FONDO MEXICANO DE LA
BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA
Documento No. 046-058
Historia Tolteca
Chichimeca
Cecilia Rossell (CIESAS)
Laura Rodríguez Cano
(ENAH-INAH)
La Historia Tolteca Chichimeca se
conoce también como Anales de Cuauhtinchan o Libro de Conquista, y forma parte de un corpus
mayor de documentos coloniales de Puebla (cf. Glass, 1975:55-56 y Kirchhoff,
Odena y Reyes, 1976:6-7), los cuales aportan diferentes versiones que permiten
reconstruir la historia de esta región, desde el siglo XII d.C. hasta
principios del periodo Colonial Temprano.
Este códice elaborado sobre papel
europeo, lleva marcas de agua(1), que indican que se trajo desde una región
entre España, Francia e Italia. Los pliegos fueron doblados en varias secciones
según su tamaño para formar 52 fojas de 29 por 21 cm. Aproximadamente(2), y
se cosieron en cuadernillos para hacer un libro. Sin embargo ahora sólo se
tienen 50 folios que se encuentran, catalogados en tres manuscritos
separados(3); en el repositorio del Fondo Mexicano, del departamento de
documentos orientales de la Biblioteca Nacional de Francia en París (Glass,
1975:220); en la actualidad se ha reencuadernado a partir de la secuencia
propuesta por la edición facsimilar de 1976. Su estado de conservación es
bueno, se observa en la parte superior central manchas de humedad (véanse los
folios 17, 18 y 39 entre otros) y resaltan algunos intentos de restauración
mediante tiras de papel pegado en los bordes (como en los folios 16r, 23r y
33r), para evitar que se siga deteriorando. Este es un códice mixto, escrito
con glifos de tradición indígena, realizados por varias manos como por ejemplo
las fojas 0 (mapa), 23r y 40r, y textos en caracteres latinos(4), ambos
recursos se emplean para transcribir la lengua náhuatl(5). Para las letras se
utilizó tinta negra y roja, para los glifos se aplicó una paleta con colores
negro, rojo, amarillo, azul turquesa, verde y un poco de sepia y café, los
cuales se usan puros, diluidos o mezclados para dar una gama de tonalidades más
amplia. El estilo de los glifos corresponde a la tradición de escritura del
Centro de México(6), pero ya se percibe en muchos de ellos alteraciones debido
a la influencia de algunos rasgos del arte europeo como sería el sombreado, el
uso de perspectiva en las construcciones, la presencia de cejas y ojos rasgados
en los personajes o bien el uso de objetos occidentales como la campana y la
iglesia al respecto pueden consultarse los folios 2r, 29r y 43v.
Historia y estudios
Este
códice, de mediados del siglo XVI, proviene del señorío de Cuauhtinchan, en el
actual estado de Puebla y pertenecía al linaje de los moquiuixca (Cf. Kirchhoff et al.
1976:11). Para entonces, San Juan Bautista Cuauhtinchan,
formaba parte del Obispado de Tlaxcala y de la provincia franciscana del Santo
Evangelio; por lo que es muy probable que haya sido hecho en un convento de
esta orden, ya que durante esta época se manufacturaron varios códices
semejantes bajo la tutela de los frailes, los cuales seguían una estructura en
forma de relatos asociados con los años, conocidos como anales, o bien,
mostraban dichos sucesos dentro de un marco geográfico a manera de mapa (Cf.
