Transcripción paleografica
del manuscrito 210, por el Mtro. Luis Reyes
García.
CAMATEX § 1. Tambien
dicen que Quetzalcoatl nació de [F. 30 r.] linaje de los tlaxcaltecas
e que pasó con ellos por aquel estrecho de que tienen noticia que vinieron, o
que, viniendo por el camino, nacieron él y Camaxtle, dios de los tlaxcaltecas,
sino que éste atravesó de la mar del Sur a la del Norte e que después vino a
salir por las partes de Pánuco,[1]
como tenemos referido y adelante diremos. § 2. Más en
efecto, después que Tezcatlipoca Huemac vino en demanda de Quetzalcohuatl, se
hizo tanto temer de las gentes, como no les oviese hallado, hizo
matanzas a toda la tierra. De suerte que se hizo temer y adorar
por dios, tanto y de tal manera, que pretendió escurecer la fama de
Quetzalcohuatl, que vino a señorear la provincia de Cholula, y Quauhquecholla,
Izucar y Atlixco, y todas las provincias de Tepeyacac, Tecamachalco, Quecholac,
Teohuacan; de tal manera, que no había provincia de éstas que no le
adorasen por dios. § 3. Y ansí, no
fue menos en la provincia de Tlaxcala, que entre todos los dioses le
ponían por el primero y más valiente; ansí en ánimo como en fuerzas, industrias
y mañas, otro no se le igualaba. Y ansí en la mayor parte de esta Nueva España,
fue muy conocido y por dios adorado. Y porque hemos tratado largamente deste
Tezcatlipuca y de Quetzalcohuatl, no será razón pasar debajo de silencio ni de
paso la causa [y] razón que hubo de la división y apartamiento de los tarascos
michuacanenses. § 4. Según
atrás dejamos aclarado, cómo los tarascos se adelantaron luego que pasaron el
estrecho de mar, en los troncos de árboles y balsas y otros instrumentos del
pasaje, y se metieron a vivir y a habitar en las Siete Cuevas, espeluncas y
cavernas de la tierra, hasta que hicieron habitaciones y moradas, y cómo desde
allí fueron creciendo y tomando el tiento de la tierra y disposiciones della
para poblalla. Ya tenemos noticia cómo la mayor parte destas naciones es gente
desnuda y desarrapada, e de cómo la mayor parte no alcanzaban ropa con
qué cobijarse.[2]
§ 5. Aunque
algunas naciones vestían cueros y pieles de animales, o por no tener industria
para ello, o por haberles faltado instrumentos para poder beneficiar
algodón o lana, o porque totalmente carecían de todo lo necesario para su vestir,
por cuya causa vinieron en[3]
demanda de las tierras más templadas que pudieron hallar, para mejor poder
conservar su desnudez y modo de vivir, convertida ya en uso de naturaleza. La
causa que dicen que fue de su despojo y desnudez es a saber que los tarascos no
acostumbraban traer bragueros, calzones ni çaragüeles, ni otras maneras de
coberturas para las partes deshonestas, sino como brutos animales,
inusitados todos de la venérea honestidad de hombres de razón, solamente
tenían unas ropetas cortas a manera de saltambarcas que aún no les llegaban a
las rodillas, y sin mangas, como unos cosetillos sueltos y sin cuellos,
y abiertos para meter la cabeza, y lo demás todo cerrado. § 6. El cual
hábito y traje en general, en esta tierra es de mujeres; y el día [F. 30
v.] de hoy usan en toda esta Nueva España y los llaman huipilli y los españoles
llaman camisas. Y sobre esta ropeta se ponían encima una mantilla delgada de
algodón a manera de sobre ropa que los mismos tarascos llaman tzanatzi y los
mexicanos ayatl. Y este fue su traje antiguo; la cual sobre ropa, manta o
sábana, era labrada de labores tejidas muy curiosamente de colores muy vivos y
diferentes, imitativas a labores de seda que se hacían de pelos de
liebres y conejos, y el dia de hoy se usan y estiman en mucho entre los naturales.
y estas mantas o sábanas anudaban sobre un hombro que les llegaban al tobillo,
más o menos cortas o largas. Las más cortas traían los mozos pulidos, y las
largas los hombres viejos y ancianos. § 7. Y éste fue
el uso antiguo de la gente tarasca y el modo de su traje, aunque usaban de
otros géneros de ropa de plumas que llaman pellones, de diferentes colores y
géneros de aves, aunque los mexicanos, culhuas, tepanecas, ulmecas y xicalancas
y demás naciones, no usaron las camisas de los tarascos ni de estas
saltambarcas, más usaron de unos bragueros y coberturas para las partes
genitales y posteriores por gran honestidad, aunque todo lo demás de su cuerpo
quedaba desnudo y descubierto, aunque usaban de muy ricas mantas, de la
manera y modo que atrás dejamos tratado, añudadas sobre un hombro. § 8. La
variedad que dicen haber habido entre los mexicanos y tarascos y demás naciones
en el modo de su vestir, fue que siendo todos unos, de una prosapia,
descendencia y generación, y todos venidos por una vía y derrota y camino y
parte, e que al pasar de un estrecho de mar de una parte a otra, o de
algún río caudaloso, aunque algunos quieren decir que es el río de Toluca e que
la tierra dentro por donde van, cuando se va acercando a la már, que es muy
grande e caudalosisimo, finalmente, que en esto no hay más claridad de esta, de
que si fue estrecho de már o si fue río el de Toluca, otra cualquiera, y al fin
y al cabo estos tarascos al pasar se quisieron adelantar y pasar primero,
aunque les iba a la mano no consintiéndoselo las otras cuadrillas,
estorbándoselo, diciéndoles que no pasasen ansí ni se pusiesen en tan grande
peligro, porque en aquellos tiempos se tenía por gran hazaña y atrevimiento
pasar la mar, mayormente aquellas gentes que ni perpetuamente[4] supieron de
navegación, en especial faltándoles barcas e instrumentos para semejante
ocasión y pasaje. § 9. Mas, con
todas estas persuaciones y porfias, entretanto que salieron con su comenzado
propósito en que se obieron de adelantar como se adelantaron, y ansí
fueron éstos los primeros de que se tiene noticia que pasaron aquel estrecho
que ha de estar hacia a la parte del poniente en cuanto a nuestro centro.
Finalmente, que al tiempo de pasar buscaron modos y maneras inauditas, que
fueron por unos troncos de árboles y balsas, y otras cosas que la necesidad les
enseñaba, y ansí que para hacer maromas y sogas compelidos de la necesidad, se
quitaron los bragueros y maxtles, que ansí se llaman en la lengua mexicana, los
cuales son [F. 31 r.] largos de más de cuatro brazas a manera de almaizales[5] labrados a los
cabos de muy primas labores de varias y diversas colores, de más de un palmo de
labrado y tejido, y de anchor tendrán el que más palmo y medio, de más y de
menos. § 10. Por
manera que con esta necesidad, se despojaron de sus bragueros para atar sus
balsas y maderos, con que pasaron su naufragio hasta que se pusieron desta otra
parte con sus hijos y mujeres, que debieron de ser gran muchedumbre de gentes.
Y como quedasen tan desnudos, como en efecto quedaron y desabrigados, fueles
necesario quitar las camisas de sus mujeres y huipiles, y vestirse dellos,
dejándoles tan solamente las naguas cubiertas y abrigadas de la cinta abajo,
aunque adelante usaron echarse otra manta encima de los hombros, con que se
cubrían todo el cuerpo a manera de almalafas[6] moriscas; y
ansí quedaron con esta costumbre en memoria de aquel pasaje, donde jamás
perpetuamente los dichos tarascos se pusieron bragueros ni dejaron de traer los
huipiles de sus mujeres, ni menos sus mujeres los traían ni ponían, en
recordación y memoria de su peregrinación y pasaje, ni menos las mujeres jamas
se pusieron para ceñirse las naguas, faja ni cinta, más de las naguas puestas y
con una vuelta a manera de nudo. § 11. Y ansí
como éstos fuesen los primeros que pasaron, vinieron a poblar las provincias de
Mechhuacan, a donde después de muy cansados pararon hallando aquellas
tierras muy a su propósito, y conforme a su calidad y costumbres. Y ansí los
que se quedaron atrás, que fueron los mexicanos y tepanecas con todas las demás
legiones y cuadrillas, como no perdieron ninguna pieza de sus trajes, siempre
ellos y sus mujeres fueron gentes vestidas y adornadas de ropas de algodón, y
de ropa de palmos y de maguey que llaman ichtle los mexicanos, y de pieles de
animales y pelos de conejos y liebres, como atrás dejamos declarado. Llamaron
los mexicanos tarascos a éstos de la provincia y reino de Michoacán, porque
traían los miembros genitales de pierna en pierna y sonando, especialmente
cuando corrían. Llamáronse los mechhuacanenses o michhuaques, porque las
tierras que poblaron es tan abundantes de pescado; y ansí se llama la provincia
del pescado, Michhuacan. § 12. Y para
que mejor nos demos a entender, será razón se haga minción de su arte y
ejercicio militar, que aunque bárbaros y no guiados enteramente por razón,
tuvieron en su ser y modo gobierno, en sus reencuentros y peleas, acometiendo y
retirándose a sus tiempos, conforme a las ocasiones que se les ofrecían.
Diremos ante todas cosas, de la manera de sus armas ofensivas y defensivas que
generalmente usaban, con las cuales peleaban y cambatían a sus enemigos. § 13. La
primera arma que usaron fueron arcos y flechas, con que mataban las cazas con
que se sustentaban. Usaron asimismo hondas para en las guerras y varas tostadas[7] de más de una
braza y media, arrojadas con amientos de palo, que son a manera de [F. 31 v.]
gorguses y azagayas[8]
o dardos, los cuales tiraban con tan gran fuerza que hacían notable daño, porque
tenían por hierros puntas de varas tostadas, que son tan fuertes como si fueran
de acero, o puntas de espinas de pescado, o puntas de cobre o de pedernal, y lo
mismo era de las saetas y flechas que los arcos despedían. Usaban porras de
palo muy fuertes y pesadas, que llamaban macanas, y espadas de pedernal agudas
y cortadoras. Usaban de rodelas recias con que se escudaban, y de fosas y de
cavas y fosas de que se aprovechaban, y de albarradas. Para su defensa buscaban
lugares fuertes y aguajes. § 14. Usaban de
emboscadas y muy sotiles y engañosos para sus enemigos y otras celadas, y si
podían, por los pasajes forzosos cavaban la tierra y ponían estacas puntiagudas
hacia arriba dentro, y las tornaban a cubrir con tierra a manera de trampas;
con el cual engaño mataban innumerables gentes cuando salían con ello.
Emponzoñaban las aguas de los ríos y fuentes para que los contrarios bebieran
de ellas y muriesen. Hacían sus asaltos de noche a deshora, en los reales de
sus enemigos. Peleaban desnudos y embijados la mayor parte de ellos, con tiznes
y otras colores, y algunas gentes destas de más posibilidad, ansí mexicanos y
acolhuaques y tlaxcaltecas, usaban de unos jacos estofados de algodón y pasados
de nudillo, a manera de cueros danta.[9]
Usaban divisas de animalías fieras, de tigre y leones, de osos y lobos y de
águilas caudales, guarnecidas de oro y plumería verde de mucha estima y
valor, todo labrado y compuesto con mucha sutileza y primor. Solían llevar a
las guerras muchas riquezas de joyas de oro y pedrería muy preciada, y muy
ricos atavíos según su modo. § 15. Peleaban
por sus escuadrones apeñuscados,[10]
y no por la orden nuestra; salía una cuadrilla de un puesto, contra otro que
salía al contrario, en medio del campo; de suerte que se encontraban uno contra
otro con el mayor furor e ímpetu que podían, llevando de encuentro el batallón
que menos fuerte era: y ansí como unos y los otros bandos conocían la flaqueza
de los suyos, salía otro escuadrón de refresco al socorro, contra los que más
podían, hasta que los hacían retraer; y de este modo, sobresalían otros
escuadrones de nuevo, hasta que se trababa gran batalla, aunque siempre había
gente de socorro de todas partes, según la orden de los generales y más astutos
capitanes en la guerra, hasta que conocidamente la guerra iba de tropel vencida
o desbaratada, y conocidamente se veía el vencimiento porque a este tiempo, se
conocia la ventaja de alguna de las partes, § 16. Y cuando
este rompimiento había, unas veces iban tras los unos y otros tras los otros,
hasta que se iba ganando tierra; y aquellos que más ganaban apellidaban a
grandes voces victoria, invocando a sus dioses con más ánimo y fuerza los
vencedores, y seguian los alcances, y entonces prendían y cautivaban los que
podían, y éste era su principal despojo y victoria, prender [F. 32 r.] a muchos
para sacrificar a sus ídolos, que era su principal intento, y por comerse unos
a otros como se comían, y tenían por mayor hazaña prender que matar; y esto era
en las continuas guerras y ordinarias, aunque sucedían escaramuzas de
mucha ventura, muchas veces fingiendo alguna huída de industria y ardid de
guerra, salían de través algunas celadas que hacían en él mortal
daño en sus enemigos. § 17. Más
cuando iban a ganar o conquistar algunas provincias, o les venían a entrar por
algunas partes de la tierra que poseían y señoreaban, peleaban de otra manera y
con otra resistencia, hasta que escalaban a viva fuerza y saqueaban las tales
provincias y pueblos, quemando y matando y asolando las casas si no se les
querián dar buenamente. Y esta orden que tenían de guerra, como atrás dejamos
referido, siempre iban ganando tierra sin volver atrás, si no era cuando
hallaban gran pujanza de fuerza y resistencia, que por esta ocasión volvían las
espaldas al enemigo. § 18. Aunque
atrás puse por figura que no llevaban orden en sus guerras, hase de entender
según nuestro modo, que entre ellos orden era, pues tenían sus caudillos que
los gobernaban en las cosas de guerra, cómo y de qué manera habían de salir y
entrar en ellas, y con qué orden y concierto, y llevando esta orden por
escuadrones de ciento en ciento y de más o de menos, haciendo grande alarido
los unos escuadrones en seguimiento de los otros, taniendo bocinas y trompetas
hechas de madera, bailando y cantando cantares de guerra, y animando a sus
comilitones con grande griteria, y más y mayores voces y gritos en el tiempo en
que se daba el combate, tocando sus atambores y caracoles y trompetas, que
hacián extraño ruido y estruendo, y no poco espanto en sus corazones frágiles e
inusitados de esta milicia con los golpes de las rodelas y macanas,
acompañados de la inmensa
griteria.
§ 19. Este era
el modo de sus peleas y combates, con tiros de piedras y saetas y dardos, hasta
que venían a las manos y a los porrazos y macanazos, y con las espadas de
pedernal que daban mortales heridas y cuchilladas, aunque el dia de hoy no han
quedado más armas de arcos y flechas, las cuales usan los chichimecas, y toda
la tierra nueva de Cíbola, Tiguex, Quivira, y Señora, y las demás
provincias que llamaron de las siete ciudades, que fue la entrada que hizo
Francisco Vázquez Coronado, y toda la tierra que llaman de la Florida, los
cuales arcos y flechas es la más terrible arma que las gentes bárbaras pueden
usar. Y ésta debió de ser la primera y más antigua arma que hubo en el mundo, y
la que los primeros hombres homicidas inventaron, que tan cruel y mortal daño
hace y ha hecho, y ansí lo usan los turcos desde su origen hasta estos nuestros
tiempos, y también se lee que lo usaron los griegos y troyanos; por
donde se debe colegir que no debió de ser en solas estas naciones habitadoras
de este Nuevo Mundo donde la usaron.
§ 20.
Habiéndose poblado México y toda su comarca y redondez de la laguna, a cabo de
tanto tiempo [F. 32 v.] vinieron los ulmecas, chalmecas y xicalancas, unos en
seguimiento de otros. Y como hallasen toda la tierra ocupada y poblada,
determinaron de pasar adelante a sus aventuras, y se encaminaron hacia
la parte del volcán y faldas de la Sierra Nevada, donde se quedaron los
chalmecas, que fueron los de la provincia de Chalco, porque quedaron en aquel
lugar poblados. Y los ulmecas y xicalancas pasaron adelante, atravesando los
puertos y otros rodeándolos, hasta que vinieron a salir por Tochimilco,
Atlixco, Calpan y Huexotzinco, hasta llegar a la provincia de Tlaxcala. § 21. Aunque
antes de llegar a ella vinieron tomando el tiento, reconociendo la
disposición de la tierra, hasta que hicieron su asiento y fundación donde
está agora el pueblo que llaman de Santa María de la Natividad, y en
Huapalcalco junto a una hermita que llaman de Santa Cruz, que los naturales
llaman Texoloc, y Mixco, y Xiloxochitla donde está la hermita de San Vicente, y
el cerro de la Xochitecatl y Tenanyacac, donde están dos ermitas a poco
trecho una de otra, que le llaman de San Miguel y de San Francisco, que
por medio de estas ermitas pasa el rio que llaman de Atoyac, que baja de las
vertientes de la Sierra Nevada de Huexotzinco. § 22. Y aquí en
este sitio, hicieron los ulmecas su principal asiento y poblazón, como el día
de hoy nos lo manifiestan las ruinas de sus edificios, que según las muestras
fueron grandes y fuertes; y ansí las fuerzas y barbacanas, albarradas, fosas y
baluartes, muestran indicios de haber sido la cosa más fuerte del mundo, y ser
obrada por mano de innumerables y gran copia de gentes la que vino a poblar,
porque donde tuvieron su principal asiento y fortaleza, es un cerro o peñol que
tiene casi dos leguas de circuito, y en torno de este peñol, por las entradas y
subidas, antes de llegar a lo alto de él tiene cinco albarradas y otras tantas
cavas y fosas de más de veinte pasos de ancho. § 23. Y la
tierra sacada de esta fosa servía de bastión o muralla de un terrapleno muy
fuerte, y la hondura de la dicha cavas debía ser de gran profundidad, porque
con estar como está arruinada de tantos tiempos atrás, tienen más de una pica
en alto, porque yo he entrado dentro a caballo de alguna de ellas, y de
industria las he medido, que un hombre a caballo y con una lanza aún no alcanza
a lo alto en muchas partes, con haberse tornado a henchir de tierra con el
tiempo, y con las avenidas de aguas de más de trescientos sesenta años a esta
parte.[11]
Las cuales fosas y albarradas ciñen toda la redondez del cerro, que no debió de
ser de poca fuerza ni menos reparo en aquellos tiempos. § 24. Y en este
dicho peñol hay muchos indios poblados hoy en día. En partes iba cavada por
peña viva, y se aprovechaban de muchas cuevas en que vivían. En este cerro y en
este fuerte tan antiguo, tan inexpugnable, en la cumbre de él y en la sierra de
Tlaxcala que llaman Matlalcueye, y en lo alto y cumbre de Tepeticpac, se
retiraron y guarecieron las mujeres y niños, cuando el capitán Hernando Cortés y
sus compañeros vinieron a la conquista de esta tierra y entraron por esta
provincia de Tlaxcala, hasta que se entendió su paz y seguridad. [F.33
r.] Demás de esta población tan antigua, hubo otras en los llanos de San
Felipe, que serán dos leguas adelante hacia la parte del poniente, en cuanto a
nuestro centro, en parte llana y escombrada. § 25. Ansí
mismo hubo otra de los propios ulmecas, xicalancas y zacatecas, cuyo caudillo
de ellos fue uno que llamaban Coxana tecuhtli, que según parece, estos primeros
pobladores vinieron en tres legiones de las Siete Cuevas, que unos y otros eran
de un lenguaje y de una misma disposición y traza, los cuales tuvieron poblado
más de cuatro leguas de tierra en diversos lugares de esta provincia, cuyos
edificios son conocidos aunque deshechos y arruinados. Y éstos se pueden tener
por los primeros pobladores de esta provincia de Tlaxcala, que poblaron sin
defensa ni resistencia alguna, porque hallaron estas tierras inhabitadas y
despobladas.[12] § 26. Y estando
en estas sus poblaciones quietos y seguros mucho tiempo, continuando en su
quieta paz sin imaginar cosa en contrario, llegaron los chichimecas sediciosos
y crueles, con la sedienta ambición, últimos pobladores y conquistadores de
esta provincia de Tlaxcala, cuyo principio y origen pondré copiosamente,
según y de la manera que han venido prosiguiendo, hasta que se[13] sujetaron
estas tierras y habitadores, y hasta que las pusieron debajo de su dominio
bien, y ansí de la manera que lo tratan sus crónicas y cantares cifrados en
suma según su modo, olvidados ya de la cuenta que tenían en los tiempos que
estas cosas acaecieron y en qué edades, que hacen no pequeña falta para nuestra
satisfacción, aunque no dejaremos de poner algunos números de su cuenta y
edades que ellos seguían. § 27. Habiendo,
pues, de tratar de la venida de los chichimecas, que fueron los postreros y
últimos habitadores de esta provincia de Tlaxcala, la cual fue
muchedumbre de gentes, que ansí mismo tienen noticia que pueden haber
trescientos años[14]
poco más o menos, que vinieron con ejércitos formados a poblar y buscar tierras
en que habitar, como las demás gentes que antes habían venido. Y ansí estas
gentes vinieron de las Siete Cuevas en su demanda y busca de estotras gentes
que se habían adelantado, siguiéndoles el rastro que habían traido en su
venida, maquinando por diversas partes del mundo, peregrinando por grandes
desiertos, arcabucos y serranías y grandes y muy ásperas montañas, como
referido tengo, en demanda y busca de los culhuas y tepanecas y aculhuaques,
chalmecas, ulmecas y xicalancas, deudos y parientes suyos, todos de una
descendencia y linaje y lenguaje y frasís. § 28. Aunque,
en cada provincia tenían su diferente manera de hablar, tan solamente en la
consonancia o sonsonete que le quisieron dar por diferenciarse en esto, más en
todo lo demás, todo es una cosa, aunque es tenida la lengua mexicana por
materna y la tezcucana por más cortesana y pulida, y salidas de éstas, todas
las demás lenguas son tenidas por groseras y toscas, y en esta [F. 33 v.] forma
se va entorpeciendo mientras más se van desviando las provincias de México.
Presupuesto que todo sea una lengua y una cosa que se entienda, ésta es la que
corre en esta Nueva España y la mayor parte del Nuevo Mundo, y a donde quiera
en estas partes, prefiérenla a las demás lenguas, y es entendida
por todas las naciones de ella. § 29. Y ansí
las otras lenguas son tenidas por bárbaras y extrañas, y entre este barbarismo
la hablan comunmente, y tienen intérpretes mexicanos que la dan a entender y se
precian y estiman de saberla hablar. Es una lengua la más amplia y copiosa que
se ha hallado, después de la latinidad,[15] es suave
y amorosa, y en sí muy señoril y de gran presunción, compendiosa, fácil y
dócil, que no se le halla fin ni cabo. E se pueden con facilidad componer
versos en la propia lengua con mensura y consonancia, con el modo descandir y
componer.
§ 30. Venidos,
pues, en seguimiento como atrás dejamos dicho de sus deudos y parientes, de
tierra en tierra y de provincia en provincia, hallaron la mayor parte de la
tierra ocupada y poblada de sus propios deudos; y con la noticia de cómo
adelante estaban las mayores poblazones, siempre fue su designio de pasar
adelante, como lo hicieron, y ansí de lance en lance y de tierra en tierra,
llegaron a la provincia de Xilotepec e de Hueypuchtlan, y a Tepotzotlan y Quauhtitlan,[16] donde
pararon y estuvieron algún tiempo, y de allí trataron de grandes y muchos
partidos con lo culhuas y tepanecas mexicanos, que tenían poblada la redondez
de la laguna y toda su comarca y marisma. § 31. Vista la
multitud grande que allí había llegado de gentes chichimecas y la estrechura
que había de tierras, procuraron de proseguir su viaje hacia la provincia de
Tetzcuco donde era la cabeza y señorío de los aculhuaques tetzcucanos; y como
hubiesen llegado cerca de esta provincia, fueron muy bien recibidos de los
señores de aquella tierra, sabiendo y entendiendo que eran todos unos y de una
generación, deudos y parientes, y venidos de una patria y tierra, y viendo que
no tenían tierras en qué poder poblar tantas gentes, los acomodaron y señalaron
un sitio donde pudiesen asentar su campo en el inter que hallaban en qué poder
poblar. Y ansí poblaron junto a la laguna de entre Tetzcuco y Chimalhuacan,
arrimados a la falda de la sierra y montaña de Tetzcuco, que los naturales
llaman los llanos de Poyauhtlan, que hoy en día pretenden acción y derecho de
estas tierras los naturales de Tlaxcala, porque en efecto fueron suyas por
merced y donación que los señores y rey de Tetzcuco les hicieron. § 32. Y ansí
poblaron los chichimecas, que su principal asiento y poblazón fue donde es
agora el pueblo de Cohuatlichan, cerca de la laguna mexicana, sujeto de
Tetzcuco. Fue el año de su fundación Ome Tecpatl xihuitl, que llaman el año del
dos pedernal. Siempre estuvieron en continua arma y vela, porque aunque los
naturales de aquellas provincias les habían dado tierras e oviesen recibídolos
de paz, hospedándolos y regalándolos con muchas mercedes y caricias, no se
fiaban del todo de ellos, [F. 34 r.] porque se temía[17] no les
hiciesen alguna traición y cogiesen descuidados, como suele suceder en
semejantes casos. Y estando como estuvieron tanto tiempo poblados en estos
llanos de Poyauhtlan, se sustentaban de cazas, como chichimecas, por ser como
eran muy grandes arqueros y cazadores de arcos y flechas, y aventajados con
esta arma más que otras naciones. § 33. Ansí
que chichimecas, puramente quiere decir hombres salvajes, como atrás dejamos
referido, aunque la derivación de este nombre procede de hombres que comían las
carnes crudas, y se bebían y chupaban las sangres de los animales que mataban,
porque chichiliztli es tenida en la lengua mexicana por mamar, y chichinaliztli
por cosa que se chupa, y chichihualli es la teta o la ubre;[18] por manera
que como estas gentes, ansí como mataban y se bebían la sangre, era tenida por
una gente muy cruel y feroz, de nombre espantable y horrible entre todas las
naciones de estas partes, y por esta derivación de chupadores, que quiere decir
en lengua mexicana chichimeca techichinani. Y ansí los que proceden de estos
chichimecas son temidos y estimados en mucho. Ansí mismo llaman a los perros
chichime, porque lamen la sangre de los animales y la chupan. § 34.
Finalmente, que los que proceden de estos chichimecas por línea recta y derecha
sucesión son muy estimados, y ha quedado este nombre de chichimecas el día de
hoy ya arraigado tanto, que todos aquellos que viven como salvajes y se
sustentan de cazas y monterías, y hacen crueles asaltos y matanzas en las
gentes de paz, y aquellos que andan alzados con arcos y flechas como alarbes,[19] son tenidos
y llamados chichimecas. Especialmente en los tiempos de agora son más crueles y
espantosos que jamás lo fueron, porque en otros tiempos que ha menos de
cuarenta años, no mataban sino cazas y animalías fieras y silvestres, y agora
matan hombres y saltean caminos, y hacen grandes estragos inauditas
crueldades en los españoles y en sus haciendas y estancias, que no se pueden
averiguar con ellos. § 35. Por
manera que el nombre de chichimecas, que solía ser la cosa más noble que entre
los naturales había, ha venido a ser y a parar, que los que llaman el día de
hoy chichimecas, se han de entender por hombres salteadores y robadores de
caminos. Y todos aquellos que son indomésticos y que habitan las tierras
remotas de la Florida, y la demás tierra que está por ganar y conquistar, todos
tienen este nombre de chichimecas, y esto se entiende en la lengua mexicana
culhua de la Nueva España y de estos chichimecas se podrían tratar de sus
hechos y hazañas muy espantosas cosas muy temerarias, y de muy gran
encarecimiento de sus ánimos y acometimientos que no se puede tratar en breve
suma, porque han sido sus hechos temerarios tan grandes y tan espantosos, que
casi han tenido rendida la tierra con harta costa de los nuestros [Margen
derecho: y de su magestad con presidios y escoltas que tiene por aquella tierra
de chichimecas] y ansi no han podido ser sujetados. § 36. Poseen
grandes tierras y muy ricas de metales de plata, que en algún tiempo será dios
servido se labren y descubran, y otras [F. 34 v.] tierras y gentes de otras
naciones, porque hay gran noticia de ellas, que son la tierra de donde
devinieron los mexicanos; finalmente, que con estos chichimecas se han señalado
muchos capitanes famosos de nuestros españoles, y muerto los más de ellos
continuando la milicia más cruel y bárbara que ha habido en el mundo, con arco
y flecha, y desnudos en carnes sin otro algún reparo ni
defensa.
§ 37. Tornando
a nuestro principal propósito, aquellos sinceros y antiguos chichimecas que
vinieron a las poblazones y en seguimiento de sus parientes y amigos, trajeron
por ídolo y adoraban por dios a Camaxtli, los cuales eran grandes cultores dél
y de los demás dioses e ídolos, que los veneraban e adoraban con mucha
reverencia e inviolablemente quebrantaron[20] sus
preceptos e instituciones y promesas que les hacían. Este ídolo Camaxtli no
pudo[21]
ser sino el mismo demonio, porque hablaba con ellos y les decía y revelaba lo
que había de suceder, y lo que habían de hacer, y en qué partes y lugares
habían de poblar y permanecer. Eran ansí mismo estos chichimecas grandes
hechiceros e nigrománticos, que usaban del arte mágica con que se hacían temer
y ansí eran temidos, por cuya causa no los osaban enojar las gentes vecinas y
comarcanas; y con esto se sustentaron muchos tiempos en Poyauhtlan, donde
tuvieron su habitación algunos tiempos. § 38. E visto
por los comarcanos que iban ocupando muchas tierras, e que grandemente se iban
apoderando de ellas y a señorear, les ovieron recelo y temor de que en
algún tiempo no prevaleciesen tanto, que de huéspedes viniesen a
ser señores e que los viniesen a sujetar, y ansí mismo porque estos chichimecas
comenzaban a hacerles mala vecindad y algunos malos tratamientos, por quererse
ensanchar y extender, de cuya causa los tepanecas y culhuas mexicanos, que
estaban muy conformes y confederados, trataron de los desviar y echar de
Poyauhtlan, e que se fueran a poblar a otras partes, por lo cual les movieron
guerra de parte de estos tepanecas culhuas mexicanos, reynando en México
Huitzilihuitzin[22]
el año que ellos llamaban ce tochtli xihuitl, año de un conejo. § 39. Para la
cual guerra se juntaron grandes huestes por la laguna e por tierra, e vinieron
a dar sobre los chichimecas de Poyauhtlan: los cuales, como fuesen gente
belicosa y feroz, y a la continua estuviesen sobre el aviso, no estaban tan
descuidados que no les salieron al encuentro con gran furia a defender y
resistir su partido, defendiéndose con esfuerzo y ánimo terrible, y de tal
suerte y manera que dicen sus historias y antiguedades, que desde donde está el
pueblo de Cohuatlichan hasta el pueblo de Chimalhuacan, y toda aquella marina y
orilla de la laguna, no había otra cosa sino arroyos de sangre y hombres
muertos, de tal suerte y manera, que el agua de la laguna por toda aquella
ribera, no parecía ser agua, sino pura sangre y laguna de sangre, toda ella
convertida en sangre. § 40. Y con su
buen esfuerzo y [F. 35 r.] maña, corrieron y desbarataron a sus enemigos con
gran afrenta, y se volvieron victoriosos y llenos de vanagloria a su
principal asiento; y en memoria de esta tan sangrienta batalla, comen los
naturales de allí cierto marisco que en esta laguna se cria, que tiene por
nombre izcahuitli, de lo cual hay mucha cantidad: tiene color de sangre
requemada, casi[23]
leonada y a manera de lama colorada, de la cual lama se coge mucha cantidad y
la tienen por granjeria los pescadores de allí. Y ansí quieren decir que de la
sangre que allí se derramó, se convirtió aquella lama y marisco de aquella
color, lo cual es fábula; más solo quedó en memoria de aquella guerra y cruel
estrago que hubo en ella a manera de encarecimiento, porque sangre en la lengua
mexicana se llama eztli, y ansí se llama esta lama izcahuitli. § 41. Pasada
esta tan cruel guerra entre los mexicanos tepanecas con los chichimecas, determinaron
de irse de allí; y pasar adelante en busca de tierras más extendidas y anchas
donde más a su sabor y gusto viviesen,[24] y salir de
aquella estrechura en que vivían, mayormente porque entendían estar ya
malquistos con sus vecinos comarcanos, e porque ansí mismo su dios Camaxtli les
decía que alzasen su real, que no había de ser allí su permanencia, que
adelante habían de pasar a donde había de amanecer y anochecer, dándoles a
entender adonde habían de ser señores supremos y vivir con descanso y quietud,
porque dice la metáfora: uncan tonaz oncan tlathuiz, oncan yazque ayamonican,
adelante habeís de pasar que no es aquí aún adonde ha de amanecer y hacer sol,
y resplandecer con sus prósperos y fulgentes rayos". § 42. Y estando
tan malquistos con sus vecinos e que forzosamente habían de tener reencuentros
y pesadumbres, e por evitar tan grandes ocasiones e inconvenientes, trataron
con los señores tetzcucanos de cómo se querían ir y desviar de los tepanecas,
porque su venida no había sido con intento de pelear sino de poblar donde
hallasen comodidad para ello, pues traían sus hijos y mujeres, y eran muchos, y
otros ejércitos que atrás quedaban que venían en su seguimiento, e que pues los
trataban tan mal, que ellos querían pasar adelante, hacia las partes de donde
el sol sale y llegar hasta la mar Teuhtlixco Anahuac, que quiere decir al fin
de la tierra y hasta la orilla y costa de la mar, pues era todo desierto y
despoblado. E para emprender esta jornada querían tomar su beneplácito, e que
fuese con su licencia y voluntad, porque si en algún tiempo les acaeciesen
algunos infortunios y trabajos y adversidades, e los oviesen menester para
algún socorro, que como hombres prosperados e que estaban de asiento, los
favoreciesen como a buenos hermanos, amigos y parientes.
§ 43. Y ansí en
esta despedida y apartamiento, pasaron grandes negocios de la una parte y de la
otra con los aculhuaques tetzcucanos, y al fin quedaron resueltos en que se
fuesen, e que buscasen asiento donde pudiesen poblar a su voluntad; y antes de
esta partida para más [ F. 35 v.] favorecellos, les dieron adalidades y
guías que los guiasen por las sierras altas de Tetzcuco, a que les mostrasen
desde la más alta cumbre de aquellas montañas y sierras de Tetzcuco, que
son las sierras de Tlallocan, altísimas y umbrosas, en las cuales he estado y
visto, y puedo decir que son bastantes para descubrir el un hemísferio y otro,
porque son los mayores puertos y más altos de esta Nueva españa, de árboles y
montes de grandísima altura, de cedros, cipreses y pinares, que su belleza no
puedo encarecer con palabras, que parecen llegan al cielo por orden de
naturaleza; e pues con palabras no puedo explicar los conceptos que a esto me
inspiran,[25]
súplalo el buen entendimiento del discreto lector. § 44. Dejando
aparte la Sierra Nevada y el volcán que son más altas que estas
montañas, puso el artífice del mundo uno de los principales ornatos de su
creación, que de la una parte se descubre todo el reyno de los mexicanos
tepanecas y su muy grande laguna, y por la otra parte, el reyno y
provincia de Tlaxcalla, Cholulla, Huexotzinco, Quauhquecholla, Tepeyacac,
Tecamachalco y otras provincias de inumerables naciones, que visto lo uno y lo
otro, se dan inmensas gracias al[26]
artífice universal de todo lo creado, mayormente el día de hoy, que visto el
retruécano que el verdadero dios ha obrado con los suyos, le dan
inmensas y sempiternas gracias y loores, que lo que el demonio tan apoderado y
señoreado tenía, esté el día de hoy reducido al verdadero dios y su iglesia
militante. § 45. ¿Quién no
se harta de llorar de puro contento? ¿Quién no se goza con alegría sublimada
con milagros tan conocidos y tan a la clara obrados, que a cabo de tantos
millares de años haya sido nuestro señor servido traer en conocimiento de su
santa fe, tantas y tan inumerables gentes y naciones? A su divina magestad se
den las alabanzas y gracias por tantas mercedes como cada día obra con sus
criaturas racionales. § 46. Subidos
los chichimecas con los adalides a las sierras de Tlalocan, descubrieron y
divisaron desde allí grandes y amplisimas tierras, valles, sierras y llanos con
sus ríos y fuentes, casi como otro nuevo mundo e nuevo hemisferio. E como las
atalayas obiesen visto tan grandes tierras despobladas, que de noche ni de día
obiese fuegos ni moradas, conocidamente vieron que eran tierras desiertas,
yermas y habitables y por poblar. Y con esta noticia bajaron de la sierra, y
dando relación y noticia de lo visto, hicieron grandes fiestas y solemnidades,
especialmente los chichimecas a su ídolo Camaxtli, el cual dicen que les dijo
hablando con ellos, que comenzasen a caminar, que aquella era la tierra en que
habían de poblar y a donde habían de permanecer señoreando, e que comenzasen a
marchar que ya era tiempo, e de no estar más en aquella provincia de
Poyauhtlan, ni entre los aculhuaques; más que en sus necesidades y trabajos,
les darían favor e ayuda y grandes socorros de gentes a su tiempo y cuando
fuese menester. § 47. Y de esta
manera alzaron su real y poblazón, y comenzaron a caminar con mujeres y
hijos [F. 36 r.] hacia Chalco, la mayor parte de ellos; aunque quieren decir
afirmativamente que algunas cuadrillas de éstas caminaron hacia la parte del
norte a poblar las provincias de Tullantzinco, por no subir ni atravesar las
grandes serranías y puertos de la Sierra Nevada y volcán de Amaquemecan.
Acaecieron estas cosas desde el año ome tecpatl, que fue el año que poblaron en
los llanos de Poyauhtlan los chichimecas por consentimiento de los señores de
Tetzcuco, y el año de tres calli, y el año de cuatro tochtli, y el año de cinco
acatl, y el año de seis tecpatl, y el año de siete casa que es 7 Calli, y el
año de ocho[27]
tochtli, y el año de nueve acatl, y el año de diez tecpatl, y el año de once
calli, y el año de doce tochtli, y el año de trece acatl, y el año de uno[28] tecpatl, y
el año de dos calli que fue el año que llegaron a la provincia de Chalco
Amaquemecan, después de la salida que hicieron de los llanos de Poyauhtlan. § 48. Antes que
pasemos de aquí, nos pareció tratar de las jornadas que vinieron haciendo los
chichimecas desde que desembarcaron, o pasaron aquel pasaje del agua y río o
estrecho de mar, el año que tienen los naturales por su cuenta que dicen de
esta manera: año de cinco tochtli llegaron a las Siete Cuevas y de las Siete
Cuevas vinieron a Mazatepec, en cuya provincia dejaron a Itztotli y a
Xiuhnel, personas principales. Y de Mazatepeque vinieron a la provincia
de Tepenenec, que quiere decir en el cerro de eco, y aquí mataron a
Itzpapalotl, el cual mató Mimich a flechazos; y de aquí vinieron a Comallan donde
tuvieron grande guerra, hasta que por fuerza la destruyeron y ganaron. [29] § 49. Y de esta
provincia de Comallan vinieron a la provincia de Culhuacan y a Teotlacochcalco
y a Teohuitznahuac: aquí quisieron flechar y matar a una señora cacica que se
llamaba Cohuatlicue, señora de esta provincia, a la cual no flecharon, antes
hicieron amistades con ella y la hubo por mujer Mixcohuatl Camaxtli, y de esta
Cohuatlicue y Mixcohuatl Camaxtli[30]
nació Quetzalcohuatl; por cuya causa y razón dejo atrás declarado, que aunque
Quetzalcohuatl dijo que vino por la parte del norte y por Pánuco, y de Pánuco
por Tulantzinco y por Tula donde tuvo su habitación, todos estos vinieron por la
vía del poniente. § 50. E que
como fuesen personas tan principales y de grandes habilidades, los tuvieron por
dioses, especialmente Camaxtli, Quetzalcohuatl y Tezcatlipuca, y todos
los demás ídolos; sino que vinieron discurriendo por diversas partes de este
Nuevo Mundo, y ansí estos que tuvieron por dioses debían ser nigrománticos,[31] hechiceros y
encantadores o brujos, o tenían hecho pacto y conveniencia con el
demonio, porque les hacía hacer creer cosas increibles o por conjeturas
alcanzar muchas cosas de las por venir, o eran hombres nacidos de íncubos, pues
tanto dominio[32]
tenía el demonio sobre ellos, que bastaran para pervertir tantas y tan
numerosas naciones de gentes. § 51. Habiendo
nacido Quetzalcohuatl en esta provincia de Teohuitznahuatl les hizo grandes
fiestas Xicalan, y les dió de presentes grandes dádivas de ropas de algodón; y
de esta provincia los llevó a Culhuacan, y aquí dió el dicho Xicalan [F.
