lo
sustrajo de algún repositorio de nuestro país para llevarlo a Francia. A
finales del siglo XIX la colección de Aubin fue rematada a Eugene Goupil y de
éste último pasó al resguardo de la Biblioteca Nacional de Francia.
Desconocemos, hasta ahora, la existencia de algún
estudio preliminar del pictograma, aunque Gibson lo consultó para la
confección de su estudio sobre los aztecas bajo el dominio español,1
dedicándole un párrafo completo a la descripción del contenido. Gracias a
Gibson sabemos de algunas particularidades de este documento, a continuación
se exploran algunas de ellas.
1. Presupuestos. El lugar de origen del documento
Ciudad de México Tenochtitlan, último cuarto del siglo XVI. Por
aquellos años el gobierno español había logrado consolidar su dominio sobre la
población nativa de la antigua metrópoli. La prueba más fehaciente de este
acontecimiento procede de los primeros años coloniales, cuando se optó por
construir sobre las ruinas de los teocallis los inmuebles de la esfera pública
novohispana y el espacio antes ocupado por los naturales de la clase noble fue
repartido en solares entre los conquistadores y primeros colonos.2
Al poco tiempo, la urbe emergente quedó reducida a
un espacio aproximado de 1 200 metros cuadrados, reservada exclusivamente para
la habitación de los españoles,3 mientras que en el contorno de la
traza occidental se congregaron cuatro de los siete calpulli (barrios)
que originalmente habían constituido a Tenochtitlan. Uno de estos barrios,
situado en el sector sureste de la capital del virreinato, recibió el nombre de
San Pablo, manteniendo su antigua denominación: Teocaltitlan.
Por la evidencia colonial temprana se sabe que el
calpulli de Teocaltitlan se denominaba originalmente Teopan
(literalmente, lugar de la deidad) y que sus habitantes primigenios tenían una
tarea específica en la estructura de la organización ceremonial, pues se les
reconocía como el calpulli de Chalman o de los sacrificadores.4
Respecto de la estructura gubernamental prehispánica
sabemos que la administración estaba encabezada por el huey tlahtoani,
mientras que en cada uno de los calpulli integrantes de Tenochtitlan se había
colocado a un dirigente local, vinculado, con seguridad, a la nobleza
tenochca. Después de culminada la conquista, el Estado español procuró
desarticular la amplia red del gobierno nativo sustentada en las figuras del tlahtocayotl,
los altepeme y los calpulli. Una de las primeras evidencias de
esta innovación fue el acelerado desplazamiento de los segmentos políticos de
carácter entreverado que integraban la urbe prehispánica, en favor de una
concepción urbanística precisa, circunscrita a límites conspicuos identificados
con los calificativos de parcialidades y barrios. En el caso que nos ocupa
Tlatelolco, la entidad política gemela de Tenochtitlan, fue reconocida en lo
sucesivo como la parcialidad de Santiago Tlatelolco, mientras que aquella
formó parte de la parcialidad de San Juan, compuesta por cuatro barrios: Santa
María Cuepopan, San Juan Moyotlan, San Pablo Zoquipan y San Sebastián
Atzacualco.5
San Pablo Zoquipan es el lugar de donde procede la
matrícula tributaria que aquí se discute, a veces aparece en la documentación
colonial como San Pablo Teopan, Teocaltitlan o Zoquipan. Los dos primeros
topónimos refieren su tradición ancestral vinculada con las actividades
ministeriales del culto prehispánico, mientras que el último calificativo
sugiere el nombre de un paraje lacustre (literalmente, sobre el lodazal).
2.
Indicios: el gobierno y el tributo en un barrio colonial de Tenochtitlan
Además de las reformas urbanísticas que el gobierno español promovió en
la antigua Tenochtitlan, se deben tener presentes los cambios políticos y
administrativos tendientes a la recomposición del sistema anterior.