Rossell, en preparación y Rossell, 2003). Además
el papel europeo era difícil de conseguir en la primera mitad del siglo XVI,
por lo que es probable que se hubiera proporcionado este material a través de
los conventos, y que se hubiera realizado el libro bajo la supervisión de los
frailes; que como parte de sus labores proporcionaban educación a los hijos de
los nobles indígenas, principalmente para escribir con letras del alfabeto
tanto en español como en latín, mostrándoles algunos libros que hubieran traído
del viejo mundo, de los que tal vez los indígenas hicieran copias. De los
cuales aprenderían las artes de la encuadernación y a escribir en un estilo
característico de principios del siglo XVI como se aprecia en todo el códice. El
motivo por el cual se elaboró se refiere a un problema sobre posesión de la tierra
con el grupo vecino de los totomihuaque que estaban tratando de extender
los límites de su territorio dentro del señorío de Cuauhtinchan. Se
enviaron jueces de la ciudad de México a escuchar a los demandantes, convocados
en el convento de San Francisco Tepeaca, donde se efectuó la narración
de la historia de los señores nahuas, sobre quiénes les habían dado esas
tierras y el cómo habían adquirido el derecho sobre ellas. El litigio comenzó
en 1532, cuando posiblemente se pintó el mapa, posteriormente, hacia 1546
comenzó otro conflicto de linderos con Tepeaca, lo que al parecer fue la
causa de que se escribieran los anales (Cf. Kirchhoff et al.
1976:11-16).
El
manuscrito se conservó en Cuauhtinchan hasta la mitad del siglo XVIII, cuando
pasó a manos del italiano Lorenzo Boturini(7). Hacia 1743, fue confiscada su
colección, pasando a la
Secretaría del Virreinato, donde permaneció hasta 1830;
cuando J.M.A. Aubin adquirió parte de los documentos, y hacia 1840 los tuvo que
desencuadernar y mezclar para poderlos pasar por la aduana mexicana y
llevarlos a Francia. Allá fueron vendidos a Eugéne Goupil en 1889, y posteriormente
donados a la BNF,
inaugurando el fondo de manuscritos mexicanos (Kirchhoff et al., 1976:7-8).
Hacer una revisión sobre las
referencias que existen hasta ahora sobre la Historia Tolteca-Chichimeca
excedería esta presentación, pero podemos destacar varias ediciones y
traducciones parciales elaboradas desde el siglo XIX hasta mediados del siglo
XX(8). Las primeras publicaciones completas con estudios introductorios,
fueron, la de Preuss y Menguin en los años 30, versión alemana que reprodujo el
códice en blanco y negro, después la de Berlín y Rendón, en los 40, quienes
hacen una traducción del alemán al español(9) y no es hasta fines de los 70 que
se publica a color por Kirchhoff, Odena y Reyes. Además existe una serie de
breves estudios y comentarios entre los 40 y 50 sobre su contenido como los de
Barlow (1948, 1995), Alcina (1955), Kirchhoff (1940 y 1958), Robertson (1959),
y Jiménez Moreno (1961). Es un documento que por su importancia, desde la
segunda mitad del siglo XX hasta el XXI, ha sido mencionado por varios
especialistas que han trabajado aspectos de organización socio-política,
composición étnica y migración en el Altiplano Central, así como toponimia y
registros de lenguas indígenas coloniales, entre ellos se deben destacar a
Simons (1968), Reyes (1972, 1988a y 1988b), Schoroeder (1991 y 1994), Zaragoza
(1977), Leibsohn (1993 y 1996), Roth (2001), Odena (1995), Swanton (2001),
entre otros. En el análisis que presentamos
en esta ocasión hacemos énfasis en el estudio de los glifos registrados en este
códice, aspecto que ha sido poco trabajado hasta ahora y siempre en relación al
texto en caracteres latinos.