36 v.] una hermana suya llamada Coyollimaquiz a un principal llamado
Tzontecomatl, de cuyos padres nació Acul, y de éste Acul nació Huehueyac, y
este Huehueyac ovo a Ylancuetitl Atotoz y esta dicha Atotoz ovo a
Quetzalcihuatzin, la cual casó con Ixtlilxochitl, de esta Quetzalcihuatzin y
de Ixtlilxochitl nació e obieron por hijo a Nezahualcoyotl, y de éste nació,
que fue el lobo ayunador de que atrás hicimos mención, Netzahualpilzintli su
hijo, de donde proceden los señores de Tetzcuco por línea recta. § 52. Habiendo,
pues, pasado por tantas tierras y provincias como atrás dejamos referido,
vinieron a parar a Hueypuchtlan y a Tepotzotlan. En esta provincia se armaron
caballeros Culhuatecuhtli, y Xicalan se llamó Tecpanecatl, porque en esta
ceremonia se trocaban los nombres, porque ansí era permitido por grandeza, y el
que se llamaba Ce Tecpatl lo llamaron Mixcohuatecuhtli, y Mixcohuatl se llamó
Chichimecatecuhtli; y estos que voy nombrando, fueron los principales caudillos
que trajeron estas gentes y sus mujeres, y a esta causa lo voy aquí nombrando
por sus nombres antiguos y a sus mujeres, porque hoy en día viven muchos
principales de la descendencia de estos lo cual no pusimos al principio, que
allí se había de hacer relación de estos. § 53. Más no se
ha perdido coyuntura, pues se deja entender que lo hacemos por dar noticia de
los principales caudillos que hubo en el origen de estas poblazones, desde
donde comenzaron esta su muy larga itineraria, inaudita peregrinación.
Finalmente, que Mixcohuatl y Hueytlapatli, Pantzin y Cocohtzin, fueron
caudillos de estas gentes: Xonecuilinan fue mujer de Xicalan, y Ce Tecpatl
tecuhtli tuvo por mujer a Yacaxoxouhqui ylama, y Mixcohuatecuhtli tuvo
por mujer a Toton ylama. Llamóse el hijo de Xicalan, Mazatl huehue, que casó
con la hija de Ce Tecpatl tecutli que se llamó Centecihuatzin, de quien
nació Tohtzin[33]
y Apanecatzin; y Ce Tecpatl ovo por hijo a Pantzin, y Mixcohuatl ovo por hijo a
Coztzin. § 54. Hase de
advertir, que en aquella era, los chichimecas no tenían más de una mujer, y hoy
en día los chichimecas indomésticos que no tienen más de una mujer; tienen en
mucho los hijos varones que les nacen y aborrecen a las hijas. Los hijos
varones crian los padres y las hembras crian las madres. Por manera que
como hubieron llegado a Poyauhtlan el año de dos tecpatl y tres calli y cuatro
tochtli y cinco acatl y seis tecpatl y siete calli y ocho tochtli y nueve acatl
y diez tecpatl y once calli y doce tochtli y trece acatl, y nauh ollin tonalli[34] y el año
de un pedernal, que es ce tecpatl xihuitl, fue el día que salieron de
Poyauhtlan los chichimecas, y dejaron allí a Chimalcuixin tecuhtli, y éste fue
a las provincias de Quauhchinanco con mucha parte de estas gentes a poblallas
que es hacia la parte del norte. § 55. Y halló
poblado allí a Macuil acatl tecuhtli, el cual lo recibio muy bien y de
paz, y le dio mujer con quien casó allí en Tollantzinco, y lo mismo hizo con
Quauhtotolamihua. De estas gentes se poblaron grandes provincias, como fue toda
la sierra y costas de mar: Tuzapan, Papantla, Tonatiuhco, Metztitlan,
Achachalintlan, Nauhtlan. Los que [F. 37 r.] se armaron caballeros en
Poyauhtlan fueron: Ixcocatl, Acolpitecuhtli y se llamó Pantzin tecuhtli, y Tecpanecatl
Cocohtzin se llamó Mixcohua tecuhtli, y Hueytlapati se llamó
Chichimecatecuhtli. Esta ceremonia de armarse caballeros los naturales de
México y Tlaxcala, y otras provincias de la lengua mexicana, es cosa muy
notoria; y ansí no nos detendremos en ello más de pasar sucintamente. § 56. Es de
saber que cualquier señor o hijo de señores, que por sus personas habían ganado
alguna cosa en la guerra, o que oviesen hecho y emprendido casos señalados y
aventajados, o como tuviese indicios de mucho valor e que fuesen de buen
consejo y aviso en la república, les armaban caballeros. Lo mismo que hacían
con los mercaderes ricos, que como fuesen tan ricos que por sus riquezas se
ennoblecían, y hacían negocios de hijosdalgo y caballeros, los armaban
caballeros pardos,[35]
diferentemente que los caballeros de línea recta, porque los llamaban tepilhuan
al mercader que era armado caballero, y a los finos que por decendencia lo
eran, [eran] llamados tecuhtles. § 57. Estos
tecuhtles se armaban caballeros con muchas ceremonias. Ante todas cosas,
estaban encerrados cuarenta o sesenta días en un templo de sus ídolos; y
ayunaban todo este tiempo, y no trataban[36] con gentes más
de con aquellos que les servían, y al cabo de los cuales eran llevados al
templo mayor, y allí se les daban grandes doctrinas de la vida que habían de
tener y guardar; y antes de todas estas cosas, les daban grandes vejámenes con
muchas palabras afrentosas y satíricas y les daban de puñadas con grandes
reprensiones, y aún en su propio rostro, según atrás dejamos tratado, y les
horadaban las narices y labios y orejas; y la sangre que de ellos salía la
ofrecían a sus dioses. Allí les daban públicamente sus arcos, flechas y
macanas, y todo género de armas usadas en su arte militar: del templo eran
llevados por calles y plazas acostumbradas, con gran pompa, regocijo y
solemnidad. § 58. Poniánles
en las orejas orejeras de oro, y bezotes de lo mismo y en las narices, llevando
delante de ellos[37]
muchos truhanes y chocarreros, que decían grandes donayres[38] con que
hacían reir a las gentes. Pero como vamos tratando, se ponían en las
narices piedras ricas, horadábanles las orejas y narices y bezos, no con
hierros ni cosa de oro ni plata, sino con huesos de tigres y leones y de
águilas, agudos. § 59. Este
armado caballero hacía muy solemnes fiestas y costosas, y daba grandes
presentes a los antiguos señores y caballeros, ansí de ropas como de esclavos y
oro, y piedras preciosas y plumerías ricas, y divisas, escudos, rodelas, y
arcos y flechas, a manera de propinas, como cuando se doctoran nuestros letrados.
Andaban de casa en casa de estos tecuhtles, dándoles estos presentes y
dádivas, y lo propio hacen con estos armados caballeros después que lo eran; y
se tenía cuenta de todos ellos en la[39]
república. Y ansí no se armaban caballeros muchos hidalgos pobres por su poca
posibilidad, si no eran aquellos que por sus nobles y loables hechos lo habían
merecido, que en tal caso los caciques cabeceras y los más supremos que eran
reyes, pues tenian mero mixto imperio en sus tierras, horca y cuchillo [F. 37
v.] para ejecutar los casos de justicia, como en efecto era ansí. § 60.
Finalmente, los que horadaban las orejas, bezos y narices de estos que ansí se
armaban caballeros, lo eran caballeros ancianos y muy antiguos, los cuales
estaban dedicados para esto; y ansí como para los casos de justicia y consejos
de guerra, servían estos caballeros veteranos de la república, los cuales eran
temidos, obedecidos y reverenciados en muy grande veneración y estima. Y
como atrás dejamos dicho que a cabo de los cuarenta o sesenta días del ayuno de
los caballeros nobles, los sacaban de allí para llevarlos al templo mayor,
donde tenían sus simulacros: no les horadaban entonces las orejas, narices ni
labios, que son de la parte de abajo, sino que cuando se ponían en el ayuno,
entonces y ante todas cosas, les hacían estos bestiales [es]pectáculos. § 61. Y en todo
el tiempo del ayuno estaba en cura para que el día de la mayor ceremonia, fuese
sano de las heridas para que pudiesen ponelle las orejeras[40] y
bezotes sin ningún detrimento ni dolor. Y en todo este tiempo no se lavaban,
antes estaban todos tiznados y embijados de negro y con muestras de grande
humildad, para conseguir y alcanzar tan gran merced y premio, velando las armas
todo el tiempo del ayuno según sus ordenanzas, constituciones, usos y
costumbres entre ellos tan celebradas. También usaban tener las puertas donde
estaban ayunando, cerradas con ramos de laurel, cuyo árbol entre los naturales
era muy estimado. § 62. El año de
dos Calli llegaron los ejércitos de los chichimecas de Poyauhtlan a la
provincia de Amaquemecan, que fueron los que tomaron la derrota de los puertos,
acá de la Sierra Nevada, hacia las provincias de Tlaxcalla y Huexotzinco y
Cholollan y Quauhquechollan, los cuales vinieron rodeando por las faldas del
volcán hacía Tetela y Tochimilco y Atlixco, Cohuatepeque y Tepapayecan; aunque
algunos quieren decir que se habían adelantado otras cuadrillas de chichimecas,
y venido a Cholollan el año de primero de un acatl, e que fueron los capitanes
que allí vinieron Tololohuitzi y Ycxicohuatl y Quetzaltehuiac,
Cohuatlynechcuani y Ayapantli.[41]
§ 63. E que
este Tololohuitzitl salió a recibir a los chichimecas a la provincia de Chalco
y Amaquemecan, y que los que en aquella era poseían la provincia de Chalco,
eran Petlacatl, y sus hijos se llamaban Tlacatecuhtli, y Xiuhtototl y Ce Mazatl
y Toteotzin;[42]
y movidos de esta provincia, vinieron a parar a un lugar que se llamaba
Tetliyacac, junto a Huexotzinco, el año de tres conejos, y de este lugar se
desparcieron los ejércitos para ir a poblar las tierras que hallasen
desocupadas. El año cuatro casas fue con sus cuadrillas a poblar la provincia
de Quauhquechollan Toquetzaltecuhtli e Yohuallatonac, y asentaron su poblazon
en Cohuatepeque y otro caudillo que se llamó Quetzalxiuhtli. § 64. Ansí
mismo, llegaron el año de tres conejos al lugar de Ahuayopan otras cuadrillas,
habiendo llegado antes a poblar los ulmecas y zacatecas, a los cuales ha[F. 38
r.]llaron poblados como atrás tenemos de ello hecha relación. Y en el lugar que
tenían poblado, que se nombra Xocoyocan, en esta provincia se apartó un
capitán que se llamó Ixcohuatl, que por otro nombre se llamaba Xopancatecuhtli,
e se fueron a la provincia de Zacatlan por no poder sufrir a los chichimecas, a
cabo de grandes reencuentros que tuvieron y muchas muertes. § 65. Y en
Totollac, pobló Tetzitzimitl, y Quauhtzin tecuhtli pobló en el Atlmoyahuacan:
entonces entró por la poblazón de Huexotzinco; y Cozcacuauhuehue en el
barrio de Tecpan, y Tlotli tecuhtli más abajo; y en el barrio de Contlan pobló
Tenpatlahuac, y en el barrio de Xaltepetlapan pobló Cacama tecuhtli, y
Toltecatl tecuhtli pobló en Calpan, y Cimatecuhtli fue a poblar
la parte de Atlixco, y ovo generación en el pueblo de Totomihuacan. Y en esta
sazón de estas poblazones, no estaban divididas las provincias, hasta que por
discordias y pasiones las vinieron a dividir. Por manera que fue a
poblar Totomalo tecuhtli Oquichtzin de quien nació Tzoniztal y Topan y
Yztaccoyotl y Temayahui y Ocotochtli,[43]
en cuyo tiempo ganó y destruyó la provincia de Tepeyacac, y fue a residir allí
Quauhtzin tecuhtli.[44] § 66. El año
que llamaban de cinco pedernales, a los veinte días de su bisiesto que llaman
Tititl, fueron movidos los ejércitos de los chichimecas para proseguir sus
poblazones hacía la parte de Tepeyacac y Tecalpan, y yendo marchando hacía la
otra sierra nevada que llaman Poyauhtecatl, las sierras Napatecuhtli.
La sierra nevada que llaman Poyauhtecatl y las sierras de Perote que llaman
Napatecuhtli, por no dejar cosa ninguna sin ver. Llegaron pues a
Amaliuhcan y a Nacapahuazcan, Chachapatzinco, lugares que iban poblando y
poniéndoles nombres conforme a los acaecimientos que les sucedían en su viaje,
porque desde aquí comenzaron a usar a comer las carnes guisadas, cocidas y
asadas, porque de antes las comían crudas y mal asadas en barbacoas, que eran
más crudas que asadas. Y aquí en estos lugares los vino a ver y visitar
Tololohuitzitl y Quetzaltehueyac e Icxicouatl,[45] allí les
dieron presentes de ollas de barro para con que guisasen de comer, y ansí por
este nombre de guisar las carnes en ollas, lo llamaron Nacapahuazcan este lugar
y de aquí fueron a Huehuetlan y Atliztacan Tepexic, allí en Nacapahuazcan se
armaron caballeros muchos de ellos. § 67. Después
de haber echado de sus tierras a los xicalancas chichimecas[46] y
zacatecas, como en efecto lo hicieron, y les quitaron las tierras que poseían y
se fueron a poblar a otras partes. Y después de esta destrucción, se vinieron
poblar muy despacio y de propósito esta provincia de Tlaxcalla. Y entraron
poblando por un lugar de esta provincia que se llama Acallan y Yacacuanac y
Cohuazacapechpan[47]
adonde hallaron a Tlalchiyach y Aquiyach, los cuales les dijeron que no tenían
que parar allí, que aquellos términos los habían ganado ellos y adquirido por
linderos de la provincia de Cholollan, y toda la sierra de Matlalcueye, que es
la que llaman sierra de Tlaxcallan. § 68. Antes estáis
engañados, respondieron los capitanes chichimecas, todo es nuestro, y no hemos
parado, que aún [F. 38 v.] todavía caminamos. Y ansí pasaron adelante por
diversos lugares de esta provincia, haciendo poblazones, y llegaron a Contlan,
donde está agora la hermita de San Bernardino, y allí pararon más de veinte
días, y el primero que salió de aquí fue Atlapahuehue, en compañía de
Teyohualminqui, gran encantador y hechicero, y subidos en el cerro de Moyotepec
flechó de noche este Teyohualminqui a Cozcatecuhtli y lo mató, y a Cuetlachhua
tecuhtli, Itztecoma, Acxotl, Teotzin, Zacatlamin el día [primero] de toxcatl.[48] Y éstos
llegaron después que rodearon todas estas tierras, después de la división que
ovo en Teyacac,[49]
en ciento veinte días, y llegaron a la sierra alta de Tepeticpac, que es en
esta ciudad de Tlaxcalla, en el propio año de cinco pedernales. § 69.
Finalmente, puestos en Tepeticpac acabaron de echar desde allí, a todos los
ulmecas y zacatecas de estas tierras de Tlaxcalla y de Xocoyucan, donde estaban
apoderados, que es cerca del pueblo de San Felipe de esta provincia, donde
mataron a un capitán famoso que se llamaba Colopechtli, y perdido su capitán,
se fueron por la parte del norte, caminando con sus mujeres e hijos, porque
ansí los dejaron salir y fueron por Mitlmani, y por Cuyametepec, y por
Tlecoyotl yyacac, y por Mamaztlipilcayan y por Huehue ychocayan, y como
no hallaron por toda esta tierra cuevas en que meterse, pasaron grandes
trabajos, porque les llovió más de veinte días aguas menudas, y aquí tuvieron
los viejos y niños muy gran llanto por las tierras que dejaban perdidas, y por
esta causa se llama aquel valle el día de hoy Huehue ychocayan, y aquí quedo
Coxana, y los demás pasaron adelante y llegaron a Tenanitic, donde está agora
el pueblo de la provincia de Zacatlan, con los capitanes Ixcocatl
Xopancatecuhtli, y en Otlatla asentaron su pueblo por consejo de Coxana, que debió
ser el señor de todos estos ejércitos vencidos de los chichimecas de
Tlaxcallan. § 70. Puestos y
apoderados de la sierra de Tepeticpac, enviaron desde allí a Tzonmazatl a la
provincia de Xilotepec; y los que fueron a poblar a Xicochimalco, fue Pucani
Ocelotl y su mujer Pucani Axoch, que después fue llamado el dicho Pucani
Ocelotl Cipactecuhtli. Y como los chichimecas tanto se iban apoderando de toda
la tierra, y haciéndose señores muy poderosos de todas las gentes que habían
traido, y habiéndose encastillado y cogido la más inexpugnable sierra para su
fortaleza, considerando los comarcanos pobladores que de tanta fortificación de
estos chichimecas no podría redundar en ningún bien para ellos, porque desde
allí los habían de supeditar y tenellos por vasallos, lo cual no cabía en razón
porque todos eran unos e iguales en linaje, e pues habían venido a poblar, que
cada uno se contentase con lo que había adquirido y ganado para sí y para sus
deudos y demás descendientes, finalmente determinaron de no sujetarse a
ellos, que eran los chichimecas mayores y más principales, los cuales poblaron
las sierras de Tepeticpac, fue llamada Texcalticpac, y de Texcalticpac
Texcalla, y de Texcalla, Tlaxcalla. § 71. Y
sustrayéndose, como se sustrajeron de su antiguo reconocimiento, [F. 39 r.]
presuponiendo quitalles y atajalles la pujanza que llevaban de señorear todo el
mundo y derriballes de su altivez y soberbia, e que cada uno se quedase con lo
que oviese ganado, dividiendo sus provincias y lugares, y señalando sus
términos para que fuesen conocidos e no estar sujetos a un solo gobernador, rey
ni capitán; y estando en esta contingencia tanto pudo la codiciosa ambición,
que entre sí movieron guerras civiles, conspirando contra sus mayores capitanes
y señores y caudillos, que los habían traido y guiado de tan lejanas tierras y
cansadas peregrinaciones, ovieron lugar de tener entrada los alborotos y
rebeliones. § 72. Porque,
como la natural e insaciable ambición tuvo lugar y entrada entre estos
bárbaros, no pudo sufrir mayoría ni igualdad en el mundo, y ansí con voz
de libertad convoca con la mayor parte de la gente plebeya que
vinieron en ello, y dieron tras sus más principales capitanes y chichimecas, en
tanta manera que los necesitaron, en tanto grado, a guarecerse a las cumbres
más altas de Tepeticpac, todo lo cual hicieron a fin de sustraerse y ser
señores de lo que habían ganado y poblado con sus gentes. Y ansí conjurados
contra los chichimecas mayores y más poderosos que en esta sazón había,
vinieron a rompimiento, y a tener la más cruda y sangrienta guerra civil que en
el mundo ha habido, matándose unos a otros como enemigos crueles y rabiosos
perros, siendo hermanos contra hermanos, y padre contra hijos, y hijos contra
padres, mezclándose la sangre derramada de ellos propios y de su propia patria,
que con palabras no se puede explicar ni encarecer las no pensadas crueldades
que en esta guerra se usaron y acaecieron.
§ 73.
Desbaratados los chichimecas de Texcaltipac de la gran traicion que contra
ellos usaron, se retiraron a sus fuertes con gran ofensa que los contrarios les
habían hecho, hasta que los vinieron a sitiar y poner cerco por todas partes
para acaballos, con gran muchedumbre y pujanza de gentes que contra ellos
convocaron, que necesitaron y obligaron a los chichimecas de tal manera,
que enviaron por socorro a la provincia de Tetzcuco, y a los señores de allí y
otras partes donde tenían amigos capitanes que por su mano habían puesto y
repartídoles provincias en que estaban poblados. § 74. Y ansí,
Colhuatecuhtli, único señor de Texcalla y de Tepeticpac, envió a llamar a
Cipactecuhtli que estaba en las poblaciones de Xicochimalco, y lo fue a llamar
Huitzilacon y Quiltlilxochapanecatl, los cuales no se hallaron en este
combate ni cerco, ni menos Pantzintecuhtli, porque estaban ocupados en las
poblazones de Xalpan y en las de Ytztlotlan. Y el año de nueve pedernal quieren
decir que fue el acaecimiento del cerco que se puso a esta insigne y muy
inexpugnable ciudad de Tlaxcalla, que fue la primera guerra que contra ella se
tuvo, a la cual guerra vinieron a socorrer los tetzcucanos con grandes
ejércitos y poder. Y truxeron por presente a Culhua tecuhtli, un vaso de
alabastro[50]
muy fino que le enviaba por grandeza el señor de Tetzcuco con un capitán
belicoso y valiente llamado Chiname, al cual con sus gentes fueron muy bien y
agradablemente recibidos. § 75. Y estando
fortificado en los riscos de Tepeticpac [F. 39 v.] con muchas albarradas y
fosas, y otros reparos y pertrechos de guerra, y muy grandes y profundos
despeñaderos que tiene la propia sierra de peña tajada, estuvieron
encastillados allí aguardando el fin de que había de tener esta guerra
comenzada. Fue tan grande la fuerza y reparos que los chichimecas aquí
hicieron, y fue su intento hacella con tanta pujanza, que más fue para
inmortalizar su fama y memoria, que para la defensa y resistencia presente, y
porque si en algún tiempo no les sucediese alguna siniestra y contraria fortuna
ver otra cualquier adversidad, como suele acaecer en el mundo a los muy
prosperados y favorecidos de ella. Y ansí puestos en razón de guerra,
aguardaban el fin della, porque su ídolo Camaxtli les tenía asegurados
que habían de ser vencedores de todas las gentes, y que allí había de ser el
principio de su monarquía. § 76.
Señoreando en aquella éra y sazón en la provincia de Huexotzinco,
Xiuhtlehuitecuhtli, como viese que tan prósperamente los chichimecas se iban
apoderando de toda la tierra, y como cada día les venían gente de socorro de
diversas partes y lugares, procuró abreviar la guerra, para lo cual envió por
socorro a los mexicanos tecpanecas, reynando en México todavía Matlalihuitzin[51]: rogándole
Xiuhtlehuitli tecuhtli le enviase socorro contra los chichimecas de Poyauhtlan,
sus enemigos capitales, porque se iban rehaciendo y apoderando con grandes
poderes y fuerzas, y usurpándole las tierras que tenía ganadas, los cuales
estaban con determinación de no parar hasta llegar a los confines de la tierra
y costa del mar; e que no sería razón se les diese tanto lugar, ni que se
apoderasen tanto siendo tan crueles y belicosos como lo eran. § 77. E visto
por Matlalihuitzin rey de México la persuación de Xuihtlehuitli, y de que le
enviase socorro contra[52]
los chichimecas de Texcalla, maravillándose de tan gran novedad y
repentina mudanza, no supo que le responder, hasta que al fin procuró cumplir
con el dicho Xiuhtlehuitecuhtli, y le prometió de enviar socorro como se lo
pedía. Y visto por Matlalihuitl rey de los mexicanos y tepanecas, lo que
contra los chichimecas trataban los de la provincia de Huexotzinco, envió a dar
aviso de ello a los chichimecas, diciéndoles con sus embajadores de esta
manera: § 78. "Ah,
vosotros los poseedores de la alta cumbre de Tlaxcalla, sabed que somos
mensajeros y embajadores del muy gran señor, vuestro[53] sobrino y
pariente, aquel que señorea y tiene en guarda las aguas de la gran laguna de
Tenochtitlan, llamado Matlalihuitzin, os envía a decir y a avisar cómo la gente
trasera[54]
de Huexotzinco y su caudillo llamado Xiuhtlehuitli tecuhtli, le ha
enviado a pedir socorro porque quiere venir sobre vosotros y moveros muy cruda
guerra, e que ruega a este gran señor nuestro, el que a tí nos envía, le
favoresca y envíe gran muchedumbre de gente para que venga en su ayuda contra
vosotros, el cual se la ha prometido y se la piensa enviar, y de tal manera que
no le sea provechosa para ningún efecto, sino tan solamente que haga una reseña
de apariencia de socorro, y no porque hayan de combatir contra vosotros. § 79. Enviamos
a daros aviso, para que de su parte estéis enterados que ni él ni sus gentes os
vendran a ofender; por tanto os ruega [F. 40 r.] con grande instancia que no
seáis contra los suyos, pues no vienen a pelear, sino a hacer una muestra de
cumplimiento para con los de Xiuhtlehuitli, señor de Huexotzinco. Y esto se nos
mandó que os dijésemos a los chichimecas, y que cuando hagáis vuestros
encantamientos, que reservais a los mexicanos, e no les hagáis ningún daño,
como lo hicísteis cuando la gran batalla de Poyauhtlan a la orilla de la
laguna". § 80. Pasado
esto, Culhuatecuhtli Cuanez envió a dar las gracias al señor de México de la
merced y aviso que le había enviado a decir. Y puestos ya en orden para venir
en rompimiento[55]
de guerra, habiendo ganado las voluntades y amigos de sus confederados, y
estando todos juntos en lo más alto de la cumbre de la sierra de Tepeticpac,
entraron a hacer oración en el templo de su ídolo Camaxtli, ante el cual
pusieron muchas cañas de carrizo, jara y puntas de varas tostadas con sus
lengüetas y arpones, y cantidad de nervios y plumas para hacer flechas y
saetas, y puesto esto ahí, invocaron al demonio con muy grandes oraciones,
pidiéndole les favoreciese y ayudase, pues en todo tiempo lo había hecho ansí,
e que agora más que nunca lo habían más menester, pues los suyos propios habían
conspirado y rebeládose contra ellos, lo cual pedían con grandes lloros y
gemidos y ayunos y sacrificios que le hacían. § 81. Les fue
respondido que no temiesen, por el mismo demonio, y les fue revelado que usasen
de una superstición o encantamiento, el cual luego se hizo en esta forma.
Puestos en esta diabólica oración, buscaron una doncella muy hermosa que tenía
la una teta grande, mayor que la otra, la cual trajeron al templo de Camaxtli y
la dieron a beber un bebedizo medicinal, que bebido de ello provocó que la teta
tuviese leche, la cual le estrujaron y no salió de ella más de una sola
gota, la cual pusieron en un vaso que lo llamaban vaso de dios, que tenía la
hechura siguiente. El asiento era redondo y ancho y en medio un remate redondo
a manera de botón en lo alto, que era la copa del vaso a manera de un cáliz,
que tenía el altor de un codo, de madera muy preciada, negra de color del
ébano, aunque otros dicen que era de piedra negra muy sutilmente labrada, de
color de azabache, que la hay en esta tierra y la llaman los naturales teotetl,
que quiere decir piedra de dios. § 82. Sacada
esta leche y puesta en el vaso, y las cañas de carrizo, y las arponadas
lengüetas varas tostadas, puntas, nervios[56] de venado, y
todo junto lo pusieron en el altar y tabernáculo de Camaxtli, y puesto
lo cubrieron con ramas de laurel, y estando en este estado su sacrificio
y diabólica superstición, le ofrecían papel cortado, espinas, abrojos y
picietle, que es una yerba que parece beleño. Y en aquella sazón, los
chichimecas no se sacaban sangre, ni se sacrificaban las carnes, solamente
ofrecían papel blanco cortado y perfumes odoríficos, y codornices, culebras y
conejos, los cuales animalejos mataban y sacrificaban ante su ídolo
Camaxtli. Ansí mismo le ofrecían abrojos y el picietle. § 83. Habiendo
puesto los chichimecas esta superstición en obra, los sacerdotes del
templo y el mayor de ellos que lo llamaban Achcauhtli Teopixqui que era el
sacerdote mayor Tlamacasca achcauhtli, comenzaba a orar y a incensar con
grandes perfumes ante el tabernáculo de Camaxtli, [F. 40 v.] y allí donde
estaba el vaso de la leche, que había destilado de la mujer doncella,
comenzando desde la mañana, y a medio día, y puesta del sol y a media noche, a
todas estas horas incensaban y perfumaban; lo cual se hizo tres días
arreo y naturales y siempre mirando en el vaso y por las saetas si se obraba
algo en ello, en lo cual no vian que hacían ningún efecto sus hechicerías,
antes la gota de leche estaba ya casi seca y marchita y encogida. § 84. E
habiéndose ya de dar el combate otro día, estando los chichimecas muy
acongojados y afligidos, llegó a ver el sacerdote mayor el vaso y las cañas de
carrizo, jara, nervios y puntas de varas tostadas, con seis[57] lengüetas, y
halló que las saetas y arpones estaban fabricadas, y hechas y encajadas en las
cañas, las varas tostadas con sus lengüetas y emplumadas, y el vaso lleno de
espuma a manera de saliba y escupitina, finalmente, espumando aquella leche y
en gran abundancia, que se derramaba el vaso y vertía por todo el altar. § 85. Y en este
tiempo, ya el campo de los huexotzincas y todos los demás sus aliados se habían
puesto en haces, y repartidos sus escuadrones por orden para romper la batalla,
y entrar por los fuertes de los chichimecas con gran osadía y ánimo temerario y
atrevimiento, con espaldas y favor de todo el común y gente plebeya, y demás
parcialidades que habían convocado para la total destrucción de los chichimecas
y de Culhatecuhtli Cuanez su caudillo mayor, sin género de pusilanimidad ni
cobardía, que quieren decir que las gentes que para este efecto se
habían convocado, cubrían los cerros y campos que casi agotaban[58] los ríos y
arroyos por donde pasaban, el cual número no sabré decir porque no he hallado
quien lo pueda saber por noticia ni memoria. § 86. Más, al
fin, se dice que se hicieron grandes escuadrones en esta manera. En los campos
y cerros de Xoloteupan, que es junto al barrio de San Nicolás, y en Totollan,
donde está la iglesia de señor San Juan, y todo aquel llano hasta la puente de
Panotlan, y el barrio de Teotlapan, donde está la ermita de la Purificación, y
el barrio que es agora de San Marcos Contlantzinco; finalmente, que toda la
redondez de la sierra estaba tomada por todas partes para dar el combate a la
sierra de Texcalticpac. § 87. Y a este
tiempo, el socorro de México que venía a los huexotzincas no hicieron más de
hacer una reseña y vista, y se subieron a unas sierras muy altas que se llaman
de Tlamacazcatzinco Quauhtlicpac, que no llegaron al socorro; y puestos
en este puesto y extremo los chichimecas, cercados de tantos enemigos y con
gran riesgo de perderse, otro día siguiente que había de ser el combate
postrero y final de toda la guerra, los sacerdotes y mayores[59] del templo
de Camaxtli fueron al sacrificio, comenzando a hacer sus ofrendas y a perfumar
en su oráculo con los perfumes y sacrificios acostumbrados y diabólicas
supersticiones, y acabado esto, no sin gran turbación, llegaron a ver sus
hechizos y supersticiosos encantamientos, y hallaron que estaban todas las
flechas formadas y en su perfección acabadas, y el vaso de la venenosa leche
lleno hasta arriba, que revertía por todas partes. § 88. Y a esta
sazón, los ejércitos huexotzincas comenzaban con grande y muy altanera[60] gritería y
alarido a combatir contra los chichimecas y a subirles por la sierra, y yendo
por esta orden les salieron al encuentro los defensores de su patria, con la
mayor furia y resistencia que pudieron, y a los primeros [F. 41 r.] golpes y
reencuentros de su combate prendieron a uno de los contrarios y lo llevaron a
sacrificar ante el ídolo Camaxtli, y a ofrecérsele por primicia y ofrenda
sacándole el corazón, abriendo al miserable prisionero por el siniestro
costado, el cual, después de sacado por mano del cruel y carnicero sacerdote el
corazón, lo puso por obvención en el altar del pésimo y horrendo ídolo de
Camaxtli, que aún estaba palpitando el cuerpo y corazón del deventurado
prisionero. § 89. Que aún
no se le habían acabado de enfriar los espíritus vitales y palpitando cuando
fue desollado en un instante y quitado el cuero y puesto sobre uno de ellos
atado y ceñido con sus propias tripas: arrastrando por el suelo los pies y
manoplas del sacrificado, se presentó de aquella forma ante su infernal ídolo,
hecho chipe, que ansí los llamaban a los que hacían esta ceremonia y diabólico
espectáculo, que eran aquellos que se vestían los cueros humanos desollados; y
a este tiempo tocaban sus atambores, bocinas y caracoles marinos, y trompetas
de palos y otros instrumentos de guerra sonoros, con gran estruendo y
ruído, acompañado de aquella inmensa gritería que el coraje y cólera les
causaba, que como rabiosos perros arremetían a sus contrarios, los unos por
vencer, y los otros por defenderse y resistir a sus enemigos: unos contra otros
pugnaban con el mayor ímpetu que podían, y porfiando con el arrebatado furor
que su pasión les encendía, [e] incitaba. § 90. Allí las
piedras duras con las tejidas hondas despedidas, que con tempestuoso estruendo
ofendían, y con sus duros golpes por los aires se despedazaban y deshacían de
los encuentros que se daban; allí el torbellino de las saetas y varas tostadas
que se arrojaban, los brazos desnudos y verbosos con amientos de palo
corvados y duros,[61]
que el claro día escurecían con espesa polvareda quel diáfano y cristalino
aire espesaban, entretejiéndose unos con otros, que los rayos del sol impedían
con su velocidad y furia brava, que el campo belicosísimo asombraban, según la
muchedumbre de tiros y saetas que por los aires volaban con increible ímpetu y
espesura; pues el daño y ofensa que de la una y otra parte se hacían, la sangre
vertida y derramada de los miserables cuerpos muertos y heridos, que por los
cerros y collados corría, que como avenidas de agua llovida puede ser
comparada, que por imposible caso supone[62] poder
contallo.
§ 91. Y a este
tiempo y en la mayor furia del combate, el sacerdote mayor del templo, con
mayor ahinco y eficacia oraba invocando el favor del demonio fiero, y animando
con altas voces a los rústicos capitanes valerosos, diciéndoles que no
temiesen, que el tiempo del vencimiento y de la victoria era llegado, que ya su
gran dios Camaxtli dellos se compadecía. Y diciendo estas insanas, nefarias[63] e ínicuas
exhortaciones, tomó el vaso de la leche que estaba espumeando, y derramándola
sobre aquel que estaba vestido y puesto de la piel del desollado prisionero, y
tomando incontinenti una flecha de las que por arte diabólico se habían
forjado, y tirándola con un arco corvado, grosero y mal formado a sus enemigos;
y luego, al mismo instante, las demás saetas comenzaron a moverse
y salir con gran furia contra la gente enemiga. § 92. Y
comenzando a herir en ellos a grande priesa, se levantó una niebla espesa y
escura que unos a otros no se veían; aquí fue el matarse sin saber cómo, unos a
otros y sin conocerse ni saber con [F. 41 v.] quien peleaban, y ansí
tornados ciegos y turbados con turbación mortal y temeraria, unos se despeñaban
por grandes y profundos despeñaderos, mirando atrás y huyendo, sin saber por
donde iban despavoridos, y otros casos desastrados, no oídos, ni
en el mundo acaecidos, que se cuentan por memorables y hazañosos hechos; que
las barrancas y grandes quebradas quedaban llenas de cuerpos muertos. que las
mujeres de los chichimecas, niños y niñas y viejos imposibilitados,
salían al despojo del sangriento campo, a prender y cautivar seguramente
las gentes que querían, y quedaron tales con este endemoniado hecho, que casi
no escapó nadie que no fuese muerto o cautivo, y los que se pudieron
escapar llevaron tales nuevas, que tenían bien que contar de la rota
eternamente. § 93. Y visto
por los mexicanos el fin de la batalla cruel y lamentable, se volvieron a sus
tierras, desde los cerros de Tlamacazcatzinco, como atrás dejamos referido, sin
querer llegar al socorro por los huexotzincas demandado, lo cual pasó el
año de nueve pedernales según su cuenta.[64] Lo cual dejó
memorado Tequanitzin Chichimecatecuhtli, en unos cantares o versos que compuso
de las hazañas de sus antepasados teochichimecas, primeros pobladores desta
ciudad y provincia de Tlaxcalla. Hállase que en esta edad, que los chichimecas
de aquellos tiempos no tenían más de una mujer, y que no se sacrificaban sus
carnes, ni se sacaban sangre para ofrecer al demonio, como atrás en otra parte
dejamos declarado. § 94. Hácese en
esta historia, memoria de dos batallas, las más famosas, crueles
y lamentables que en el mundo han pasado, que fue la una la de
Poyauhtlan, orilla de la laguna desde Cohuatlichan hasta Chimalhuacan que pasó
en el año de un conejo, y la segunda y última, fue la de
Texcalticpac, que pasó el año de nueve pedernal, memorado por el dicho
Tequanitzin, muy principal hombre y sabio de la cabecera de Quiahuiztlan, de
quien el día de hoy hay sucesores y descendientes en la ciudad de Tlaxcalla,
reputados por muy principales en la república de ella. Y como tal persona que
fue la de Tequanitzin Chichimecatecuhtli, dejó en memoria estas dos guerras
como hombre de fe y crédito; donde sus historias son tan celebradas y
tenidas, inmortalizando la fama de sus antepasados, eternizando su memoria
entre los vivos, desde los siglos pasados y presentes y
advenideros. § 95. Pasada
esta guerra y puesto los chichimecas tan grande espanto en toda esta máquina
del Nuevo Mundo, pretendieron tener su amistad todos los comarcanos e de no
enojarlos más. Y ansí fue que luego se confederaron con los tepanecas, culhuas
mexicanos y aculhuaques tetzcucanos, de que no se enojarían unos a otros; lo
mismo sucedió con los huexotzincas, chololtecas y tepeaqueños, y con los
quauhquecholtecas e itzucanos, y con los de Quauhtinchan, y totomihuaques, y
con los chochos pinumes tecamachalcas, y quecholtecas de Quecholac y con los de
Tecallimapan, que por otro nombre se llamaban los de Tecalco y lo mismo fue con
los de Teohuacan y cozcatecas de Cuzcatlan y Teotitlan, sin otras gentes de
otras provincias de los ulmecas, tzacuhtecas, yztacymaxtitlanecas, [F. 42 r.]
tlatlauhquitepecas, tetellacas, zacatecas. § 96.