En el ámbito político, por ejemplo, el Estado
español puso especial atención al paulatino desmembramiento de la nobleza
nativa, como una forma de restricción a los posibles alcances jurisdiccionales
de los señores supremos de Tenochtitlan. Aunque después de 1521 el linaje
prehispánico de esta entidad mantuvo temporalmente el gobierno, en la cuarta
década del siglo XVI se introdujo el cabildo como una forma de menguar el
señorío de la nobleza tenochca.6 Luego de esta innovación, hacia
1565 se finiquitó la presencia de la nobleza local en el gobierno tenochca, en
lo sucesivo el cargo de gobernador fue ocupado por sujetos de ascendencia no
noble, procedentes incluso de otros lugares como el caso de Antonio
Valeriano, originario de Azcapotzalco, quien a través de una alianza
matrimonial con la heredera del linaje de Tlacopan y posiblemente por los
méritos y servicios como informante y latinista, accedió a la gobernación de
Tenochtitlan en 1573.7 Valeriano presidió el gobierno entre 1573 y
1590; a un año de su gestión fue elaborada la matrícula censal que hoy nos
ocupa y que da cuenta de la población en edad de tributar al gobierno nativo de
San Juan Tenochtitlan.8
Con respecto a las innovaciones administrativas, de
impacto reconocido en la estructura económica prehispánica, se deben
considerar las medidas tendientes a dinamizar la economía nativa. En efecto,
los primeros años de vida colonial mantuvieron casi intacto el sistema
tributario, salvo por el destino final de los gravámenes que fueron percibidos
en lo sucesivo por los encomenderos, la propia corona española y algunos
señores nobles sobrevivientes a la conquista. No obstante, la ausencia de una
política uniforme que determinara con precisión los montos y periodos de
entrega de los tributos derivo en abusos frecuentes por parte de quienes
percibían este beneficio.
Como remedio al desorden, las instancias de gobierno
en la metrópoli legislaron sobre el particular y luego de una revisión
exhaustiva por parte de las autoridades de la segunda Audiencia, se determinó
la moderación de los tributos mediante el sistema de tasaciones.9
Sin embargo, no fue sino con el establecimiento de
la figura virreinal cuando la práctica de tasación tomó carta de naturalización
entre los pueblos de indios. El procedimiento de tasar consistía en el
recuento detallado de la población nativa en posibilidad de cumplir con la
carga tributaria en trabajo y especie. Luego de la revisión, la autoridad
local y el encomendero o en su defecto el corregidor, como representante de la
autoridad real, se ponían de acuerdo respecto a los montos y periodicidad para
la entrega del tributo.
En la historia de la tributación existen dos momentos
determinantes que definieron el carácter de la economía nativa. El primero de
ellos tuvo lugar hacia 1542 con la promulgación de las “leyes nuevas”, en las
que se consolidó la moderación de los tributos a través de la tasación y se
anuló la posibilidad de conmutar el tributo en especie por servicio
personal. La segunda medida, impulsada por el virrey Velasco, determinó la
permuta del tributo cotidiano por metálico. Esto es, en lugar de entregar
frijol, huauhtli, leña, yerba, sal, miel, y otros productos de uso
doméstico, se apremió a los naturales para comercializar estos artículos y obtener
dinero de uso corriente para cumplir con su imposición tributaria. De tal
suerte que, hacia la segunda mitad del siglo XVI, la mayor parte de los
pueblos de indios tributaban exclusivamente en dinero y maíz. El reparto del
tributo se hacía mediante una distribución equitativa entre los integrantes del
pueblo, generalmente un peso y una fanega de maíz --en ocasiones media--
por cabeza y en el caso de los viudos y solteros, simplemente la mitad.10
Esta última situación es la que se observa en el
registro de la matrícula de Teocaltitlan, aunque el maíz brilla por su
ausencia, ¿acaso por su condición lacustre?
3.