Contenido General
El códice relata la historia de los
siete pueblos chichimecas que fueron dirigidos por los toltecas para conquistar
y llegar a merecer sus tierras y su gobierno. Su lugar de origen estaba en Chicomoztoc
o las Siete Cuevas, situado en algún paraje de la llanura o el desierto,
conocido como la tierra divina o Teotlalli, donde formaban parte de los
cazadores nómadas del norte de México. Entre ellos estaban los
tolteca-chichimeca, que fueron los primeros en tomar el camino pasando por Colhuacatepec,
el Cerro Curvo o el Lugar de los Ancestros, hasta llegar a un pequeño
asentamiento otomí junto a la rivera de un río, que convierten en su capital y
lo nombran Tollan en su lengua, el náhuatl, que quiere decir “entre los
juncos o carrizos”, y es allí donde este grupo tomó el nombre de toltecas, los
habitantes de Tollan, la ciudad. Estaba habitada por veinte pueblos
entre los que se destacaron los nonoalca, quienes llegaron a compartir el
gobierno con los toltecas, hasta que surgen conflictos entre ellos que los
obligan a abandonar la ciudad en la tercera década del siglo XII, para
dirigirse hacia el sur. Los toltecas van guiados por su sacerdote Couenan
y cuatro líderes, los principales son Icxicouatl y Quetzalteueyac,
pasan por varios sitios en Hidalgo, Tlaxcala y Puebla donde se quedan algún
tiempo, en una migración que dura 36 años, hasta llegar a establecerse en un
señorío olmeca-xicalanca, llamado Chalchiuhtepec o Cerro de Jade porque
ahí había caído una joya de este material con forma de rana o sapo, esta
importante capital comercial y centro ceremonial llegó a recibir muchos
nombres, los hablantes de náhuatl la llamaron Cholollan Tlachiualtepetl,
el lugar de los que huyeron a la montaña hecha a mano, la gran pirámide. Habían
llegado aquí, ya que su sacerdote había venido antes a hacer penitencia al
templo de Quetzalcoatl y había visto que era un buen lugar para establecerse,
por lo que piden tierras a los gobernantes, el Tlalchiyach tizacozque y
el Aquiyach amapane, pero después de cinco años toman la ciudad y los
pueblos vecinos de la región se rebelan y hacen la guerra a estos extranjeros
como aliados de los olmeca-xicalanca. Los toltecas piden ayuda a su dios
Tezcatlipoca quien les indica regresar a Chicomoztoc para solicitar la
ayuda de los otros grupos chichimecas; parten los líderes para convencerlos a
cambio de darles su pueblo y la nobleza, el señorío y el gobierno, la estera y
el asiento, finalmente acceden y realizan una serie de rituales adivinatorios y
ayunos; los toltecas les imponen la nariguera real elevándolos al cargo de
señores, y les dan de comer maíz con lo que empiezan a hablar el náhuatl.
Regresan y conquistan a los aliados de los olmeca-xicalanca por medio del agua
divina y el fuego, es decir, la guerra, llevando sus prisioneros a sacrificar
al mismo Tlachiualtepetl donde los reciben los toltecas con música y
cantos, ellos mismos se erigen en los soberanos de la ciudad, y a los señores
chichimecas, les entregan mujeres y los proveen de tierras y trabajadores,
tomando a Cholollan como el centro se distribuyen los grupos, los
cuauhtinchantlaca se encaminan al oriente hacia Cuauhtinchan, los
tlaxcalteca van al norte a Tlaxcallan, los acolchichimecas parten al
occidente a Huexotzinco, y hacia el sur los totomihuaque se dirigen a Totomihuacan.
Al parecer, los demás fueron a establecerse al noreste, los zacateca en Zacatlán,
los tzauhteca en Zautlan y los malpantlaca en Malpan. A cada uno
se le dio el gobierno frente a su agua y su cerro, o sea, su pueblo, señalando
los linderos de este vasto territorio conocido como Coatlalli, donde
también habitaban chochos, popolocas y mixtecos, lo cual quedó pintado en
mapas. Una vez acomodados, se presenta la lista de los señores chichimeca y
aquellos que los fueron sucediendo durante 224 años, hasta que comenzaron los
tiempos difíciles de hambruna y guerra, provocando movimientos de población así
como tensiones y enemistades entre ellos, los acolhuas y huexotzincas atacan la
ciudad de Tlaxcallan, pero son vencidos por la alianza que forman los
toltecas con los otros pueblos. En el siglo XV, los chocho-popolocas piden ayuda
al señor de Tlaltelolco para que realice una avanzada sobre Cuauhtinchan,
colocando en el poder a un señor mixteca-popoloca, que gobernó por un poco más
de 40 años, hasta que comenzó otro conflicto con Tepeyacac. Estaban en
ello, cuando tuvieron que terminar la guerra, pues aparecen los mexicas que los
someten y construyen allí una guarnición para sus campañas militares, entonces,
la gente de Tepeaca les pide apoyo para que repartan las tierras de Cuauhtinchan,
por lo que unos embajadores son enviados a dividir el señorío en cinco partes,
aunque no todos los linderos fueron respetados, lo que estuvo causando
problemas a lo largo del siglo. Hasta que en la segunda década del siglo XVI
llegan los españoles, son acogidos por los tlaxcaltecas, y destruyen Cholollan
junto con los pueblos vecinos que son conquistados, poco después llegaron los
frailes franciscanos, y se estableció un gobierno colonial, pero como el pleito
con Tepeaca siguió, se enviaron en dos ocasiones jueces de la Audiencia de México, el
litigio se cerró y abrió varias veces hasta que finalmente en 1547, Tepeaca
tuvo que restituir las tierras que había tomado de Cuauhtinchan. Es en
esta provincia, a mitad del siglo, donde uno de los linajes chichimecas, los
moquihuixcas, habrían de redactar este códice con la historia de los grupos
tolteca-chichimeca hasta llegar a asentarse y consolidarse en esta región
pluriétnica, explicando cómo habían obtenido sus tierras, para legitimarlas
ante las nuevas autoridades coloniales.