Finalmente, tuvieron paz con todas estas gentes destas provincias y naciones
muchos tiempos, sin tener ninguna refriega, y se trataban y contrataban entre
sí con toda pacificación y amistad. Y habiendo este asiento y
conformidad universal, tuvieron lugar de hacer sus poblazones y repartimientos
de tierras y provincias, haciendo sus límites y mojoneras de lo que cada
provincia había de tener, para lo cual señalaban ríos y sierras y cordilleras
de serranías grandes, haciendo sus compartimientos según y como y de la manera
que cada legión y capitanía lo merecía o le había caido en suerte, poblando en
las mejores partes que podían, y según sus méritos y deméritos, o calidades de
las personas. § 97. Y Puestos
en esta continuación se fue hinchiendo[65] la
tierra toda, en tanto crecimiento, que en trescientos años ocuparon toda la
tierra desta Nueva España y Nuevo Mundo de mar a mar, desde la costa
del sur hasta la del norte, y desde las partes del poniente hasta la costa de
oriente, que es hacía Tabasco, Champoton, Yucatán, Campeche, Cozumel, hasta las
Higüeras, quedando otras muchas provincias sin podellas nombrar, como son las
de Cohuatzacoalco, Cempohuallan, Nauhtlan que es agora donde llaman Almería,
Tonatiuhco, Tozapan, Papantla, Achachalintlan, la provincia de Meztitlan y toda
la Huaxteca de Pánuco, hacia la parte del norte en cuanto a nuestro centro; que
para ir nombrando todas estas provincias, sería gran prolijidad, y ansí
evitaremos lo más que pudiéremos, de manera que se ha de entender que estas
poblazones se hicieron en toda esta Nueva España, que se entiende en todo lo
descubierto de este Nuevo Mundo, y ansí se ha de comprender. § 98. Dejadas
estas provincias en su tranquilidad y quieta paz, volveremos en lo que toca a
la ciudad y provincia de Tlaxcalla, que es de donde particularmente hacemos
nuestra relación. Habiendo pues poblado los chichimecas en los riscos y
peñascos, que quieren decir en lengua nahua, Texcalticpac o Texcalla, que
andando el tiempo se vino a llamar Tepeticpac Texcallan y más adelante se
llamó Tlaxcallan, como a los principios de esta relación dejamos relatado, que
ésta fue y en este lugar la fundación de este reyno y provincia; siendo señor
único Culhuatecuhtli de los texcaltecas, y éste teniendo un hermano menor que
se llamó Teyohualminqui Chichimecatecuhtli, bajó,[66] de
Tepeticpac Texcalla, a Ocotelulco que quiere decir en el barrio alto del
pino o en el altozano del pino, y la casa que pobló se llamó
Culhuacan Tecpan en memoria de Culhuacan, de donde vinieron. § 99. Y ansí el
primer señor se llamó Culhua Tecpanecatl Quanex, Teyohualminqui,[67] con
el cual hermano partió hermanablemente la mitad de toda la provincia de
Tlaxcalla y de todo lo que se había ganado y poblado, y por consiguiente,
partió con él dandole una parte de las reliquias de Camaxtli Mixcohuatl, que
eran sus cenizas, de las cuales ansí mismo quedaron parte de ellas en la ciudad
de Huexotzinco cuando se quedaron a poblar en aquella provincia los
chichimecas, como atrás dejamos tratado, de las cuales cenizas
hablaremos adelante en lo que vinieron a parar después de la venida de Cortés y
sus ilustrísimos españoles fieles y leales [F. 42 v.] amigos y comilitones
suyos. Habiendo pues dado Culhuatecuhtli Cuanez a su hermano la mitad de todo
lo que había ganado, bajó a gobernar sus gentes con gran prudencia al barrio de
Culhuacan Tecpan Ocotelulco,[68]
quedando el reyno de Culhua dividido en dos partes. Fue tan valeroso por sí el
dicho Teyohualminqui, que por su persona supeditó y avasalló la mayor parte de
esta provincia de Tlaxcalla, que en muy breve tiempo se hizo mayor señor que
Colhuatecuhtli su hermano, y de tal manera prevaleció, que olvidada la fama de
Culhuatecuhtli vino este a ser tenido por mayor señor, el cual por
su fin y muerte le sucedió su hijo Tlailotlac Tetzpatzin, que se llamó
Tlacatecuhtli, el cual gobernó con gran benignidad sus gentes, sin ninguna
discordia ni alteración, aunque en sus tiempos ovo muchos acaecimientos, de los
cuales no trataremos por evitar prolijidad y también por abreviar. § 101. Este
Tlailotlac Tetzpantzin después de sus días, por su fin y muerte, dejó a
Acatentehua su hijo, en el reyno señorio de Culhuacan Tecpan Ocotelolco,
el cual fue uno de los belicosos y más temidos príncipes que obo
en aquellos tiempos, porque demás que él sustentó todo lo que sus antepasados
habían ganado, él se dió tal maña, que con sus astucias y mañas hizo grandes
asientos y parcialidades entre los suyos, de tal manera, que les ganó
grandemente las voluntades haciéndoles grandes repartimientos de tierras
y otras dádivas y franquezas, de tal suerte que siempre vino en gran
prosperidad y mando en la mitad de lo que le fue dado de la provincia de
Tlaxcalla. Y habiendo gobernado más de cincuenta años, siendo ya viejo de
ochenta y de más edad, vino a ser tan gran tirano y soberbio, que la
gente plebeya vivian muy desconteto con él, que no podían sufrir sus
tiranías y crueldades. § 102. Y
sentido su disgusto por Tlacomihua, señor del barrio de Ocotelulco,[69] indujo así
con mañas y negociaciones muchas gentes con ánimo determinado, a la mayor parte
de las parcialidades, a que conspiraran contra Acatentehua su principe, señor y
primer rey, e que para ello les daría favor y ayuda. Tanto pudieron las
palabras de adulación con que les habló, y tanta fuerza tuvo la voz universal
del pueblo, que viendo tan buena ocasión no quisieron dilatar su comenzada
conjuración, que alterados todos, y puestos en armas, sin saberse entre los
allegados, deudos y parientes de un tan gran príncipe y señor, fueron a su casa
con mano armada, con voz de libertad le dieron de macanazos, ejecutando su
tiránica alevosía y ambición hasta que le acabaron. § 103. E
después de muerto, le hicieron muy grandes obsequias según sus
costumbres y le quemaron sus carnes y cuerpo y recogieron sus cenizas y las
pusieron en un relicario. Y antes que su traición fuese entendida,
fueron a las casas de los más principales amigos y parientes del desventurado
rey, con los cuales hicieron lo propio, matándole los hijos y sobrinos, y los
más cercanos parientes que tenían hasta la quinta generación, porque no
quedasen reliquias de su esitrpe ni descendencia porque que
en algún tiempo no pretendiesen restitución de su reyno. Más con todas estas
prevenciones quedaron dos hijos suyos pequeños, que unas amas que los criaban
los escaparon, huyendo en trajes de mujercillas pobres y viles: [F. 43 r.] los
lleváron a criar por entre gente pobre fuera de poblados[70], por las
heredades y campos y lugares pequeños. § 104. Que después
que vinieron a ser mocitos, como fuesen de tan ilustre sangre, su
naturaleza no apetecía la rusticidad del campo, antes inclinándose a cosas más
altas, porfiaron tanto con las amas que los habían criado, los pusiesen en
servicio de algún señor, lo cual hicieron ansí con gran temor, entendiendo que
los matarían; y fue su ventura y suerte tal, que habiendo compasión de ellos
Tozcopile, persona muy principal en aquellos tiempos, los recibió en su
casa y crió como a hijos, entendiendo quienes eran, y este mismo les hizo
restituir alguna parte de sus tierras y señorio, que el día de
hoy viven muchos que descienden de ellos. § 105. Hecha y
ejecutada traición tan atroz y atrevida y temeraria, y salida con
ella, sucedió en este reyno Tlacomihua, señor de Ocotelulco, principio de los
Maxixcatzi. Muerto Tlacomihua, le sucedió en el estado su hijo Xipincoltzin Cuitlizcatl,
y de este Xipincoltzin Cuitlizcatl le sucedió Hatlapaltzin
Cuitlizcatl,[71]
el cual vivió poco porque su hermano Tlepapalotzin lo mató. Muerto
Tlepapalotzin sucedió en el reino Maxixcatzin,[72] en cuyo
tiempo vino Fernando Cortés. Y fue cristiano leal, amigo de la cristiandad y
fidelísimo señor, amparo y defensa de los españoles, como constará por los
crónicas y escrituras que habrán hecho los historiadores y cronistas que
de ello habrán escrito copiosamente. § 106.
Tiranizado el reyno de Acatentehua, luego ovo bandos y disenciones sobre quien
habrá de señorear y ser tenido por príncipe de Culhuacan Tecpan Ocotelolco,
porque como Acatentehua tuviese muchas hijas casadas con principales y señores
de esta república, estaban los yernos amotinados de tal manera, que no
prestaban consentimiento a que Tlacomihua reinase en paz, hasta que restituyese
a los hijos de Acatentehua alguna parte de su reyno y señorío, lo cual hizo y
concedió que ansí fuese; y para complacer a todos, dividió y repartio grandes
repartimientos a todos los más que tenían parentesco con el dicho Acatentehua,
y de lo mucho que tenía repartido en muchas personas, todos tuvieron poca
parte, y con esto se aplacaron. Y quedaron descendientes de Acatentehua por
línea recta, pobres, aunque son principales y señores, y por tales estimados y
tenidos, y aún los más principales de esta provincia se precían de que vienen
del linaje y sucesión de Acatentehua. § 107.
Finalmente, que desde Tlacomihua hasta Maxixcatzin Tianquiztlatoatzin que halló
Cortés, tuvo su reinado; y desde Maxixcatzin sucedió don Lorenzo Maxixcatzin,
el cual murio en España, yendo a dar la obediencia al Emperador don Carlos, rey
nuestro señor: y por su muerte sucedió su hermano don Francisco
Maxixcatzin Acuacuatzin, que por no tener hijos le sucedió después de sus días
en el señorío un sobrino suyo, hijo de su hermana, que se llamó don Juan
Maxixcatzin Oltzetzeliuhcatzin,[73]
el cual dejó después de su fin y muerte, dos hijas suyas habidas
en dos mujeres, con quien fue casado en haz de la santa madre iglesia, y por
ser mujeres no han heredado, porque tienen contingencia sobre [F. 43 v.] quien
ha de heredar esta cabecera,[74]
porque antiguamente no heredaban las hijas los mayorazgos, sino los hijos
varones, porque las hijas casaban con señores y personas que no tuviesen
necesidad, y ansí no les daban dotes, ni menos los mayorazgos por ellos
vinculados, jamás se dividían, porque tan solamente eran obligados a alimentar
a todos los hermanos y parientes de aquella casa, y ansí perpetuamente no se
deshacían, y se conservaban en sus buenas y loables costumbres, y permanecían. § 108. Tornando
a la sucesión de los Maxixcatzin, convienenos decir de su descendencia y
prosapia, porque algunos lo tienen en opinión de advenedizos, de escuro y bajo
linaje. Lo que pasa en este caso es que, como atrás dejamos tratado, cuando los
chichimecas vinieron poblando desde la laguna de Poyauhtlan, después de aquella
gran guerra que tuvieron con los de México, vinieron rodeando el volcán y
poblando muchas tierras y provincias, y dejando gentes, y con ellas caudillos
muy principales; como en efecto ansí fue, se quedaron en Cholollan gran
copia de gentes pobladas, y entre ellas chichimecas muy calificados y
principales de mucha cuenta. § 109. Y
habiendo pues, dado orden y asiento en aquella provincia como en todas las
demás, y habiendo paz universal en toda esta tierra, después de la gran
destrucción y estrago que los chichimecas hicieron contra todos aquellos que
los quisieron destruir, estando en Texcalticpac y habiéndose todo apaciguado en
su tranquilidad y sosiego y estando olvidado de sus pasiones, se
salieron de Cholollan algunas parcialidades de gentes y se vinieron a vivir a
esta provincia de Tlaxcalla: entre ellos se vino al barrio Tecuitlizco,
Tecuhtotolin, padre que fue de Xochihua Memeloc, del cual procedió
Tlacomihuatzin, y de Tlacomihua sucedió Hatlapaltzin Cuitlizcatl: éste vivio
poco porque lo mató su hermano Tlepapalotzin, y luego sucedió
Xipincoltzin,[75]
y Xipincoltzin, después de sus días dejó a Maxixcatzin su hijo.
Maxixcatzin tuvo dos hijos y una hija. § 110. Los dos
hijos que fueron don Francisco Aquaquatzin y don Lorenzo, el cual murio en
Castilla, habiendo dado obediencia al Emperador don Carlos, rey de Castilla.
Vino el marqués en tiempo de este don Lorenzo Maxixcatzin, y don Francisco
su hermano sucedió en el señorío porque no[76] tuvo hijos,
[y] por su muerte sucedió en la cabecera don Juan Maxixcatzin Oltzetzeliuhcatzin
como arriba dejamos dicho. Finalmente, queste fue el principio y origen que
tuvieron los Maxixcatzin, que aunque de buena descendencia, habían sido
advenedizos de la provincia de Cholollan, y recibidos por vecinos en esta
ciudad de Tlaxcalla y por huespedes de Acatentehua tecuhtli; y al cabo quedaron
por señores hasta la venida de Cortés, que halló en el gobierno de la cabecera
de Ocotelulco a Maxixcatzin Tianquiztlatohuatzin, por divina providencia, y le
fue muy fiel amigo y de todos sus comelitones, como es notorio. § 111. Habiendo[77] dado fin a
lo tocante a la cabecera de Ocotelulco del señorío de Maxixcatzin, que [F. 44
r.] fue la segunda, tornaremos a tratar de la primera de Culhuatecuhtli Quanez,
señor de la cabecera de Texcalticpac Tepeticpac y por otro nombre Texcalla, y
después Tlaxcalla. A Culhuatecuhtli le sucedió en el señorío su hijo Teiztlacohuatzin,[78] el cual
gobernó con mucha quietud y paz en el reino de Tepeticpac, y después de sus
días dejó en él por sucesor a Homacatzin, el cual vivió muy poco tiempo,
porque como era hombre de guerra, yendo a una entrada con su gente murió en
ella; más quedo en su lugar Tlehuexolotzin su hijo, que por otro nombre se
llamó Tlacazcaltecuhtli: a éste halló Fernando Cortés, que ansí mismo lo
recibió de paz y le hizo buen acogimiento. Después de muerto Tlehuexolotzin, le
sucedió don Gonzalo, que fue muy buen cristiano como a su tiempo diremos de su
muerte y buen acabamiento, y a éste sucedió don Francisco de Mendoza su hijo, y
éste don Francisco dejó a otro don Francisco, también su hijo, bisnieto
de Tlehuexolotzin: de éstos han quedado dos niños, quel uno se llamó don Diego
y el otro don Leonardo, que hoy viven. § 112. Pues
estando este reyno dividido en dos partes con la muerte de Acatentehua
tecuhtli, señor que ovo sido de Culhuacan Tecpan Ocotelulco, con las
disenciones y discordias de su muerte resultaron grandes trabajos en su
reyno: se dividió Tzonpane de la cabecera de Ocotelulco. Aunque todos bajaron
de Tepeticpac, más éste hizo barrio de por sí, y ansí bajo a Teotlalpan, donde
está el día de hoy una hermita de Nuestra Señora de la Purificación, donde
vivió muy sosegado con sus gentes y amigos que le quisieron seguir, y
gobernando muchos años sin ninguna contradicción, y ansí fue en crecimiento su
poblazón y en grande aumento. E habiendo pasado el discurso de su vida con
mucha quietud, le sucedió en aquel gobierno Xayacamachan su hijo, que por otro
nombre, después de armado caballero, se llamó Tepolohuatecuhtli. § 113. Este
gobernó con mucha cordura, y con su buena industria ilustró tanto su barrio,
que casi competía con Tepeticpac y Ocotelulco en grandeza y prosperidad; y como
fue en tan gran crecimiento su negocio, luego se introdujo la envidia, y con
acervo atrevimiento e ingrata imaginación de los suyos, conspiraron contra él,
que estanto salvo y seguro le dieron muerte cruel y lo acabaron, y a todos sus
parientes hasta la quinta generación, que ésta era la costumbre que tenían para
castigo de los que eran traidores, y lo mismo se hacía contra aquellos que
vivían gobernando en daño de la república. § 114. Muerto
Xayacamachan Yaotequihua Aquiyahuacatl, que por su fin sucedió en el señorío
uno que era llamado Zozoc Aztahua Tlacaztalli, y pasó el gobierno y
reino de Culhuatecuhtli Cuanez en triunvirato, que de un reyno se dividió en
tres partes. Y este Aztahua Tlacaztalli pasó en lo alto de Tizatlan su señorío,
donde hasta hoy ha durado y permanecido, que es la tercera cabecera de
Tlaxcalla, llamada la cabecera de Tizatlan. A este Aztahua Tlacaztalli,
después de sus días, le sucedió Huitlalotecuhtli; más éste vivió muy poco, que
casi no hay memoria de él. Muerto Huitlalotecuhtli, sucedió Xayacamachan, hijo
de Aztahua, que tomó el nombre de Xayacamachan, el primero que mataron, el cual
gobernó con mucha felicidad y se hizo muy gran señor, que fue muy temido y
reverenciado de los suyos en la parte de Tizatlan, el cual dejó su república
[F. 44 v.] puesta en gran razón y concierto. § 115. Por su
fin y muerte sucedió Xicotencatl, persona valerosisima, que por su persona hizo
grandes cosas en las guerras que se le ofrecieron en sus tiempos, el cual vivió
más de ciento y veinte años, y éste halló Fernando Cortés y le hizo muy grande
recibimiento, porque entro por sus tierras, y se las hizo llanas y seguras
hasta que le metió en Tlaxcalla y le aposento en sus propias casa y palacios.
Este fue le primer cristiano que recibio el bautismo en esta provincia
de Tlaxcala y se llamó don Lorenzo Xicotencatl; aunque todos los cuatro
señores de todas las cuatro cabeceras se bautizaron en un día. Este era tan
viejo, que quieren decir que para poder ver a Cortés y a los españoles, que le
alzaban los párpados de los ojos. § 116. Tuvo
este Xicotencatl muchos hijos, hombres valerosos y armados caballeros,
porque tuvo más de quinientas mujeres y mancebas, y no era posible menos sino
que tuvo muchos hijos, y ansí el día de hoy, la mayor parte de los principales
de Tlaxcalla proceden del linaje de Xicotencatl. Este después de cristiano, no
vivió tres años cabales, y le sucedió Axayacatzin Xicotencatl su hijo, aunque
tuvo el gobierno antes que el padre muriese mucho tiempo, por estar tan viejo e
imposibilitado. Este murió ahorcado en Tetzcuco, porque se volvió de la guerra
de México, yendo con Cortés por general de su gente, el cual, teniendo amores
con una cacica muy principal señora, no pudiendo sufrir tan gran ausencia, se
vino de la guerra, y lo mismo hizo otras dos veces que le fueron perdonadas. § 117. No curó
de mirar en lo más importante, que yendo últimamente contra los mexicanos se
volvió, y Cortés quejandose a la república de Tlaxcalla, que cómo se usaba con
él tal traición, en que se volvían de la guerra los más principales capitanes,
que no podía entender sino que era traición la que contra él se trataba para
entregalle a sus enemigos; y que sino fuese esto, que este caballero
Xicotencatl había cometido traición y grande delito. Que los españoles que tal
cometían, que morían por ello: que mirasen lo que les parecía y lo que en este
caso debían hacer, y que le diesen nueva seguridad de la amistad y palabra que
le habían dado. § 118. Visto
por los señores de Tlaxcalla querella tan formidable de Cortés y la razón que
tenía, le respondieron con los embajadores que enviaron, diciéndole que
ellos estaban tan confusos y admirados de cosa tan mal hecha, que si en sus
costumbres y leyes de guerra hallaba que tenían pena de muerte los que en
semejantes tiempos dejaban a sus capitanes, que la misma ley era la suya, y aún
más rigurosa; y que por tanto que allá se lo enviaban preso, que él hiciese lo
que más convenía según costumbre de guerra, y mandase ejecutar la justicia en
él para que le fuese castigo, y a los demás ejemplo. Y esta sentencia final dió
Maxixcatzin, porque en efecto le tenía por de mal pecho y por traidor. § 119. Porque
cuando vino desbaratado Cortés de México, y enviando los principes mexicanos a
las cuatro cabeceras y universidad de Tlaxcalla diciéndoles que acabasen de
matar a los cristianos, y que no consintiesen gente tan extraña y belicosa
entre ellos, porque les venían a tiranizar y sujetar su monarquía, y a usurpár
[ F. 45 r.] sela debajo de engaño, con decir que eran caminantes y que iban de
pasada a otras tierras, que mirasen lo que hacían, y que si los acabasen de
matar, que ellos partirían la mitad del imperio con Tlaxcalla, y que habría paz
perpetua entre ellos. Y entrando en consulta, siempre Maxixcatzin fue de
contrario parecer, y este Xicotencatl Axayacatzin estuvo en que se hiciese y
concediese lo que los mexicanos pedían: de lo cual, enojado Maxixcatzin, le dió
de rempujones y le hizo venir rodando por unas gradas abajo, diciéndole
palabras de gran vituperio. Y teniéndole guardada ésta; y viendo su mal respeto
en haberse vuelto de la guerra, fue de parecer que muriese, y ansí preso y a
buen recaudo de consentimiento de su padre Xicotencatl, que aún no era muerto:
aunque decimos que le había sucedido en el gobierno este Axayacatzin, es porque
le tenía por coadjutor y por estar imposibilitado como estaba, gobernaba por el
padre. § 120.
Finalmente, Cortés tuvo a mucho negocio tan arduo e importante caso,
porque así convenía; y como los de Tlaxcalla sus leales[79] amigos
concedieron con su voluntad, y vista tan buena ocasión para hacerse temer, le
mando ahorcar en la ciudad de Tetzcuco a vista de todo el campo y señores de
aquel reino, que no puso poco espanto tan gran atrevimiento, en tierras tan
remotas cometer osadía de tan gran temeridad, en ahorcar a un hijo tan querido
de Xicotencatl. Más como las cosas eran guiadas por dios y conocida por Cortés
su ventura y dichosa suerte, a ninguna cosa que acometía tenía por imposible,
que los oráculos con su venida enmudecieron, y los encantamientos y ponzoñas ni
las yerbas mortiferas, no tuvieron fuerza para contra el pueblo cristiano, ni
menos la muchedumbre de gentes pusieron espanto [a] aquella pequeña suma de
cristianos, que confiados en su verdadero dios, todo se les hacía facíl y todo
el universo mundo para atropellar y conquistarlo en una hora, no tuvieron en
nada, y como son secretos de dios, ninguno puede comprenderlos y ansí lo
dejaremos para solamente loarle con sempiternas gracias. § 121. Muerto
Axayacatzin Xicotencatl sucedió en el señorio Teutlipil Ytzehecatzin, el cual
ansimismo vivió poco, y por fin de éste sucedió su hermano Motenehuatzin
Xicotencatl: éste fue con Nuño de Guzmán a la guerra de Xalixco, que llaman la
Nueva Galicia de Compostela, el cual murió en la guerra de Culhuacan, que por
otro nombre se llamó Tlamacaztecuhtli. A este Motenehuatzin Tlamacazcatecuhtli
después de su muerte, sucedió en la cabecera de Tizatlan un sobrino suyo, hijo
de Itzehecatzin su hermano, el cual se llamó don Luis Xicotencatl y vivió muy
poco tiempo. Este dejó un hermano que se llamó don Bernardino de Escobar, a
quien venía de derecho la casa y señorió de Tizatlan; más sucedió en la casa y
estado don Juan Quauhxayacatzin Xicotencatl, hijo bastardo de Xicotentcatl el
viejo, y al tiempo que murió dejó en el señorió a don Juachin de la Cerda su
hijo; y Juachin de la Cerda dejó a Doña Francisca de la Cerda su hija, la cual
después casó con don Leonardo Xicotencatl, nieto de Itzehecatzin Xicotencatl,
hijo de don Bernardino de Escobar, que hoy viven. § 122. Los
cuales casaron por concierto, y porque se tenía sospecha que [F. 45 v.] don
Juan Quauhxayacatzin, ni su hijo don Juachin de la Cerda, no poseían con buena
conciencia el estado, y por quitalles de contingencia se dispensó con ellos, y
poseen juntamente la casa de Xicotencatl; aunque se ha de advertir, que en sus
antiguos ritos y costumbres, como un padre tuviese tres o cuatro hijos nunca
sucedían derechamente, sino aquellos hijos que más aceptos estaban en la
república, y especialmente que era costumbre y ley muy usada que los hermanos
iban sucediendo en las herencias y estados hasta que todos se acababan, y
después tornaban a heredar los hijos de los hermanos mayores, y por esta orden
seguían sus herencias. § 123. Y esto
alegaba don Juachin Xicotencatl Quauhxayacatzin, quel era hermano menor
de los hijos de Xicotencatl, y que él había de gozar del señorio de Tizatlan,
como le gozó con buena conciencia; en lo que erró fue que no había de dejar por
heredero a don Joachin su hijo, sino que volviese la sucesión a los hijos del
hijo mayor, y a esto respondía que ya vivía en la ley de dios, y que conforme a
las leyes y fueros de España y de la cristiandad, que los dejaba a su hijo don
Juachin. Finalmente, que para atajar razones se celebraron estos
casamientos, y de hoy en adelante se guardará la sucesión según nuestras
antiguas leyes, aprobadas por tan santas y cátolicas leyes como lo son. § 124. Hemos
tratado de la sucesión de los Xicotencas copiosamente: razón será que tratemos
de la cuarta parte de Tlaxcalla, que será de la cabecera de Quiahuitztlan, que
no menos valor tuvieron que las demás cabeceras, ni menos origen ni principio.
Es de saber que como los chichimecas, primeros pobladores, vinieron poblando
por Amaquemecan y vinieron rodeando las faldas de la Sierra Nevada y volcán,
algunos de ellos siguieron la vía del norte, y fueron a poblar las tierras de
Tullantzinco y demás provincias de aquella sierra, como atrás dejamos referido.
Algunas cuadrillas y legiones se quedaron en la provincia de Tepetlaoztoc, que
es una legua de Tetzcuco, hacía la parte del norte, donde hallaron muy grandes
cuevas en que vivir. § 125. Y ansí
se llama Tepetlaoztoc, porque quiere decir en la lengua nahua mexicana, en las
cuevas de la tosca[80];
y allí poblados, pasaron adelante sus capitanes más principales, y caminando
llegaron a la provincia de Tlaxcalla, en la cual hallaron poblados a sus amigos
los chichimecas, que vinieron rodeando las sierras nevadas y volcán, y hallando
pobladas y ocupadas tan buenas y fértiles tierras, trataron con Culhuatecuhtli
Quanez les acomodase en alguna parte de lo mucho que tenían. Culhuatecuhtli,
señor universal de toda la provincia de Tlaxcalla y de Texcaltipac, les dio
cómodamente lo que fue necesario para su poblazón; de suerte que tuvieron
conocido lo que habían de poseer, y esto les concedió antes del gran cerco que
se les hizo por los huexotzincas, porque se hallaron en Texcalticpac a la
defensa de su patria. Y luego como pasó la refriega, se fueron a poblar la
parte de Quiahuitztlan, que es la cuarta cabecera de Tlaxcalla, que dicen de
Citlalpopocatzin. § 126. Y el
primer señor de ella fue Mizquitl, al cual le sucedío Timaltecuhtli, y este le
sucedió Tozcoyohuatecuhtli; y a éste le sucedió [F. 46 r.] Cohuatzintecuhtli, y
[a] Cohuatzintecuhtli le sucedió Quetzalxiuhtzin, y a Quetzalxiuhtzin le
sucedió Zacancatzin, que no reyno más de un año, y por su fin y muerte
le sucedió Iyactzin, y a este Yyactzin le sucedió Citlalpopocatzin. Llamóse
Citlalpopocatzin, porque cuando nació se vió en el cielo un cometa muy grande y
espantoso que echaba grande humo de muy gran cola. En tiempo en que éste
reynaba vino Hernando Cortés, que ansí mismo le fue leal amigo y de todos los
cristianos, y ayudó en la conquista contra los mexicanos valerosamente. El cual
después de sus días quedó en el gobierno de esta cabecera Quetzalcohuatecuhtli;
y a éste sucedió Tlaltuchtzin Temilotecuhtli, llamado don Antonio.
Muerto don Antonio sucedió don Thomás de Santa Cruz, y porque fue incapaz para
el gobierno, le sucedió don Julián Motolinía, y a éste le sucedió don
Antonio de Luna Omacatzin, que hoy vive.[81] § 127. Hase de
advertir aquí, que al principio y origen de este señorío y cabecera, fueron
heredando[82]
por línea recta y derecha sucesión, hasta Xipantecuhtli y hasta
Citlalpopocatzin, y como fue la herencia sucediendo en hermanos, cuando vino a
dar la vuelta, que habían de heredar los hijos del primer hermano, hubo
discordias; donde allí en adelante como eran todos primos y hermanos, acordaron
que sucediese el señorió por elección como fuese la elección entre los mismos
pretensores e interesados, y esto se ha venido guardando y observando hasta
hoy. Finalmente, que con esto he acabado de tratar la descendencia de las
cuatro cabeceras de Tlaxcalla, reinos y señoríos, que no fue otro nuestro fin,
aunque para mayor claridad quiero ponerlo por más extenso, porque no se
escurezca su memoria por la venida de los cristianos y primeros españoles. Principio y
origen del señorío y reyno de Tlaxcala y de los primeros fundadores. § 128. La
primera fundación fue la cabecera de Tepeticpac, la cual fundó y pobló el único
señor y rey llamado Culhua Quanez, que fue el primer señor de los
teochichimecas que quiere tanto decir como divinos teochichimecas texcaltecas,
venidos de las partes del poniente en cuanto a nuestro centro, de muy lejanas
partes desde las Siete Cuevas, pasando grandes desiertos, montañas, ciénegas y
ríos y otros trabajos y peregrinaciones. Sucedió al dicho Culhua Quanez
en su señorío Atexcali huehue, y a Texcalli huehue Pantzin tecuhtli, a
Pantzin tecuhtli Cocohtzin, a Cocotzin sucedió Teiztlacohuatzin, a
Teiztlacohuatzin sucedió Umacatzin, y este Omacatzin murió en una guerra
contra mexicanos, y sucedió en su señorío Tlehuexolotzin Tlacaztalli
tecuhtli; y reynando éste en su cabecera con felice estado llegó Cortés, en
cuyo tiempo se ganó y conquistó la tierra. Por fin y muerte de
Tlehuexolotzin sucedió en la cabecera don Gonzalo su hijo Tecpanecatl
Tlachpanquixcatzin, y a éste don Francisco de Mendoza su hijo, que es en
nuestros tiempos.[83] § 129. La
cabecera de Ocotelulco. Llegados que fueron los teochichimecas los segundos
pobladores de estas tierras y de la provincia de Tlaxcalla, según sus historias
antiguas, porque echaron [F. 46 v.] de ellas a los ulmecas y xicalancas, luego
que Culhua Quanez pobló en Texcalticpac, partió con un hermano suyo, hizo
división de la tierra nuevamente poblada y ganada, dándole el señorío de toda
la mitad de ella para que en ellas poblase sus parientes y amigos y comilitones
suyos, como en efecto pobló con gran pujanza y poder poniendo sus leyes y
estatutos como señor absoluto y poderoso, el cual fue llamado Cuicuitzcatl teochichimecatl[84] haciendo su
fundación en Ocotelulco, en la casa antigua llamada Tecpan que quiere decir los
palacios reales, y alcazar[85]
y casas del señorío. § 130. A éste
sucedió Papalotl, y a Papalotl sucedió Culhua Teyohualminqui: que todos estos
vivieron poco tiempo, y al fin vino a suceder en esta casa de Tecpan Ocotelulco
Acatentehua tecuhtli tlatohuani, que siendo muy viejo y habiendo reynado
dichosamente más de cincuenta años, y siendo de más de ochenta años, por
envidia conspiraron contra él y le mataron en voz de que era tirano, por
usurpalle su señorío, e después de muerto, que estando quieto en su casa y
reino llegaron los conjurados con ocasión de que iban a visitar lo
mataron a porrazos al miserable rey, tan querido y amado de los suyos, en tanta
ancianidad que causó gran turbación en la república. Y sin entender lo que
fuese no sabían a que bando acudir. Andaban las gentes por toda la ciudad tan
turbados que el alarido de las mujeres y niños era tan grande que no sabían qué
se hacer. Hecho esto los matadores tiranos prendieron a sus hijos y hijas y
mujeres quanto pudieron haber de su generación y a todos los pasaron a
cuchillo hasta la cuarta y quinta generación. Y con todo esto escaparon
algunos niños de cuna, hijos del dicho Acatentehuatzin que hoy viven, y son
respetados por señores aunque pobres. § 131. Hecha
esta crueldad y tiranía, los señores de la casa de Texcalticpac acudieron al
socorro y venganza de esta crueldad algunos amigos y deudos suyos; más
por no derramar más sangre patricia de la que había derramada, considerando que
lo hecho no tenía medio sino aplacar los negocios pasados, fue apaciguada la
república con los mejores medios que pudieron quedando[86] el
señorío de Tecpan Ocotelulco en Cuitlizcatl Tecuhtotolin, por cuyo
nombre se llamó la casa de Cuitlizco. Este Cuitlizcatl Tecuhtotolin vivió como
un año en el señorío, y le sucedió Xochua tecuhtli Memeloc.Estos que
conspiraron contra el señor Acatentehua tecuhtli eran advenedizos de Cholollan,
que habían sido recibidos por huespedes de este señor como a deudos y
parientes suyos que habían quedado poblados en Cholollan: les hizo amistad, e
como fuesen gente belicosa que no se contentaba con poco, procuraron con
halagos pasarse a esta provincia con ánimo ambicioso por señorear en tan buena tierra,
procuraron con dádivas y buenas astucias y mañas, ganar la voluntad de muchos
tiranos para poner en ejecución sus sediciosos[87]
propósitos, como lo hicieron. § 132. A Xochua
Memeloc sucedió en el señorío Tlacomihuatzin, el cual tiranizó de todo punto el
señorío de Tecpan Ocotelulco, y lo gobernó en paz sin ninguna contradicción,
siendo rey y señor absoluto de toda la cabecera de Ocotelulco. A éste sucedió
Maçatzin Chichimecatltecuhtli, y de este sucedió Xipincoltzin Cuitlizcatl y de
este sucedió [F. 47 r.] Maxixcatzin su hijo, en cuyo tiempo llegó Hernán
Cortés: y deste sucedió en el estado don Lorenzo Maxixcatzin
Tianquiztlatohuatzin, señor del mercado, el cual murió en los reynos de
Castilla yendo a besar las manos al emperador don Carlos Quinto, y a dalle la
obediencia. Y Por su fin y muerte, por no dejar hijos, le
sucedió don Francisco Maxixcatzin Acuacuatzin, y por no dejae hijos el dicho
don Francisco, le sucedió don Juan Maxixcatzin Ultzetzliuhcatzin su sobrino,
hijo de Ullamanitzin, señor del barrio de Atlanmaxac y de una hermana suya, que
es en nuestros tiempos.[88] § 133. La
cabecera de Quiahuiztlan llamada Tlapitzahuacan, se gobernaba por elección
porque eran muchos señores deudos hijos de hermanos, y por evitar discordias,
se elegía por ellos el que los había de gobernar, y estos gobiernos eran de por
vida. La fundación de este señorío y cabecera fue la última de las cuatro de
esta ciudad, que fueron los postreros que llegaron y vinieron en demanda de los
demás. Y se dividieron en dos o tres legiones y cuadrillas después de la gran
mortandad y rota de Poyauhtlan Cohuatlichan, que los más vinieron rodeando
el volcán como está referido, los cuales vinieron por Tepetlaoztoc,
Zacatzontitlan, Teomolixco, Zultepec, Yahualiucan, Mazapan, Quauhtepec,
Ocelotepec, hasta que llegaron a hasta [esta] provincia, y poblaron en
Quiahuiztlan, do fueron muy bien recibidos de sus deudos. La otra cuadrilla
llevó la vía de Tollantzinco, Xicotepec, Tototepec y Pahuatlan, como lo tenemos
tratado. § 134. Y
tornando a la fundación del señorío de Quiahuiztlan, fue el primer señor
Mizquitl, y de este Mizquitl sucedió en el gobierno Timaltecuhtli; de
Timaltecuhtli sucedió Tozcoyohua; de Tozcoyohua sucedió Cohuatzin tecuhtli; de
Cohuatzin tecuhtli sucedió en el señorío y mando Quetzalxiuhtzin; de
Quetzalxiuhtzin sucedió Zacancatzin, el cual fue llevado de aquella
cabecera[89]
de Ocotelulco del barrio de Contlantzinco, por discordias que los señores
tuvieron en la cabecera de Quiahuiztlan, y por ser[90] el dicho
Zacancatzin descendiente de ellos por via feminis. Estando por principal
y señor de Contlantzinco, fue electo por cabecera y señor de Quiahuiztlan[91] y fue
llevado a ella en conformidad de su república y fue señor de ella dos años, y
sucedió en el señorio Yyactzin Teohuatecuhtli, que también vivió poco en el
gobierno. Que por fin y muerte del dicho Yyactzin sucedió
Citlalpopocatzin Quetzalcohuatecuhtli, en cuyo tiempo llegó Cortés: y a este
Quetzalcohuatzin sucedió Tlaltuchtzin Temilotzin[92], a éste
sucedió don Tomás de la Cruz;[93]
y por ser de poco fruto en las ocasiones de aquellos tiempos, eligieron en el
mando y gobierno de esta cabecera a don Julián Motolinia Moquetlacatzin;[94] y por fin y
muerte [de] don Julián sucedió don Antonio de Luna Omacatzin y después de su
muerte sucedió don Juan de Mendoza que al presente vive, por ser hijo de don
Baltazar Cuauhtecoloa,[95]
hijo de don Julián Motolinia Moquetlacatzin.[96] § 135. Habiendo
tratado de las tres cabeceras y de su principio, nos resta decir de la
fundación [F. 47 v.] [y] principio de la cabecera de Tizatlan, casa muy principal
de Xicotencatl amigo muyleal de los cristianos, aunque es de la cabecera de
quien habíamos de tratar antes de la de Quiyahuiztlan, la dejamos en
este lugar, y es por alargarnos más. Y es que estos principales y caudillos muy
señalados, bajaron de la cabecera de Tepeticpac y poblaron en un valle y llano
llamado Teotlalpan. Y el primer poblador y fundador de esta casa y señorío fue
llamado Xacayamachan Tzonpane Tepolohua tecuhtli, el cual estando en su
prosperidad, lo mataron por envidia que de él tuvieron, por ser tan bueno y
bien quisto que atraía a sí muchas gentes por su afabilidad, y regalo que les
hacía y grandes franquezas y liberalidades que usaba con los suyos; y como se
iba engrandeciendo con tanto poder, ovieron temor de él no viniese a ser tan poderoso
que los supeditase a todos y los tiranizase. § 136. Y estando
en esta quietud, una noche conspiraron contra él y lo mataron, tomando
por ocasión que era tirano; y después de muerto le asolaron las casas hasta el
suelo, diciendo que era tirano e que se quería alzar con todo el reino de
Tlaxcalla, e que andaba llegando parcialidades para poner por obra su mal
propósito y dar gusto a los ambiciosos, y con esta color le ovieron de dar fin
y cabo, y en este tiempo, por la muerte de Xayacamachan se pasó el
señorío y se subió al barrio de Tizatlan, sucediendo en el señorio y mando
de aquella cabecera Zozoc Yaotequihua Aquiahuacatl, que después de sus días
sucedió en el señorío Aztahua Tlacaztalli tecuhtli, y de éste sucedió
otro Xayacamachan Tlacazcaltecuhtli y deste sucedió Xicotencatl, hijo de
Aztahua, en cuyo tiempo vino el marqués, y le recibió de paz él y los suyos,
con muchos regalos y favores que le dio. El cual después de muerto le sucedió
Itzehecatzin Teuhtl ypiltecuhtli.[97]
§ 137. Aunque
tuvo el dicho Xicotencatl muy muchos hijos, que dejó en toda Tlaxcalla grande
generación, vivió más de ciento cuarenta años, tuvo más de cien hijos e
hijas, y entre ellos muchos y muy valerosos hombres y capitanes. Después de su
muerte, deste sucedió en el señorío de Tizatlan Motenehuatzin
Tlamacazcatecuhtli: éste murió en la guerra de Culhuacan, yendo con Nuño de
Guzmán a aquella conquista. Por fin y muerte de este Xicotencatl Motenehuatzin
sucedió don Juan de Vargas Quauhxayacatzin, quedando por tutor de don Luis
Xicotencatl, hijo del dicho Motenehuatzin, que por su fin y muerte sucedió don
Juachin de la Cerda; el cual, por venir la sucesión por vía transversal
salió a la causa don Leonardo Xicotencatl, nieto de Itzehecatzin, diciendo
pertenecerle a él el señorío por línea recta y derecha sucesión, y no a los
herederos de don Juachin de la Cerda. Huvo entre ellos concierto quel
dicho don Leonardo Xicotencatl casó con hija de don Juachin de la Cerda llamada
doña Francisca de la Cerda Tehculhuaztzin , y ansí han sucedido en el
estado de Xicotencatl y lo tienen en nuestros tiempos en gran conformidad de
toda su cabecera. § 138. Los
capitanes famosos y muy diestros en la guerra que llevó Fernando Cortés a la
querra de México, hijos de señores y hombres de cuenta y calidad [F. 48 r.] son
los que siguen: primeramente de la cabecera de Ocotelulco, salieron Tecohuani
tecuhtli, Acxotecatl, Cehecatecuhtli Tecpanecatl, Tenamazcuicuiltecuhtli señor
de Topoyanco, Calmecahua tecuhtli, Petlazoltzin tecuhtli; de la cabecera de
Quiahuiztlan salieron Quanaltecatl tecuhtli, Quauhquentzin, Tepultzin,
Tlachpanquizcatzin, Chichimecayaotequihua, Tepalnencatzin, Temaxahuitzin,
Omemaní, Nezahualcoyotzin, Cocomitzin, Acxotecatl, Tziuhcohuacatl,
Quauhtapalcatzin, sin otros muchos que por la variedad de los tiempos se
han olvidado sus nombres antiguos.[98]
§ 139. Las
divisas y armas principales de la casa de Ocotelulco de los Maxixcatzis, es una
garza o pájaro verde llamado Quetzaltototl, sobre un peñasco, que es una ave
que cría unas[99]
plumas verdes muy preciadas, tiene el pico de oro, y en los encuentros de
las alas dos patenas redondas de oro y sobre la cola otra. La divisa y armas de
la casa y y cabecera de Tizatla es una garza blanca sobre otro peñasco y la
divisa de la cabecera de Quiahuiztlan, es un penacho de plumas verdes a manera
de sonvayo o ala como aventador,[100]
la cual traian por divisa y armas los señores de esta cabecera, y el día de hoy
la estiman en mucho, llamado Quetzalpatzactli. La cabecera de Tepeticpac, tiene
por armas y divisa un lobo muy feroz sobre unas peñas, que tiene en la mano un
arco y flechas. No se hacen caso de otras armas y de otras divisas, de ver que
son muchas y de diversas maneras conforme a sus antiguas usanzas. § 140. Y agora
tornaremos a tratar prosiguiendo nuestra relación, guardando los límites que
prometimos, a los principios que será volver a tratar lo que sucedió después de
la rota de los de Texcalticpac, y cómo se fueron amplificando y ensanchando, y
la ocasión que tuvieron los culhuas mexicanos a tener guerras y enemistades y
disenciones con los tlaxcaltecas, y en qué tiempos. Después de ser pasada la
guerra cruel de los chichimecas de Texcaltipac, como atrás dejamos tratado,
comenzaron a bajarse de allí, y a fundarse pueblos y lugares. § 141. Y como
tenemos referido se fundó la cabecera de Ocotelulco, y la de Tizatlan y
Quiahuiztlan; no tan solamente se ha de entender que fueron los cuatro señores
de esta república, porque ansí mismo se poblaron muchos pueblos y lugares de
otros chichimecas principales que habían sido caudillos en su venida,
capitanes, maestres de campo y otros oficios y cargos tocantes a la
milicia, de los cuales el día de hoy, hay casas fundadas de muy buenos
mayorazgos y otras casas solariegas, a las cuales tenían reconocimiento como
casas mayores de donde procedía su linaje, como la que se fundó en Tepeticpac,
que fue la primera cabecera, que acudían a ella con reconocimiento y respeto de
rey, y lo mismo se hacía en la cabecera de Ocotelulco, Tizatlan y Quiahuiztlan.
