FONDO MEXICANO DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA
Documento
No. 065-071
Códice
Ixtlilxochitl
Manuel
Hermann
ciesas-amoxcalli
El Códice Ixtlilxochitl es un valioso documento proveniente de la
región tezcocana que combina tanto elementos pictóricos de la tradición
indígena prehispánica como textos y glosas escritas en español y nahuatl del
periodo colonial temprano. Aunque el manuscrito está elaborado en papel europeo
y tiene el formato de libro occidental, conserva noticias de las tradiciones,
costumbres, dioses y calendarios de los antiguos mexicanos de esta región del
área central.
Descripción del códice
El Códice Ixtlilxochitl es un volumen encuadernado en papel
europeo que pertenece al Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia
registrado con el número 65-71. Se compone de dos secciones pictóricas y una
manuscrita que tratan sobre asuntos diversos de la cultura prehispánica. La
primera parte está conformada por 11 folios pintados por el recto y verso que
miden cada uno 31 cm de alto por 21 de ancho. Contiene textos y glifos que
tratan sobre los dioses, ceremonias y ritos del calendario civil de 18 “meses”
o veintenas llamado “Cempoallapoalli”. Esta sección es probablemente copia de
un documento hoy perdido y del cual también se realizó, quizá
contemporáneamente, el Códice Magliabecchiano.
La segunda parte del Códice Ixtlilxochitl se compone de seis
hojas en papel europeo de las mismas dimensiones que la anterior y contiene
pinturas de los gobernantes de Tezcoco y dibujos del dios Tláloc y del Templo
Mayor. Algunos de los dibujos parecen haber salido de la relación histórica de
Juan Bautista Pomar y copiados posteriormente por Veitia.
La tercera parte está formada por diez hojas escritas por Fernando
de Alva Ixtlilxochitl, que son producto de una copia que él mismo realizó de la
obra de fray Bernardino de Sahagún.
Historia del códice
El Códice Ixtlilxochitl, en su conjunto, es el resultado de
la recopilación de diversos manuscritos distintos entre sí que pertenecieron al
cronista tezcocano Fernando de Alva Ixtlilxochitl, célebre autor de la “Historia
de la nación chichimeca” y otras relaciones históricas. Las tres partes que
hoy conforman el documento, no son sino únicamente tres fragmentos de un
volumen mayor integrado por varios textos que pertenecieron al propio
Ixtlilxochitl y a Carlos de Sigüenza y Góngora.
El códice estuvo en manos del historiador tezcocano hasta su muerte,
acaecida en 1650. Toda la colección de manuscritos originales, copias y códices
que había logrado reunir Ixtlilxochitl para escribir sus obras históricas,
pasaron a manos de su hijo don Luis de Alva Cortés. Pero al morir éste en 1681,
la colección fue heredada a Carlos de Sigüenza y Góngora quien había mantenido
una estrecha amistad con el hijo del historiador tezcocano.
Sigüenza y Góngora conservó los códices y documentos hasta su muerte
en 1700 y dejó parte de su colección en la biblioteca del Colegio Máximo de San
Pedro y San Pablo en la ciudad de México que pertenecía a los jesuitas. El Códice
Ixtlilxochitl permaneció en esta biblioteca hasta que fue recogido por el
italiano Lorenzo Boturini Benaduci para reunir su Museo Histórico Indiano. La
colección de Boturini llegó a ser uno de los acervos documentales más
importantes de la historia mexicana, ya que albergaba una gran cantidad de
textos, códices y pinturas que recopiló en diversos repositorios de la ciudad
de México y de regiones vecinas. La colección Boturini fue confiscada por las
autoridades virreinales en 1742 y todos los manuscritos fueron trasladados a la
Caja Real del virrey para después ser enviados a la Escribanía del Gobierno.
Los documentos de Boturini permanecieron en la escribanía por varios
años más hasta que en 1755 fueron consultados por Mariano Fernández de
Echeverría y Veitia. Veitia tuvo acceso a la colección Boturini y pudo
consultar el Códice Ixtlilxochitl del cual copió los textos y los
dibujos de la primera y segunda parte del códice para incorporarlos a sus
propios escritos. Varios de estos dibujos y pinturas se encuentran en el texto
hoy conocido como Códice Veitia.
La colección de documentos que provenía desde Ixtlilxochitl,
Sigüenza y Góngora y Boturini permanecía más o menos completa hasta mediados
del siglo xix, cuando el francés
Joseph Aubin adquirió una buena parte de los manuscritos y los sacó ilegalmente
del país en 1840. El Códice Ixtlilxochitl, desde luego, se encontraba
ahí. Aubin conservó los documentos hasta que los vendió al coleccionista Eugène
Goupil en 1889. Años después, en 1898, tras la muerte de Goupil, su viuda
finalmente donó toda la colección a la Biblioteca Nacional de París,
repositorio en el que actualmente se encuentra el manuscrito referido.
Contenido temático
Cada una de las tres partes que conforman al Códice Ixtlilxochitl
tiene un origen diferente. La primera parte, la sección de las veintenas,
parece ser copia de un códice original perdido. Esta sección del Ixtlilxochitl
tiene un gran paralelismo con el Códice Magliabechi, el Códice Tudela
y otros documentos de la época, por lo que al parecer fueron varios códices los
que se hicieron a partir del manuscrito que sirvió de fuente para su
elaboración.