Escritura en glifos y
glosas
El texto náhuatl en caracteres
alfabéticos sigue un orden de lectura de izquierda a derecha y de arriba hacia
abajo, distribuído en una o dos columnas iniciando los párrafos con una marca
llamada calderón, y con la primera palabra o frase en tinta roja a manera de
subtítulos; diseñando el espacio de las páginas con los escritos en tinta negra
y roja, intercalando las imágenes a manera de ilustraciones o viñetas, dentro
de una traza de líneas horizontales y verticales casi imperceptibles, que
servían como una guía. La mayoría del texto en glosas del códice está redactado
en una lengua indígena, el náhuatl, cuya traducción más confiable se puede
encontrar en la edición de 1976. Y aunque algunos franciscanos llegaron a
aprenderla bien, es probable que la obra hubiera sido realizada por un escriba
proveniente de las casas señoriales de los nahuas como la moquihuixca,
que conociera la historia de sus antepasados, por medio de la tradición oral,
ya que por la manera de redactar pareciera un relato que se aprendió de
memoria, con listas de personajes, lugares y fechas, enriqueciendo la narración
con el uso de difrasismos y metáforas, la descripción de rituales y cantos, así
como de diálogos que parecen una representación oral de la historia, lo que
recuerda un cierto estilo teatral.
Podrían haber consultado otros
códices que se conservaran del periodo prehispánico, aunque estos habían sido
buscados, destruidos y prohibidos por el fanatismo religioso en los primeros
tiempos de la colonización. Pero con el tiempo la escritura indígena se llegó a
reconocer como un medio de comunicación eficaz con la sociedad nativa, por
ello, los frailes educaron a algunos nobles nahuas para que sirvieran como
escribas e intérpretes entre los españoles y los grupos étnicos, como el que
pudo haber escrito los textos y las glosas de este códice. Pero también les
solicitaron a estos indígenas que relataran su origen e historia, para llegar a
entender la conformación de la sociedad indígena y sus problemas, así como las
costumbres y los rituales de su religión conociéndolos mejor para poderlos
evangelizar. Por ello durante la primera mitad del siglo XVI, se volvieron a
elaborar muchos códices en los que si bien se utilizaba la escritura
mesoamericana, lo hacían dentro de un formato que pudiera ser inteligible para
los europeos, ya fueran documentos escritos con caracteres alfabéticos en
lenguas indígenas, manuscritos mixtos con textos y glifos de la escritura
indígena o que solamente se empleara esta última.