§ 142. De cada
casa de éstas y cabeceras, procedían otros muchos tecuhtles mayorazgos, que
quiere decir caballeros y señores, y otras casas que llaman pilcales, que
es como decir casas solariegas de principales hombres hidalgos, en lo cual se
tenía particular cuenta, porque los descendientes [F. 48 v.] de éstos son
estimados como hombres calificados que aunque sean pobrísimos, no usan oficios
mecánicos ni tratos bajos ni viles. Ni jamás se permiten cargar ni cavar con
coas ni azadas, diciendo que son hidalgos e que no han de aplicarse a estas
cosas soeces ni bajas, sino servir en guerras y fronteras como hidalgos, y
morir como hombres peleando; la cual locura virtuosa dura y permanece hasta
agora, diciendo que son hidalgos y caballeros desde ab initio, y que agora lo
son mejor porque se convirtieron al verdadero dios y se han tornado cristianos,
dando la obediencia al emperador don Carlos rey de Castilla; demás y allende de
esto le ayudaron a ganar y conquistar toda la redondez y máquina de este Nuevo
Mundo, dándole el derecho y acción que tenían contra los mexicanos para que
fuese universal rey y señor de ellos, y que por esto son hidalgos y caballeros.
§ 143. Estas y
otras fanfarrias y locuras dicen, que jamás acaban de blasonar del arnés, y
ansí cuando algún español los maltrata, le dicen que es mal cristiano, que no
es hidalgo ni caballero, porque si lo fuera que sus obras y palabras
fueran modestas como de caballero pero que debe de ser villano,
moro o judío o vizcaíno. Y al remate cuando no le hallan vituperios con que
podelle vituperar le dicen, al fin eres portugés, pensando que en esto le ha
hecho muy grande afrenta. Tornando a nuestro propósito comenzado, que es haber
tratado de las casas de mayorazgos y señorío, y de las casas solariegas,
cualquiera capitán o tecuhtli que fundaba una casa o vínculo de mayorazgo,
todos aquellos soldados que tenía a su cargo en aquel repartimiento de tierras
y montes que se le había dado, hacía después otro repartimiento, el cual era de
esta forma y manera que diremos. § 144.
Cualquier tecuhtli que fundaba un tecalli que es casa de mayorazgo, o pilcalli
que es casa solariega, todas aquellas tierras que le caían en suerte de
repartimiento con montes, fuentes, ríos o lagunas, tomábase para la casa
principal la mayor y mejor suerte o pagos de tierra, y luego, las demás que
quedaban, se repartían para sus soldados, amigos y parientes igualmente, y
todos estos están obligados a reconocer la casa mayor, y a acudir a ella, a
alzalla y reparalla, y a ser continos en ella, con reconocimiento
de aves y cazas, flores y ramos para el suntento de la casa del mayorazgo; y el
que lo es está obligado a sustentarlos y regalarlos como amigos de aquella casa
y parientes de ella, y ansí se llaman teixhuihuas, que quiere decir los nietos
de la casa de tal parte; y en estos repartimientos de tierras se partieron a
terrazgueros e hicieron poblazones en ellas, y estos eran vasallos, y como
tales les pagaban tributo y vasallaje de las cosas que criaban y cogían, y por
esta orden vinieron a ser caciques y señores de muchas gentes y vasallos que
los reconocían y pagaban vasallaje; de los cuales vasallos fundaron
pueblos y lugares muy principales con que se sustentaron y gobernaron su
república por buen modo y concierto, según su bárbaro y rústico talento. § 145. Y ansí
poblada la muy insigne y no menos que leal provincia de Tlaxcalla, tuvieron paz
y concordia con todas las provincias comarcanas grandes tiempos, y ansí se
comunicaban y trataban en gran conformidad con los mexicanos, y atravesaban los
[F. 49 r.] unos y los otros todas las tierras, y provincias y reynos que
querían, y lo mismo hacían los de ésta provincia, porque iban a
contratar a todas partes, de una mar a otra, de la del sur a la del
norte, y de levante y poniente. Y porque de los pobladores de esta provincia
salieron a poblar la costa y serranía de hacia la parte del norte y de la parte
de levante, hacia Cempohualla, Tuztla y Cohuatzacualco, Tabasco: finalmente, de
estas tierras traían oro, cacao, algodón y ropa, miel y cera, plumería de papagayos
y otras riquezas que mucho estimaban. § 146. En tanta
manera, que vino a ser el reino de Tlaxcalla uno de los mayores reinos que ovo
en estas partes del Nuevo Mundo, gobernado por los cuatro señores de las cuatro
cabeceras; tanto que vino a ser envidiado de las provincias vecinas y
comarcanas, que aunque Cholollan, Huexotzinco, Quauhquecholla e Itzyocan que
llaman los españoles Izúcar y Tecalpan, Tepeyacac, Tecamachalco, Quecholac,
Acatzinco, Teohuacan, Cozcatlan y Teutitlan, Ahuilizapan, y todas estas
provincias se tenían amistad, no por eso dejaba de reinar en ellos mortal
envidia. La misma amistad se tenía con los zacatecas, e yztacymaxtitlancalques,
tzacuhtecas y tlatlauhquitepehuaques, teciuhtecas y ateopanecas todas
estas naciones que son los ulmecas. § 147. Ansí
mismo tenían alianzas con esta provincia, que les traían la miel, cera, y
liquidambar, y gran muchedumbre de algodón y otras cosas que las tierras
templadas producen, pescado y camarón. Y como las cosas de esta vida ni
la felicidad de ella es permanente, luego se introdujo la sediciosa ambición,
que como oviese tanta paz y conformidad con los tetzcucanos y mexicanos, y
fuese en crecimiento el imperio de los tepanecas culhuas, no se contentando con
lo que era suyo propio, pretendió ponerse en arma contra los de Tlaltelulco y
supeditallos, sin otro derecho alguno, sino sólo para que le reconociesen por
señor y rey a Ahuitzotzin, que en aquel siglo reinaba sobre todos los mexicanos
tepanecas; y como saliese con su propósito comenzado, procuró luego de ir
contra Xochimilco y sujetalle, así como lo hizo. § 148. Y de
allí, como le sucedía todo tan prósperamente, fue ganando y conquistando
tierras y provincias, sujetándolas así como señor absoluto, que con los grandes
ejércitos que hizo juntar, atemorizó toda la tierra: que unas provincias se le
daban de paz y otras por fuerza de armas; y como oviese sujetado la
mayor parte de los matlatzincas, y cohuixcas y tlalhuicas, pretendió pasar los
puertos de la Sierra Nevada y volcán con sus ejércitos, hasta que rindió a los
de Huexotzinco y Cholulla, haciendo partidos y conciertos de reconocimiento
con ellos: y de aquí tuvo principio de ser único señor el reino mexicano; y
como a Ahuitzotzin le sucediese Axayacatzin, único señor de México, pretendió
hacer lo propio que hizo su antecesor Ahuitzotzin, que fue de ir ensanchando su
reino con ánimo de conquistar todo el mundo, y cuanto hallase por delante para
ser señor y universal rey de todo este Nuevo Mundo. § 149.
Sucedióle tan prósperamente todo lo que imaginó y propuso, que en poco tiempo
vino a ser casi señor de todo Huexotzinco, y Quauhquechollan, y Ytzucan, y
valle de Atlixco, Huexotzinco y Cholollan, de Calpan y Tepeyacac y
Tecamachalco, Quecholac y Teohuacan, Cozcatlan y Teotitlan; finalmente,
[F. 49 v.] toda la más tierra que pudo fue sujetando y conquistando de
tal manera, que no había provincia ni reino que se le parase por delante, que
no ganase y conquistase con sus gentes. Entendido por los señores
de Tlaxcalla la prosperidad y pujanza con que iba creciendo el reino de los
culhuas mexicanos tepanecas, que ya en esta sazón se llamaban los tenuchcas,
determinaron de ponerse en arma y cuidado de las cosas que les podian suceder
con poderío tan grande como este que se había levantado; y ansí porque no les
entrasen por alguna parte, determinaron de guardar y conservar sus tierras y
tener con esto paz con todos como siempre habían tenido. § 150. Más con
todas estas prevenciones y recatos, movidos de mortal envidia los huexotzincas
y cholultecas y otras provincias sujetas a los tenuchcas mexicanos, procuraron
por astucias y mañas impedir la contratación de los tlaxcaltecas por todas las
partes que pudieron y que se recogiesen en sus tierras, y para más incitar a
los tenuchcas mexicanos y moverlos a ira, informaron los rendidos
siniestramente contra ellos, diciéndoles cómo los tlaxcaltecas se iban
apoderando de muchas provincias de las que ellos habían ganado, ansí por
amistades como por contratos, especialmente las provincias de Cuetlaxtlan y
Tuztlan, Cempohuallan, Cohuatzacoalco, Tabasco y Campeche y otras provincias y
lugares marítimos, e que avisaban de ello, que viesen lo que más les convenía. § 151. Y como
los tenuchcas entendiesen que podía suceder ansí, por ser como los tlaxcaltecas
eran belicosos, y viendo que los mexicanos iban señoreando toda la tierra, que
podrían hacer lo mismo, y como el mando no permite igualdad, para remediar un
tan gran estorbo e impedimento, procuraron los tenuchcas apoderarse de toda la
Totonacapan y de las provincias de los tohueyos, xalapanecas, nauhtecas,
mexcaltzincas y otras muchas provincias de la costa del norte, que por evitar
prolijidad no trataremos dellas sólo por impedir la entrada que
podian hacer los tlaxcaltecas esrorbándole las contrataciones y
granjerias que tenían en todas estas tierras y porque no pasasen
adelante procuraron de necesitarlos de muchas riquezas, como en efecto
lo hicieron. § 152. Más como
los de Tlaxcalla viesen que de todo punto se declaraba la enemistad contra
ellos de parte de los tenuchcas, procuraron de defender su partido como
pudieron; y como fuese mayor la pujanza la de los tepanecas que la suya,
procuraron poco a poco de venirse retrayendo a sus tierras, perdiendo la
libertad que tenían de las contrataciones. Y puestos en esta
controversia, enviaron a los príncipes mexicanos con embajadores, que cuál
había sido la causa que contra ellos se tratase guerra, no habiendo dado
ocasión para ello, ni que sus gentes fuesen maltratadas de los suyos,
estorbándoles sus contrataciones y quitándoles sus mercaderías, haciéndoles
otros desafueros y malos tratamientos. § 153. Fueles
respondido por los tenuchcas "que el gran señor de México era señor
universal de todo el mundo y que todos los nacidos eran sus vasallos, que a
todos los había de reducir a sí para que le reconociesen por señor, y
que los que no le quisiesen reconocer por tal y dalle la
obediencia por bien, que los había de destruir y asolar sus ciudades y provincias
hasta los cimientos y poblarlas de otras nuevas gentes. Por tanto, que
procurasen de tenelle por señor, y sujetársele pagándole
[F. 50 r.] tributo y parias, como las otras provincias y reinos lo hacían, y
que si por bien no lo hiciesen, que vendría sobre ellos". § 154. A lo
cual respondieron los embajadores de Tlaxcala: "Señores muy poderosos,
Tlaxcalla no os debe vasallaje, ni desde que salieron de las Siete Cuevas,
jamás reconocieron con tributo ni pecho a ningún rey ni príncipe del
mundo, porque siempre han conservado su libertad; y como no acostumbrados a
esto, no te querrán obedecer, porque antes morirán que tal cosa como ésta
consentir. Y antes entendemos que eso que les pedís, procurarán pediros a
vosotros, y sobre ello derramarán más sangre que derramaron en la guerra de
Poyauhtlan, la cual tuvieron con vuestros antepasados con los chichimecas de
Poyauhtlan que fueron aquellos de donde proceden los tlaxcaltecas. Por
tanto, nosotros nos volvemos con la respuesta que nos habéis dado". § 155. Sabido
por los de Tlaxcalla la ambiciosa respuesta de los tenuchcas, desde allí en
adelante vivieron sobre el aviso para resistir cualquier adversidad de fortuna
que les viniese; y como oviesen los mexicanos tenuchcas sujetado la mayor parte
de este Nuevo Mundo, y que no tuviesen ya que ganar desde la mar del sur a la
del norte y todo lo tuviesen por suyo, procuró muy a su salvo tomar la
provincia de Tlaxcalla y sujetalla, ansí como habían hecho con las demás
[margen derecho: con halagos y engaños]; y ansí los mexicanos con ánimo
denodado, les dieron tantos reencuentros y escaramuzas, hasta que los vinieron
a acorralar dentro de pocos años en sus propias tierras y provincia. Donde los
tuvieron cercados más de sesenta años, necesitandolos de todo cuanto humanamente
pudieron necesitar, porque no tenían algodón con que se vestir, ni oro, ni
plata con que se adornar, ni plumería verde ni de otros colores para sus galas,
que es la que más estimaban para sus divisas y plumajes, ni cacao para beber,
ni sal para poder comer. § 156. De todas
estas cosas carecieron, y de otras más de sesenta años que quedaron de este
cerco tan habituados a no comer sal, que el día de hoy no lo saben comer, ni se
les da nada por ella, y aún sus hijos que se han criado entre nosotros comen
muy poca; aunque con la muchedumbre y abundancia que hay van entrando en
comerla.[101]
Puestos en este cerco, siempre y de ordinario tenían crueles guerras
acometidas de todas partes, y como no tuviesen los mexicanos otros enemigos, ni
más vecinos que a los de Tlaxcalla, siempre y a la continua se venían gentes a
retraer y guarecer a esta provincia, como hicieron los xaltocamecas y
otomis y chalcas, que por rebeliones que contra los príncipes mexicanos
tuvieron, se vinieron a sujetar a esta provincia, donde fueron acomodados y
recibidos por moradores de ella, dándoles tierras en que viviesen, con cargo
que los habían de reconocer por señores pagándoles tributo y terrazgo, demás y
allende que habían de estar a la continua en arma y sobre aviso por defensores
de sus tierras, porque los mexicanos no les entrasen por alguna parte y les
ofendiesen, lo cual guardaron y prometieron de no lo quebrantar, so pena de ser
traidores. § 157. Y ansí
lo cumplieron y guardaron grandes tiempos, hasta la venida de Cortés. Y con
esta continua milicia siempre sucedían grandes trances de guerra, en que en los
despojos que hacían, alcanzaban algunas riquezas de ropa y oro y plumería, y
por rescates de algunos prisoneros alcanzaban a tener sal y cacao para los
señores, y mayormente los de las cuatro cabeceras [F. 50 v.] que jamás les
faltaba; y sin embargo de esto, los señores mexicanos y tetzcucanos, en tiempos
que ponían treguas por algunas temporadas, enviaban a los señores de Tlaxcalla
grandes presentes y dádivas de oro, ropa, cacao y sal, y de todas las cosas de
que carecían, sin que la gente plebeya lo entendiese, y se saludaban
secretamente, guardándose el decoro que se debían; más con todos estos
trabajos, la orden de su república jamás se dejaba de gobernar con la rectitud
de sus costumbres, guardando inviolablemente el culto de sus dioses. § 158. Y visto
por los mexicanos culhuas tepanecas tenuchcas, que toda la monarquía de este
Nuevo Mundo estaba en su señorío y mando, y que con tan gran poder, con mucha
facilidad podía conquistar el reino de Tlaxcalla, porque al respecto de que los
mexicanos señoreaban, la provincia de Tlaxcalla era de cien partes la
una, y con este presupuesto y que no restaba más de la provincia de Tlaxcalla
por conquistar, echaron los mexicanos un bando que todos los sujetos a México
saliesen un día señalado a dar combate todo el reino y provincia por todas
partes en torno de ella, y con este tam gran poder serían vencidos y asolados,
o se darían forzosamente viendo tan gran peligro ante los ojos. § 159. Lo cual
sucedió diez y ocho años antes de la venida de los españoles, gobernando la
provincia de Tlaxcalla, en las cuatro cabeceras de ella, en Ocotelulco
Maxixcatzin, y en la cabecera de Tizatla, Xicotencatl, y en Quiahuiztlan
Teohuayyactzin,[102]
y en la de Tepeticpac Tlehuexolotzin, reinando en Huexotzinco Tecayehuatzin
Chichimeca tecuhtli; y éste fue el que publicó guerra a fuego y a sangre contra
los de Tlaxcalla, el cual convocó para venir a esta guerra a los
chulultecas, los cuales concedieron con él tomando por instrumento el favor de
los mexicanos. Y para comenzar su mal propósito, intentaron sobornar a los del
pueblo de Hueyotlipan, sujeto de esta ciudad que estaba por frontera de México,
y a todos los otomís que ansí mismo estaban por guarnición de sus términos, de
lo cual los señores de Tlaxcallan tuvieron aviso de sus propios vasallos y
amigos de lo que pasaba.[103]
§ 160. Y con
estas cosas siempre vivieron sobre el aviso con todo recato, no confiándose de
ningunas gentes, porque por traición y engaño no fuesen escalados. Y ansí
persuadidos los de las guarniciones que estaban por frontera de México con
dádivas y presentes de oro y joyas, rodelas y armas y otras cosas de mucha
estima según su modo, les comunicaron y trataron, que cuando se oviese de dar
el combate general por todas partes de la provincia de Tlaxcalla, que
estuviesen sobre el aviso, e que no peleasen, sino que antes fuesen contra los
de Tlaxcalla, y que serían muy bien remunerados por los príncipes mexicanos.
Habiendo vencido y tomado el reino de Tlaxcalla, serían señores libres y parcioneros
de todo lo que se ganase. En estos tiempos reinaba en México con gran poder
Motecuhzomatzin. § 161. Tratado
con las guarniciones y fronteras de Tlaxcalla lo dicho, no quisieron venir en
ello ni ser traidores a amigos tan antiguos, que tan bien los habían tratado, y
conservado y defendido de sus enemigos tantos tiempos, y que antes
acudirían a morir por su patria y república, lo cual cumplieron como
buenos y leales vasallos, y se defendieron y guardaron sus fronteras como
valientes y esforzados capitanes. Acabado esto y entrando a fuego y a sangre
los ejércitos de Huexotzingo por tierras de Tlaxca [F. 51 r.] lla, haciendo
grandes daños, fuerzas y robos, llegaron a un lugar que está a una legua de la
ciudad, que llaman el pueblo de Xiloxochitlan, donde hicieron grandes tiranías
y crueldades en las gentes que hallaron descuidadas, donde ansí mismo,
mataron peleando a un principal de Tlaxcallan de mucha cuenta, que hallándose
en este sobresalto y alboroto salió con alguna gente a defender y amparar la gente
de aquel lugar, y como le faltase favor y socorro, ovo de morir peleando: el
cual fue llamado Tizatlacatzin, principal de la parte y cabecera de
Ocotelulco[104]
y del barrio de Contlantzinco, la cual muerte fue muy sentida y llorada
por los de Tlaxcalla. § 162. Y con
esto se volvieron los Huexotzincas a sus tierras, que fue principio de sus
guerras continuas y muy prolijas que duraron más de quince años hasta la venida
de Cortés. Y en el entretanto ovo muertes y pérdidas, que sería hacer gran
volumen contallas. Sólo diré una, que fue como a la continua había
guerras y escaramuzas, fue tanta la pujanza de los de Tlaxcalla, que en poco
tiempo ovieron de venir a arrinconar a los Huexotzincas por lo alto de
la Sierra Nevada y volcán, que puestos en tanto aprieto pidieron socorro
a Motecuhzoma, el cual les envió contra ellos gran pujanza de
gente, que pensaron de esta vez atropellar y asolar toda la provincia de
Tlaxcalla, y e les envió un hijo suyo por capitán, que se llamaba
Tlacahuepantzin.[105]
Y llegados estos ejércitos mexicanos en socorro de los
Huexotzincas, hicieron su entrada por la parte de Tetella y Tuchimilco y
Quauquechollan, acudiendo allí todos [los] de Itzocan Chietlan como
vasallos de los mexicanos. § 163. Teniendo
noticia los de Tlaxcallan de este socorro que Motecuhzoma inviaba contra
ellos, salieron al encuentro antes que llegasen por sus tierras ni que les
hiciesen ningún daño, determinaron de estorballe la entrada. Y como atras
dejamos tratado, estaban los huexotzincas tan arrinconados y encaramados por
las faldas de las Sierras Nevada volcán, porque todo lo llano había
quedado exento, sin estorbo de poblazon alguna, por cuya causa los ejércitos
tlaxcaltecas tuvieron lugar de entrar por Tlecaztitlan, y Acapetlahuacan y
Atlixco, seguramente antes que los huexotzincas ni mexicanos se desenvolviesen,
dieron sobre ellos con tan gran ímpetu e ira, que cogiéndolos desapercibidos
hicieron cruel estrago en ellos, tanto que desbaratados y muertos fueron
huyendo, quedando muerto en el campo Tlacahuepantzin, su general hijo de
Motecuhzomatzin su señor.
§ 164. Y Habida
victoria de tan señalado reencuentro, los tlaxcaltecas, despojaron el campo y
se volvieron a su tierra con gran honra y pro de toda su patria. Sucedida
guerra tan famosa y puesto tan gran espanto por todas aquellas regiones, causó
a los de Huexotzinco el año siguiente que no tuvieron cosecha de panes, de que
les causó gran hambre que tuvieron necesidad de irse a las provincias de México
a valerse de su necesidad, porque con las guerras, los tlaxcaltecas les
asolaron los panes y quemaron sus casas y las casas y palacios de Tecayehuatzin
su señor, y las casas de otros señores y principales caciques de aquella
provincia. Finalmente, que pidiendo licencia de Motecuhçumatzin, aquel año
repararon su necesidad por tierras de mexicanos. § 165. Hemos
tratado de estas guerras civiles, que ansí se pueden llamar, pues los
huexotzincas, tlaxcaltecas y cholultecas eran todos unos, amigos y parientes.
Hase de entender que los cholultecas y huexotzincas eran todos a una contra
Tlaxcalla, [F. 51 v.] aunque no se trata sino de solo Huexotzinco. Como los
cholultecas eran más mercaderes que hombres de guerra, no se hace tanta cuenta
de ellos en los negocios de guerra, aunque acudían a ella como confederados con
los huexotzincas. Pasada esta guerra tan sangrienta en el valle de Atlixco
contra los mexicanos y huexotzincas, y muerto Tlacahuepantzin su
general, hijo de Moctecuhzomatzin rey de los mexicanos tenuchcas, recibió gran
pesar y mostró hacer muy gran sentimiento, determinó de todo punto de destruir
y asolar la provincia de Tlaxcalla. § 166. Para lo
cual mandó por todo su reino que sin ninguna piedad fuesen a destruir el
señorío de los tlaxcaltecas, que le tenían enojado, y que hasta entonces no los
había querido destruir, por tenerlos enjaulados como codornices, y también para
que el ejercicio militar de la guerra no se olvidase, y porque oviese en qué
ejercitarse los hijos de señores mexicanos, [margen izquierdo: y para tener
cautivos para sus sacrificios] más que agora que le habían muerto a
Tlacahuepantzin su hijo con atroz atrevimiento, que su voluntad era destruir a
Tlaxcalla y asolalla, porque no convenía que en el gobierno del mundo oviese
más de una voluntad, un mando y un querer; y que estando Tlaxcalla por
conquistar, que no se tenía por señor universal del mundo y que por tanto, que
todos a una y en un día señalado se le entrasen por todas partes y
que fuesen destruídos a fuego y a sangre. § 167. Vista la
voluntad del poderoso rey Motecuhzomatzin, envió sus capitanes por todo
el circuito y redondez de Tlaxcalla, y comenzando a entrarles en un solo
día por todas partes, fue tan grande la resistencia que hallaron de todas
partes, que al cabo fueron huyendo muertos y desbaratados, con pérdidas
de muchas gentes y riqueza, que parece cosa imposible creerlo, y antes parece
patraña que verdad; más está tan autorizado este negocio, que lo tienen por tan
cierto, que pone extraña admiración, porque se juntaron tantas gentes y de
tantas provincias y naciones, que me pone notable admiración. Halláronse por
las partes del norte los zacatecas y tozapanecas, y de tetellaques,
iztaquimaxtleques y tzacuhtecas; y luego los tepeyaqueños y quechollaqueños,
tecamachalcas, y tecalpanecas, totomihuas, chololtecas, huexotzincas,
tetzcucanos aculhuaques, tenuchcas y mexicanos y chalcas. § 168.
Finalmente, que ciñeron todo el horizonte de la provincia de Tlaxcallan para
destruirla, y fue tal su ventura y dichosa suerte, que estando en sus deleites
regocijos (los tlaxcaltecas) y pasatiempos, les llegó la nueva de esta tan gran
entrada y cerco que Moctecuzoma les había hecho para tomallos acorralados,
estando seguros para acabarlos, e que no oviera memoria de ellos en el mundo. Y
cómo las fronteras de todas partes habian peleando contra ellos
valerosísimamente, y seguido muchos de ellos el alcance y que para más fe de lo
que había sucedido y ganado, les trajeron grandes despojos de la guerra que
habían hecho y muchos prisioneros a muy poca costa de los señores de las cuatro
cabeceras. Porque cuando entendieron haber ganado sus capitanes tan gran
empresa sin que fuesen sabedores de ello, les hicieron grandes muestras,
casando a los capitanes con sus propias hijas, y armaron caballeros muchos de
ellos para que fuesen tenidos y estimados en la república por personas
calificadas, como lo fueron. § 169. Y dende
allí en adelante, [F. 52 r.] los otomís que guardaban las fronteras ganaron
crédito de fidelísimos vasallos y amigos de la república de Tlaxcalla. Habida
tan gran victoria, hicieron en señal de alegría muy grandes y solemnes fiestas,
ofreciendo sacrificios a sus falsos dioses con increibles ceremonias. E pasando
tan famosísima victoria y combate dende allí en adelante, vivieron los
tlaxcaltecas con más cuidado, pertrechando sus fuertes, fosas y reparos, porque
Motecuhzoma no revolviese sobre ellos en algún tiempo y no los sujetase, y ansí
con esta continuación vivieron mucho tiempo, hasta la venida de Cortés,
procurando los mexicanos de sujetallos siempre, y ellos con ánimo invencible de
resistirse dellos como siempre lo hicieron. § 170 En este
tiempo estaba tan[106]
pujante el imperio de los mexicanos y el señorío de Motecuhzomatzin, que no
había otra cosa en este Nuevo Mundo, que ya su imperio y monarquía llegaba más
de trescientas leguas adelante de Quatimalla y de Nicaragua trecientas leguas
donde el día de hoy la lengua mexicana se trata corruptamente. En estas
provincias de Nicaragua, yendo grandes ejércitos mexicanos poblando y
conquistando tierras y provincias riquísimas de oro y plumas verdes de mucha
estima, y cacao, y bálsamo, liquidámbar y otras resinas, licores y atramentos
que los naturales tenían en mucha estimación. § 171. Algunas
provincias se les resistían y no los dejaban entrar, con gran resistencia de
armas como fue la propia provincia de Nicaragua y otras comarcanas, y en que
como sintieron que iban tan grandes ejércitos a conquistallos, les
salieron al encuentro a estorballes el pasaje y a decilles que se fuesen y
volviesen a sus tierras. Salieron de tal manera, que maltrataron a los
mexicanos en un reencuentro que les mataron muchas gentes, y los
pusieron en grande aprieto, que tuvieron necesidad de rehacerse y volver
sobre sí, que como por las partes que habían pasado todos los pueblos y
provincias se les sujetaban, entendieron que fueran lo mismo de todas las demás
provincias, y les salió muy al revés. § 172. Y vista
tan gran resistencia de aquellas gentes, procuraron con ardid y maña valerse,
porque su valor no viniera a menos y se perdiera el crédito y fama que en
tantos años habían ganado. Procuraron de hacer partido con los moradores de
aquella tierra, fingiendo que ellos querían pasar adelante y no parar por allí,
pues no los querían tener por amigos ni por vecinos, e que ellos habían perdido
mucha gente en el camino y en los reencuentros que habían tenido, que les
diesen cinco o seis mil tamemes para que les pasasen su carruaje y hato
a los pueblos de adelante, y que con ésto se saldrían de sus tierras, porque si
no, que cada día tendrían escaramuzas y muertos. Y condescendiendo los
nicaraguas desta demanda, tuvo efecto su ardid y astuta imaginación, en que
dieron a los mexicanos los tamemes que les pidieron por echarlos de cabe sí, y
saliendo la mayor parte de esta gente de su patria, las gentes y ejércitos
mexicanos quedaban atras por retaguardia, sin resistencia alguna se
entraron en esta provincia y se alzaron con ella, bien descuidados los
nicaraguas de tan inaudita traición. § 173.
Apoderados de esta provincia, cuando los miserables tamemes volvieron a sus
casas, las hallaron tomadas y ocupadas de gentes extrañas, y sobreviniendo
los mexicanos que adelante habían marchado, tomaron muy a su salvo esta gran
provincia y sus sujetos, y fueron señores de ella como de las demás, y
ansí reconocieron desde entonces aquellas gentes de Nicaragua y Verapaz [a] los
mexicanos por señores, y les [F. 52 v.] enviaban de tributo oro y plumería
verde y otras cosas que la tierra producía, y pedrería de esmeraldas y
turquesas y otras de mucha estima y valor. Y por esta orden, mañas y
astucias, fue Motecuhzoma muy gran señor de la mayor parte de este Nuevo Mundo,
aunque en algunas partes se le rebelaban y alzaban algunas provincias,
las cuales tornaba a pacificar con sus gentes, castigando a los rebeldes, a
unos por amor, y a otros con promesas y dádivas y franquezas, según era
necesario. Finalmente, aunque bárbaros, se conservaban en su modo en
pujanza y poder con disciplina militar, la cual sustentó y sustenta la
monarquía universal, de todo el universo. § 174.-
Habiendo como referido tenemos continuas guerras entre los tlaxcaltecas y
mexicanos, siempre y de ordinario había combates, reencuentros y escaramuzas,
lo uno para ejercitar la milicia, lo otro por si en algún tiempo
Motecuhzomatzin los pudiera sujetar y hacellos sus tributarios, aunque tienen
por opinión algunos contemplativos, que si Motecuhzoma quisiera destruir a los
tlaxcaltecas lo[107]
hiciera, sino que los dejaba estar como a codornices enjaulados,
porque no se perdiera el ejercicio de la guerra, y porque tuvieran en qué
emplearse los hijos de los señores. Quieren sustentar que los dejaban estar de
industria, ansí mismo para tener gentes con qué servir y sacrificar a
sus ídolos y falsos dioses. § 175. Lo cual
no me puedo persuadir a creer por muchos respectos; porque si ansí fuera, no
tomaran tan deveras la demanda los señores de esta provincia para ir contra los
mexicanos, como fueron en favor de los cristianos; lo otro por donde se
entiende que la enemistad que se tenían era mortal y terrible, pues jamás
trabaron parentesco ninguno los unos con los otros, ni por casamientos, ni por
otra vía alguna la quisieron, antes les era odioso y aborrecible el nombre de
mexicanos, y a los mexicanos el nombre de tlaxcaltecas; porque se sabe y
es notorio, que en todas las demás provincias emparentaban los unos con los otros,
y ansí es de creer que pues nuestro señor fue servido que por mano de estas
gentes se ensalzase su santo nombre, que la guardó y tuvo guardada para
instrumento de tan heroica y santa obra, como es la que hemos visto y como desde
aquí en adelante diremos.
§ 176. Estando
en este continuo cerco y perpetuada guerra, siempre se cautivaban
los unos y los otros, y jamás se rescataban ni redimían sus personas, porque lo
tenían por gran afrenta e ignominia, sino que habían de morir peleando,
mayormente los capitanes y personas calificadas, de los cuales no se servían,
sino que antes morían sacrificados o peleando a manera de gladiatores romanos;
y es ansí que como oviese algún prisionero de valor y cuenta, lo llevaban
enmedio de una gran plaza, a donde tenían una rueda muy grande de más de
treinta palmos de ancho de cada parte, y en medio de esta gran rueda otra
menor, redonda que servía de altar, como un codo de altor del suelo; de
la cual rueda menor se ataba una muy gran soga y larga, que no
pasaba de los límites de la rueda mayor. § 177. Y
finalmente, que al miserable del prisionero le ataban con esta soga, a manera
de toro que se ata en bramadero, y allí le ponían todos [F. 53 r.] los géneros
de armas con que se podía defender y ofender, para que se pudiese aprovechar de
las que más gusto le diesen. Dábanle rodelas y espadas, arcos y flechas y
macanas arrojadizas, porras de palo engastadas en ellas puntas de pedernales, y
puesto en este extremo se cantaban cantares tristes y dolorosos; más el
miserable hombre con esfuerzo y ánimo, como aquel que pensaba ir a gozar de la
gloria de sus dioses ansí mismo se componía, y estando atado salían a él tres o
cuatro hombres valientes a combatirse con él, y hasta que allí moría peleando
no le dejaban, y ansí se defendía con tanto ánimo que algunas veces mataba
antes que muriese más de cuatro; y aquí se probaban las fuerzas de algunos
hijos de señores que salían aviesos o incorregibles, y probaban sus venturas,
otros por adiestrarse o por perder el miedo de la guerra. § 178. Acaeció
en los tiempos que ya los españoles se acercaban su venida y aún quieren
decir que aquel propio año prendieron los de Huexotzinco uno de los más valientes
indios que entre los tlaxcaltecas ovo, que se llamó Tlalhuicole, que
quiere decir el de la divisa de barro, y era que siempre traía por divisa una
asa de un jarro, el cual era de barro cocido y torcido como una asa. Este
fue tan esforzado y valiente, que en sólo oír su nombre sus enemigos huían de
él. Fue de tan grandes fuerzas, que la macana con que peleaba tenía un hombre
bien que hacer en alzarla. Este quieren decir que no fue alto de cuerpo, sino
bajo y espaldudo, de terribles y muy grandes fuerzas, que hizo hazañas y hechos
que parecen cosas increibles y más que de hombre y ansí, que peleando
donde quiera que entraba, mataba y desbarataba de tal manera la gente
que por delante hallaba, que en poco[108]
tiempo le desembarazaban el campo. § 179.
Finalmente, que al cabo de muchas hazañas y buenos hechos que hizo, le
prendieron los huexotzincas atollado en una ciénega, y por gran trofeo le
llevaron enjaulado a presentalle a Motecuhzoma a la ciudad de México, adonde le
fue hecha mucha honra y se le dió libertad para que se volviese a su tierra,
cosa jamás usada con ninguno. Y fue esta la ocasión, que como Motecuhzoma
andaba por entrar por tierras de los tarascos michhuacanenses, a causa de que
le reconociesen con plata y cobre que poseían en mucha suma, y los mexicanos
carecían de ella, pretendió por fuerza conquistar alguna parte de los tarascos.
Más como Caczoltzin en aquellos tiempos reinaba, y fuese tan cuidadoso de
conservar lo que sus antecesores habían ganado y sustentado, jamás se descuidó
en cosa alguna; y ansí fue, que hecha una muy gruesa armada por los mexicanos,
al dicho Tlalhuicole prisionero de Tlaxcallan, se le encargó por parte de
Motecuhzoma la mayor parte de esta armada, para hacer esta tan famosa entrada a
los michhuacanenses, la cual se hizo con innumerables gentes. § 180. Y fueron
a combatir las primeras provincias fronteras de Michoacan, que son las de
Tlacimaloyan, que los españoles llaman de Taximaloa y Maroatío y
Acambaro, Oquario y Tzinapéquaro. Aunque esta tan gran entrada se hizo a costa
de muchas gentes que en ella murió de la una parte y de la otra, que puso
terrible espanto a los michoacanenses, aunque no les pudieron entrar ni ganar
cosa alguna de su tierra, a lo menos trajeron los mexicanos plata y cobre de la
que pudieron robar en algunos reencuentros y alcances que hicieron en seis
meses que duró la guerra, en la cual guerra Tlalhuicole hizo por su persona
grandes hechos y muy temerarios, ganó entre los mexi [F. 53 v.] canos
eterna fama de valiente y extremado capitán. § 181. Venido
de esta guerra de Michoacan, Motecuhzoma le dió libertad para que se volviese a
su tierra libremente, o que se quedase por su capitán, el cual no quiso
aceptar lo uno ni lo otro; lo uno, no quiso quedar por capitán de
Motecuhzoma, por no ser traidor a su patria; lo otro, él no quería
volverse a su tierra, por no vivir afrentado, que se tenía por afrenta
cuando así eran presos en la guerra, sino que habían de morir en ella o vencer.
Y ansí, pidió a Motecuhzoma que pues no había de servir de cosa alguna,
le hiciese merced de hacelle solemnizar su muerte: de suerte que quería
morir como lo acostumbraban hacer con los valientes hombres como él. Y visto
por Motecuhzoma que no quería sino morir, mandó que se le cumpliese su demanda,
y ansí fue que ocho días antes que muriese, le hicieron muy grandes
fiestas, bailes y banquetes, según sus antiguos ritos, y entre estos banquetes
que le hicieron, quieren decir que le dieron a comer la natura de su mujer
guisada en un potaje; porque como estuviese de asiento más de tres años en
México, la mujer que más quería le fue a ver para hacer vida con él, o morir
con su marido, y ansí acabaron los dos en su cautiverio. § 182. Idos al
sacrificio, el desventurado Tlalhuicole fue atado en la rueda del sacrificio
con mucha solemnidad, según sus ceremonias; peleando atado mató más de ocho
hombres e hirió más de otros veinte antes que le acabasen de matar, y al fin,
al punto que le derribaron lo llevaron ante Huitzilopuchtli y allí le
sacrificaron y sacaron el corazón, ofreciéndole al demonio como lo tenían de
costumbre; y este fue del fin del miserable Tlalhuicole de Tlaxcalla (con este
horrendo espectáculo), el cual no fue de los muy principales, sino un pobre
hidalgo que por sola su valencia y persona había tenido valor, y si no fuera
preso llegara a ser muy gran señor en esta
provincia. § 183. Antes
que pasemos y prosigamos más adelante, será razón que tratemos del
conocimiento que tuvieron de un solo dios y una sola causa, que fue aquel decir
que y substancia era principio de todas las cosas; y es ansí, que como todos
los dioses que adoraban, eran los dioses de las fuentes y ríos y campos y otros
dioses de engaños, que a cada cosa atribuían su dios, concluían con decir, Oh
Dios aquél en quien están todas las cosas, que es decir Tloque Nahuaque,
como si dijésemos agora, aquella persona en quien asisten todas las cosas,
aquella causa de todas las cosas acompañadas, que es sola una esencia.
Finalmente, que es este rastro tuvieron de que había un solo dios, que
era sobre todos los dioses. § 184. Ansí
mismo tuvieron en su antigüedad rastro de la eternidad, porque después de esta
vida sabían y entendían los naturales desta tierra haber otra vida, que era
aquella donde tenían su habitación y morada los dioses donde estaban en
continuos placeres y pasatiempos y descanso. Tuvieron ansí mismo noticia de que
había nueve cielos porque los llamaban chicuhnauhnepaniuhcan ilhuicac,[109]
donde hay perpetua holganza, porque cuando algunos caciques de suerte o
personas de calidad morían, los enterraban en bóvedas acompañados de doncellas
de servicio y con alguna de sus mujeres, y con ellos se enterraban vivos
hombres corcovados y enanos, y con mucha comida y riqueza de ropa, plu [F. 54
r.] mería y oro, para el camino que llevasen hasta llegar a la gloria y lugar
de los dioses. También tenían por cierto que había pena y gloria, premio para
los buenos y castigo para los malos. Nunca conocieron ni entendieron el engaño
en que vivían, hasta que se bautizaron y fueron cristianos. § 185. Ansí
mismo alcanzaron confusamente que había ángeles que habitaban en los cielos, y
les atribuían ser dioses de los aires, y por tales adoraban: y que a
ellos se atribuían los rayos, relámpagos y truenos, y que cuando se enojaban
con los hombres les enviaban grandes terremotos, de pluvias y granizos, y otras
tempestades que en la tierra se causaban por pecados de los hombres; y ansí
cuando esto sucedía, les hacían festividades muy solemnes. Al fuego llamaban
dios de la senectud, porque le pintaban muy viejo y muy antiguo. Los temblores
de tierra y de los terremotos que en la tierra había, atribuyendo a que los
dioses que tenían en peso el mundo que se cansaban, y que entonces se mudaban,
y que aquella era la causa de los temblores. No alcanzaron que el mundo era
esférico ni redondo, sino llano, y que tenía su fin y remate hasta las costas
de la mar, y que la mar y el cielo que todo era uno y de su propia materia,
sino que era mar cuajado, y que las aguas que llovían no procedían de las nubes
sino del cielo:y que aquellos dioses de los cielos la derramaban a sus tiempos
para regar las tierras del mundo, y aprovechar a las gentes y animales de ella.