La primera sección del Ixtlilxochitl contiene una relación de cada
una de las veintenas que conformaban el calendario civil de 365 días, aunque de
hecho la serie no está completa. En realidad existen 17 pinturas que describen
17 fiestas. Lo que ocurre es que no fue escrito el texto de la veintena
“Tlacaxipehualiztli” y en su lugar se escribió la fiesta “Tozoztontli” la que a
su vez falta en forma pictórica.
En cada foja del códice viene representada la deidad o fiesta a la
que estaba dedicada la ceremonia. La figura central generalmente muestra a la
deidad o a un individuo que la personifica acompañada de todos los atavíos que
la identifican. En varias de las fojas aparecen imágenes de Tláloc,
Chalchiuhtlicue, Tezcatlipoca, Xochiquetzal o Mixcóatl que pueden identificarse
por la representación de sus atavíos, su vestimenta, su pintura facial y demás
elementos característicos que les son propios. Pero, por otro lado, hay algunas
veintenas que están representadas por las ceremonias o actividades rituales que
se llevaban a cabo durante la fiesta. Por ejemplo, la veintena “Huey
Miccaihuitl”, está simbolizada por la ceremonia del palo enterrado y el grupo
de jóvenes que tenían que subirlo para tirar la ofrenda colocada en la parte
superior. O la de “Tlacaxipehualiztli”, identificada por el combate entre un
guerrero atado a la piedra circular contra un guerrero jaguar.
Es necesario mencionar que cada una de las imágenes ocupa una
posición central en la parte superior de cada una de las fojas, esto se debe a
que debajo de las figuras existe un largo texto escrito en español que funciona
a modo de comentario o explicación de los rituales, ceremonias o deidades en
particular relacionadas a las veintenas. De esta manera, la información
proveniente del Códice Ixtlilxochitl complementa los datos que proceden
de otras fuentes, como la obra de Sahagún, Motolinia, Durán, el Códice
Borbónico, etc., que tratan sobre este calendario y sus fiestas.
Al final de esta primera sección del códice, aparecen las pinturas
del dios Quetzalcóatl y dos imágenes de costumbres funerarias indígenas, lo que
muestra la diversidad de temas que se estaban copiando para formar este
manuscrito. Los textos en español que describen las figuras de Quetzalcóatl y
las costumbres funerarias fueron realizados por el mismo escribano que llevó a
cabo los comentarios de todas las veintenas, lo que podría indicar el objetivo
de realizar este manuscrito.
La segunda parte está constituida por seis hojas con extraordinarios
dibujos y pinturas que provienen de la “Relación Geográfica” de Tezcoco
de Juan Bautista de Pomar. Los dibujos están realizados por una mano muy
adiestrada en la representación del cuerpo humano, lo que nos indica quizá que
el artista había ya recibido una fuerte influencia europea pues se preocupa
por la representación frontal y de escorzo de los personajes.
El historiador Fernando de Alva Ixtlilxochitl tomó las pinturas del
original de Pomar cuando seguramente estaba copiando sus textos para escribir
las relaciones históricas. Las pinturas están hechas en un estilo muy europeo
pero guardan el colorido de la tradición indígena. El autor de estas pinturas
conocía perfectamente las técnicas de representación europea, pues plasma
detalladamente los pliegues de las mantas o “xicollis” en los retratos de
Nezahualcóyotl y Nezahualpilli, además de haber aplicado hoja de oro en las
ajorcas, bezotes y otros adornos de los gobernantes.
Las pinturas de Tláloc y del Templo Mayor de Tezcoco están
acompañadas por largos textos que explican el significado de esta importante
deidad de la lluvia y que describen con detalle el edificio del templo. Estos
mismos textos se encuentran en la obra de Pomar.
Finalmente, la tercera parte es una copia del libro II de Sahagún
que trata sobre las fiestas y meses del calendario de 360 días. Al parecer,
Ixtlilxochitl tuvo acceso a una copia de los manuscritos de Sahagún al momento
en que sufrían su dispersión tras las disposiciones encontra del franciscano.
Fuentes para el análisis de los nombres
Debido al carácter catalográfico del presente estudio del Códice
Ixtlilxochitl fue necesario recurrir a otras fuentes del siglo xvi para recopilar los nombres en
nahuatl de cada una de las vestimentas, atavíos y adornos en general de los
compuestos glíficos y glifos que componen al manuscrito. Para tener los nombres
de cada glifo recurrimos a la invaluable obra de fray Bernardino de Sahagún,
denominada hoy en día “Primeros memoriales” que constituye una de las
principales fuentes para el estudio del pasado indígena mesoamericano. En esta
obra, Sahagún recopila los nombres en náhuatl de cada uno de los atavíos que
conforman a las dedidades del mundo nahua. Este manuscrito se conserva en los
conocidos Códices Matritenses que fueron recopilados durante la primera
etapa de investigación del fraile franciscano en la región de Tepepulco.
Debido precisamente a que Tepepulco era un asentamiento
perteneciente al reino de Tezcoco y el Códice Ixtlilxochitl proviene de
esta importante cabecera, entonces la unión de textos nahuas y glifos de ambos
códices era muy necesaria para elaborar el presente catálogo.