Elementos en la matrícula de Teocaltitlan
El registro de los tributarios de Teocaltitlan consta de 28 folios
anotados por ambos lados. En el primer folio se representa lo que parece ser
la suma del tributo, concentrado en tres grandes apartados perfectamente
diferenciados por el color de los pesos, convención utilizada por el escribano
para aludir el periodo de entrega del tributo, es decir “por los tercios del
año”: 15 de abril, 24 de agosto y 31 de diciembre. Una primera lista en color
café consigna 74 pesos, sobre un peso, un tomín y cinco granos. En una
segunda cuenta, en color rojo, se registran 75 pesos y un tomín.
Finalmente, en color azul, una tercera cuenta dividida en tres líneas, la
primera de 50 pesos y medio, la segunda cinco pesos y medio y tres granos, y
la tercera de dos pesos y dos granos.
Entre los folios dos recto y 25 vuelta se registra
el nombre de los tributarios y la cantidad que cada uno aporta. La
representación se distribuye consistentemente en cuatro columnas y cinco
filas. La primera columna registra el antropónimo del tributario, la segunda
los granos en color rojo, la tercera en color café --Gibson dice que es
naranja-- y la cuarta en color azul; mientras que las filas se destinan para
el listado de tributarios.
En cada antropónimo el escribano incluyó una glosa en
náhuatl con el nombre del tributario, y en ocasiones precisas realizó
anotaciones para indicar el fallecimiento de un tributario, cuya
representación aparece en negro.
Además, a lo largo del registro se distingue entre
tributarios nativos, casados advenedizos (13r); viudos (16v); viudos
advenedizos (18r); viudas (19r) y viudas advenedizas (24v). La matrícula
contabiliza un total de 206 tributarios, número que se reduce a 202 por el
fallecimiento de cuatro individuos, cuya cédula de defunción aparece en glosa.
El registro censal tiene además una peculiaridad,
es común encontrar en combinación el nombre cristiano, seguido del antropónimo
náhuatl; en ambos casos se recurre a la representación pictórica de algunos
atributos asociados con los apelativos, por ejemplo una parte de la tilma para
significar Martín; la figuras de llaves para Pedro, un cáliz en el caso de
Juan; o un par de alas o de zandalias para Miguel. En el caso de las
mujeres los nombres más comunes son: Ana, María, y Juana, acompañados,
claro está, de su correspondiente antropónimo náhuatl.
4.
Conjeturas
En este momento no se puede emitir una hipótesis provisional sobre la
naturaleza del pictograma en tanto que se necesita indagar más a fondo en los
repositorios documentales coloniales para determinar las causas de la
elaboración de la matrícula. Lo que aquí se expuso es un primer esbozo tanto
del contexto de la evidencia como del estudio iconográfico de sus elementos
integrantes, aunque si se pueden derivar tres conclusiones.
Primero, el documento muestra fielmente la
disminución demográfica entre los naturales (206 tributarios) de una de las
principales parcialidades de Tenochtitlan.
Segundo, el proceso denominado, conquista espiritual,
perceptible en la imposición de nombres cristianos entre los naturales, a
finales del siglo XVI es todavía una realidad latente que combina
convenientemente la tradición prehispánica -antropónimos-- con la política de
evangelización, al emplear algunos atributos procedentes de la hagiografía
católica.
Tercero, el desplazamiento de los nobles del
ejercicio del gobierno, a favor de una organización política basada en el
cabildo en donde la administración de los pueblos se distribuye entre
funcionarios electos.
REFERENCIAS
Carrasco, Pedro. Estructura político
territorial del imperio tenochca. La
1996
Triple Alianza de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan.
México: El Colegio de México.
Gerhard, Peter. Geografía histórica de la Nueva
España,1519-1821.
1986 México: UNAM.
1992
Síntesis e índice de los mandamientos virreinales, 1548-
1553.
México: UNAM.
Gibson, Charles. Los aztecas bajo el dominio español,
1519-1810.
1986
México: siglo XXI.
González de Cossio, Francisco (prologo de…)
1952
El libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva
España. México: Archivo General de la Nación.
Tezozómoc Fernando, Alvarado.
1949 Crónica mexicáyotl. México:
UNAM.