§ 186. La
Sierra Nevada de Huexotzinco y el volcán, los tenían por dioses y que el volcán
y la Sierra Nevada eran marido y mujer. Llamaban al volcán Popocatepetl y a la
Sierra Nevada Yztaccihuatl, que quiere decir la sierra que humea y la
blanca mujer. Tenían ansí mismo este engaño, de decir que el sol cuando se
ponía y venía la noche, que dormía y descansaba del trabajo del día que había
pasado: y lo mismo se decía de la luna cuando menguaba y estaba que no daba luz
ni claridad, ansí mismo decían que dormía; y que el sol y la luna eran marido y
mujer. Tienen por cierto, cuando el sol fue fue creado no anduvo hasta el
cuarto día: dice la fábula que el sol fue un dios muy desechado, porque fué
leproso o muy buboso, de modo que no se podía rodear ni parecer ante gentes; y
visto por los demás dioses tan gran lástima, mandaron fabricar un horno de
mucha grandeza, a manera de horno de cal, y haciendo una muy gran foguera en
él, le echaron dentro, e que estando ansí ardiendo, entendiendo que se quemara
y consumiera o se purificara más que los dioses, ovieron con él de tanta
piedad y virtud, que le convirtieron en luz y le llamaron sol.. § 187. Al
cuarto día le hicieron mover y andar y hacer su curso como le hace nauolin que
quiere decir naollin cuarto movimiento porque al cuarto día comenzó a moverse y
andar. Y en este principio dicen que tuvo el sol, y ansí le tuvieron por dios y
señor del día, y a la luna por diosa de la noche: y a estos dos planetas dicen
que obedecían las estrellas. Tenían ansí mismo este engaño, que cuando
el sol o la luna eclipsaban, que reñían y peleaban, y lo tenían por grande
agüero y mala señal, a cuya causa en estos tiempos hacían grandes sacrificios,
y daban grandes gritos y voces y lloros, porque entendían que se llegaba la fin
del mundo, y sacrificaban al demonio hombres bermejos si eclipsaba el sol, y si
la luna, sacrificaban hombres blancos y mujeres blancas, las que llamaban
albinas las que no veian[110]
de blancas, y ansí de los muy [F. 54 v.] bermejos retintos. § 188. Los
cometas del cielo los tenían por malas señales de mortandades, guerras y
hambres y otros trabajos y calamidades de la tierra. De las cometas que corren
y se encienden en la región del fuego, que corren a una parte y a otra con
grandes colas de humo o centellas de fuego, como algunas veces suele acaecer,
ansí mismo las tenían por malas señales, porque decían que eran saetas de las
estrellas, y que mataban las cazas de los campos y montes. Tuvieron
repartidas las cuatro partes del mundo en esta manera. Tlapco llamaban al
mediodía, que quiere decir en la grada grado o poyo y al norte llamaban Mictlan,
que quiere decir Infierno, significado por muerte. Tonatiuhixco llamaban
al oriente y calaquian al poniente. A estas cuatro partes los
sacerdotes de los templos incensaban con perfumadores e incensarios. § 189. Ansí
mismo tuvieron cuenta del año, ansí por el sol como por la luna, y sus
bisiestos. Para conformar su año tuvieron cuenta de los meses y de las semanas:
los meses solamente contaban veinte días de luna, y las semanas de trece días,
y diciocho lunas de a veinte días hacían un año, como adelante lo diremos.
Entendíanse por caracteres y pinturas y figuras de animales. Ovo ansí mismo
entre estas gentes muchos embaydores, hechiceros, brujos y encantadores que se
transformaban en leones, tigres y otras animalías fieras con embaymientos que hacían.
Tuvieron semana mayor y semana menor por su cuenta y reglas: tenían sus fiestas
repartidas por todo el año; y de las ceremonias que en cada fiesta se hacían.
Usaban de adivinanzas y suertes, y creían en sueños, y en prodigios y agüeros,
porque el demonio se los hacía creer,[111]
y les cumplía muchas cosas de las que soñaban. § 190. Ansí
mismo, tomaban cosas y las comían y bebían para con ellas adivinar, con que se
adormecían y perdían el sentido, y con ellas veían visiones espantables, y
visiblemente al demonio con estas cosas que tomaban, que la una cosa se llama
peyotl, y otra yerba que se llama tlapatl y otro grano que llaman ololiuhqui
coaxoxouhqui, y otra yerba que llaman mixitl, y la carne de un pájaro que
llaman pito en nuestra lengua, y ellos lo llaman oconenetl, que comida
la carne de este pájaro, provoca a ver estas visiones. La misma propiedad tiene
un hongo pequeño sancudo que llaman los naturales nanacatl. De estas cosas
usaban más los señores que la gente plebeya: dejando aparte los vinos que
tenían, que cuando se embriagaban, en sus borracheras veían ansí mismo grandes
visiones y muy extrañas, aunque las boracheras eran muy prohibidas entre ellos,
y no bebían vino sino los muy viejos y ancianos; y cuando algún mozo lo bebía y
se emborrachaba moría por ello; y ansí, se daba solamente a los muy viejos en
república o cuando se hacía alguna fiesta muy señalada, se daba con mucha
templanza a los hombres calificados viejos honrados y en las cosas de la guerra
jubilados. § 191. Tras
esto tenían instrumentos de música que las cuadraban según su modo. Tenían
atambores hechos de mucho primor, altos, de más de medio estado; con otro
instrumento que llamaban teponaxtle, que es de un trozo de madera concavado y
de una pieza, rollizo y como decimos, hueco por de dentro, que suenan algunos
más de media legua, y con el atambor hace extraña y muy suave consonancia. Y
con estos atambores acompañados de unas trompas de [F. 55 r.] palo y otros
instrumentos a manera de flautas y jabebas,[112]
acompañados con estas cosas, hacen extraño y admirable ruido, y tan a compás
sus cantares y danzas y bailes, que es cosa muy de ver. En estos bailes y
cantares sacan las divisas e insignias y libreas que quieren, con mucha
plumería y ropa muy rica, de muy extraños atavíos y composturas, joyas de oro y
piedras preciosas puestos en los cuellos y muñecas del brazo, y
brazaletes de oro fino en los brazos, los cuales ví yo,[113]
y conocí a muchos caciques que los usaron y con ellos se ataviaban y componían,
ansí en los brazos como en las pantorrillas, y cascabeles de oro en las
gargantillas de las piernas. Ansí mismo, salían las mujeres en estas danzas
maravillosamente ataviadas, que no había en el mundo más que ver, lo cual todo
se ha vedado por la honestidad de nuestra religión cristiana. § 192. Tenían
juegos de pelota de un modo extrañisimo que llamaban el juego del ulli, que es
una pelota hecha de cierta leche que destila un árbol llamado ulquahuitl, que
se convierte en duros nervios que salta tanto, que no hay cosa en esta vida a
que compararlo. Son las pelotas del tamaño de las pelotas de viento de las que
se usan en España, y saltan tanto que, si no se ve parece cosa increible, que
dando con la pelota en el suelo, salta más de tres estados en alto. Esta pelota
se jugaba con los cuadriles o con las nalgas, porque pesa tanto, que con las
manos no se podía jugar; y ansí los jugadores de esta pelota tenían hechos de
cuero unos cinchos muy anchos de gamuza, para defensa de las
nalgas con que jugaban. Tenían juegos de pelota dedicados en la república para
estos pasatiempos: jugaban para tener ejercicio los hijos de los señores,
jugábanse en estos juegos muchas preceas, ropas y oro, y esclavos, divisas y
plumería y otras riquezas. Habían en estos juegos grandes apuestas y desafíos:
eran juegos de república muy solemnizados; no los jugaban sino señores y no
gente plebeya: tenían para ésto jueces diputados. Había otros juegos
como de dados que llaman el patol, a manera de juego de las tablas. Al vencer,
el que más presto se volvía a su casa con las tablas, éste ganaba el juego.
Ansí mismo, había otros juegos de diversos modos que sería gastar mucho tiempo
en tratallos, y no se tratan porque son juegos de poco momento. § 193. Tenían
otros entretenimientos[114]
y recreaciones de florestas con cerbatanas, con que mataban aves de codornices,
tórtolas y palomas torcazas. Tenían cazas de liebres y conejos, y monterías de
venados y puercos jabalíes, con redes y con arcos y flechas. Tenían vergeles,
arboledas extrañas y peregrinas, traídas de extrañas tierras por grandeza.
Usaban de baños y fuentes deleitosas y bosques y cotos hechos a mano, tenían
truhanes decidores y chocarreros, enanos y corcovados y hombres defectuosos
de naturaleza, de los cuales se pagaban los grandes señores. Tenían sus
pasatiempos ocultos y generales, según las ocasiones de los tiempos: toda su
felicidad estaba en el mandar y ser señores. Lo mismo tenían en el comer y
beber: adoraban al dios Baco y le tenían por dios del vino y de las bebidas que
embriagaban, porque le hacían fiesta una vez en el año, y le llamaban Ome Tochtle. § 194.
Preciábanse de tener muchas mujeres, todas aquellas que podían sustentar.
Antiguamente no tenían más de una mujer y después el demonio les indujo
a que tuviesen todas [F. 55 v.] las mujeres que quisiesen y pudiesen
sustentar; aunque éstas fuesen sus mujeres, tenían todos una legítima
con quien casaban según sus ritos para la sucesiva generación, y estas mujeres
legítimas eran señoras [de] las demás que eran sus mancebas, a las cuales
mandaban como a criadas en una o en dos casas, según las tenían repartidas, y
las propias mujeres legítimas mandaban a las demás que fuesen a dormir, y a
regalar a sestear con el señor, las cuales iban ricamente ataviadas, limpias y
lavadas para que fuesen a dormir con él, y era cuando el señor apetecía alguna
de ellas, que decía a la mujer legítima deseo que fulana duerma conmigo, o es
mi voluntad que vaya fulana a tal recreación conmigo; y la mujer legítima la
ataviaba, aunque las mujeres legítimas eran tenidas y respetadas como a
señoras y de ordinario dormían con sus maridos. § 195. De las
ceremonias de los casamientos,[115]
que ya atrás lo dejamos tratado no lo referiremos aquí. Cuando algún
señor moría, como tuviese hermano, heredaba el hermano las mujeres y casaba con
sus cuñadas, y ansí mismo heredaba los bienes del hermano y no los hijos, que
ansí era constumbre, más no se casaban con hermanas y hermanos.
Estimaban en mucho el buen linaje de donde venían: aborrecían en gran
manera a los hombres cobardes, eran menospreciados y abatidos. Esta nación de
indios, en extremo son envidiosos. Los caciques y señores se hacían temer y
adorar, y eran temidos de los suyos. Trataban con sus señores con muy
gran humildad, y no osaban mirarles a la cara, ni alzar los ojos al rostro de sus
señores y mayores al tiempo que le hablaban: y ansí cuando algún señor pasaba
por el camino, se apartaban de ellos y abajaban los ojos y las cabezas, so pena
de la vida. § 196.
Tratábanles tanta verdad, que el que mentía moria por ello. Tenían por gran
abominación el pecado nefando, y los que eran sodomitas, eran abatidos y
tenidos en poco y por mujeres tratados; más no los castigaban aunque les
decían, hombres malditos y desventurados, hay falta de mujeres en el
mundo y vosotros que sois bardajas que tomáis el oficio de mujeres ¿no
os fuera mejor ser hombres?. Finalmente, que aunque no había castigo para los
tales pecados de contra natura, era de gran abominación y lo tenían por agüero
y abusión. Ni menos casaban con madre, ni con tia, ni con madrastra. Había
entre estas gentes bárbaras, muchas costumbres buenas y muchas malas y
tiránicas, judaicas,[116]
con sin razón: como ningún hombre plebeyo vestía ropa de algodón con franja ni
guarnición, ni otra ropa que fuese rozagante, sino muy sencilla y llana, corta
y sin ribete ni labor alguna, si no eran aquellos que por muchos méritos lo
oviesen ganado. Por manera que en el traje que cada uno traía, era conocida la
calidad de su persona. § 197. Los
tributos y pechos que daban eran de aquellas cosas que las tierras producían,
oro, plata, cobre, algodón, sal, plumería, resinas y otras cosas de precio y
valor, maíz, cera, miel y pepitas de calabaza; finalmente, todas aquellas cosas
que en cada tierra y provincia había, de todas aquellas tributaban a sus
señores por los tercios del año, conforme a la longitud de las tierras: de seis
a seis meses, y de año a año traían pescados, y conchas marinas aquellos que
las alcanzaban, y cacao, pita y frutas de extrañas maneras, animalías fieras,
tigres, leones y águilas, [F. 56 r.] lobos, monas, papagayos, diversidad de
géneros de animales y aves, que no se pueden explicar. El que más pobre
era que no tenía que dar de tributo, tributaba piojos;[117]
y esto se usó más en la provincia de Michoacán en el reino del Caczoltzin que
mandó que ninguno quedase sin pagalle tributo, aunque no tuviese sino piojos, y
no fue fábula ni la es, porque en efecto pasaba ansí: y para
todo esto tenían sus factores y recogedores de tributos en todas las
provincias. § 198. La
idolatría universal y comer carne humana ha muy pocos tiempos que comenzó en
esta tierra, que como atrás dejamos referido, las personas de
mucho valor comenzaron a hacer estatuas a los hombres de cuenta que morían, y
como dejaban casos y hechos memorables en pro de la república, les hacían
estatuas en memoria de sus buenos y famosos hechos;[118]
después al cabo los adoraban por dioses, y ansí fue tomando fuerza el demonio
para más deveras arraigarse entre gentes tan simples y de tan poco talento. Y
después las pasiones que entre los unos y los otros ovo, comenzaron a comerse
sus propias carnes por vengarse de sus enemigos, y ansí rabiosamente entraron
poco a poco, hasta que se convirtió en costumbres comerse unos a otros como
demonios; y ansí había[119]
carnicerías públicas de carne humana, como si fueran de vaca y carnero como el
día de hoy las hay. § 199. Quieren
decir que este error y cruel uso vino de la provincia de Chalco a ésta, y lo
mismo los sacrificios de la idolatría y el sacarse sangre de sus miembros y
ofrecerla al demonio. Las carnes que sacrificaban y comían, eran carnes de hombres
que prendían en las guerras y de esclavos o prisioneros. Y ansí mismo, vendían
niños recien nacidos y de dos años para arriba, para este cruel e infernal
sacrificio, y para cumplir sus promesas y ofrecer en los templos de los ídolos,
como se ofrecen las candelas de cera en nuestras iglesias. Sacábanse sangre de
la lengua si habían ofendido con ella hablando, y de los párpados de los ojos
por haber mirado, y de los brazos por haber pecado de flojedad, de las piernas,
de los muslos, de las orejas y narices, según las culpas en que habían errado y
caído, disculpándose con el demonio; y al cabo le ofrecían el corazón por lo
mejor de su cuerpo, que no tenían otra cosa que le dar, prometiendo darle
tantos corazones de hombres y de niños para aplacar la ira de sus dioses, o
para alcanzar y conseguir otras pretenciones que deseaban. Y esto les servía de
confesión vocal para con el perverso enemigo del género humano. § 200. Ansí
mismo, tenían gran cuenta de criar sus hijos con muy buenas costumbres y
doctrina: como los hijos de los señores [que] tenían ayos que [los] criaban y
doctrinaban en buenas costumbres; tenían su frasís y modo de
hablar con los mayores, y los mayores con los menores, y con sus iguales y
supremos señores, de menor a mayor y de mayor a menor y en esto
gran primor y pulicía en su modo. Eran muy grandes oradores, y había
entre ellos personas hábiles y de gran memoria. En sus razonamientos estaban
asentados en cuclillas, y sin asentarse en el suelo y sin mirar, ni alzar los
ojos al señor, ni escupir ni hacer ningunos meneos, y sin mirar a la cara: al
despedir se levantaba [el orador] bajado su cabeza retirándose hacia
atrás sin volver las espaldas, con mucha modestia. En todo el demonio hablaba
con estas gentes en oráculos y en fantasmas, y en estos lugares les manifestaba
muchas cosas. § 201. De como
el desmentirse unos a otros no lo tenían en nada, ni por punto de honra, ni lo
recibían por afrenta es nación muy [F. 56 v.] vanagloriosa y muy celosa de sus
mujeres, que por el caso se matan muchos, y las mujeres muy más celosas que los
hombres. Es gente cobarde a solas y pusilánime y cruel, y acompañados con los
españoles son demonios atrevidos y osados. Es la mayor parte della simplísima, muy
recia, carecen de razón y de honra, según nuestro modo, tienen los términos de
su honra por otro modo muy apartado del nuestro: no tienen por afrenta el
embeodarse ni comer por las calles, aunque ya van entrando en pulicía de razón,
y van tomando grandemente nuestras costumbres y buenos usos y les
parecen muy bien. En su antigüedad se trataba mucha verdad, mayormente a sus
señores, y mucha más entre los principales; guardábanse las palabras unos a
otros, y no las quebrantaban so pena de la vida, aunque agora con la libertad
son muy grandes mentirosos y tramposos. Aunque hay de todo, que muchos de ellos
que son mercaderes tratan verdad y son de muy gran crédito, y como atrás
decimos, han tomado mucho de nosotros. Tenían por afrenta vender casas o
arrendallas, o pedir prestado, lo cual en su antigüedad no se usaba, ni se
debían unos a otros cosa alguna. Sus promesas y posturas las cumplían luego y
no faltaban. § 202. Los
modos de sus templos atrás lo dejamos referido, que son a manera de pirámides,
excepto que se subía por gradas hasta la cumbre, y en lo más alto había una o
dos capillas pequeñas, y delante de ellas grandes columnas de piedra en donde
perpetuamente estaban con lumbre y grandes perfumes de noche y de día, que
jamás cesaban desde los templos pequeños hasta los mayores. Los servidores de
los templos eran aquellos que prometían de serlo hasta la muerte, y algunos por
tiempo limitado. Estos se sustentaban de las primicias de los frutos que
cogían: tenían sacerdotes mayores que llamaban achcautzin, teopixque,
teopannenque,[120]
tlamacazque, que eran agora como son los religiosos que tenían aquella
religión. Tlamacazque se llamaban, porque servían a los dioses con sacrificios
y sahumerios; y ansí todos aquellos que sirven a los españoles el día de hoy
los llaman tlamacazque, porque como los españoles fueron a los principios
tenidos por dioses, ansí todos aquellos que les servían eran llamados
tlamacazque, porque ansí llamaban a los que estaban en los templos de los
dioses, y hasta hoy ha quedado este nombre tan arraigado, que llaman a los
criados de los españoles tlamacazque o tlamacaz. § 203. Por
segunda persona había papas, no porque el nombre de papa fuese de sumo
sacerdote; sino como los más viejos sacerdotes, aquellos que
sacrificaban a los hombres, quedaban tan ensangrentados, y ellos eran tan
pésimos y sucios, criaban gran suma de cabellos, que los tenían tan largos que
les daban casi hasta las nalgas, y ellos estaban tan sucios y percudidos de la
sangre y tan afieltrados, que por estas grandes crines los llamaban
papas y no por sacerdote supremo, quel sacerdote o sacerdotes mayores los
llamaban teopan achcauhtin teopixque, que interpretado en nuestro romance
quieren decir, los mayores del templo o los guardas de los dioses o
guardas de los templos. Los ornatos de sus altares adonde inmolaban los cuerpos
humanos, no los tenían con atavíos de seda, ni brocados, sino en rústico modo.
Sólo los ídolos algunos tenían de piedras ricas, labradas de mármoles, o
cristal, o de piedras verdes chalchihuites o de turquesas y amatistas, y
algunos de piezas de oro. § 204. [F. 57
r.] Habiendo tratado de estas costumbres, trataremos del modo de sus entierros.
Y es ansí, que cuando algún cacique o señor moría, le ponían en unas
andas asentado y muy ataviado, y el rostro descubierto con sus orejeras y
bezotes de oro, plata, o de esmeraldas, o de otro género de piedras preciosas,
y muy compuesto y afeitado sus cabellos, muy puestos en orden como si fuese
vivo. Y si era rey lo mismo, excepto que le ponían la corona real a manera de
mitra, y por este orden le llevaban en unas andas de mucha riqueza y plumería,
y llevándole sobre sus hombros los más principales de la república, lo llevaban
hasta una muy gran foguera que estaba hecha, acompañado de sus hijos y mujer,
lamentando su fin y acabamiento, y otros pregoneros de la república pregonando
sus grandes hechos y hazañas, trayendo a la memoria sus grandes trofeos, y allí
públicamente le echaban en la foguera, y allí con él se arrojaban sus criados y
criadas y los que le querían seguir y acompañar hasta la muerte. § 205. Allí
llevaban grandes comidas y bebidas para el pasaje de la otra vida de descanso,
y después de quemado, recogían sus cenizas y las guardaban amasadas con sangre
humana, y les hacían estatuas e imágenes para memoria y recordación de quien
fue. Otros, aunque eran señores, eran llevados con la misma solemnidad y pompa,
y no los quemaban, sino que los enterraban en bóvedas y sepulturas que les
hacían, y allí se enterraban vivas con ellos, doncellas y criados y enanos y
corcovados, y otras cosas que el tal señor mucho amaba, y con muchedumbre de
matalotaje y comida para aquella jornada que se hacía para la otra vida; y este
error usaban pobres y ricos y cada uno se enterraba según su calidad. § 206. Después
de este entierro iban a casa del difunto, en la cual hacían grandes fiestas y
comidas muy espléndidas, y grandes bailes y cantares, y gastaban veinte o
treinta días en comidas y bebidas sus haciendas después de muertos, cuya
costumbre en muchas partes de esta tierra ha quedado muy arraigada. Lo mismo se
hace en los casamientos, pues gastan todas las parentelas cuanto tienen, en
esta forma; que cuando se celebra un casamiento, de parte del desposado toda su
parentela ofrecía para el ajuar y casamiento, cada uno lo que tenía ropa para
la desposada, joyas de oro o plata y esclavos y esclavas, hilo y
algodón, cacao y cofres de madera y de diferentes cosas, esteras según su usanza.
Y de parte de la desposada ofrecían ropas muy ricas labradas, mantas para el
desposado, esclavos y mucha plumería: por manera que con estos
presentes, había que gastar grandes tiempos, y después de esto daban grandes y
muy espléndidas y suntuosas comidas y bebidas de grandes diversidades de
extrañezas de aves, venados y otras cazas de montería, que sería detenernos
mucho tratar de estas menudencias. Duraban estas fiestas muchos días en juegos,
bailes y pasatiempos, según la calidad de las personas que se casaban y
contraían estos matrimonios. § 207. Estos
mismos ritos tenían cuando paría una mujer de alguna persona grave y de cuenta,
que ansí como se sabía haber parido, a la hora venían todas las parentelas de
la una parte y otra, y todos traían presentes de ropa, de aves, de cualquiera
cosa que tenían, y si era varón el recien nacido, entraba el saludador y
decíale que [F. 57 v.] fuese bien nacido y venido al mundo a padecer trabajos y
adversidades, y allí le traía a la memoria los hechos de sus antepasados, e que
recibiese aquel mísero presente para con que se criase y holgase en su
infancia, y a este tiempo le ofrecían de las cosas que le traía. Y acabado
esto, respondíale un viejo que para esto estaba dedicado, dándole las gracias[121]
de todo; y luego lo llevaban a su asiento, allí le daban de comer y beber y a
toda la parentela que había traído, que para todos lo ha de haber y hay
en esto y había particular cuenta. Duraba esta ceremonia más de cuarenta o
cincuenta días, hasta que la parida se levantaba, y lo mismo se hacía con las
hijas hembras, aunque con más solemnidad se celebraba el nacimiento de los
hijos. El padre del tal hijo que nacía era obligado a hacer saber a sus amigos,
cómo le había nacido un hijo o hija, y a los que no lo avisaba, a pariente o
amigo, no acudían a la visita ni a la fiesta, y se tenían por afrentados
y se corrían de ello. § 208. Este
mismo rito se tenía, cuando uno acababa de labrar una casa y nuevamente se
entraba a vivir en ella, porque decían que cuando se entraban a habitar en las
casas recien acabadas y si antes no las encomendaban al dios de las casas, que
gozaban poco de ellas los que las habitaban y que se morían; y por este
respeto, al tiempo que las acababan y queriéndolas habitar, aquel día hacían
grandes bailes y banquetes, y convidaban gran copia de gentes, conforme a la
calidad de la persona que hacía la fiesta, y por esta orden se guardaba este
rito desde el mayor hasta el menor, y duraban las fiestas siete y ocho días. § 209. Este
mismo modo de engaño tenían cuando nuevamente probaban los nuevos vinos, y
antes que los dueños usasen de ellos convidaban gran muchedumbre de gentes a
ello, porque el dios Baco no les fuese contrario y que en sus borracheras les
favoreciese en que no les sucediesen algunos desastres, y con estos engaños
servían al demonio a banderas desplegadas, diciendo que con hacer esto los
dioses habían piedad de ellos. A todas las cosas que se hacían y obraban en la
tierra los hombres no habían de ser guiadas por su voluntad, sin primero
invocar a los dioses de cada cosa, porque no se haría nada sin voluntad de
ellos, y a ellos como dioses y señores supremos, habían de enviar a la
tierra lo que fuese conveniente para los hombres del mundo y a las cosas en
ella creadas. § 210.
Entendieron que no había sido creado el mundo, sino que acaso ello se estaba
hecho, y llamaban al dios del mundo y de la tierra Tlaltecuhtli; y lo mismo
tuvieron que los cielos no fueron creados, sino que eran sin principio. No
tuvieron conocimiento de los cuatro elementos, ni de los movimientos celestes.
Cargábanse los naturales como bestias, y esta costumbre de cargarse fue muy
antigua, y servían personalmente a sus mayores sin paga ninguna, y sin más
interés de que los tuviesen debajo de su amparo. Ya dejamos tratado de cómo
antes que gozasen de los frutos, pagaban primicias de ellos a los templos, de
lo cual comían los templarios y de ello se sustentaban. § 211. En las
ceremonias, ritos y supersticiones que hacían en los tiempos del estío del año,
en las cazas generales, y aún disimuladamente las hacen el día de hoy entre los
otomíes, es en esta manera, que cuando hacen grandes secas y esterilidad en la
tierra, hacen llama [F. 58 r.] miento general en algunos montes conocidos para
un día señalado, gran muchedumbre de gentes para cazar: y para este día,
llevaban gran muchedumbre de arcos y flechas y redes y otros instrumentos
de caza, a lo cual se juntaban dos y tres mil indios, e iban por su orden
echando sus enredos y cercos hasta que topaban con la caza de venados o
jabalíes u otro cualquier género de animal indoméstico, y alcanzada, con gran
ceremonia y solemnidad abrian el tal animal y le sacaban el corazón, y luego la
panza, y si en ella le hallaban yerbas verdes o algún grano de maíz o frijol
nacido dentro del buche, porque [el] demonio siempre lo procuraba para hacerse
adorar, hacía con estas gentes estas apariencias, decían que aquel año
había de ser abundantísimo de panes, e que no había hambre. Si le hallaban el
vientre con[122]
yerbas secas, decían que era señal de mal año y de hambre, y se volvían tristes
y sin ningún contento. Y si era de yerbas verdes hacían grande alegría, y
bailes y otros regocijos, y de esta manera prosiguen sus cazas generales, y
tienen todavía estas costumbres de supersticiones que aún no se les acaba de
desarraigar.
§ 212. Tornando
a tratar del demonio y de la manera que lo veían, no le veían visiblemente sino
por voz, o porque en algún oráculo respondía. Algunos le veían transformado en
león o tigre, o en otro cuerpo fantástico. Era tan conocido entre estos
miserables, que luego sabían cuando hablaba con ellos. Ansí mismo reconocíanle,
porque se mostraba en cuerpo fantástico, y sin tener sombra, y sin choquezuelas[123]
en las coyonturas, y sin cejas y sin pestañas, los ojos redondos y sin niñetas
y sin blancos: todas estas señales tenían para conocerle aquellos a quienes se
revelaba, mostraba y aparecía. § 213.
Trataremos agora de una hermafrodita que tuvo dos sexos,[124]
y lo que de este caso acaeció fue, que como los caciques tenían muchas mujeres,
aficcionóse un hijo de Xicotencatl de una mozuela de bajos padres, que le
parecío bien, la cual pidió se la diesen sus padres por mujer, que ansí se
acostumbraba, aunque fuesen para sus mancebas; la cual fue traída, que era
hermosa y de muy buena disposición, y puesta entre sus mujeres encerrada entre
las demás, y habiendo mucho tiempo que en esta reputación estaba con él, y
tratando y conversando con las otras mujeres sus compañeras, comenzó a
enamorarse de ellas y a usar del sexo varonil en tanta manera, que con el mucho
ejercicio vino a empreñar más de veinte mujeres, estando ausente su señor más
de un año fuera de su casa. § 214. Y como
viniese y viese a sus mujeres preñadas recibió pena y gran alteración, y
procuró saber quién había hecho negocio de tan gran atrevimiento en su casa, y
entrando la pesquisa se vino a saber que aquella mujer compañera de ellas las
había empreñado, porque era hombre y mujer. Visto tan gran desconcierto y que
la culpa no había sido sino suya, habiéndola él metido entre sus mujeres,
parecióle no ser tan culpadas como si ellas le ovieran procurado, y ansí las
reservó de que no muriesen, aunque las casó y repartió repudiándolas,
que no fue poco castigo para ellas. Más al miserable hermafrodita lo mandaron
sacar en público, en un sacrificadero que estaba dedicado para castigo de los
malechores, manifestando la gran traición que había cometido contra su señor,
amo y marido, y ansí vivo y desnudo en vivas carnes, le abrieron el costado
siniestro [F. 58 v.] con un pedernal muy agudo, y herido abierto le
soltaron para que fuese donde quisiese y su ventura le guiase, y de esta manera
se fue huyendo y desangrando por las calles y caminos, y los muchachos le
fueron corriendo y apedreando más de un cuarto de legua, hasta que el desventurado
cayó muerto y las aves del cielo le comieron, y este fue el castigo que se le
dió, y después andaba el refrán por entre los principales señores:
guardaos del que empreñó las mujeres de fulano y mirad por vuestras mujeres; si
usan de los dos sexos, guardaos de ellas no os empreñen. § 215. Habia un
error muy grande entre estos naturales y muy general en toda esta Nueva España,
en que decían queste mundo había tenido dos acabamientos y fines y que el uno
había sido por diluvios y aguas tempestuosas y que se había vuelto la tierra lo
de abajo arriba, y que los que en aquellos tiempos vivían habían sido gigantes,
cuyos huesos se hallaban por las quebradas como atrás dejamos tratado. No
tuvieron conocimiento de los cuatro elementos, ni de sus operaciones, más de
que era aire, fuego, tierra y agua, confusamente. § 216.
Ansímismo, por el consiguiente, dicen que ovo otro fin y acabamiento del mundo
por aires y huracanes que fueron tan grandes, que cuanto había en él se asoló,
hasta las plantas y árboles de las muy altas montañas, y que arrebató los
hombres de aquellos tiempos, y que fueron levantados del suelo hasta que se
perdieron de vista, y que al caer se hicieron pedazos, y que algunas gentes de
estas que escaparon, quedaron enredadas por algunas montañas y riscos
escondidos, y que se convirtieron en monas y micos, e que olvidaron el uso de
razón, perdieron la habla y quedaron de la manera que agora los vemos, que no
les falta otra cosa sino la habla y quedaron mudos para ser hombres perfectos.
Esto tenían tan creído como si fuera de fe, y que todas las cosas que tratamos
y hacemos que las alcanzan y entienden; más que como pasó el tiempo de su edad,
que los dioses, de piedad que de ellos tuvieron, que aunque los habían privado
de razón, les habían hecho merced de las vidas. § 217. Tienen
por muy cierto que ha de haber otro fin, e que ha de ser por fuego, e que la
tierra se ha de abrir[125]
y tragarse los hombres, y que todo el universo mundo se ha de abrasar, e que
han de abajar del cielo los dioses y las estrellas, y que personalmente han de
destruir a los hombres del mundo y acaballos, y que las estrellas han de venir
en figuras de salvajes, y éste es el último fin que ha de haber en el mundo. Y
cuando los nuestros llegaron a esta provincia, como atrás lo dejamos
tratado, entendieron que era llegado la fin según las señales y apariencias tan
evidentes y claras que veían. § 218. Tenían
estas naciones a una diosa que llamaban la diosa de los enamorados, como
antiguamente tenían los gentiles la diosa Venus, ansi tenían los naturales
desta tierra a esta diosa llamad Xochiquetzal, la cual decían que habitaba
sobre todos los aires y sobre los nueve cielos, y que vivía en lugares muy deleitables
y de muchos pasatiempos, acompañada y guardada de muchas gentes, siendo servida
de otras mujeres como diosas, en grandes deleites y regalos de fuentes, ríos, y
florestas de grandes recreaciones, sin que le faltase cosa alguna, y que a
donde ella estaba tan guardada y encerrada, que hombres no la podían ver,
y que en su servicio había un gran número de enanos y [F. 59 r.] y corcovados,
truhanes y chocarreros que le daban solaz con grandes músicas y bailes y
danzas, y de estas gentes se fiaba y eran sus secretarios para ir con embajadas
a los dioses a quien ella codiciaba. Y que su entretenimiento era hilar
y tejer cosas primorosas y muy curiosas; pintábanla tan linda y
tan hermosa, que en lo humano no se podía más encarecer. § 219. Llamaban
el cielo donde esta diosa estaba Tamohuanichan xochitl ihcacan chicuhnauhnepaniuhcan
itzehecayan, que quiere tanto decir como si dijésemos el lugar de
Tamouan,[126]
y en asiento del árbol florido, de este árbol Xochitlicacan, dicen que el que
alcanzaba desta flor o della era tocado, que era dichoso y fiel enamorado,
donde los aires son muy frios,[127]
delicados y helados, sobre los nueve cielos. A esta diosa Xochiquetzal celebraban
fiesta cada un año con mucha solemnidad, y a ella concurrían muchas gentes
donde tenía su templo dedicado. Dicen que esta Xochiquetzal fue mujer del dios
Tlaloc, dios de las aguas, e que se la hurtó Tezcatlipuca, e que la llevó a los
nueve cielos e la convirtió en diosa del bien querer. § 220. Había
otra diosa que llamaban Matlalcueye, atribuída a las hechiceras y
adivinas, con ésta casó Tlaloc después de que Tezcatlipoca le hurtó a
Xochiquetzatl su mujer. Ovo otra diosa que se llamó Xochitecacihuatl,
diosa de la mezquinidad y avaricia, fue mujer de Quiahuiztecatl. Estas diosas y
dioses para eternizar sus memorias, dejaron puestos sus nombres en sierras muy
conocidas, llamándos[e] de sus propios nombres, y ansí muchos cerros y sierras
hoy en día se llaman [d]estos nombres.
§ 221. Cuando
había falta de aguas y hacía grandes secas y que no llovía, hacían grandes
procesiones, ayunos y penitencias, y sacaban en procesión gran cantidad
de perros pelones, que son de su naturaleza pelados sin ningún género de pelo,
los cuales había antiguamente en su gentilidad muchos que los tenían para
comer, y los comían. Yo tengo al presente casta de ellos, que son por cierto
muy extraños y muy de ver, y de este género de perros como referido tenemos, sacaban
en procesión y en andas muy adornadas, y los llevaban a sacrificar a un templo
que les tenían dedicado, que lo llamaban Xoloteupan;[128]
y llegados allí los sacrificaban, y les sacaban los corazones y los ofrecían al
dios de las aguas, y cuando volvían de este sacrificio, antes que llegasen al
templo mayor llovía y relampagueaba de tal manera, que no podían llegar a sus
casas con la mucha agua que llovía, y después de muertos los perros se los
comían. Yo me acuerdo que ha menos de treinta años ver carnicería de perros en
gran muchedumbre, sacrificados y sacados los corazones por el lado izquierdo a
manera de sacrificio, e dimos noticia de ello y orden para que se quitase, y
ansí se desarraigó este error. Ya dejamos referido cómo tenían otras carnes que
comer de cazas y monterías, y de cómo antiguamente había cantidad de ellas. § 222. Hacían
otra ceremonia y superstición infernal y diabólica, y era que cuando prendían
algún prisionero en la guerra, prometían los que iban a las dichas guerras que
al primer prisionero que cautivasen que le habían de desollar el cuero cerrado,
y meterse en el cuero tantos días en servicio de sus ídolos o del dios de las
batallas. Al cual rito o ceremonia llamaban exquinan;[129]
[F. 59 v.] y era ansí que desollado, cerrado y entero al miserable cautivo, se
metía dentro de él el que lo había prendido, y andábase con aquella piel de
templo en templo corriendo, y a este tiempo, los muchachos y hombres andaban
tras este exquinan con gran regocijo, a manera de quien corre un toro, hasta
que de puro cansado lo dejaban y huían de él porque no le alcanzase a alguno,
porque le aporreaba de tal manera, que lo dejaba casi muerto, y a las
veces se juntaban dos o tres de estos, que regocijaban todo el pueblo. Ansí
llamaban este rito el juego del exquinan. § 223. Había
otros penitentes que andaban de noche, que los llamaban penitentes, llamados en
su lengua tlamaceuhque, los cuales tomaban un bracero pequeño sobre su cabeza,
el cual llevaban encendido desde que anochecía hasta casi que amanecía: e
andaban de noche de templo en templo, solos y con mucho silencio, visitando sus
dioses en sus templos y hermitas. Duraban en esta penitencia y pobreza un año o
dos, dándose a la pobreza y miseria para alcanzar algo por humildad sirviendo a
los dioses. Estos servían de día y de noche en los templos; más tomaban estas
romerías y andar estas estaciones, por haber salido y escapado de algún
peligro, o porque los dioses se doliesen de él, de encaminarles en
algunas pretensiones y fines que deseaban. No comían carnes ni legumbres al
tiempo en que hacían estas penitencias, sino pan sin levadura ni otra mixtura
alguna, que llaman los naturales yoltamalli.[130]
§ 224. A todas
estas cosas como al principio prometimos, pasamos sucintamente a causa de que
las han escrito los religiosos muy copiosamente por estirpar las idolatrías de
esta tierra, especialmente fray Andrés de Olmos, fray Bernardino de Sahagún,
fray Toribio de Motolinía, fray Jerónimo de Mendieta y fray Alonso de Santiago,
y a esta causa nos vamos acortando lo más que podemos. Los ayunos de
estas gentes duraban según se les antojaba, y las promesas que hacían: ansí por
promesas o por armarse caballeros, que cuando esto era, ayunaban ochenta días,
velaban las armas como atrás dejamos referido, y las ceremonias del armarse
caballeros y del vejamen y de las propinas que daban, y de cómo
abofeteaban y daban una coz, y cómo todo lo había de sufrir según su costumbre,
y aquel que más sufría y pasaba,[131]
aquel era muy buen caballero. § 225. Las
horas y momentos para el gobierno de la república eran que a prima noche se
tocaban desde los templos grandes bocinas, y caracoles y trompetas de palo que
hacían terrible espanto y estruendo, y encendían lumbres en todos los
templos los sacerdotes y tlamacazques, y luego como esto pasaba se sosegaba
todo. Y siendo media noche, que llamaban los naturales yohualnepantla ticatla,
tornaban a sonar las bocinas y trompas de palo y caracoles marinos, y se
hacía muy gran ruído y estruendo a voces y sonido de todas estas cosas, para
dar a entender como era media noche; y lo propio se hacía al cuarto del alba y
al salir del lucero, y a las ocho del día, al mediodía y a la tarde. Y de esto
servían los templarios, que este era su oficio, y a todos estos
tiempos y horas sahumaban e incensaban los altares y a los ídolos que
perpetuamente no faltaba la lumbre. § 226. Los
grandes recibimien [F. 60 r.] tos que hacían a los capitanes que venían y
alcanzaban victorias en las guerras, las fiestas y solemnidades con que se
solemnizaban a manera de triunfo, que los metían en andas en su pueblo,
trayendo consigo a los vencidos; y por eternizar sus hazañas, se las cantaban
públicamente, y ansí quedaban memoradas, y con estatuas que les ponían en los
templos. Los pleitos que trataban y contingencias que tenían, se definian de
plano por algunos viejos ancianos que para ello estaban diputados en la
república. Ya dejamos referido cómo la lengua mexicana es la más amplia
que se halla en estas partes, y la más casta y pura, porque no se aprovecha de
ninguna extraña, y cómo las otras extrañas se aprovechan de ella en
muchos vocablos. Tenían los naturales en su antigüedad adagios, proverbios y
preguntas a manera de enigmas y adivinanzas muy compuestas en su lengua;
hablaban en jerigonza: usan de cuentos risueños, son muy grandes fabuladores, y
tienen sus fines y sentidos para doctrinarse, y otros muchos entretenimientos. § 227. Entre
otras muchas celebraciones de fiestas que hacían a sus ídolos y falsos dioses,
celebraban la fiesta de Tlaloc, al cual atribuían ser el dios de las
aguas y de los relámpagos, rayos y truenos. Y a éste le tenían un
suntuosísimo templo a quien estaba dedicado, y se le celebraban dos fiestas en
el año, que una fiesta llamaban fiesta mayor y la otra fiesta menor, a las
cuales concurrían muchas gentes, a donde ofrecían gran suma de ofrendas,
promesas y devociones que se cumplían, sin los demás crueles y sanguinolentos
sacrificios de hombres humanos que sacrificaban con crueles cuchillos de
pedernales agudísimos y afilados, para abrilles aquellos pechos miserables, y
arrancalles los vivos corazones con las manos de los rabiosos carniceros y
pésimos sacerdotes, los cuales apretaban con entre ambas manos cuanto podían, y
se volvían al nacimiento del sol a la parte del oriente, alzando las manos en
alto, y volviéndose al poniente haciendo lo mismo, y lo propio al mediodía y a
la parte del norte. Y a todo este tiempo los demás papas tlamacazques
incensaban con gran reverencia al demonio. Acabado esto, echaban el corazón en
el fuego hasta que se quemaba y consumía. § 228.