En cuanto a algunos de los formatos
más utilizados, están el relato de sucesos históricos narrados año por año,
conocidos como “anales”, que podían proporcionar información amplia y detallada
o bien mencionar brevemente el año y lugar con el personaje y suceso acaecido,
ya fuera de índole humana como una entronización, una muerte o una guerra, y
también a manera de referencia, de eventos naturales como una plaga, un temblor
o la aparición de un cometa. Aquí, la dimensión que guía el relato es el
tiempo. Pero también están los “mapas” que son los relatos donde se
presentan los acontecimientos, fechas y personajes, distribuidos entre los
sitios donde sucedieron los hechos, generalmente aparecen dentro de un marco
formado con los nombres de los linderos del territorio. O sea que la dimensión
del espacio es la que conduce la narración. Estos formatos han sido
considerados como indígenas por haber sido realizados por ellos, y posiblemente
sea así, aunque llama la atención que no se conocen precedentes mesoamericanos,
salvo las listas de días y años en los códices religiosos. Sin embargo, en el
viejo mundo sí existen antecedentes muy antiguos de la utilización de los
anales junto con crónicas e historias para llevar el registro de los eventos,
entre los que se encuentran los anales eclesiásticos medievales, así como
algunos mapas de ese tiempo cuya distribución es muy semejante a los realizados
aquí.
Lo que sí es característico
de los códices coloniales es la utilización de los caracteres o glifos de la
escritura mesoamericana, lo que los convierte en documentos mixtos, como en el
caso de la Historia
Tolteca Chichimeca que es un códice compuesto por
unos anales y un mapa, en los primeros se presentan glifos intercalados con el
texto, así como también hay páginas enteras con glifos sin glosas que les hemos
llamado arbitrariamente escenas, al igual que sucede con el mapa. Donde la
lectura de los textos sigue el orden de lectura occidental de izquierda a
derecha y de arriba hacia abajo, distribuído en una o dos columnas; y con
respecto a los glifos, éstos siguen su propia lógica de lectura de acuerdo a la
estructura de la lengua náhuatl y a las normas de su estilo plástico. En cuanto
a las relaciones entre ambos tipos de escritura (en glosas y glifos), el
análisis de los glifos ha mostrado que su lectura puede coincidir con la de las
glosas, también pueden dar datos adicionales o bien detallar otros aspectos que
el texto no refiere, así como al revés, los textos proporcionan en el caso de
este códice información mucho más extensa que los glifos, que son escasos en
relación a los caracteres alfabéticos. En general podemos decir que el patrón
encontrado en los anales de la Historia Tolteca Chichimeca, que combinan glifos
y glosas, es que las glosas más cercanas a los glifos son las que ayudaron para
saber o codificar la lectura de éstos, aunque no siempre fue así, encontrando
que en ambas escrituras hay un cierto grado de concordancia y de discrepancia,
que a veces ayuda a la interpretación de los glifos y en otras ocasiones
provoca muchos problemas.
El análisis de los
Anales
Aquí se presenta una de las tres
secciones en que se dividió el códice, la primera, es la de los anales que
consta de 78 páginas de las cuales solo 36 presentan glifos, el resto de las
fojas son solo texto en caracteres alfabéticos en lengua nahuatl o en blanco.
Se escogieron los anales como una muestra inicial para el análisis de los
glifos de la Historia
Tolteca Chichimeca. Primero se realizó una clasificación
arbitraria que comienza con la clave de la BNF del documento (046), luego se consideró la
paginación arreglada que aparece en la edición de 1976 y cada página se tomó
como la unidad de análisis donde la única zona (A) es este espacio; finalmente,
se otorgó una numeración consecutiva para cada compuesto glífico con tres
dígitos, distribuidos de arriba hacia abajo respetando las columnas del
formato. Esta clasificación aparece siempre en la ficha junto con un código
temático de seis dígitos para la identificación de cada glifo, que es la unidad
mínima de análisis. Los 487 glifos analizados son recuperados tanto en el
diccionario de este códice como en el diccionario general del Proyecto
Amoxcalli que en la mayoría de los casos es un inventario de la imagen y su
nombre. Los diccionarios van acompañados por una fotografía, pero los glifos
son convenciones culturales que no necesariamente tienen un reflejo directo con
la realidad, por lo que no siempre las imágenes fotográficas corresponden a
éstos.