Contábame uno que había sido sacerdote del demonio, que después se había
convertido a dios nuestro señor y a su santa fe católica y bautizado,
conociendo el bien que tenía, que cuando arrancaba el corazón de las entrañas y
costado del miserable sacrificado, que era tan grande la fuerza con que pulsaba
y palpitaba, que le alzaba del suelo tres o cuatro veces, hasta que se iba
el corazón enfriando, y acabado esto echaba a rodar el cuerpo muerto,
palpitando, por las gradas del templo abajo, y por esta orden iban sacrificando
y ofreciendo corazones al infernal demonio.
§ 229. Entre
estos sacrificios y supersticiosas crueldades, usaban de una para conocer si el
demonio se aplacaba o condescendía con las cosas que le pedían y si venía con
ello. Haciánle una ofrenda de picietl molido y hecho harina y en polvo, que es
una yerba a manera de beleño, y estas hojas deste beleño dicen que es
yerba de muy grandes virtudes para muchas enfermedades y medicamentos, y
como yerba tan preciada, ofreciánla hecha harina, y en polvo como referido
tenemos. Y puesta en unos vasos grandes, les ponian en los
altares y poyos del templo entre las demás ofrendas, y de estas del picietl [F.
60 v.] guardaban partícularmente, porque si algún milagro había de haber, aquí
más que en otro algun lugar se veía. Y ansí era, que cuando acudían los
sacerdotes a ver estos vasos, hallaban en ellos huella o pisadas señaladas de
alguna criatura particularmente, y a las más veces pisadas de águila. § 230. Y cuando
esto acaecía y en aquella hora y sazón, la manifestaban los sacerdotes al
pueblo, y luego con muy gran regocijo y solemnidad, haciendo gran ruído de
trompetas y atabales, bocinas y caracoles, con todos los demás instrumentos de
música que tenían, todo el pueblo se regocijaba con esta gran festividad que el
demonio les manifestaba, y a este tiempo [en] el oráculo de Tlaloc, si
[alguien] insolentemente con algún atrevimiento blasfemaba, decían que moría
despedazado de rayos o de muerte arrebatada, porque dicen que este lugar
era tan inviolable, que si no eran sacerdotes a este templo dedicado, no
podían llegar otras personas a este oráculo sin gran riesgo de sus vidas, y
estos rayos y fuego que caían del cielo eran sin nublados y en tiempo sereno. § 231. Cuando
había falta de pluvias y hacía grandes secas en la tierra y no llovía, se
hacían rogativas[132]
y sacrificios a este ídolo de Tlaloc: entonces dicen los
naturales que llovía, que aunque no lloviese, que porfiando en estos sacrificiosque
las gentes hacían, que al fin, el demonio hacía llover y a este tiempo los
pérfidos sacerdotes hacían sus ceremonias supersticiosas[133]
con más eficacia y fervor. Luego que la conquista de esta tierra pasó y
se pacificó, vinieron tres religiosos como atras dejamos referido, que
fueron de la orden del señor San Francisco, y cómo los dos fueron
sacerdotes y uno lego, el que era de misa se llamó fray Juan, y del otro no se
tiene noticia de su nombre, ni de cómo se llamó[134]
y el que era lego, uno de los dos que quedaron, se llamaba Fray Pedro de
Gante, flamenco de nación.[135]
Y el que se llamó Fray Juan murió en la jornada de las Higüeras
cuando Cortés fue a ellas y el otro en la ciudad de México. § 232. Y Fray
Pedro de Gante el lego, vivió muchos años en la ciudad de México, en la capilla
de señor San Jose, en el convento del señor San Francisco, adonde ansímismo
falleció, después de haber doctrinado a los naturales con gran espíritu y
fervor en muchas partes de esta Nueva España, enseñándoles a leer y a
escribir y a tañer flautas, trompetas y ministriles y otras muchas cosas del
ejercicio[136]
católico, cristiano y virtuosas, porque le tuvieron[137]
por padre todos los mexicanos, por habelles criado en tanta doctrina y pulicía
humana y cristiana. § 233. Y
ansí pasando adelante con nuestra relación, diremos de la grande admiración que
los naturales tuvieron cuando estos religiosos, vinieron y cómo comenzaron a
predicar el santísimo y sagrado evangelio de nuestro señor y salvador
Jesucristo. Como no sabían la lengua, no decían sino que en el infierno,
señalando la parte baja[138]
y la tierra con la mano, que allí había fuego, que había sapos y
culebras; y acabando de decir esto, elevaban los ojos al cielo, diciendo que un
solo dios estaba arriba en el cielo, ansímismo apuntando con la mano. Lo
cual decían siempre en los mercados y adonde había junta y congregación de
gentes, y no sabían decir otras palabras que los naturales les entendiesen,
sino eran por señas; y cuando estas cosas decían y predicaban, y el uno de
ellos, que era un venerable viejo calvo, estaba con la fuerza del sol de medio
día con espíritu de dios enseñando, y con celo de caridad diciendo estas cosas
[F. 61 r.] a medio días y a media noche en muy altas voces que se
convirtiesen a dios y dejasen las idolatrías. § 234. Y cuando
predicaban estas cosas decían los señores y caciques: ¿qué han
estos pobres miserables? mirad si tienen hambre, y si han menester algo, dadles
de comer. Otros decían, estos hombres deben de ser enfermos o estan
locos, dejadlos vocear a los miserables, que tomádoles ha su mal de
locura, que deben de estar locos. Dejadlos estar, pasen su enfermedad
como pudieren: no les hagáis mal, que al cabo estos y los demás han de morir de
esta enfermedad de locura. Y mirad si habéis notado cómo a medio día y a media
noche, y al cuarto del alba, cuando todos se regocijan, éstos dan voces y
lloran; sin ninguna duda es mal grande el que deben de tener, porque son
hombres sin sentido, pues no buscan placer ni contento, sino tristeza y
soledad. § 235. Dejando
como dejamos remitido a los cronistas de esta tierra las cosas más graves que
tienen escrita cerca de los grandes acaecimientos del discurso de la conquista,
iremos pasando en suma en todas las cosas que vamos refiriendo. Dirémos en este
lugar, las señales que ovo en esta Nueva España antes de la venida de los
españoles. § 236. Como el
demonio enemigo del género humano se viese tan apoderado de estas
gentes, siempre las traía engañados y jamás les encaminaba en cosas que
acertasen, sino con cosas con que se perdiesen y se desatinasen; y como nuestro
dios y sumo bien tuviese ya piedad y misericordia de tanta multitud de
gentes, comenzó con su inmensa bondad de enviar mensajeros y señales del cielo
para su venida, las cuales pusieron gran espanto a todo este Nuevo
Mundo. Y fue que diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo
una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que
apareció una columna de fuego muy flamífera, de llamas muy encendidas, de mucha
claridad y resplandor, con unas centellas que centellaban en tanta espesura que
parecía polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de
ellas salía hacía tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana. § 237. La cual
columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo
de la tierra, de do comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba
adelgazando, haciendo punta que llegaba a tocar el cielo en forma piramidal,
la cual aparecía a la parte del medio día y de media noche para abajo, hasta
que amanecía y era de día claro, que con la fuerza del sol y su resplandor y
rayos era vencida. La cual señal duró un año, comenzando desde el principio del
año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta
castellana, acaeció el año de dieciseis.[139]
Y cuando esta abusión y prodigio se veía, hacían los naturales grandes
extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos, en señal de gran
espanto y dándose palmadas en las bocas, como lo suelen hacer: Todos estos
llantos y tristezas iban acompañados de sacrificios de sangre y de cuerpos
humanos, como solían hacer en viéndose en alguna calamidad y tribulación, ansí
como era el tiempo y la ocasión que se les ofrecía, ansí crecían los géneros de
sacrificios y supersticiones. § 238. Con esta
tan gran alteración y sobresalto, acuitados de tan gran temor y espanto, tenían
un continuo cuidado e imaginación de lo que podría significar tan extraña
novedad; procuraban saber por adivinos y encantadores qué podía significar una
señal tan extraña en el mundo jamás vista ni oída. Háse de considerar que diez
años antes de la venida de los [F.61 v.] españoles, comenzaron a verse estas
señales, más la cuenta que dicen de diez casas fue el año de mil y quinientos y
dieciseis, dos años antes que los españoles llegasen a esta tierra. § 239. El
segundo prodigio, señal y agüero o abusión que los naturales de México
tuvieron, fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual llamaban el
templo de Huitzilopuchtli, sin que persona alguna le pegase fuego, que estaba
en el barrio de Tlacatecco. Fue tan grande este incendio y tan repentino,
que salían por las puertas del dicho templo llamaradas de fuego que
parecía que llegaban al cielo, y en un instante se abrasó y ardió todo, sin
poderse remediar cosa alguna , lo cual quedó[140]
todo deshecho. Esto que acaeció, no fue sin gran alboroto y alterna gritería,
llamando y diciendo las gentes: "¡Ea Mexicanos! venid a gran prisa
y con presteza con cántaros[141]
de agua a apagar el fuego", y ansí las más gentes que pudieron acudir al
socorro vinieron, y cuando se llegaban a echar el agua y querer apagar el fuego
que a esto llegó gran multitud de gente, entonces se encendía más y
crecía más la llama, con más fuerza, y ansí sin ningún remedio, se acabó
de quemar todo. § 240. El
tercer prodigio y señal fue que cayó un rayo en un templo idolátrico que
tenía la techumbre pajiza, que los naturales llamaban xacal, el cual templo
llamaban el templo de Tzonmolco, que era dedicado al ídolo Xiuhtecuhtli
lloviendo una agua menuda como una mollina,[142]
cayó del cielo, sin trueno ni relámpago alguno sobre el dicho
templo, lo cual ansí mismo tuvieron por gran abusión, agüero y prodigio de muy
mala señal, y se quemó y abrasó todo. § 241. El
cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del
cielo por el aire, y de tres en tres, por la parte de occidente que corrían
hasta el oriente, con tanta fuerza y violencia, que iban desechando y
desparciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían que llevaban tan
grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza. Y al tiempo
que estas señales se vieron hubo alboroto, ansímismo muy gran
ruído y gritería y alarido de gentes. § 242. El
quinto prodigio y señal fue que se alteró la laguna mexicana sin viento alguno,
la cual hervía y rehervía y espumeaba en tanta manera, que se levantaba y
alzaba en gran altura, de tal suerte, que el agua llegaba a bañar a más de la
mitad de las casas de México, y muchas de ellas se cayeron y hundieron; y las
cubrió y del todo se anegaron. § 243. El sexto
prodigio y señal fue que muchas veces se oía y muchas noches, una voz de mujer
que a grandes voces lloraba y decía, acuitándose[143]
con mucho llanto con grandes sollozos y suspiros ¡Oh hijos mios! del
todo nos vamos ya a perder. Y otras veces decía: ¡Oh hijos mios, a dónde os
llevará y dónde os podré llevar a esconder!. § 244. El
séptimo prodigio fue que los laguneros de la laguna mexicana, nautas o piratas
o canoístas cazadores, cazaron un ave parda a manera de grulla, la cual
incontinente la llevaron a Motecuhzoma para que la viese, el cual estaba en los
palacios de la sala negra,[144]
habiendo ya declinado el sol hacia el poniente, que era de día claro. La
cual ave era tan extraña y de tan gran admiración, que no se puede imaginar ni
encarecer su gran extrañeza, la cual tenía en la cabeza una diadema redonda de
la forma de [F. 62 r.] espejo muy diáfano, claro y transparente, por la cual se
veía el cielo y las estrellas, y los astillejos que los
astrólogos llaman el signo de Géminis; y cuando esto vió Motecuhsoma lo tuvo a
muy gran extrañesa y maravilla por gran agüero pridgio y abusión y mala señal en
ver, por aquella diadema de aquel pájaro, estrellas del cielo. Y tornando
segunda vez Motecuhzoma a ver y a mirar por la diadema y cabeza del
pájaro, vió grande número de gentes que venían marchando desparcidas y en
escuadrones de mucha ordenanza, muy aderezados y a guisa de guerra, y
batallando unos contra otros o escaramuseando en figuras de venados y otros
animales. Y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar
a sus agoreros y adivinos, que eran tenidos por sabios. § 245. Habiendo
venido a su presencia, les dijo la causa de su admiración. Habréis de saber mis
sabios y amigos, cómo yo he visto muy grandes y extrañas cosas por una
diadema de un pájaro que me han traído por cosa nueva y extraña, que
jamás otra como ella no se ha visto ni cazado, y por la misma diadema
que es transparente como un espejo, he visto una manera de unas gentes que
vienen en ordenanza, y porque lo veais vedle vosotros, y veréis lo
propio que yo he visto; y queriendo responder a su señor de lo que les había
parecido de cosa tan inaudita, para echar sus juicios y adivinanzas, conjeturas
o pronósticos, luego de improviso se desapareció el pájaro, y ansí no pudieron
dar ningún juicio ni pronóstico cierto ni verdadero.
§ 246. El
octavo prodigio y señal de México fue, que muchas veces aparecían y se
veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales lo llaman
tlacanetzolli, y otros veían cuerpos con dos cabezas procedentes de un sólo
cuerpo, los cuales eran llevados a los palacios de la sala negra del gran
Motecuhzoma, adonde en llegando a ellas desaparecían y se hacían invisibles.
Todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin
y acabamiento, porque decían que había de venir la fin y que todo el mundo se
había de acabar y consumir, e que habían de ser creadas otras nuevas gentes y
venir otros nuevos habitadores del mundo, y ansí andaban tan tristes y
despavoridos, que no sabían qué juicios sobre esto oviesen de hechar, sobre
cosas tan raras y peregrinas y tan nuevas, nunca vistas ni oídas. § 247. Sin
estas señales, ovo otras en esta provincia de Tlaxcalla antes de la venida de
los españoles, muy poco antes. La primera señal fue que cada mañana se veía una
claridad que salía de las partes de oriente, tres horas antes que el sol
saliese, la cual claridad era a manera de una niebla blanca muy clara, la cual
subía hasta el cielo, y no sabiéndo qué pudiese ser ponía gran espanto y
admiración. Veían otra señal maravillosa, que se levantaba un remolino de polvo
a manera de una manga, la cual se levantaba desde encima de la sierra de
Matlalcueye, que llaman agora sierra de Tlaxcalla, la cual manga subía
en tanta altura, que parecía que llegaba al[145]
cielo. Esta señal se vió muchas y diversas veces más de un año continuo, que
ansímismo ponía espanto y admiración. [146] § 248. Vista
por los naturales llegada de gente tan extraña, y una cosa no vista ni oída,
¿quién podrá pensar ni imaginar las alteraciones y temores y gran espanto que
en el mundo hubo? porque, como los indios de Cempualla viesen navíos tan
grandes y gentes tan contraria a su natural y nación, no pensaron ni
entendieron sino que eran los dioses que habían bajado del cielo, y ansí con
tan extraña novedad, voló la nueva por toda la tierra con[147]
poca o mucha poblacidad, [F. 62 v.] como quiera que fuese, al fin se supo de la
llegada de tan extraña y nueva gente, especialmente a México, donde era la
cabeza de este imperio y monarquía. § 249. Sabida y
divulgada no sin gran temor y espanto, las gentes se turbaron, no por temor de
perder sus tierras, reynos y señoríos, sino por entender que el mundo era
acabado, y que todas las generaciones de él habían de perecer y que era llegada
la fin, pues los dioses habían bajado del cielo, que no había que pensar en
otra cosa, sino que era llegado el acabamiento y consumación del mundo, y que
todo había de perecer y acabarse. Y a esta causa, los hombres poderosos
buscaron lugares abscondidos y cavernas de la tierra para esconder sus hijos y
mujeres, con grandes bastimentos hasta que bajase la ira de los dioses, y que
las señales de atrás que habían visto eran ya cumplidas con esta venida, y que
aquellas señales y terremotos que en la tierra habían parecido, que no había
sido otra cosa sino avisos que los dioses enviaban a la tierra para que los
hombres se enmendasen: que más de siete años continuos
antes de esta venida, habían visto dentro del sol una espada de fuego que lo
atravesaba de parte a parte, y una asta que de él salía y una bandera de
fuego resplandeciente, que estas cosas no podían pronosticar sino la total
destrucción y acabamiento del mundo. Era tanto el llanto y alboroto de las
gentes, que vivían desesperadas. § 250. Vista
por la república mexicana tanta novedad, procuró saber por razones evidentes,
si estas gentes eran los dioses de lo alto o hombres humanos, y ansí por mando
y acuerdo de Motecuhzoma, despacharon gentes muy secretamente a Cempohualla
para que le trajesen verdadera relación de lo que había, no embargante que por
sus hechiceros y encantadores y adivinos sabían que era gente nueva y no
dioses, sino hombres, aunque sus hechizos y encantamientos no los podían
comprender, por cuya causa no se determinaban a decir que fuesen hombres,
porque las fuerzas de sus encantamientos se perdían para contra estas gentes. Y
al fin llegados los mensajeros y espías de Motecuhzoma, supieron muy de raíz
cómo eran hombres, porque comían, y bebían y dormían y apetecían cosas de
hombres y hacían otras cosas como tales. § 251. Llevaron
una espada y una ballesta y otra nueva más extraña, que era que traían consigo
una mujer y que era hermosa como diosa, porque hablaba la lengua mexicana y la
de los dioses, y que por ella se entendía lo que querían y que se llamaba
Malintzin, porque como fue bautizada la llamaron Marina, y finalmente sobre
este argumento de si eran dioses u hombres no se sabían determinar, porque si
fueran dioses, decían ellos, no derribaran nuestros oráculos, ni
maltrataran a nuestros dioses, porque fueran sus hermanos, y pues que los
maltratan y derriban no deben de ser dioses, sino gentes bestiales y bárbaras,
e pues que ansí ofenden a nuestros ídolos, ellos les darán el pago. Estas y
otras cosas trataban como hombres sin sentido, y por otra parte entendían que
eran dioses, porque venían en animales muy extraños y jamás en el mundo vistas ni
oídos. Y como veían a las gentes y las comunicaban por intercesión de Marina,
llamaban a los caballos venados, que en la lengua mexicana se llama el
venado mazatl, y todo género de bestias llaman venados. También llamaban al
caballo tlacaxolotl, por llamarse [F 63 r.] ansí la [d]anta, porque las hay en
estas partes. § 252. Llegados
a México con el retorno las espías de las cosas que habían visto, y dado
noticia de todo, conocieron por sus conjeturas que al fin eran hombres, pues
enfermaban, usaban del comer y beber y dormir, y otras cosas de hombres. Pero
admirábanse mucho de que no trajesen mujeres sino aquella Marina,[148]
que aquello no podía ser sino que fuese por arte y orden de los dioses ¿que
cómo sabía su lenguaje? y que era imposible saberla; y que la ballesta y
espada ¿qué cómo era posible que fuerzas humanas las pudiesen ejercitar?.
Y ansí puestos en tan extraña confusión, aguardaron a ver qué fuese su
designio. Vista la poca copia de gente que era, Motecuhzoma no hizo caso dellos
ni imaginó su perdición, antes entendiendo que si fuesen dioses, los
aplacaría con sacrificios y oraciones y otros sufragios, e que si fuesen
hombres que era muy poco su poder. Finalmente, no se le dió nada dellos, sino
que consintió de que entrasen e que si eran dioses o sus mensajeros, que él se
avendría con ellos, e que si fuesen hombres, muy en breve tiempo serían
conocidos y que ellos enviaríam que se fuesen de sus tierras. § 253. Sobre lo
cual ovo grandes juntas y acuerdos varios y diversos pareceres. Al fin,
resueltos e que no entrasen hasta ver qué gentes fuesen,
mandó Motecuhzoma se estuviesen en Cempohualla y que no los dejasen pasar de
allí; más como Cortés tuviese noticia de este gran príncipe, y de sus grandezas
y poder, decía y publicaba que le venía a buscar y que le quería ver y
visitar y tenelle por señor y por amigo. Con estas nuevas mandó Motecuhzoma a
sus gentes que dijesen a los dioses, que si no era para más de velle y
visitalle, que él se daba por visitado de ellos, que mirasen lo que querían,
que él se los mandaría dar y que se volviesen, porque con su venida habían
puesto terrible espanto a toda la tierra: y en estos dares y tomares
anduvieron algunos días,[149]
hasta enristrar su
negocio.
§ 254. Dejando
Cortés gran recado de su gente en Cempohuallan, determinó de caminar y venir en
demanda de la provincia de Tlaxcalla, porque como por providencia divina dios
tenía ordenado que estas gentes se convirtiesen a nuestra santa fe católica,
que viniesen al verdadero conocimiento de él por instrumento y medio de Marina,
será razón hagamos relación de este principio de Marina, que por los naturales
fue llamada Malintzin y tenida por diosa en grado superlativo, que ansí se debe
entender que todas las cosas que acaban en diminutivo es por vía reverencial, y
entre los naturales tomado por grado superlativo, como si dijéramos agora mi
muy gran señor huel nohuey tlatocatzin, y ansí llamaban a Marina de esta
manera comunmente Malintzin. § 255. En lo
que toca al origen de Malintzin, hay muy grandes variedades de su nacimiento y
de qué tierra era, de lo cual no tratáremos sino algunos pasos y acaecimientos
mediante ella, porque de los que han escrito de las conquistas de esta tierra
habrán tratado largamente de ello, especialmente Bernal Díaz del Castillo,
autor muy antiguo que hablará como testigo de vista copiosamente, pues se halló
en todo como uno de los primeros conquistadores de este Nuevo Mundo, al cual me
remito. § 256. Notoria
cosa es y muy sabida, cómo Malintzin fue una india de mucho ser y valor, y buen
entendimiento y natural mexicana, la cual fue hurtada de entre sus padres,
siendo de buena gracia y parecer, [F. 63 v.] y entregada a unos
mercaderes que trataban en toda la costa del norte, la cual fue llevada de
lance en lance hasta Tabasco y Potonchan[150]
y Acosamilco.[151]
Otros quieren decir que fue hija de un mercader e que la llevó consigo por
aquellas tierras, lo cual no satisface a buen entendimiento, sino que siendo
hermosa fue llevada para ser mujer de algún cacique de aquella costa, y que fue
presentada por algunos mercaderes para tener entrada con los caciques de
Acosamilco y seguridad. Y ansí fue que en efecto la tenía un cacique de aquella
tierra cuando la halló Cortés. Como quiera que ello sea pasó ansí: otros
quieren decir que Marina fue natural de la provincia de Xalisco, de un lugar
llamado Huilotla; que fue hija de ricos padres y muy nobles, y parientes del
señor de aquella tierra. § 257.
Contradícese el ser de aquella tierra de Xalisco, porque aquella nación es de
chichimecas y la Marina era de lengua mexicana, muy discreta y avisada y entre
los naturales tenida por muy avisada y por cortesana: aunque había lengua
mexicana y se hablaba en aquella tierra, era tosca y grosera. Dicen ansímismo
que esta Marina fue presentada antes en Potonchan con otras veinte mujeres que
allí se dieron: que la trajeron a vender unos mercaderes mexicanos a Xicalanco,
provincia que cae encima de Cohuatzacoalco apartado de Tabasco. Ella fue
natural mexicana porque sabía la lengua muy despiertamente, por do se arguye
que cuando pasó a aquellas tierras, era ya mujer capaz para dar razón del rey
Moctecuhzomatzin, y de los enemigos y contrarios que tenía y de su gran imperio
y monarquía, y grandes riquezas y tesoros. § 258. Estando
en este cautiverio, acaeció que por aquellas tierras había dado a la costa y
arribado un navío de los que habían venido a descubrir estas tierras,
que en otros tiempos llamaban de Yucatan, por mandado de Diego Velásquez,
gobernador de la isla de Cuba, y de estas naos quedaron cautivos o de las de
Francisco Hernández de Córdoba, entre los indios, algunos de sus soldados, de
los cuales fueron uno que se llamó García del Pilar y otro Jerónimo de Aguilar,
españoles, a los cuales conoció después. Habiendo pues quedado Jerónimo de
Aguilar cautivo en aquella tierra, procuró de servir y agradar en gran manera a
su amo ansí en pesquerías que le hacía como en otros servicios que los sabía
bien hacer, que le vino tanto a ganarse la voluntad, que le dió por mujer a
Malintzin, y como el Jerónimo de Aguilar fuese tan hábil, tomó la lengua de
aquella tierra tan bien y en tan breve tiempo, que los propios indios se
admiraban del ver cómo la hablaba. § 259. Y fue en
tanta manera convertido en indio, que se horadó las orejas y narices, y se
labró y rayó la cara y carnes como los propios indios: compelido de la pura necesidad
se pusó a todo, aunque siempre y a la continua observó su cristiandad y fue
cristiano, y guardó el conocimiento y observancia de la ley de dios; y
Malintzin, compelida de la misma necesidad, tomó la lengua de aquella tierra
tan bien y tan enteramente, que marido y mujer se entendían y la hablaban como
la suya propia. Y por este artificio, el Jerónimo de Aguilar supó y entendió
grandes secretos de toda esta tierra y del señorío del gran Motecuhzomatzin. § 260. Y ansí
como Cortés llegó con su armada a esta costa, por voluntad [F. 64 r.] divina
fue hallado este Jerónimo de Aguilar, el cual salió con gran muchedumbre de
canoas al armada de los cristianos, con acuerdo y mando de su amo y de los
otros caciques de aquella tierra, con una cruz de caña y una banderilla alta,
dando grandes voces y diciendo al de la capitana ¡Cruz! ¡Cruz!
¡Cristiano! ¡Cristiano! ¡Sevilla, Sevilla! a las cuales voces puso gran
admiración a los de la armada; más llegados al fin de este negocio se llegaron
a las naos, tomando ante todas cosas la fe de Cortés que no enojaría a los de
aquella tierra, antes los trataba como amigos, porque lo principal que aquellas
gentes trataron con Jerónimo de Aguilar, fue que a sus hermanos no los
enojasen, lo cual se hizo ansí y se cumplió. § 261. Tornando
a nuestro fin y principal intento, hallada Malintzin para ser instrumento de
tanto bien, Hernando Cortés la recibió y trató como a cosa que tanto le
importaba, que la sirvió y regaló tanto cuanto humanamente se pudo
hacer; y para que fuese bien tratada, la dió Hernando Cortés en guarda a Juan
Pérez de Arteaga un soldado muy noble de la compañía, que después fue llamado
Juan Pérez Malintzin, a diferencia de otros de este nombre de Juan Pérez: y
como la Malintzin no sabía más lengua de la mexicana y la de Olotla y Cozumel,
hablabala con Aguilar, y el Aguilar la declaraba en la lengua castellana; de
suerte que para interpretar la lengua mexicana, se había de interpretar por la
lengua de Aulotla o de Acozamilco con Aguilar y Aguilar la había de convertir
en la nuestra, hasta que la Malintzin vino hablar la nuestra. § 262. Habiendo
pues tomado Cortés la razón de toda la tierra, y de la grandeza y majestad de
Motecuhzomatzin y de sus contrarios estando en Cempohuallan, escribió
una carta a la provincia de Tlaxcalla a los cuatro señores de ella, diciéndoles
cómo él había llegado a esta tierra con gran deseo de velos y conocellos
y ayudalles en todos sus trabajos y necesidades; que bien sabía estaban
apretados y opresos de las grandes tiranías de los culhuas mexicanos, y que él
venía en nombre de un gran señor que se llamaba el emperador don Carlos, y que
traía consigo al verdadero dios, porque los dioses que ellos adoraban eran
falsos y hechos a mano y por mano de hombres mortales; y que el dios que él y
sus compañeros adoraban era el que había criado el cielo y la tierra, y todo lo
que en él había, y que allí les enviaba un sombrero y una espada y una ballesta
para que viesen la fortaleza de sus armas, las cuales traían para socorrerlos y
favorecerlos como a hermanos contra aquel cruel tirano y fiero
carnicero de Motecuhzoma, porque él sabía que los tenía muy enojados. § 263. Estas
cosas y otras de gran persuación contenía la carta; pero como no sabían leer,
no pudieron entender lo que contenía. Los mensajeros que la traían dijeron de
palabra estas razones relatadas, porque Malintzin se las dió bien a entender
para que de palabra, ansí las dijesen a los señores y caciques de Tlaxcalla. Y
como llegasen los mensajeros cempohualtecas dieron la carta, [F. 64 v.] y
espada y ballesta y sombrero de seda carmesí, que antiguamente se usaban unos
chapeos[152]
velludos de seda, y con estas cosas y otras que los mensajeros añadieron,
pusieron extraña alteración a toda la república de Tlaxcalla. § 264. Y ayuntados
los cuatro señores de las cuatro cabeceras, y los más principales y demás
caciques, sobre qué se determinaría en este caso, si por ventura matarían a los
mensajeros de Cempohualla, por ser como eran vasallos de mexicanos, no
viniesen de industria con asechanza de parte de los culhuaques mexicanos, o si
era prodigio y abusión de alguna mala nueva; y estando en esta consulta, salió
resuelto de que no los matasen, sino que dijesen a aquellas gentes que eran
tenidos por dioses, que fuesen bien venidos, que cuando les pereciese venir a
su tierra, que serían bien recibidos. Y en este ayuntamiento, dijo el
gran Xicotencatl a Maxixcatzin y a Citlalpopocatzin y a Tlehuexolotzin: § 265. Ya
sabéis, grandes y generosos y señores, si bien os acordáis, cómo tenemos
de nuestra antiguedad, cómo han de venir gentes de la parte de donde sale el
sol, y que han de emparentar con nosotros y que hemos de ser todos unos, y que
han de ser blancos y barbudos, que han de traer librillos en las cabezas por
gobernaturas,[153]
y que han de ser zancudos, y que han de traer armas muy fuertes y más fuertes
que a nuestros arcos, por la ballesta que ansí la llamaban, que no las podemos
enarcar, y con espadas de delicados filos; que nuestras armas con éstas,
no son muy tenidas ni estimadas en nada; estos son y estos nos vienen a buscar,
y no son otros. ¿En qué mejor tiempo que éste pueden venir, que llevamos de
vencida a la provincia de Huexotzinco, que los tenemos arrinconados en
las haldas de la Sierra Nevada, y desde allí están pidiendo socorro a
Motecuhzoma? No curemos de más venganza de estos dioses u hombres,
veamos qué es lo que pretenden y quieren, porque las palabras con que
nos saludan son de mucha amistad, y bien deben saber nuestros trabajos y
continuas guerras, pues nos lo envían a decir. § 266. Y con
esto los mensajeros se volvieron a Cortés, y en el interin los sacrificios de
sus dioses y infernales, ritos y supersticiones no cesaban, antes con
más fervor y cuidado [lo hacían]. Ya en este tiempo los dioses mudos se
caían de sus lugares: había temblores de tierra y cometas del cielo que
corrían de una parte y otra por los aires, los grandes lloros y llantos
de niños y mujeres, de gran temor y espanto de que el mundo perecía y se
acababa, que no hay lengua ni pluma que lo pueda ponderar ni encarecer; y como
Cortés no hacía sino marchar, llegó a los confines y términos de esta provincia
con su gente buena y católica compañía, donde fue recibido con guasábara y escaramuza
y gran aspereza de guerra, donde mataron un español y dos caballos y como atrás
dejamos declarado, por los indios otomís de Tecohuactzinco, guardaraya y
fronteros, que guardaban aquella frontera. § 267. Más
sabido por los de Tlaxcalla, les fue mandado y enviadoles mensajeros, los
cuales fueron Coztomatl y Tolinpanecatl que no los enojasen, e que los dejasen
pasar por donde quisiesen. Y ansí fue que habiendo estado algunos días en este
pueblo de Tecohuactzinco, se movieron de allí y se vinieron a Tlaxcalla, donde
el gran señor Xicotencatl recibió a Cortés de paz y a sus compañeros, cuyo
recibimiento fue el más solemne y famoso que en el mundo se ha visto ni oído,
porque en tierras tan remotas, extrañas y apartadas, nunca a príncipe del mundo
se había [F. 65 r.] hecho otro tal, porque salieron los cuatro señores de las
cuatro cabeceras de la señoría y reino de Tlaxcalla con la mayor pompa y
majestad que pudieron, acompañados de otros muchos tecuhtles y piles y grandes
señores de aquella república, más de cien mil hombres que cubrían los
campos y calles, que parece cosa increible. § 268. El
primer recibimiento se les hizo en Tzompantzinco, lugar muy principal de
Tlaxcalla, y allí fue recibido [Cortés] de los principales de aquel pueblo: de
allí pasaron los nuestros a otro lugar muy grande que llamaban Atliguetzan,
de aquí salieron otros tecuhtlis y piles de muy gran valor y estima, donde
salió Piltecuhtli acompañado de gran muchedumbre de gente. Y de este lugar
bajaron a Tizatla, que es el lugar de la cabecera de Xicotencatl: aquí en este
lugar y casas de Xicotencatl, por ser muy viejo, no salió de su
casa más de hasta un patio donde había unas gradas de poca bajada; más aquí
estuvieron todos los demás señores de las cabeceras, que eran Maxixcatzin,
Citlalpopocatzin, Tlehuexolotzin y demás señores al respecto, para hacer este
tan solemnísimo recibimiento. § 269. Llegados
los nuestros puestos en ordenanza a donde habían ser recibidos, llegó Xicotencatl
a abrazar a Hernando Cortés y hacelle la salva como en efecto lo hizo; más
Cortés como hombre sagáz y astuto y no en ningúna cosa descuidado, ansímismo le
abrazó, más siempre con gran recato le asió de la muñeca del brazo derecho, y
no se consintió apretar el cuerpo, y de esta forma y término lo hizo con
Maxixcatzin, Citlalpopocatzin y Tlehuexolotzin. Hecha esta ceremonia tan
famosa, se fueron Cortés y Xicotencatl y Malintzin mano a mano hasta donde
habían de ser alojados y aposentados, tratando de su venida y de cómo los venía
a visitar y ayudar en todo lo que se les ofreciese, y a castigar a Motecuhzoma,
su capital enemigo, y toda la demás gente de Culhua, que en aquella sazón
prevalecía y predominaba en toda la máquina de este nuevo orbe, donde era tan
temido, adorado y reverenciado como si fuera su dios, teniendo señorío, poder y
mando en este tan remoto y apartado imperio y monarquía, sobre
todas las naciones de estas tan extrañas partes. § 270.
Aposentados, como referido tenemos, los nuestros en los palacios de
Xicotencatl, con mucho cuidado fueron del regalados y servidos, donde
presentaron a Cortés muchas joyas de oro y pedrería de gran precio y valor, y
muchedumbre de ropa de algodón muy ricamente labrada de labor tejida, y otras
ropas de plumas de estima, y gran suma de bastimentos de aves, gallinas
y codornices, liebres y conejos, venados y otros géneros de caza, que son y
eran de las carnes que usaban comer los señores de esta tierra, sin el maíz y
frijol y otras legumbres de la tierra. Finalmente se les dió todo lo necesario
para el sustento de los nuestros. Luego a los principios, en el pueblo y lugar
de Tecohuactzinco en la provincia de Tlaxcalla, entendieron los naturales que
el caballo y el hombre que iba encima era todo una cosa, como los
centauros u otra cosa monstruosa, y ansí daban ración a los caballos, como si
fueran hombres, de gallinas y cosas de carne y pan. § 271. El cual
engaño duró muy poco, porque luego entendieron que eran animales
irracionales y que se sustentaban de yerbas y en el campo, aunque también
estuvieron mucho tiempo en opinión de que eran animales fi [F. 65 v.]
eras que se comían las gentes, y que por esta causa decían que los hombres
blancos les echaban frenos en las bocas y los atrain atraillados con traillas
de hierro. Y cuando acaso algún caballo traía la boca ensangrentada,
decían que se había comido algún hombre; por manera que sospechaban que eran de
tanto entendimiento, que los mandaban los dioses para lo que habían de hacer,
sin entender el secreto del gobierno del freno y las espuelas; y ansí cuando
relinchaba un caballo decían que pedía de comer y que se lo diesen luego no se
enojasen: y de esta manera procuraban de tener contentos a los caballos, en
darles de comer y de beber muy cumplidamente. § 272. De estas
novedades y casos no vistos, venían gentes forasteras y extrañas secretamente a
saber lo que pasaba, y qué gentes eran éstas que habían venido, de dónde y de
qué parte y qué cosas eran las que traían. Y los de Tlaxcalla les decían
muchas más cosas de las que pasaban, para ponelles temor y espanto y que
publicasen estas cosas en toda la tierra, como en efecto se puso, y se decía
afirmativamente que los nuestros eran dioses, e que no había poder humano para
que pudiese pugnar contra ellos, ni quien los pudiese ofender en el mundo ni
enojallos. § 273. Estando
pues los nuestros en este buen alojamiento, presentaron a Cortés más de
trescientas mujeres hermosas y de muy buen parecer y muy bien ataviadas, las
cuales las daban para su servicio, porque eran esclavas que estaban dedicadas
para el sacrificio de sus ídolos, y estaban condenadas a muerte por excesos y
delitos que habían cometido contra sus leyes y fueros; y pareciendo a los
caciques que no había a donde mejor emplear, las dieron en ofrenda y
sacrificio a los nuestros, las cuales iban llorando su gran desventura, a
padecer crueles muertes considerando el cruel sacrificio que habían de padecer,
y después de muertas comérselas los dioses nuevamente venidos. § 274. Algunos han
querido afirmar en este particular, que estas mujeres eran hijas de señores y
principales, lo cual no pasa ansí, porque de su antiguedad tenían esclavos y
esclavas habidas en despojos de guerra y de gentes extranjeras venidas y
traídas de otras naciones, y esta esclavonía sucedía en los hijos e hijas de
los esclavos y esclavas, y pasaba muy adelante esta sucesión hasta bisnietos.
Finalmente, questas trescientas mujeres se dieron y ofrecieron al capitán
Cortés para que le sirviesen a él y a sus compañeros; y al tiempo que se las
presentaron no las quiso recibir, sino que se las tornasen a llevar,
respondiéndoles que se lo agradecía mucho e que no las quería recibir, porque
en su religión cristiana no se permitía aquello, porque si no fuesen cristianas
bautizadas no se podía hacer, y cuando esto oviese de ser, había de ser para
tomallas por su única mujer y compañia por orden de la santa madre iglesia; que
no las podían tener porque su ley lo vedaba, como adelante mediante nuestro
señor lo verían. § 275. Más con
todo esto, con grandes ruegos y persuaciones, las recibió a título de que se
recibían para que sirviesen a Malintzin, advirtiendo de que se sienten mucho
los indios cuando no les reciben los presentes que dan, aunque sea una
flor, porque dicen que es sospecha de enemistad y de poco amor y poca confianza
del dante y del que presenta la cosa, que ansí se usaba entre ellos. Cuando
ansí tenían una mujer principal, la acompañaban muchas mujeres para que la
sirviesen; de manera que para el servicio de Marina, se quedaron en servicio
del capitán [F. 66 r.] Cortés para que acompañasen y sirviesen a Marina
y ansi se quedaron en servicio del capitán y de sus compañeros, las
cuales como referido tenemos se quedaron estas y otras muchas que después les
dieron hasta que adelante, viendo que algunas de estas esclavas se
hallaban bien con los españoles, los propios caciques y principales daban sus
hijas propias con propósito de que si acaso algunas se empreñasen, quedase
entre ellos generación de hombres tan valiente y temidos. § 276. Y ansí
fue que el buen Xicotencatl dió una hija suya, hermosa y de muy buen parecer, a
don Pedro de Alvarado por mujer, que se llamó doña María Luisa Tecuilhuatzin,[154]
porque en su gentilidad no había más matrimonio del que se contraía por
voluntad de los padres, y ansí daban sus hijas a otros señores, que aunque se
usaban muchas ceremonias de sus ritos gentílicos, como atrás lo dejamos
declarado, los señores absolutamente tomaban las mujeres que querían, y se las
daban como a hombres poderosos; y por esta orden se dieron muchas hijas de
señores a los españoles, para que quedase de ellos casta y generación por si se
fuesen de esta tierra. § 277. Llamaron
los naturales desta tierra a Hernando Cortés chalchiuh capitán, que
quiere decir tanto como si dijésemos capitán de gran estima y valor, y este es
el natural sentido que se le daba, porque el chachihuitl es de color de
esmeralda, y las esmeraldas son tenidas en mucho entre los naturales, son muy
preciadas, y ansí compararon la persona de Cortés a estas piedras, llamándole
chalchiuh capitán, comparando al buen español a los chalchihuites y esmeraldas,
como si agora dijésemos esmeralda capitán o muy preciado caballero, llamándole
ansí por excelencia chalchiuh capitán. Por lo consiguiente, llamaron a don
Pedro de Alvarado el sol, porque decían que era hijo del sol por ser rubio y
colorado, de muy lindo rostro, donaire y disposición y buen parecer, y ansí
entre los naturales no le daban otro renombre, porque después del capitán
Hernando Cortés no ovo hombre más querido ni amado de los naturales que
don Pedro de Alvarado, especialmente entre los de Tlaxcalla. § 278. Y como
estuviesen en este buen acogimiento en las casas y palacios del gran
Xicotencatl, procuró Maxixcatzin, con grandes ruegos, que Cortés y toda su
gente se pasasen a su barrio y cabecera y a sus casas, y que allí le serviría y
regalaría, que es en el barrio y cabecera de Ocotelulco: lo cual Cortés le
agradeció mucho y se pasó a su señoría y cabecera él y sus compañeros, ansí por
dalle gusto y contento y también porque ansí le convenía dar contento a todos y
ganalles la voluntad, particularmente a este Maxixcatzin. Adonde tuvieron
descanso algunos dias, con muchos regalo y regocijo, con buenos
entretenimientos de fiestas a su usanza de ellos. Al cabo de todo esto y
pasadas sus fiestas, habiéndose congregado los cuatro señores de las cuatro
cabeceras y demás principales y caciques, procuraron de tratar con Hernando
Cortés, con palabras blandas y amorosas de persuación le rogaron y suplicaron
con mucho encarecimiento, diciéndole de esta manera: § 279.