Cada ficha consiste en una
descripción formal del glifo, que ayuda a su identificación, comparándolo con
otros códices que pertenecen al estilo de la cuenca de México y en un análisis
detallado de su función fonética en la lengua nahuatl, para conocer los diferentes
usos del glifo en el sistema de escritura del Altiplano Central. Dentro de los
comentarios del análisis fonético de cada glifo se emplearon dos diccionarios,
uno es el de Fray Alonso de Molina (abreviado como M:) y el otro de Remi Simeon
como (S:). En cuanto a la ortografía de los nombres en nahuatl en general se
respetó. Además, se incluyó una explicación del glifo en relación con el
compuesto glífico que es su contexto inmediato. Por otra parte, las glosas y
los textos en nahuatl fueron retomados de la traducción que aparece en la
edición de 1976, así como en algunos casos las notas y los comentarios que se
presentan en los recuadros. Para la lectura de los 235 compuestos glíficos y de
los 487 glifos de los anales se tomaron las glosas más cercanas a ellos. Además
la ficha incluye una explicación en texto e imagen de los contextos mayores de
los glifos y los compuestos en escenas y relatos. El número de escenas que se
encontraron en los anales suman 36, y corresponden a la información que aparece
en cada página o zona “A”. Se debe mencionar que las glosas forman la narración
de la historia y que los glifos representan los momentos más significativos de
estos eventos, que es precisamente lo que resaltamos en la descripción de las
escenas. En cambio los seis relatos que localizamos en los anales, se refieren
a narraciones más grandes que engloban varias escenas y que pueden abarcar
varias páginas del códice.
Otra particularidad es el análisis
de los personajes, ya que existen varias maneras de analizarlos. Una es
separándolos del resto de los glifos como sucede comúnmente considerándolos
como una categoría diferente, otra sería tratar cada parte del personaje como
glifos individuales, por ejemplo: cabeza, ojo, pies, brazos, etc. Aquí se
considera a los personajes como determinativos nominales o bien semánticos,
donde la figura humana está presente para marcar que sus atributos corresponden
a un gentilicio como un tolteca-chichimeca, a una jerarquía o cargo como un
tecuhtli o a un nombre personal particular como Icxicoatl y Quetzalteuyac (cf.
Rossell y Rodríguez, 2000). Para ello las glosas ayudaron a determinar el como
se efectúa la lectura de los glifos, o sea, que en el caso de los personajes
sus atributos tienen la función de ser elementos propios de un glifo complejo,
que cuando aparecen separados sí pueden asumir la función de glifos con una
lectura propia.
Los glifos de los Anales
Los glifos son las unidades mínimas
de significado de la escritura indígena, se conforman con imágenes de seres y
objetos que pueden reconocerse, pero que se emplean como símbolos y signos para
expresar el pensamiento y la lengua náhuatl, así cada figura representa un
concepto y una palabra, los glifos pueden presentarse solos o combinados
formando compuestos. En su mayoría se conforman por sustantivos, que son los
nombres de los seres y objetos, así tenemos a un pié icxitl y una
serpiente coatl; asimismo se encuentran adjetivos que son las cualidades
o propiedades de ellos, como una pluma que es larga ueyac; también están
los verbos o las acciones que llegan a desarrollar, como la hierba cuando se
parte, o se divide en dos xeloa. Esto se aplica cuando las lecturas
corresponden a lo que se observa, pero también hay glifos que figuran un
concepto por asociación de ideas a manera de metáfora, como en el caso de la
diadema o copilli, que se usa para representar el cargo de los señores o
tecuhtli, este tipo de relación se establece por medio de una convención
cultural.
Existen glifos a los que solo
corresponde una lectura, y hay otros que pueden llegar a tener dos, como la
imagen de un “águila” para leer el término específico de águila quauhtli,
o bien el genérico de pájaro tototl. Asimismo están aquellos glifos cuya
lectura puede tener varios significados, como la de una “joya de turquesa”, de
la cual se pueden hacer las siguientes lecturas: por la descripción de su
forma, es una joya cozcatl, por el material con que está hecha, es una
piedra de turquesa xiuhtomolli, por su color, es azul turquesa xihuitl,
y por ser considerado un objeto valioso, es sinónimo de lo que es precioso.
Ello en cuanto a la imagen del glifo, pero asimismo las palabras pueden tener
varios significados, como el mismo término xihuitl que quiere decir:
turquesa, año, cometa, hierba y hoja; así las fechas de los años se pueden
representar mediante un cuadro azul con el signo y su numeral.