"Pedímoste por merced, valeroso capitán, único señor de los hombres
blancos y barbudos, que ya que os tenemos por hermanos y por muy verdaderos
amigos y aún por hijos que nos hagais tanta merced que os declaréis con
nosotros en decirnos y declararnos sin dobléz ninguna, [F. 66 v.] sino
sencillamente y con abierto pecho y claras entrañas,[155]
¿qué es lo que buscáis y lo que queréis? ¿qué es vuestro designio y
principal propósito, y a qué habéis venido a nuestras tierras? porque ya
nosotros aquí estamos y aquí nos tenéis en paz y a vuestra voluntad y limpia y
en segura amistad, con fe y palabras inviolables de que os tenemos por amigos,
con presupuesto de jamás la quebrantar nosotros, ni los nuestros, ni nuestros
hijos. Decidnos agora debajo de esto vuestra voluntad y de toda la
realidad de la verdad, primeramente si sois verdaderamente hijos de dios
y si sois hombres mortales como nosotros, ¿o si tenéis alguna deidad, o si sois
dioses y de qué partes del mundo sois venidos y a dónde vais que viaje
es el que habéis traido y si es cierto que habéis bajado del cielo como
se ha imaginado, desengañadnos de todo punto, porque queremos estar
desengañados, seguros y satisfechos, porque sabido vuestro intento, aquí nos
tenéis para todo lo que quisiéredes hacer e intentar, nos hallaréis muy
prontos y aparejados para todo. § 280. Y si habéis
de pasar adelante, os daremos avío y todo lo necesario para el matalotaje; o si
traéis intención de vivir entre nosotros, mirad adónde os parece buen sitio
para hacer vuestro asiento y dónde estaréis mejor acomodados, porque os daremos
tierras aguas y montes y os ayudaremos a hacer vuestras casas para en
que podáis vivir a vuestro contento; y cuando esto no sea de todo
lo que os preguntamos, decidnos si nos traéis alguna embajada de los altos
soberanos dioses a cuya deidad estamos sujetos: decidnos y declaradnos
la verdad, que a cualquiera cosa que se nos dijere de parte de ellos, estamos
muy prestos para lo cumplir, ansí por guerras como por sacrificios y otro
cualquier modo y manera que lo tienen ordenado, según fuere su voluntad, que
suyos somos y sus vasallos. Por tanto, valeroso capitán, no nos tengáis ansí
suspensos, declaradnos vuestra voluntad, pues la nuestra bien la sabéis y la
habéis conocido, que de ilustres y nobles caballeros es declararse con los
amigos, y aún con los enemigos". A las cuales razones que Xicotencatl y
Maxixcatzin ovieron hablado, respondió Cortés mediante y por lengua de
Malintzin y de Jerónimo de Aguilar, diciendo a los cuatro señores de las cuatro
cabeceras: § 281. "Yo
os agradezco mucho, generosos señores y amigos mios, vuestra lealtad y
amigable voluntad: bien parece vuestro principado ser de mucha alteza, estima y
gran valor, y pues ansí es, y queréis saber particularmente de mí y de mis
compañeros quién somos, y de dónde y de qué parte venimos, justa razón pedís y
es muy bien que se os diga, y estéis desengañados de las dudas en que
estáis y de las cosas que ignoráis. Habéis de saber que mis compañeros y
yo somos venidos de muy lejanas partes y de tierras muy remotas y apartadas de
éstas; y nos llamamos cristianos, porque lo somos por ser hijos del verdadero
dios, de aquel que crió el cielo y la tierra y todas las demás cosas que en el
mundo hay y se ven, y somos venidos de parte del emperador don Carlos, que es
muy gran señor, el cual me ha enviado a visitaros, porque sabe y entiende la
necesidad en que estáis, ansí de fe como de fuerzas temporales, y para que
también os demos noticia, dándoos a entender [F. 67 r.] cómo no hay más de un
solo dios verdadero, porque todos los demás que tenéis y adoráis por dioses son
dioses falsos y de mentira llenos de vanidad, obrados y hechos por manos de
otros hombres bestiales y torpes, porque al fin son dioses mudos e insensibles
que no se mueven. § 282. Y ansí
su ser es compuesto y e de ninguna fuerza, valor, ni de ningún efecto, para lo
cual soy venido a desengañaros del engaño en que vivís y habéis estado, y a
traeros y daros otra ley mejor que la vuestra, porque es la del verdadero dios,
limpia y clara sin ningún género de engaño ni duda, fuera de tanta burlería de
sacrificios crueles y abominables, como son los que usáis en vuestros ritos; y
ansímismo vengo a declarar y a decir cómo después de esta vida hay otra que es
eterna y sin fin, cuya claridad os será mostrada y enseñada por los ministros
de dios, para que estéis enterados en las cosas de nuestra santa fe católica,
que para ello el gran señor de cuya parte soy venido os enviará muy en
breve tiempo. Y ansí os ruego y amonesto que tengáis por bien, sin recibir
pesadumbre alguna, pues tanta amistad me tenéis, de que quiero derribar
estos vuestros ídolos, aquestos que tenéis y adoráis por dioses, que os
tienen ciegos y engañados. § 283. Que
esta ha sido mi principal venida, y después de esto vengo a ayudaros y a dar
muy cruda guerra a Motecuhzoma vuestro capital enemigo, y vengar vuestras
injurias, en cuya venganza y castigo veréis que mi amistad es firme y muy
verdadera, para que después vengados de vuestros crueles adversarios y
enemigos, vivir con descanso entre vosotros, sin jamás desampararos. Quería sacar
de esto, generosos señores, que os persuadiésedes a querer seguir ante todas
cosas, mi sacra religión, santisima ley y fe verdadera, que es la del verdadero
dios Jesucristo nuestro señor, unigénito hijo de dios y salvador del mundo, y
que os bautizásedes con el agua del Espíritu Santo, para que quedásedes lavados
y limpios de todas vuestras culpas, mancillas y pecados, y con esto tendré por
cierto que me queréis bien, y con este vínculo de amor quedará confirmada
nuestra amistad para siempre jamás. § 284. Y
llamaros héis cristianos, como yo me llamo y se llaman y apellidan todos
mis compañeros, que es el más alto blasón y renombre, y apellido que podemos
tener, porque es derivado y tomado del santísimo nombre del hijo de dios
verdadero, Jesucristo nuestro señor y redentor del género humano; y que con
esto, cesasen los crueles y horrendos sacrificios y endemoniados ritos que
tenéis, y con esto diésedes de mano al demonio que os tiene ciegos y engañados,
dando al través con todas estas cosas que el enemigo del género humano con sus
malicias y astucias os ha incitado, que no viviésedes más en el engaño
que vosotros y vuestros antepasados vivían y hasta agora habéis vivido. § 285. Olvidad
y desarraigad de vuestros corazones tan gran engaño y torpeza y error,
destruyendo totalmente el nombre que tenéis de idólatras, sacrificadores y
comedores de carne humana y de vuestras propias carnes y sangre; cuyos nefandos
y aborrecibles pecados e infernales hechos son reprobados entre hombres de
razón y de ley de naturaleza, porque un crimen tan [F. 67 v.] atroz y uso tan
cruelísimo y aborrecible entre todas las generaciones del mundo, pésimo y detestable
y de tan horrenda abominación, y tiranía tan incompatible, jamás se ha
visto, ni oído, ni hallado en todas las naciones del universo, que los
fieros animales aborrecen comerse unos a otros, siendo gobernados tan
solamente por instinto natural, como más largamente os podría decir y traer
otros muchos más ejemplos con urgentísimas razones, las cuales dejó de
explicaros y por dar fin a mi respuesta. § 286. Por
tanto, generosos señores y amigos míos, que me habéis pedido razón de mi venida
yo os he querido satisfacer, yo os la he dado muy por extenso sin haberos
ocultado cosa alguna, sino que clara y abiertamente os he descubierto mi pecho,
y ansí lo podeis decir e informar a todas vuestras gentes, y a aquellos que
quisieren seguir mi amistad y venirse de paz y tornarse cristianos y ser del
gremio de la Santa Madre Iglesia de Roma, y recibir el verdadero
bautismo, serán libres del demonio, y seremos todos unos, incorporados en
un gremio. Y en lo que toca a decir que si somos dioses, o si somos hombres
sabe y tened por cierto que no somos dioses sino hombres humanos y mortales
como vosotros, pero la ventaja que tenemos de los otros hombres sólo es en ser
como somos cristianos por servir como servimos a un sólo dios
verdarero; y la diferencia que hay entre nosotros y vosotros es, que
vosotros servís a las estatuas e ídolos semejanzas del demonio y nosotros
servimos a dios que crió el cielo y la tierra, como os lo tengo significado
desde el principio de mi plática". § 287. Con lo
cual acabó el valeroso capitán con semblante muy severo; y ansí quedaron y
estuvieron los cuatro señores de las cuatro cabeceras de la señoría de
Tlaxcalla absortos, admirados y suspensos de las cosas que el buen capitán les
había dicho y respondido. Habiendo estado muy atentos a todo, e habiéndo oído
tan blandas y tan amorosas palabras, tan vivas y de tan grande eficacia,
que les penetraba los corazones infundiendo en ellos milagrosamente la gracia
el Espíritu Santo, y estando llenos de esta plenitud, respondieron muy
tiernamente y lagrimosos a estas y tan profundas palabras, diciendo de esta
manera: § 288.
"¡Oh valeroso capitán y más que hombre! verdaderamente no podemos creer
sino que sois hijo de los dioses y el más valiente y esforzado príncipe de la
tierra, y gran señor de los hombres blancos y barbudos, y el más temido varón
que hasta hoy hemos visto los nacidos, ni oído en el mundo, ¿cómo deshaces y
tienes en poco con tan gran atrevimiento la deidad de nuestros dioses y suma
alteza de aquellos que desde el cielo gobiernan la tierra? ¿Por ventura
hablaisnos por engaño o cautela, para que ignoremos que no sois vosotros los
que habéis bajado del cielo para remedio a los hombres que vivimos en la
tierra? Declaraos ya con nosotros, y no queráis que con torpe engaño caigamos
en otros mayores errores; porque si ansí es como decís, que no hay más de un
solo dios, y que todos los demás son compuestos y fabricados por manos de hombres,
y que no hablan ni se mueven, y que son estatuas sin sentido, ansí es verdad, y
te lo concedemos y confesamos. § 289. Más
estos bultos y estatuas a quien servimos y adoramos son imágenes, figuras y simulacros[156]
de los dioses que en la tierra fueron hombres, y por sus hechos heroicos y
famosos subieron al cielo, allá adonde viven en eterno descanso, como
agora vosotros que sois como dioses,[F. 68 r.] que quedando acá sus estatuas
entre nosotros, se fueron a residir a sus lugares y moradas de gozo, adonde
viven con descanso, y desde allá nos envían a la tierra con sus divinas
influencias, con su virtud y gran poder todo lo necesario, viendo que sus
bultos y figuras son adoradas de las gentes. Y ansí no sabemos ilustre
capitán cuál sea la causa que traéis inclinado contra ellos, por qué nos dices
y amonestas que no hay más de un dios, y que es este creador del cielo y de la
tierra, que es el verdadero, y que a éste servis y adorás tú y tus compañeros,
y a éste nos persuades que creamos, e que creyendo en él, seremos todos unos,
echándonos agua en las cabezas en nombre y virtud de ese mismo dios, e que nos
llamaremos cristianos, quedando con esto limpios y lavados de nuestras culpas y
pecados, e que seremos hijos suyos. § 290. E
que porque esto tenga efecto y sea válido, que ante todas cosas hemos de
consentir que nos derribes y desbarates nuestros ídolos, que son semejanza de
nuestros dioses a los cuales adoramos y reverenciamos de tantos siglos atrás
nosotros y nuestros antepasados, que con tanta religión observaron y guardaron
en el culto dellos, ¿cómo quieres tú que con tanta facilidad los dejemos y que
consintamos que con tus violentas y sacrílegas manos te dejemos profanar los
dioses que en tanto tenemos y estimamos? Valeroso capitán para qué quieres
mover agora negocio tan intratable alterando los corazones de los nuestros en
querer intentar un caso tan duro como éste y tan dudoso quebrantando un fuero
tan inviolable. § 291. Que
si con tan denodado atrevimiento y temerario lo hiciéses, los hombres
que vivimos en la tierra y tan sujetos a la voluntad de los dioses, no lo
habrías comenzado a poner por obra, cuando ellos todos se indignarían contra
todo el mundo, y lo destruirían y tornarían por su propia causa y deidad,
cuando viesen que los hombres los menospreciábamos en la tierra, nos enviarían
hambres, pestilencias y otros desastres, e infortunios y grandes calamidades,
desechándonos de si y expeliéndonos como a hombres malditos y apartados
de su amistad, que no nos hablarían más, ni menos nos responderían como
nos responden; y el sol y la luna y demás estrellas relumbrantes se enojarían
contra nosotros, y ya no nos mostrarían más su luz ni claridad. Mira pues,
señor y muy temido caballero[157]
de los dioses blancos y barbudos, lo que quieres emprender; mira que te
queremos mucho, y te rogamos que no lo hagas, no te suceda algún trabajo, porque
tenemos por experiencia que cuando ansí algunos de nosotros llegamos con
insolencia a algunas de estas reliquias indignamente, caen sobre nosotros
grandes relámpagos, rayos y truenos del cielo, en castigo de tan grande osadía
y atrevimiento. § 292. Y
dejando este aparte que es negocio que toca a los dioses, todas las demás cosas
que nos has dicho, que es ir contra Culhua y asolar y destruir por fuerza de
armas con cruda y fuerte guerra, todo nos parece poco ponello debajo de tu
señorío, y el mando no lo estimamos y tenemos en nada, en comparación de lo que
nos has dicho, ni el tenerte por amigo, ni el reconocer por tal al gran señor
que te envía, que es el que nos dices que se llama emperador monarca del mundo,
aquel que de tan lejanas partes nos [F. 68 v.] envía a saludar y visitar. Y
para corresponder a tan gran merced como ésta, nos obliga a que le sirvamos
y agradezcamos, ayudándole en todo lo que se le ofreciere, teniéndole siempre
por verdadero señor y amigo nuestro. Mira lo que ha menester de nosotros,
dinoslo si quiere algo de las cosas de nuestra tierra, que por la amistad que
le tenemos y a tí te hemos cobrado, lo haremos muy de veras y cumplidamente,
porque esta nuestra paz y amistad ha de ser para siempre eterna y perdurable,
hasta la fin de los siglos futuros y advenideros. Por tanto mira lo que
quieres, que aquí estamos muy prontos para todas las ocasiones que se te
ofrecieren a tí y a tus valerosos compañeros, ansí en la paz y en
la guerra, ansí lo puedes enviar[158]
a decir al gran señor que te ha enviado". § 293. Cuyo
razonamiento propuso en nombre de todos el poderoso y gran señor
Maxixcatzin, que era muy discreto y el más mozo de los cuatro caciques: a las
cuales palabras nuestro animoso e invencible español, respondió replicando con
cristianísimo y católico pecho con la mayor osadía que hombres pudieran tener,
diciendo de esta manera constreñido del celo cristiano de que estaba
armado. § 294. -"Bien
he[159]
visto, leales amigos mios y muy estimados señores, el amor y amistad que me
tenéis sin género de dobléz alguno, a lo cual no puedo dejar de acudir de hacer
vuestra voluntad, especialmente siendo cosa que conviene a vuestro propio
remedio, porque para destruir yo y asolar todo este mundo y todas cuantas
naciones en él hay, no lo estimaría yo en nada tanto cuanto deseo vuestra
salvación y que salgáis del error en que vivís, porque teniéndoos de mi parte y
bando, todo se me facilita y allana pero es recio caso, amigos y señores
míos, que no seáis cristianos y de la cristiana parcialidad, porque siendo yo
cristiano y hijo del verdadero dios, cuya ley y doctrina guardo, que viva
entre gentes que sirven y adoran dioses de falsedad y de mentira. Y en cuanto
a esto que decís que han de destruir el mundo mostrando grande ira contra los
hombres, y que enviarán fuego del cielo, hambres y pestilencias y otras
calamidades como habéis referido, es negocio de poco momento e imaginación vana,
lo cual tomo a mi cargo para avenirme con ellos porque ellos no son dioses
ni son nada, ni tienen ningún poder. § 295.
Finalmente, que como a amigo[s] fieles os ruego y aconsejo que no creáis
en ellos, sino que los derribemos y asolemos, despedasándolos y quebrantándolos
de manera que no quede nombre ni memoria dellos en el mundo, porque es
muy gran lástima que señores y principales tan claros y generosos varones
sean sujetos a tan abominables figuras. Por tanto, amigos míos, persuadíos a
ser cristianos, y no estéis incrédulos, ni tan obstinados en vuestros errores.
Mirad con los ojos del entendimiento lo que os he significado, porque es
pura verdad. Dejad la pertinacia endurecida de vuestros corazones,
animaos a ser hijos de dios verdadero, que os infundirá su divina gracia,
y os dará verdadera claridad y lumbre para que mejor entendáis lo que con
palabras no os puedo explicar". § 296. Oído
negocio tan duro y pesado para un tan arraigado uso y costumbre, quedaron por
muy gran rato sin poder hablar ni responder cosa alguna, más al
cabo, habiendo bien considerado lo que con tanto espíritu el capitán [F. 69 r.]
Cortés les decía, le respondieron de común consentimiento, pues ellos le habían
dado sus corazones y su amistad, que era lo mejor de sus personas, que en este
caso que ellos se rendían y no tenían que le responder sino
que ejecutase y hicése lo que por bien tuviese, y que derribase
los ídolos y los diese por ningunos, pero que si algo sucediese, que no fuese a
su cargo, e que fuese visto y entendido que ellos no querían enojar a los
dioses ni era tal su voluntad, ni menos los querían ya creer, sino al
dios verdadero de los cristianos que les decían que era aquel que había
creado los cielos y la tierra, y en aquél en quien él creía, e que querían
tornarse cristianos y echarse agua en las cabezas, como ellos lo tenían
de costumbre, y ser bautizados y guardar sus leyes y mandamientos, como ellos
los guardaban. § 297.
Finalmente, seguir y guardar sus buenas y santas costumbres: y porque sus
gentes no se alborotasen, que ellos les querían hablar, dándoles a entender
todas aquellas cosas de que habían sido informados, y que en el ínter se
estuviesen quietos y sosegados e que apaciguasen sus corazones. Tomando pues la
mano en esto los cuatro señores, hicieron grandes juntas en sus pueblos,
barrios y cabeceras, donde dieron entera noticia de lo que el capitán quería
y pretendía hacer en destruir y derribar sus dioses e ídolos, e que
no tan solamente venía a castigar a los injustos hombres, sino que también
quería tomar venganza de los dioses inmortales, porque nos ha dicho que nos
quiere dar otra nueva ley, limpia y loable, e que para esto tengamos por bien,
que recibamos a otro dios que él nos trae no le quiere dar porque es sobre
todos los dioses. § 298. Este
modo de hablar y decir que les quería dar otro dios, es a saber, que cuando
estas gentes tenían noticia de algún dios de buenas propiedades y costumbres,
que le recibían admitiéndole por tal, porque otras gentes advenedizas trajeron
muchos ídolos que tuvieron por dioses, y a este fin y propósito decían que
Cortés les traían otro dios; y ansí decían de manera que en este hemos de
adorar y servir, porque él lo aoraba y servía muy en diferente modo y manera
que nosotros servimos a nuestros dioses; porque a éste no le sacrifican
corazones de hombres humanos, ni menos con sangre viva dellos, como
nosotros lo hacemos con nuestros dioses, sino con solamente oraciones y con
bautismo de agua. Y que esto le habían prometido de seguir, y que
en esto, ninguno se lo estorbase ni le fuese a la mano, sino que le
dejemos hacer lo que él quisiere, pues viene a ayudarnos y a favorecernos, por
lo cual no nos conviene que le seamos contumaces, ni rebeldes, ni traidores. § 299. Haga lo
que quisiere y por bien tuviere, que él lo toma a su cargo, que es
negocio de entre ellos; dioses son los unos y los otros, ellos se
entenderán, y cada uno volverá por sí y por lo que le tocare. Más a
nosotros convienenos conservar su amistad, porque nuestras gentes vivan
seguras no demos lugar a que los enemigos nuestros tomen venganza de nosotros.
Oído negocio tan duro por los de la república, volvieron los rostros al
cielo en señal de gran dolor y sentimiento, y muy llorosos que
era vellos cosa de espanto y lástima, de tal manera que decían algunos
de ellos a sus señores: § 300.
"Decid al capitán y respondedle, ¿de qué, por qué nos quiere quitar los
dioses que tenemos y que tantos tiempos ha que servimos nosotros y
nuestros antepasados? Que sin quitallos ni mudallos de sus lugares sagrados,
pueden poner a su [F. 69 v.] dios entre los nuestros, que también le
serviremos, y adoraremos, o le haremos casas y templos aparte y de por sí, y
será también dios nuestro y le serviremos y adoraremos y le guardaremos
el decoro y respeto que a su deidad y santidad merece, guardando sus leyes y
mandamientos como lo hemos hecho con otros dioses que nos han traído de
otras partes". § 301. A las
cuales palabras torpes y sin fundamento les respondieron sus señores y
caciques, que ya no había remedio a cosa ninguna de las que pedían, sino que
precisamente había de hacerse lo que el capitán quería e que no se tratase más
de ello; y ansí fue que luego callaron y comenzaron a ocultar y esconder
secretamente muchos ídolos y estatuas, como después adelante andando el tiempo
se vió y se ha visto, donde secretamente muchos de ellos los servían y
adoraban como de antes, aconsejándoles el demonio que no desmayasen, ni
los hombres advenedizos los engañasen, lo cual les decía en sueños y en otras
apariencias, mayormente cuando tomaban y bebían cosas provocativas a ver
visiones, que para semejantes cosas las tenían y las tomaban. § 302. Por cuya
causa muchos de ellos estuvieron muy endurecidos, rebeldes y obstinados
para su conversión; y ansí agora en nuestros tiempos, que fue el año de
mil quinientos setenta y seis, muchos principales viejos pidieron agua del
bautismo, que de verguenza y empacho no se habían querido bautizar, los cuales
habían quedado de aquellos que habían sido duros y pertinaces en dejar los
ídolos; y como después vieron que toda la gente de la tierra venía a la
conversión, quedáronse muy engañados, y después de pura vergüenza, como eran
principales, no se atrevían a venir al santo bautismo; que
aunque eran casados en haz de la Santa Madre Iglesia y tenían nombres de
cristianos y que confesaban y comulgaban cada un año, no osaban decir que no
estaban bautizados, hasta este año, habiendo sido alcaldes y regidores en esta
república, pasó ésto y vimos por vista de ojos. Fue nuestro señor servido que
en los últimos días de su vida conocieran el error en que habían estado y
vivido, y recibieron el santo bautismo y acabaron católicamente
dentro de pocos días este año. § 303. Tornando
a nuestro principal propósito, éstas y otras muchas cosas torpes hacían y
decían; y en resolución Maxixcatzin y Xicotencatl y los demás principales
caciques y señores dijeron a Cortés que no reparase en cosa alguna, sino que
ejecutase su intento y que absolutamente hiciese lo que le pareciese y bien le estuviese,
porque ellos estaban determinados de creer en un dios y en Santa María su
santísima madre, y guardar sus mandamientos sagrados y divinos preceptos, y que
desde luego daban por ninguna su ley de idolatría y engaño en que vivían y
habían vivido, y que en esta fe y nueva tan santísima querían vivir y morir para
siempre jamás e que desde luego pedían agua del bautismo, e que querían ser
bautizados. E que para que fuese notorio a todas sus gentes se pusiese luego
por obra y que en ello no hubiese dilación, que el tiempo no daba lugar
a ello. § 304. Visto
por Hernando Cortés cuán bien se acudía a lo que él tanto deseaba, no
podía estar de gozo, dando inmensas gracias a nuestro señor por tan grandes [F.
70 r.] y señaladas mercedes como le hacía, porque este fue el principal
fundamento de su venida y el camino y principio de todo su bien, como lo fue en
esta vida y para conseguir y alcanzar la gloria y dejar en esta vida
eterna [e] inmortal fama . Y con este tan solemne y celebrado
regocijo, fueron luego bautizados los cuatro señores de las cuatro cabeceras
como atrás lo habemos venido refiriendo por mano de Juan Díaz, presbítero que
venía por capellán de la armada. Hecha esta general y pública conversión a
honra y gloria de nuestro señor y de su benditísima madre la siempre
virgen María y señora nuestra, se comenzaron a bautizar luego los otros
muchos señores y caciques de esta república, tras lo cual se comenzaron a
derribar por los suelos, los ídolos y estatuas de sus falsos dioses y en presencia
de todos a profanallos y a tenellos en poco, como se hizo
hasta que totalmente cada día se iban y fueron asolando y se ha venido a
perder el nombre de ellos y la pésima idolatría tuvo fin que tantos
siglos de años había que duraba entre estas gentes. [Al margen derecho: Juan
Diaz clérigo presbítero primer sacerdote y al primero que administró
sacramentos a los naturales. AGREGADO DE
MUÑOZ CAMARGO NO APARECE EN LA DESCRIPCIÓN. § 305 a 307. § 305. Fueron
padrinos de los cuatro señores, don Fernando Cortés, don Pedro Alvarado, Andrés
de Tapia, Gonzalo de Sandoval, Cristóbal de Oli[d]. Tomó por nombre Xicotencatl
llamarse Vicente que después se llamó don Vicente y Maxixcatzin se llamó
Lorenzo, don Lorenzo Maxixcatzin, Zitlalpopocatzin y Tlehuexolotzin.[160] § 306. Este día
de su bautismo y conversión se hicieron muchas fiestas a modo castellano, con
muchas luminarias de noche y carreras de caballos, aunque pocos con cascabeles,
que vieron y conocieron los naturales estas muestras de alegría, y ellos a su
modo hicieron grandes bailes y danzas que llaman mitotes, según su antiguo uso
y costumbre, con muchas comidas y dádivas y presentes de ropa y esclavos y
joyas de oro y piedras de precio, que dieron a los españoles aquel día: y no
nos pararemos a contar sus géneros y maneras de comidas, cómo y de qué manera
las servían y las daban, porque otros lo han escrito muy por extenso; y cierto
que hay en ello mucho que contar, sólo diré una curiosidad y cuidado que
se tuvo. § 307. Al
tiempo de bautizarlos y es qque fue por esta orden: que un día que se
bautizaban varones y se llamaban Juanes, y otro las mujeres y se llamaban
Anas[161]
las mujeres, y otro día se ponían Pedros y Marías, de suerte que venían
por días los nombres de los varones y hembras y dábaseles una cedulita para que
no se olvidase los nombres de los bautizados de aquel día. Y ansí se usó en
esta provincia de Tlaxcalla muchos años, que llevaban por memoria los nombres,
porque muchos nombres se olvidaban y venían a buscar sus nombres en el
padrón del bautismo, y ansímismo ví yo en otras muchas provincias de esta
tierra hacer la misma diligencia. § 308. Habiendo
pues acabado Hernando Cortés un negocio tan heroico [y] arduo, en haberse
convertido por su orden y mano los cuatro casiques y cabeceras de
Tlaxcalla, desde allí en adelante se comenzaron a tratar negocios tocantes a la
conquista, cómo y de qué manera se podía entrar y tomar a México y ganar las
demas ciudades y provincias para que ansimismo ellos viniesen en conocimiento
de dios y de la verdadera lumbre [F. 70 v.] de nuestra santa fe y que fuesen
bautisados y se diesen de paz sin derramamiento de sangre ni muertes de
hombres. § 309. E que
cuando esto no quisiesen venir ni hacello por bien, ni serles amigos,
castigallos muy deveras, vengarse de ellos y de sus injurias como se lo tenía
prometido; de manera que desde allí en adelante no se trataba de otra cosa sino[162]
de hacer gente contra los culhuas mexicanos, lo cual dentro de muy breve
tiempo se hizo por no dar lugar a que los mexicanos se confederasen con los
tlaxcaltecas y por evitar malos pensamientos y otras nuevas ocasiones y
propósitos procuró Coirtés de no dejar de la mano a sus nuevos amigos y
confederados usando como siempre sus astucias como astuto capitán de la buena
ocasión que presente tenía. Hecha su gente comenzaron a marchar y a moverse sus
ejércitos españoles y tlaxcaltecas con mucha orden de su milicia, con número y
copia de gentes bastantes para tan gran empresa, de gentes y
bastimentos, con muy principales y famosos capitanes ejercitados en guerras
según su modo y manera y antiguo uso. Que fueron por capitanes
Piltecuhtli, Acxotecatl, Tecpanecatl, Calmecahua, Cocomitecuhtli, Quauhtotohua,
Teotlipil, y otros muchos que por ser tantos y tanta la variedad de nombres no
se ponen, sino los más señalados que siempre tuvieron fidelidad con Hernando
Cortés hasta al cabo de su conquista. § 310. La primera
entrada que se hizo fue por la parte de Cholula, donde gobernaban y reinaban
dos señores que se llamaban Haquiach y Tlalchiach, que siempre los que
en este mando sucedían eran llamados deste nombre, que quiere decir el mayor
de lo alto y el mayor de lo bajo del suelo, Entrados pues por la provincia de
Cholula, en muy breve tiempo fue destruída por muy grandes ocasiones que para
ello dieron y causaron los naturales de aquella ciudad, la cual destruída y
muerta en esta entrada gran muchedumbre de cholultecas, corrió la fama por toda
la tierra hasta México, adonde puso horrible espanto, y más en ver y entender
que los tlaxcaltecas se habían confederado con los dioses, que ansí eran
llamados los nuestros generalmente en toda la tierra de este Nuevo
Mundo, sin podelles dar otro nombre. § 311. Tenían
tanta confianza los cholultecas en su ídolo Quetzalcohuatl, que entendieron que
no había poder humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes acabar a los
nuestros en breve tiempo; lo uno porque eran pocos, y lo otro que los
tlaxcaltecas los habían traído allí por engaño a que ellos los acabaran, porque
como digo confiaban tanto en su ídolo, porque decían que era tanto su poder,
que con rayos y fuego del cielo los habían de consumir y acabar y
anegar con aguas, ansí lo decían y publicaban a grandes voces: § 312.
"Dejadlos llegar a estos advenedizos extranjeros, veamos qué poder es el
suyo, porque nuestro dios Quetzalcohuatl está aquí con nosotros, que en un
improviso los ha de acabar. Dejadlos lleguen los miserables, veámoslos agora,
gocemos de sus devaneos y engaños que traen, que son locos de quien se fian
aquellos sométicos mujeriles que no son mas que mujeres bardajas de sus
hombres barbudos que se han rendido a ellos de miedo; dejadlos llegen a los
alquilados que bien les han pagado las vidas a los miserables mirad a los
ruines [F. 71 r.] tlaxcaltecas, cobardes, merecedores de gran
castigo. Como se ven vencidos de los mexicanos, andan a buscar gentes
advenedizas para su defensa. ¿Cómo os habéis trocado en tan breve
tiempo, y os habéis sometido a gente tan bárbara y extranjera en el mundo no
conocida? Decid ¿de dónde los habéis traído alquilados para vuestra venganza?
¡Oh miserables de vosotros, que habéis perdido la fama inmortal que
teníades de tres varones descendientes de la muy clara sangre de los
antiguos teochichimecas, pobladores de estas tierras inhabitables! ¿Qué ha
de ser de vosotros gentes perdidas? Más aguarda, que muy presto veréis sobre
vosotros el castigo que hace nuestro dios Quetzalcohuatl". § 313. Decían
estas cosas y otras semejantes, porque tenían entendido, que en efecto se
habían de abrasar con rayos de fuego que del cielo habían de caer sobre ellos, y
que de los mismos templos de sus ídolos habían de salir y manar ríos caudalosos
de agua para los anegar, ansí a los de Tlaxcalla como los nuestros, que no poco
temor y espanto causaba a los amigos tlaxcaltecas, creyendo que fuera ansí como
los de cholultecas decían, especialmente los pregoneros del templo de
Quetzalcohuatl, que ansí lo publicaban; más visto por nuestros tlaxcaltecas que
nuestros españoles apellidaban a Santiago, y que comenzaban a quemar los
españoles los templos de los ídolos y a derribarlos por los suelos,
profanándolos con gran determinación, y como no veían que hacían nada ni caían
rayos, ni salir los ríos de agua, entendieron la burlería y cayeron en la
cuenta de cómo era todo falsedad y mentira, tornaron en sí cobrando tanto
ánimo, que como dejamos referido, hubo en esta ciudad tan gran matanza y
estrago, que no se puede imaginar. De donde nuestros amigos quedaron muy
enterados del valor de nuestros españoles, y desde allí en adelante no
estimaban acometer mayores cosas, todo guiado por orden divina, que era nuestro
señor servido que esta tierra se ganase, y rescatase y salise del poder
del demonio. § 314. Antes
que esta guerra se comenzara, fueron enviados mensajeros y embajadores de la
ciudad de Tlaxcalla a los cholultecas a rogarles y a requerirles con la paz,
enviándoles a decir que no venían a buscar a ellos, sino a los de culhua,
culhuacanenses mexicanos, que como está dicho, este era su nombre y apellido
culhuaques porque habían venido de las partee de Culhuacan de hacia la parte
del poniente y mexicanos porque ansí se llamaba la ciudad de México adonde
estaban poblados con supremo poder. Fueles enviado a decir por los de Tlaxcalla
y de parte de Cortés que se viniesen y diesen de paz y que no tuviesen temor,
que los dioses blancos y barbudos les harían daño, porque era muy principal
gente y muy noble, y que querían su amistad y que ansí les rogaban como amigos
los recibiesen de paz, que haciéndolo ansí, serían bien tratados de ellos e que
no les harían ningun mal tratamiento, porque de otra manera que si los
enojaban, que era gente muy feroz y atrevida y valiente, e que traían armas
aventajadas y muy fuertes de hierro blanco. § 315. Decían
esto de hierro blanco a causa de que entre ellos no tenían hierro sino cobre, e
que traían tiros de fuego y animales fieros que los traían de trailla atados
con cordeles de hierro, y calzaban y vestían hierro, y de cómo traían ballestas
fortísimas, y leones, y onzas muy bravas que se comían las
gentes, [F. 71 v.] lo cual decían por los perros lebreles y alanos muy bravos
que en efecto traían los nuestros, [que] fueron de mucho efecto, y que con
estas cosas no se podían escapar ni tener reparo si los dioses se enojaban y si
no se entregaban de paz, lo cual les parecía a ellos muy bien, por escusar
mayores daños, y que les aconsejaban como amigos lo hiciesen ansí. Más sin
hacer caso de todas estas cosas no quisieron sino seguir su parecer de no
darse, sino antes morir, y en lugar de este buen consejo [por] buena
respuesta a los de Tlaxcala, desollaron vivo la cara a Patlahuactzin su
embajador, persona de mucha estima y principal de valor, y lo mismo hicieron de
sus manos, que se las desollaron hasta los codos, y cortadas las manos por
las muñecas, que las llevaba colgando. § 316. Y le
enviaron desta manera con gran crueldad diciéndole ansí: "Andad y volved y
decid a los de Tlaxcalla y esos otros andrajosos hombres, o dioses o lo que
fueren, que son estos que decís que vienen, que eso les damos por
respuesta". Y ansí se vino el pobre embajador con harta lástima y dolor,
el cual puso horrible espanto y pena en la república siendo uno de los
gentiles y hermosos hombres en esta señoría dispuesto y bien agestado. Y visto
tan gran atrevimiento y mal tratamiento de que murió Patlahuatzin en
servicio de su patria y república, adonde dejó eterna fama ansí entre los suyos
como lo refieren en sus enigmas y cantares, fueron indignados los tlaxcaltecas
porque lo recibieron por gran afrenta, una cosa que jamás había pasado en el
mundo. § 317. Que los
semejantes enbajadores siempre eran tenidos [y] honrados de los reyes y señores
extraños, porque con ellos se comunicaban las paces y las guerras y otros
acaecimientos que entre las provincias y reinos suelen suceder. Y ansí con esta
indignación dijeron a Cortés: "Señor muy valeroso, en
venganza de tan gran desverguenza y maldad y atrevimiento,
queremos ir contigo a asolar y destruir aquella nación y su provincia, y que no
quede vida de gente tan perniciosa, obstinada y endurecida en su maldad y
tiranía, que aunque no fuera por otra cosa más de por esta, merecen castigo
eterno, que en lugar de darnos gracias por nuestro buen comedimiento, nos han
querido menospreciar y a tener en tan poco por amor de ti". El valeroso
Cortés les respondió con rostro severo diciéndoles de esta manera: "Que no
tuviesen pena, que él les prometía la venganza dello", como en efecto lo
hizo; ansí por esto como por otras traiciones, se puso en ejecución dalles
guerra muy cruel, adonde murieron grande muchedumbre dellos como se vera por
las crónicas que de la conquista de está tierra está hecha. § 318. Decían
los cholultecas que los habían de anegar en virtud de su ídolo Quetzalcohuatl,
que era el más frecuentado ídolo de todos los que tenían en toda esta tierra, y
ansí el templo de Cholula lo tenían por relicario de los dioses; y ansí decían
que cuando se descostraba alguna costra de lo encalado, en tiempo de su
gentilidad, decían que por allí manaba agua y porque no se
anegasen, mataban niños de dos y de tres años, y de la sangre de ellos mezclada
con la cal haciéndolo a manera de zulaque tapaban con ella los manantiales y
fuentes que ansí manaban. Y ateniéndose a esto decían los cholultecas que
cuando algún trabajo les sucediese en la guerra de los dioses blancos y
tlaxcaltecas, que descostraban y despostillaban todo lo encalado
por donde manasen fuentes de agua con que los anegasen, lo cual hicie [F. 72
r.] ron y pusieron por obra cuando se vieron en tan gran aprieto como en el que
se vieron, lo cual aunque lo hicieron no les aprovechó cosa alguna, de que
quedaron muy burlados, y como hombres desesperados los más de ellos que
murieron en aquella guerra de Cholula, se despeñaron ellos propios, y se
echaban a despeñar de cabeza arrojándose del cu de Quetzalcohuatl abajo, porque
ansí lo tenían de costumbre muy antigua desde su origen y principio ser ansí
rebeldes y contumaces como gente indómita y dura de cerviz y que tenían por
blasón de morir muerte contraria de las de otras naciones, morir de cabeza. § 319.
Finalmente que los más dellos en esta refriega, murieron desesperados
matándose ellos propios. Acabada la guerra de Cholula entendieron y conocieron
los cholultecas que era de más virtud el dios de los hombres blancos y
que sus hijos más poderosos. Y los tlaxcaltecas, nuestros amigos, viéndose en
el mayor aprieto de la guerra y matanza, llamaban y apellidaban al Apóstol
Santiago, diciendo a grandes voces ¡Santiago! y de allí les quedó que hoy en
día en hallándose en algún trabajo los de Tlaxcala llaman al señor
Santiago.