Seguramente el escriba pintor que
utilizaba estos glifos sabía cuando se aplicaba una posibilidad u otra,
quedando su uso fijado por una convención. Pero para el caso de aquellos glifos
que pueden tener dos lecturas, entonces se colocaba junto otro glifo cuyo
nombre comenzaba con el sonido de la lectura deseada, así para leer “tambor” ueuetl,
y no vasija caxitl o brasero tlecaxitl, se acompañaba con parte
del rostro de un “viejo” ueue, cuyo sonido inicial ueue, servía
como un marcador fonético. Una vez que se tiene identificada la lectura del
glifo como tambor o ueuetl, muchas veces es necesaria la presencia de
otra imagen que no se lee, para poder identificar al glifo o bien su función,
en este caso, se trata del nombre o antropónimo de un personaje masculino
(hombre tlacatl), el cual aparece debajo del tambor, precisando su
lectura como Ueuetzin El venerable (señor) del tambor, donde tzin
es un indicador de respeto; a estos signos se conocen como marcadores
semánticos.
Los glifos se pueden presentar
aislados, que es cuando suelen representar palabras enteras, o bien, en
combinación con varios signos que se conocen como compuestos, donde cada glifo
generalmente representa solo la parte significativa de la palabra, es decir la
raíz o morfema, las que se asocian para formar frases e ideas más
complejas. El tipo de conjuntos glíficos que aparecen en este códice, se
pueden clasificar en:
Calendaricos: se forman con alguno
de los 20 signos de los días acompañados con numerales de puntos del 1 al 13
dentro de un cuadro, para marcar que se trata de fechas. Como los años “1
Pedernal” Ce Tecpatl y “2 Casa” Ome Calli. Asimismo están los que
se usan para nombrar a las personas mediante el día de su nacimiento, el que va
asociado a un individuo y no están encerrados. Como podría ser un Señor “1
Movimiento” Ce Ollin. En particular, se puede mencionar que las
fechas de los anales en su mayoría se refieren a los nombres de años cuyos
portadores son del tercer grupo (caña, pedernal, casa y conejo), pero también
tenemos registros de 25 días del calendario ritual que van de manera
consecutiva, desde casi el final de una rueda de 260 días, anotándose a partir
del día 8 zopilote hasta el 13 flor y luego inicia otro ciclo en 1 lagarto
hasta el día 7 flor.
Personajes: son las figuras humanas
cuyos atributos son marcas del género, edad, actitud y condición, se reconocen
por sus características físicas, y su postura corporal, así como el peinado y
atavíos masculinos y femeninos. Por lo que las figuras de hombres (tlacatl)
adultos, que están parados en actitud de avanzar y llevan ceñidor y sandalias
como los nobles (pilli), el pelo largo amarrado en una cola propia de
los sacerdotes (tlamacazqui), y portan la diadema de los señores tecuhtli.
Estos personajes se forman por un conjunto de glifos que funcionan como
marcadores semánticos para dar en conjunto la lectura de: señor “tecuhtli”.
Antropónimos: proporcionan el
nombre personal o sobrenombre a los individuos, y sirven para distinguir a una
persona de las demás, tal vez estos hacen referencia a una cualidad de la
persona, de su pertenencia a un linaje o de la dedicación a cierta deidad. En
este caso, se presentan los señores Icxicoatl Pié de Serpiente, Quetzaltehueyac
Pluma de Quetzal Firme y Larga. Gentilicios: muestran el grupo o lugar al
que pertenecen los individuos, en su mayoría suelen tomar el nombre de la
capital del reino que se conquista y donde establecen su residencia como el que
identifica a la comunidad. Aquí encontramos a los toltecas como los habitantes
de Tollan o los totomihuaque de Totomihuacan. Cargos: son atributos que
expresan jerarquía social y las funciones políticas, militares y religiosas de
los individuos. Como los chichimecas, que al parecer no se trataba de un grupo
en particular, sino de una cierta categoría militar y tal vez política, de los
valientes guerreros que habitaban las tierras del norte, la Chichimecatlalli;
el nombre de chichimeca se le ha traducido de varias maneras, pero siguen
siendo polémicas. Otros cargos serían el de los señores chichimecatecuhtli
y los gobernantes tlatoani. Tanto los antropónimos, los
gentilicios y los cargos casi siempre se presentan asociados a una figura
humana, ya sea por una línea, por estar cerca de ella, o sobre el personaje
mismo.
Topónimos: dan nombre a los
distintos lugares ya sean culturales o naturales, pueden tratarse de ciudades,
pueblos o villas, como de alguna característica del paisaje que sirva para
identificar la región o los linderos de las tierras del señorío. Entre ellos
encontramos a Tollan el Lugar donde abundan los Tules, Colhuacan
el Lugar Curvo y Chiquiuhtepec el Cerro del Canasto. Construcciones: son
los edificios que representan los asientos del poder político y religioso, que
se conquistan o donde se hacen ofrendas y rituales, como los palacios y
templos, también pueden ser cercas o muros que delimitan el espacio o que son
defensivas. Así tenemos templos o casas del dios teocalli,
palacios tecpan y murallas tenamitl. Insignias: son los
símbolos relacionados con la guerra, el gobierno o la religión, representan la
jerarquía y el prestigio de los personajes y las ciudades, entre éstas tenemos
adornos de plumas, escudos con arco y flechas, águilas y jaguares. Como el
manojo apretado de plumas o quetzalpatzactli que usaban los señores, las
armas (arco tlauitolli y flechas mitl) o tlauiztli características de
los chichimecas, y las guirnaldas de plumas quetzaltlatectli que
ennoblecen a una ciudad. Difrasismos: es la combinación de dos glifos cuyas
lecturas individuales son diferentes de la lectura resultante, o sea que
expresan conjuntamente otro concepto. Encontramos armas (arco y flechas) o tlauiztli
con un manto de piel o euaquemitl para representar a los “chichimeca”.
Este conjunto de glifos formaba
parte de una escritura indígena que todavía estaba vigente durante el periodo
colonial, y que junto con el texto alfabético en lengua náhuatl permitió
registrar los acontecimientos que sucedieron a estos grupos del sur de Puebla.
Notas al pie
1.- Estas marcas del papel se
tratan del peregrino en un círculo y la cruz en el escudo foliado que al
parecer fechan al documento entre los años 1552 y 1587 la primera y 1552 y 1647
la segunda (cf Kirchhoff et al., 1976:12).
2.- Glass (1975:220) consigna las
medidas de 30 por 22
centímetros.
3.- Ms. 46-50 de 20 fojas, Ms.
51-53 de 2 fojas y Ms.54-58 de 28 fojas junto con un mapa (cf. Glass, 1975:220,
Kirchhoff et al., 1976:8. Este mapa inicial para nuestro estudio de los
glifos en el proyecto AMOXCALLI la hemos foliado como foja 0, y para el resto
hemos seguido la foliación de la edición de 1976.
4.- De las 52 fojas (104 páginas)
aparecen 37 páginas con sólo texto en náhuatl, 35 páginas con glifos y texto en
náhuatl y 25 páginas con sólo escritura en glifos y 7 páginas en blanco (Glass,
1975:220).
5.- Existe un pequeño texto en otra
lengua indígena en la foja 1r que la edición de 1937 identificó como popoloca,
y la edición de 1976 sugieren que la letra sea del siglo XVIII (cf.
Kirchhoff et al., 1976:11; Swanton, 2001:115-140).
6.- Véase para los estilos y
escuelas de tlacuilos en los códices del Centro de México a Robertson, 1959.
7.- Colección
reunida entre 1736-1743, quien menciona a este documento en su "Catálogo
del Museo Histórico Indiano", publicado en 1746.
8.- Cf. La litografía de
Aubin (1849-1851); Brasser de Bourbourg, 1851; Orozco y Berra; 1880; Chavero,
1886; Boban, 1891; Garibay, 1957; Whorf, 1930, entre otros citados en Glass,
1975:221.
9.- Cf. Preuss y Menguin 1937-1938;
Menguin, 1942; Berlín y Rendón, 1947 citados en Glass, 1975:221 y Kirchhoff et
al., 1976:8.
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