§ 320. Usaron
los de Tlaxcalla de un aviso muy bueno que les dió Hernando Cortés porque
fueran conocidos y no morir entre los enemigos por hierro porque sus armas y
divisas eran casi de una manera y había en ellas poca diferencia que como era
tan gran multitud de gentes la una y la otra ansí fue menester porque si esto
no fuera en tan gran aprieto se mataran unos a otros sin conocerse y ansí se
pusieron en las cabezas unas guirnaldas de esparto a manera de torsales y con
esto eran conocidos los de nuestra parcialidad que no fue pequeño aviso. Destruída
en esta primera entrada que se hizo en Cholula y muerta tanta muchedumbre de
gente saqueada y robada como se saqueó pasaron luego nuestro ejércitos adelante
poniendo grande temor y espanto por donde quiera que pasaba hasta que la
nueva de tal destrucción[163]
llegó a toda la tierra, y las gentes admiradas de oir cosas tan nuevas,
y de cómo los cholultecas eran vencidos y perdidos los más de ellos muertos y
destruídos en tan breve tiempo, y de cómo su ídolo Quetzalcohuatl no les había
ayudado en cosa alguna, hicieron grandes conjeturas todas estas gentes,
con grandes sacrificios y ofrendas porque no sucediese lo mismo a todos los
demás, con grandes llantos y lloros, que era lástima vellos
metidos en un juicio tan profundo como éste. AGREGADO DE
MUÑOZ CAMARGO § 321. § 321. Aunque
todas estas cosas les aprovechaban muy poco, no por eso dejó de causar
grandisimo temor a toda la tierra, cuyo vencimiento relajó los bríos de todos
los comarcanos, sin entender por dónde viniese tan gran castigo de los dioses;
y ansí desde aquí en adelante vivían con cuidado, esperando el fin que había de
tener la venida de estas nuevas gentes, y escondían sus hijas y mujeres y
haciendas en lo más espeso y escondido de la tierra. § 322. Como
nuestros españoles y los de Tlaxcalla ovieron conseguido tan gran victoria y
tomada la ciudad de Cholula, y quedando por misericordia, prosiguieron su viaje
a la ciudad de México, adonde en beves días llegaron, y el capitán Cortés fue
muy bien [F. 72 v.] recibido de paz del gran señor y rey Motecuhzomatzin y de
todos los señores mexicanos; y dejando el suceso de esta tan famosa historia a
los que de ella escriben y han escrito prosiguiendo lo que vamos tratando. § 323. Estando
pues en la ciudad de México Hernando Cortés en el mayor triunfo
que capitán ni príncipe del mundo pudo tener ni estar como estaba, y en
la mayor cumbre que su fortuna le pudo sublimar ni pudo poner, le vino una
súbita y repentina nueva que fue de la venida y llegada de
Pánfilo de Narvaez, que contra él venía y enviaba Diego Velásquez, gobernador
que en aquellos tiempos era de la isla de Cuba, que le fue necesario dejar
aquella alteza en que estaba, e ir en persona al reparo de un gran daño y
estorbo como éste, para lo que llevaba comenzado y tenía entre manos, que tales
son las cosas inestables de este mundo, que sin pensar viene un contrario y un
desabrimiento en los mayores contentos y placeres de esta vida. Y ansí se fue
luego y salió de México para Cempohuallan sin perder punto de lo que
tanto le importaba y por no dejar e la mano una de las mayores empresas y más
heróicas que en el mundo jamás hombre humano había ganado. De suerte que
dejando en México a don Pedro de Alvarado, se despidió de Motecuhzomatzin y
de los demás caciques y señores mexicanos so color de que iba a castigar
ciertas gentes robadoras y corsarios, que habían llegado y venido nuevamente a
hacelles mal y a toda la tierra, e que iba a poner remedio en ello. § 324. Con este
designio partió de México el animoso capitán, y se vino por Tlaxcalla
adonde fue muy bien recibido y dando cuenta a sus leales amigos del negocio a
que iba, le dieron copia de gente que le acompañó y fue sirviendo: y caminando
por sus jornadas por tierras de paz y de sus amigos, llegó en breves días a
Cempoahualla, adonde con su buena industria y mañas, prendió a Pánfilo de
Narvaez y le quebró un ojo. Hecha esta prisión atrajo a sí toda la gente de su
compañia con dádivas y regalos que hizo, dió y prometió: lo cual le aprovechó
mucho, con la cual gente hizo toda la conquista de esta tierra; y dejando
puesta orden en Cempohualla con todo el recato y cuidado de gente de confianza,
con la mayor prudencia y brevedad que pudo se volvió a México, que ansí
convenía porque tuvo nueva de que se habían rebelado los mexicanos contra los
españoles. § 325. Llegado
que fue y entrado dentro de la ciudad, halló a los suyos cercados y encerrados
en las casas de Motecuhzoma y puestos en muy grande aprieto; y como fuese
llegado como está referido, rogó a los caciques mexicanos con grandes ruegos y
amonestaciones, que aplacasen su enojo, e que él era venido a socorrerlos y a
castigar a sus soldados aquellos que les habían enojado, porque su voluntad era
tenellos por amigos, e que los suyos como hombres nuevos y de poca experiencia
habían errado, y que él como lo verían los castigaría. Más nunca les aprovechó
cosa de las que les dijo, hasta que el propio Motecuhzomatzin un día se subió
en persona a un terrado, donde les mandaba que aplacasen su ira, e que no se
pusiesen en aquello ni se quisiesen tomar con las gentes nuevas; que los
dejasen, que ellos se querían ir y volver a sus tierras. § 326. Y
tampoco bastó esto, antes como gente obstinada en su desvergüenza se amotinaron
contra su rey, llamándole de bujarrón y de poco ánimo, cobarde, con otras
palabras deshonestas, vituperándole con deshonestidad. Teniéndole en poco, le
comenzaron de tirar con tiros de [F. 73 r.] varas tostadas y flechas y hondas,
que era la más fuerte arma de pelea que los mexicanos tenían, de suerte que le
tiraron una pedrada con una honda y le dieron en la cabeza, de que vino a morir
el desdichado rey, habiendo gobernado este Nuevo Mundo con la mayor prudencia y
gobierno que se puede imaginar, siendo el más temido y reverenciado y adorado
señor que en el mundo ha habido y en su linaje, como es cosa pública y notoria
en toda la máquina deste Nuevo Mundo, donde con la muerte de tan gran señor se
acabaron los reyes culhuaques mexicanos y todo su poder y mando estando en la
mayor felicidad de su monarquía: y ansí no hay de qué fiar en las cosas de esta
vida sino en solo dios. § 327. Muchos
afirman de los conquistadores que yo conocí, que estando en el artículo de
la muerte pidió agua de bautismo, e que fue bautizado y murió cristiano, aunque
en esto hay grandes dudas y diferentes pareceres; más como digo que de personas
fidedignas, conquistadores de los primeros desta tierra, de quien fuimos
informados, supimos que murió bautizado y cristiano, e que fueron sus
padrinos del bautismo Fernando Cortés y don Pedro de Alvarado.
Este nombre de Motecuhzomatzin quiere tanto decir, como señor reglado[164]
tomándolo literalmente; más en el sentido moral quiere decir señor sobre todos
los señores y el mayor de todos, y señor muy severo y grave y hombre de coraje
y sañudo, que se enojaba súbitamente con liviana ocasión. § 328. Muerto
el desdichado rey Motecuhzomatzin en quien tenían los nuestros puesta toda su
esperanza, se procuró de dar orden de la salida de aquel cerco tan trabajoso,
porque los bastimentos se les iban acabando y faltando, y las aguas que bebían
eran de pozos salobres hediondas que les hacían mucho daño, que los
propios cercados habían abierto para beber. Vista su perdición y su precisa
necesidad tan irremediable, acordaron de salir de allí antes que pereciesen
tantas gentes como allí estaban oprimidas y cercadas. Y ordenados sus haces y
escuadrones, se salieron una noche: cuando todo estaba en silencio y sosegado,
y las velas durmiendo en profundo sueño, comenzaron a marchar con el mayor secreto
del mundo, porque no fuesen sentidos, fueron saliendo por la calle de
Tacuba con la mejor ordenanza que pudieron, y no pudieron ir con el
secreto que pretendían sin que fuesen sentidos como al cabo lo fueron, de
una vieja vendedora que estaba aquella hora vendiendo para los caminantes y forasteros
cosas de comida, que era a manera de bodegón,[165]
en el barrio de Ayoticpac que es donde están fundadas las casas que hizo
Juan Cano, y enfrente de las casas que labró Ortuño de Ibarra, que después fue
yerno de Motecuhzomatzin, cuyas casas son el día de hoy de Hernando de
Rivadeneyra, que dejó Juan de Espinosa Salado. § 329. La cual
dicha vieja, debió de ser el demonio, que comenzó a dar muy grandes voces: -¡Ea
mexicanos! ¿Qué hacéis? ¿Cómo dormís tanto que se os van los dioses que tenéis
encerrados? ¿Qué hacéis hombres descuídados? Mirad no se os vayan, tornad por
vosotros y matadlos y acabadlos porque no se rehagan y vuelvan sobre vuestra
ciudad con mano armada. Y como todos estuviesen en arma, acudieron a las voces
y gritos de la vieja, y salieron los mexicanos con tan gran alboroto, ira y
furor, y en tan breve espacio, que parecía que el mundo se acababa; y en un
momento se hinchieron las plazas y calles y azoteas de tantas gentes, que no
cabían unos ni otros, que vello era la cosa más horrible y espantosa que se vió
jamás. La vocería que a esta hora había en la ciudad de México [F. 73 v.], que
no se puede con palabra ni por pluma encarecer, porque con la multitud de la
gente, de noche y obscuras, se mataban unos a otros sin podello evitar. § 330. Y
comenzaron a arremeter y dar en los nuestros tan cruelmente y con tan gran ira,
ímpetu, coraje y furia, que no parecían sino leones fieros, encarnizados y
hambrientos, y los nuestros en defenderse a este tiempo haciendo lo
propio en este tan gran asalto o reencuentro, que fue una de las más
sangrientas peleas y batallas que jamás en el mundo se ha visto, porque como
fuese de noche y entre acequias, lagunas, ciénegas y pantanales, y puentes
quebradas, fue un combate y rompimiento el más inevitable, que jamás ha pasado
ni se ha oído y por ser los nuestros tan pocos y la gente contraria tan
innumerable cual no se puede imaginar. Y más los nuestros por salir de
tan gran aprieto y peligro, procuraron de animarse y sacar fuerzas de flaqueza,
y a defenderse y salir de entre sus enemigos lo mejor que pudieron, cuya
salida no pudo ser sin gran daño y perdida de los nuestros, que en
la cual refriega murieron más de cuatrocientos y cinquenta españoles y
sin número de los amigos de Tlaxcalla, aunque se dice que fueron cuatro
mil amigos; que no fue a menos costa y riesgo de los mexicanos, porque
experimentaron bien las manos y ánimo de los españoles, que las acequias y
calles y pasos de donde habían quebrado las puentes, quedaban llenos de
cuerpos muertos, y las ciénegas y lagunas teñidas y vueltas en pura sangre. § 331. [Margen
izquierdo: En esta tan temeraria noche llamada la Noche Triste mataron a un
paje de Fernando Cortés delante de sus ojos llamado Juan de Salazar en la calle
de Tlacupan adonde ansimismo se mostró valerosamente una señora llamada María
de Estrada haciendo maravillosos y hazañosos hechos con una espada y una rodela
en las manos peleando varonilmente con tanta furia y ánimo que excedía el ánimo
y esfuerzo de cualquier varón por esforzado y animoso que fuese que a los
propios nuestros ponía espanto y ansimismo lo hizo propia rota el día de la
[memo]lable batalla de Otumba a caballo con una lanza en la mano que era cosa
increible su ánimo varonil digno por cierto de eterna fama e inmortal memoria.
Esta señora fue casada con Pedro Sánchez Farfán tuvo por repartimiento el
pueblo de Tetela que está a una parte del volcán. Caó esta señora segunda vez
con Alonso Martín Partidor, vivieron en la ciudad de los Angeles hasta que
acabaron]. § 332. Y en
esta rota y desbarate de los nuestros siempre iban prosiguiendo su viaje
llegaron al paso donde hizo don Pedro de Alvarado aquel heroico y temerario
hecho del salto que dio que por ser tan grande y tan increíble lo pongo
aquí. Que ya el sol iba alto a estas horas y los amigos, vista tan gran
hazaña, quedaron maravillados, y al instante que esto vieron, se
arrojaron por el suelo postrados por tierra, en señal de hecho tan heroico,
espantable y raro que ellos no habían visto hacer a ningún hombre y ansí
adoraron al sol comiendo puñados de tierra, arrancando yerbas del campo
diciendo a grandes voces: "verdaderamente que este hombre es hijo del
sol". Esta ceremonia de comer tierra a puñados y arrancar yerbas, era una
superstición muy usada entre los naturales, de cuando les sucedía
algún caso que fuese de admiración o cuando pedían a sus dioses con eficacia alguna
demanda muy encarecida, ansí como en este paso se postraron por el suelo y
mordieron la tierra tomándola a puñadas, echándosela en la boca arrancaron
yerbas del campo ofreciéndolo a sus ídolos, alzando los ojos al
cielo y diciendo de esta manera: § 333.
"¡Oh! dioses muy altos y poderosos, posedores de los altos nueve cielos,
hasta el más alto y supremo dellos, adonde asiste aquel que es sobre todos
vosotros demás dioses, que le llamaban Tloque Nahuaque, que quiere tanto decir,
como si dijesemos aquel que todos le acompañan y es acompañado de todos los
otros dioses, a vosotros nos encomendamos para que seáis en nuestro
socorro y ayuda, y no nos desamparéis en nuestros trabajos, peligros y
aprietos, pues tenéis poder y superioridad sobre todos los hombres. También
invocamos a vos, muy claro y resplandeciente sol Nauhollin que quiere decir
cuarto movimiento,[166]
y a vos luna, mujer hermosa y resplandeciente del claro sol, y [F. 74 r.] a
vosotras estrellas del cielo, y a los aires del día y de la noche, para que con
vuestra ayuda salgamos de los grandes peligros y de este aprieto y guerra en
que nos vemos, que tan injustamente se nos ha
movido. § 334. Las
cuales oraciones sacamos a luz, por ciertas averiguaciones que hicimos
en la ciudad de Tlaxcalla, en una probanza que los herederos de don Pedro de
Alvarado hicieron por los méritos de don Pedro su padre, de muy famosos
capitanes que se hallaron presentes en todo el discurso de la guerra, entre los
cuales fue uno que se llamó don Antonio Calmecahua, capitan muy famoso de
Maxixcatzin, el cual se halló con Cortés en todas las ocasiones que se le
ofrecieron, que hoy en día vive que según se afirma es de edad de ciento
treinta años, y tiene todavía gran sujeto y razón de hombre, que de todo lo que
se le pregunta da muy buena razón y cuenta, aunque está sordo cuenta grandes
excelencias y loas de la venida de Cortés y de los demás capitanes, y de
sus notables hechos. Tiénese por muy dichoso en haber sido bautizado y
ser cristiano: llora del tiempo que fue ídolatra, con
arrepentimiento del engaño en que vivía y vivieron sus antepasados. § 335. Lo mismo
se cuenta de otro capitán muy señalado, Antonio Temaxahuitzin,
natural desta provincia, del pueblo de Hueyotlipan, al cual se atribuye el
haber librado a Cortés de un muy gran peligro [en] que se había visto
llevándole asido y preso los mexicanos para sacrificarlo a sus dioses,
que andando en la pelea cayó en una ciénega o pantano, y estando
encenegado le prendieron, llevándole asido para sacrificalle a
sus ídolos, también se dice que le estaba ahogando en el agua una india vieja
mexicana[167]
hasta que llegó esta gente y Cristobal de Quiñones a quien se atribuye haberle
librado de este peligro hasta que ansímismo llegó Cristobal de Olea y le
mataron los indios, llegó este capitán Temaxahutzin con su
escuadrón le quitó y sacó de la ciénega que fue en la última guerra de
México, junto de la acequia que llaman los naturales de Tultecaapan. Y ansí con
esta ayuda y socorro de este leal capitán, huvo lugar de que llegase Francisco
de Olea su criado [a] defendelle; dicen que cortó las manos a los que lo
llevaban asido de una cuchillada. Y en esto llegó otro español llamado Antonio
de Quiñones y asió del brazo a Cortés y le sacó por fuerza de entre los
enemigos peleando con ellos. A este tiempo llegó uno de a caballo haciendo
calle y lugar por entre la gente al cual también mataron los indios. Y a este
tiempo Cortés subió en un caballo que le trajeron y recogiendo la gente de sus
españoles salió de aquel mal paso y gran peligro. § 336. Sólo
referiremos[168]
cómo fue gran suma de riqueza de oro y pedrería, la que en aquella
salida se perdió. La cual fue del tesoro de Motecuhzomatzin, que como fuese
muerto, mandó Cortés que la mayor parte se fundiese, porque en piezas y joyas y
oro labrado hacía mucho volúmen, lo que no haría derritiéndolo y hecho en
barras y ladrillos; y ansí se puso por obra, que lo que estaba en joyas,
brazaletes, patenas, y bezotes y orejeras, todo se hizo fundir, sin lo que
estaba en tejos y barras que era gran suma. Y al tiempo de la salida de
las casas de Motecuhzoma se encargó la mayor parte de esta riqueza a los amigos
tlaxcaltecas, aunque como está referido se perdió, [F, 74 v.] y se
lograron mal. Todas estas razones son del capitán don Antonio
Calmecahua, que fue uno de los que salía en guarda del tesoro mexicano y
de Motecuhzomatzin, muriendo sobre ello y en defensa de él la mayor
parte de nuestros españoles, como murieron. § 337. Y
tornando al discurso de lo que íbamos tratando, ansí como hubo pasado
don Pedro de Alvarado la puente llevando la retaguardia herida y sangrienta y
desventurada lo mejor que pudo él y su gente y los de Tlaxcalla, fueron en
seguimiento del general que iba caminando al pueblo de Tlacupa y a
Teocalhuiyacan y Tzacuhyocan, donde agora está la hermita que llaman de
Nuestra Señora de los Remedios, sin poderse defender de sus enemigos,
continuando su viaje y marchando y peleando con gran ánimo, defendiendose
dellos hasta llegar al lugar referido que desde aquel día quedó aquella
memoria y advocación de Nuestra Señora de los Remedios, que dura hasta el día
de hoy, la cual es frecuentada de muchas gentes con mucha
devoción. § 338. Llegados
aquí los nuestros tuvieron algún descanso, por verse ya fuera de las lagunas y
ciénegas y de otros peligros de México, habiéndoles por aquí guiado y
encaminado los de Tlaxcalla, rodeando todos los cerros y lagunas que caen fuera
de la laguna mexicana, yendo hacia la parte del norte en cuanto al sitio de
México, diez o nueve leguas de distancia. Continuando su viaje para la
provincia de Tlaxcalla, que era ya tenida como su patria y morada, amparo y
defensa del pequeño número de cristianos que habían quedado. LLegados que
fueron a los campos y llanos de Otonpan, que por otro nombre se llaman
los llanos de Aztaquemecan, en la cual parte salieron de refresco innumerables
escuadrones de gente de guerra en gran ordenanza, de gente muy lucida y
principal de la provincia de Tezcuco, llamados aculhuaques del reyno de
Aculhuacan de Nezahualpiltzintli,[169]
famosísimo varón, origen y principio de los reyes de Tetzcuco
aculhuacanenses, según más largamente lo dejamos declarado a los principios de
nuestra descripción. § 339. Cuya
gente puso en muy grande aprieto a los nuestros, porque como venían cansados,
mal heridos y destrozados, y salían tantas gentes a ellos, que les fue
necesario llamar a recoger, y hacer junta y tomar consejo de guerra: se
resolvieron que con mucha orden fuesen marchando, sin que saliese fuera de su
orden hasta que el tiempo les diese a entender lo que se debía hacer, y que no
acometiese nadie ni se desordenase por ninguna ocasión que oviese, ni por otra
cualquier vía ni manera que fuese, a causa de que su designio era conservarse
hasta rehacerse y llegar a Tlaxcalla, si pudiesen ser sin ningún reencuentro,
por no perder más gente de la perdida. § 340.
Finalmente, que sin reparo ninguno les fue necesario y forzoso romper esta
guerra, y entrar por los ejércitos de los aculhuaques y pelear tan
denodadamente, como si no hubieran pasado por ningún trance ni peligro de
fortuna; de manera que se trabó la guerra tan cruelmente y tan de veras, que a
poco rato se hinchieron los campos de sangre y cuerpos muertos, que parecía ser
cosa increible, donde los nuestros conocidamente entendieron ser por milagro de
dios esta victoria, porque conocidamente de nuestra parte se iba todo aflojando
y perdiendo tierra por muchas veces, en ver que cada momento venían gentes y
escuadrones de refresco al socorro de los aculhuacanenses, que no con poca
dificultad, los nuestros se resistían y con menos esperanza de poder
salir de entre [F. 75 r.] tantos y tan crueles enemigos, porfiados y prolijos
en su dura obstinación y crueldad. § 341. Viéndose
nuestro capitán Hernando Cortés en tanto aprieto y peligro de perderse él y su
gente, y el notable desmayo de los nuestros, determinó con ánimo
invencible que dios le dio de entrar rompiendo como entró por
medio de un escuadron, con una lanza en la mano, alanceando e hiriendo a una
parte y a otra a sus enemigos, matando y atropellando cuantos por
delante hallaba, poniendo increible espanto a sus contrarios: de tal
manera se dió tan buena maña, ayudado de dios nuestro señor y su
santísima madre, que llegó a alancear al general de todo el campo, que
rompiendo por todos los escuadrones como está referido, lo atropelló con el
caballo dándole de lanzadas le mató y le quitó la divisa que traía, la cual los
naturales llamaban tlahuizmatlaxopilli, que era de oro y de muy rica
plumería muy bien obrada; la cual presea mandó guardar y tener,
por una de las más estimadas empresas que había ganado, la cual dió después
y presentó a Maxixcatzin su amigo, señor de Tlaxcalla de la cabecera de
Ocotelulco, porque como cosa que él había ganado por su lanza, le servía con
ella. § 342. Y ansí
como este capitán faltó, llamado Matlaxopilli, por la
divisa que traía, que su propio nombre era Cihuacatzin, capitán de Teotihuacan,
de un barrio que estaba por bajo de Teacalco junto a Aztaquemecan, ansimismo
alanceó Hernando Cortés en esta batalla aquel día a otro señor llamado
Tochtlahuatzal aunque no murió y vivió mucho tiempo en estos reencuentros fue donde
se halló aquella señora llamada María de Estrada donde peleó a lanza y a
caballo como si fuera uno de los más valerosos hombres del mundo como atrás
queda referido. § 343. Quieren
decir los otompanecas y dar por descargo, que esta gente de guerra que allí
salió al encuentro de los españoles, que no fue de intento pensado, ni de
refresco a matar a los nuestros, sino que acaso se celebraban unas fiestas
anuales que tenían de costumbre los indios, y que estando en ellas con gran
número de gentes haciendo reseña de guerra y alarde, que acaso se hallaron en
esta ocasión e que salieron al paso por ver si podían acabar a los españoles
que venían desbaratados y heridos de México, y ansó lo pusieron por obra, sin
ser para ello avisados de los mexicanos, lo cual tengo por falso descargo.
§ 344.
Finalmente, que se desbartó el campo y desmayaron sus gentes, de suerte que en
poco rato no quedó ninguno que les impidiese su camino. Quedando los nuestros
por vencedores, prosiguieron su camino, aunque algunos capitanes de los
vencidos, siempre salían a estorbar el pasaje continuando su pelea con rabia
cruel de tan gran pérdida de sus gentes, aunque no con tanta priesa que fuese
parte para que pudiese impedirles el camino que llevaban. § 345. En este
lugar vieron los naturales visiblemente pelear a uno de un caballo blanco, no
le habiendo en la compañía, el cual les hacía tanta ofensa, que no podían en
ninguna manera defenderse del ni aguardalle; y ansí en memoria de este milagro,
pusieron en la parte que esto pasó, una ermita del apostol Santiago que
es un pueblo pequeño que está en aquella comarca de Otompan que los naturales
le llaman Tenexcalco . § 346.
Afirmaron muchos conquistadores que el caballo en que salió Hernando Cortés a
este reencuentro, era un rocín de arria muy bronco, y que no servía si no de
llevar el [F. 75 v.] fardaje, y como se vió sin caballo que fuese de provecho,
hizo ensillar este arriero, en el cual fue nuestro señor servido que hizo
tantas hazañas, que parece ser cosa increible que después salió tal y tan
bueno, que por este caballo se le atribuyó toda la victoria de aquel día que
estando flaco y cansado como lo estaba, a coces y a bocados y a manotadas
hacía mortal daño[170]
a los contrarios que no osaban acercarse a él. Este caballo arriero le sirvió
en la conquista de México, y en la última guerra que se dió se lo
mataron, cuando Olea le dió el suyo, como atrás lo dejamos tratado. § 347. Pasados
de este trance tan peligroso y prolijo y trabajoso, y otros grandes
acaecimientos de fortuna, se fueron los nuestros por los llanos de Apan,
Temalacatitlan, Atlmoloyan siempre peleando y resistiéndose de los
enemigos que a cada paso y en cada lugar y pueblo de los aculhuacanenses
salían de refresco a combatirse con los nuestros, hasta que llegaron a
Hueyotlipan, lugar sujeto a Tlaxcalla, a donde los nuestros fueron acogidos y
recibidos con mucho aplauso y regalo, como si fuera dentro de su patria y
tierra natural donde se les dió todo lo necesario.
§ 348. Sabida
la nueva de su pérdida y desbarate, llegaron en su socorro y defensa
gran número de gente de la ciudad de Tlaxcalla, enviados por los cuatro
señores, principalmente por Maxixcatzin, a quien se debe todo este bien, que
fue el que más sintió el mal tratamiento de sus amigos, y de su gran pérdida y
muerte de Motecuhzomatzin, el cual hizo salir más de docientos mil hombres de
socorro que salieron a socorrer al capitán Cortés a Hueyotlipan: aunque no
llegaron a tiempo, más fue esta gente de mucho efecto para correr el
campo en seguimiento de los contrarios, hasta echallos de sus tierras y
llegarlos a sus límites, que fue una reseña muy útil y provechosa, con lo que
los aculhuacanenses y mexicanos fueron admirados ver cuan en tan breve espacio
de tiempo se había juntado tan gran poder de gente en socorro de gente
advenediza y extranjera, y ansí tratando entre sí y echando juicios la causa
que fuese de tan gran amistad y tan coligada con gente tan extraña. La
cual nueva y rota corrió por todo el reino de los mexicanos, que les causó no
estar seguros de la venganza que después se tomó de ellos por su desvergüenza y
atrevimiento. § 349. Como los
nuestros se viesen libres y descansados algunos días, a persuación y ruegos de
Maxixcatzin, salieron del pueblo de Hueyotlipan para la ciudad de Tlaxcalla
que estaba a cuatro leguas deste lugar; y los heridos que no podían ir a
caballo ni a pie, los llevaban en hombros y hamacas con mucho amor y regalo; y
ansí como venían de camino y entrando por la ciudad, salían las gentes a vellos
y como venían tan maltratados tenían de ellos gran lástima y las
mujeres subidas en sus casa y terrados, les decían a grandes voces llorando:
"¿Quién os engañó ir a México, desdichados de vosotros, a meteros
entre tan malvados y crueles traidores? ¡Oh pobres de vosotros que ansí os han
parado y maltratado! Seáis muy bien venidos a vuestras casas y tierras. No
tengáis pena, reposad y descansad, no tengáis miedo de tan mala gente
traidora". § 350. Con
estas y otras caricias de amor y ternura los acariciaban, con palabras tiernas
y amorosas les recibían y decían para darles mayor consuelo. [F. 76 r.]
Prosiguiendo su camino llegaron a los palacios y casas de Maxixcatzin, en el
barrio y cabecera de Ocotelulco, donde fueron aposentados y recibidos con gran
aplauso, y aquí estuvieron algunos días, hasta que nuestro señor fue servido de
que sanaron los enfoermos y se reformaron. § 351. En este
tiempo vinieron embajadores mexicanos de parte de aquella república, con muy
grandes partidos y promesas a los cuatro señores de Tlaxcalla, como atrás
dejamos referido, en que fuesen contra los españoles y los matasen, e que no
tomasen su amistad. En lo cual quiso venir y condescender un cacique llamado
Axayacatzin Xicotencatl, hijo mayor de Xicotencatl el viejo, a quien había dado
el gobierno de su cabecera su padre señalándole por su capitán general. Este
pues, venía en consentimiento de que los nuestros muriesen e los acabasen de
matar; e siendo de contrario parecer Maxixcatzin, recibió gran enojo, y
ansí con grande ira y alteración lo maltrató de palabra, diciéndole palabras de
grande injuria, llamándole de cobarde, mujeril[171]
y afeminado, imputándole de traidor y alevoso, y le dió de rempujones echándolo
por unas gradas abajo, cuyo atrevimiento tuvieron en mucha estima haberlo hecho
ansí Maxixcatzin, respecto a que otros mozos locos no se atrevieran a seguir la
opinión y parcialidad del dicho Xicotencatl Axayacatzin, el cual era tenido por
hombre alocado y de poco consejo y prudencia y muy mudable en sus
pareceres, alterado y sedicioso en su república. § 352. Habiendo
pasado esto, y viendo el rigor del tiempo y la guerra trabada con los
mexicanos, conociéndolos por hombres falsos y de poca fidelidad, no se les
admitió su demanda ni crédito de lo que pedían, y ansí la mayor parte de
la gente y estado de la república siguió la opinión y parecer de Maxixcatzin,
y este Axayacatzin Xicotencatl murio ajusticiado, porque lo mandó ahorcar
después Hernando Cortés, por consentimiento de la república de Tlaxcalla,
estando en Tetzcuco sobre la guerra de México, por ocasión de haberse
tornado de la guerra como atrás dejamos recontado. § 353. Habiendo
pues pasado Hernando Cortés por tan rigurosos trances y vaivenes de
fortuna, deseando ya dar fin a su negocio comenzado y acabar la demanda, o ser
señor de todo este Nuevo Mundo; estando un día muy cuidadoso, llamó a sus
amigos los cuatro señores de las cuatro cabeceras parcialidades de Tlaxcalla,
y proponiéndoles el caso era decirles, cómo quería dar orden de ir a
conquistar la ciudad de México, y tomalla destruilla a fuego y a sangre,
porque estaba muy enojado de todo aquel reino de culhua, y que para hacer esto
quería su ayuda y favor, por tomar cruel venganza de gente tan falsa y traidora;
e que para acabar y emprender tan gran empresa tenía necesidad de enviar por
gente de los suyos que tenía en Cempohualla y que era la más fuerte y
belicosa que él traía, porque la habia dejado allá para su retaguardia, e
que era gente muy valiente y esforzada y que con aquella gente que le viniese
reformaría su campo y iría contra los de mexicanos de Tenuchtitlan, que quiere
decir lugar o barrio de la tuna de piedra, cuya [F. 76 v.] derivación quieren
interpretar por muchas vías y maneras que se tomó por haber nacido en una peña
un tunal, sin haber genero de tierra, sino sola sobre la piedra, y por haber
sido como cosa sobrenatural llamaron a esta ciudad de este nombre de la tuna,
que llamarse Tenuchtitlán la ciudad de México. § 354. Otros
dicen que encima del cu grande de la dicha ciudad de Huitzilopuchtli,
que era el templo mayor de los ídolos de aquella ciudad, nació este
tunal sobre una gran peña o peñasco duro, sin tener ningún jugo de tierra, el
cual produjo la fruta llamada nochtli, que los españoles llamaron tunas
porque ansí las llaman los naturales de Cuba y Santo Domingo; y ansí por ser
caso inaudito nacer una planta sobre un peñasco seco, y sin humedad y sin
tierra, los naturales de esta tierra lo tuvieron por caso de admiración, y por
esta causa desde que sucedió de allí en adelante llamaron a la ciudad de México
de este nombre, por más excelencia México Tenuchtitlan; y ansí tuvieron este caso
por pronóstico de que la población de México había de ser eterna y permanente,
pues los frutales se arraigaban en peñascos secos y duros, que con más
razón los hombres habían de arraigarse y permanecer allí para siempre. § 355. Otros
quieren decir que México se llamaba Quauhnochtitlan, que quiere decir el
tunal del águila o la tuna del águila, porque antiguamente se venía aposar
encima deste tunal una águila para desde allí abatirse a las aves que
tenían los señores de México, que por grandeza tenían una casa de aves de todas
raleas. Que con la gran antiguedad, se había perdido el nombre de
Quauhnochtitlan y se llamó Tenuchtitlan, e que corrompiéndose el vocablo
antiguo se vino a llamar Tenochtitlan. Otros quieren decir que se llamó
Tenuchtitlan, porque el tunal que nació en él, cuando que no fue árbol de las
tunas buenas comestibles, sino que era de las salvajinas de unas tunas que
llaman los naturales tenuchtli, que por su dureza las llaman ansí, que
son muy empedernidas y desgustosas; que por estas tunas que llaman
tenochtli, se llamó México Tenochtitlan: que quiere decir en el lugar de las
tunas duras y empedernidas. § 356. Otros
quieren afirmar y decir que fue un cardo del árbol que llaman de la pitahaya,[172]
que ansímismo es nombre de las islas de Cuba y de Santo Domingo, que
los naturales de esta tierra la llaman teonochtli, que quiere decir tuna de
dios. Finalmente, que este renombre que dieron a la ciudad de México de Tenochtitlan,
lo tomó por haber nacido en aquel lugar del templo, sobre aquella peña o
peñasco, donde solían hacer sus sacrificios idolátricos los naturales de
aquella ciudad, y ansí como atrás dejamos referido, se llamó la ciudad de
México por el dios Mexi. § 357. Y
tornando a nuestro principal propósito, pasando adelante Hernando Cortés
con su razonamiento, y de cómo quería ir y tornar sobre los mexicanos y
destruirlos, e que para traer las municiones, tiros y pólvora y otros
pertrechos de guerra y hierro para hacer [F. 77 r.] clavazón para hacer
bergantines, tenía necesidad de su ayuda, y que le acudiesen con gente para
traer estas cosas de Cenpohualla y del puerto, porque estaba muy sentido
y enojado de los culhuas mexicanos, por su gran desvergüenza y traición y gran
atrevimiento; y que convenía mucho que tan gran maldad no quedase sin
castigo, porque estando confiados y debajo de seguro dellos y descuidados
desto, entendiendo que los tenían por amigos, le fueron traidores y mortales
enemigos, e que para pago de su maldad y traición, los quería castigar muy
cruelmente y hacelles guerra como a sus enemigos capitales, como lo verían
adelante en seguimiento de esta causa. Ansí que, muy leales y
fieles amigos mios os ruego que me ayudeis en todo lo que se me ofreciere, y
más en tan justa ocasión como estas, pues es vuestra propia causa
y particular interés vuestro, porque yo de mi parte no os he de
faltar. § 358. Acabada
esta plática y razonamiento, Hernando Cortés afirmativamente prometió a los
tlaxcaltecas, que si dios nuestro señor le daba victoria, tendrían parte de
todo lo que conquistase, ansí de despojos de oro y otras riquezas de todas las
provincias y reinos que se ganasen y conquistasen, particularmente la
ciudad de Cholula y provincia de Huexotzinco y Tepeyacac; y ansí fue que
como fidelísimos y leales, le ayudaron a ganar y a conquistar
toda la máquina de este Nuevo Mundo, con gran amor y voluntad: en todas las
cosas que se ofrecieron, siempre los hallaba y halló muy de su
parte y a su lado, con determinación de seguirle hasta morir o vencer, contra
sus propios naturales, aunándose con nuestros españoles, gentes extrañas
de su natural y nación, la cual causa se atribuye ser más obra de dios nuestro
señor que de hombres mortales, que tenía guardada esta gente tan
incógnita y apartada, para ensalzamiento de su santa fe católica. § 359. Acabada
su plática, como tenemos referido, Hernando Cortés, le respondieron los cuatro
señores cabeceras de las cuatro parcialidades de la ciudad de Tlaxcalla. Ante
todas cosas concedieron todo lo que les pidió, confirmando y ratificando su
leal amistad, sin haber en contrario otra cosa; y ansí dándoseles todo lo
necesario como les fue pedido, salieron número de gentes para la provincia de
Cempohuallan, con capitanes prácticos de aquella tierra y conocidos
y ejercitados en guerra, para que con más recaudo se trujesen
las municiones y cosas necesarias para la guerra de México, y ansí les
fue encargado y entregado lo cual trujeron con gran recaudo, haciendo en
esto uno de los más loables servicios que los tlaxcaltecas hicieron a la
real corona de Castilla y a Hernando Cortés, en su nombre. § 360. Hecha y
acabada esta jornada con tanta voluntad y brevedad y puesto en
razón y acabados todos los negocios, Hernando Cortés hizo llamar a
consulta de guerra, sobre lo qué se ordenaría y qué designio se tomaría
para tomar a México; a lo cual fueron llamados los cuatro [ F. 77
v.] señores de las cuatro cabeceras, Xicotencatl, Maxixcatzin,
Citlalpopocatzin, Tlehuexolotzin, y a otros muchos caciques y señores y
principales y capitanes afamados de este reino. E habiéndoles
dado cuenta de la determinación que tenía Hernando Cortés, y de poner en
ejecución la tomada de México para asolalla y destruilla y que
convenía mucho hacer bergantines para dar guerra a los de México por agua y por
tierra: y ansí se hicieron trece bergantines en el barrio de Atempa, junto a
una hermita que se llama San Buenaventura, los cuales hizo ... y otro
Martín López uno de los primeros conquistadores y le ayudó Neguez Gómez,[173]
y después de hechos por orden [de] Cortés y probados en el río que llaman de
Tlaxcalla Zahuapan, que se atajó para probarlos los bergantines y los tornaron
a desbaratar para llevarlos a cuestas sobre hombros de los de Tlaxcalla a la
ciudad de Tetzcuco, donde se echaron en la laguna, y se armaron de artillería y
munición. § 361. Fueron
en guarda de estos bergantines más de diez mil hombres de guerra con los
maestros de ellos, hasta que los armaron y echaron en el agua y laguna de
México, que fue obra de mucho efecto para tomarse México. E que los había
llamado por dalles cuenta de ello, y que sin su parecer no quería
comenzar cosa alguna, porque como a amigos verdaderos lo había
querido comunicar y tratar con ellos antes de dar principio a ninguna cosa, en
especial a negocio de tanta importancia, porque se representaba el duro caso y
sangriento combate que había de tener con los culhuas mexicanos, que por una
parte le daba pena, dolor y lástima que tenía de ellos, y por otra se le
representaba la ignominiosa traición que con él y sus amigos usaron,
matándoselos sin ninguna piedad; que sus belicosos españoles no veían ni la
hora de verse envueltos con ellos, por verse vengados de tan atroz delito, fue
con el que contra ellos cometieron con atrevimiento o temerario [sic]; que por
fuerte e inexpugnable que fuese la ciudad de México, no lo estimaban en ninguna
cosa, antes el ganallo y ponello debajo de sus pies lo tenía por negocio de
poco momento, porque sin comparación era mayor su ánimo y esfuerzo y el de sus
españoles, que estaban ya como leones y tigres fieros y hambrientos para
despedazar a los mexicanos entre sus manos. § 362. Y que
movido de piedad, y visto que no era justo guiarse ni gobernarse por la
voluntad de los suyos, que quería excusar los grandes daños e ir por los
menores inconvenientes, y que él les iba a la mano y se lo estorbaba con la
disciplina más piadosa y modesta que podía, no consintiendo ni dando
lugar a que usasen de crueldad, y ansí amigos mios, yo querría comenzar
esta guerra con vuestro parecer e ir a esta jornada con la mayor templanza que
pudiese y dios me inspirase, por excusar tantas muertes, porque yo no vengo a
matar gentes ni a cobrar enemigos, sino a cobrar amigos y a dalles nueva
ley y nueva doctrina de parte de aquel gran señor el emperador, que es el que
me ha enviado. De manera que dichas estas palabras y otras muchas que para el
tiempo y ocasión en que estaba le convino decir, a lo cual dicen los naturales
de Tlaxcalla que le respondieron los cuatro señores de las cuatro
parcialidades resolutamente que la guerra se comenzase como mejor le pareciese
y él ordenase; que ellos le ayudarían e irían con él y le seguirían,
atribuyéndose a sí propios la gloria desto y de la orden que en todo se dio
para la [F, 78 r.] guerra. § 363. Porque
dicen que ellos dieron este parecer porque dicen ansí que
habiéndoles tratado Hernando Cortés largamente el negocio de la guerra
con el más encumbrado encarecimiento que pudo, y habiendo dado cada uno su
parecer, unos contrarios de otros, los señores de Tlaxcalla y sus capitanes
dieron el suyo, y fue que ante todas cosas se conquistase la provincia de
Tepeyacac, y toda su comarca y las demás provincias sujetas a los
mexicanos, e que haciendo esto, sería desmembrar y cortar las raices del árbol,
y que quedando destroncado sin fuerza ninguna, que con facilidad se derribaría
por el suelo, porque ganándole los sujetos que estaban menos fuertes, quedaría
la ciudad de México sola, sin que le pudiese entrar ningún socorro de parte de
ninguna, no se podría sustentar mucho tiempo, y que con esto se ganaría sin riesgo
de tantas gentes; y tomada México todo lo demás se sujetaría con mucha
facilidad, y no habiendo esto, tendría fuerzas para
mandar sus gentes, y que se expugnaría a costa de mucha gente, porque sería
grande su resistencia y la guerra duraría mucho tiempo, porque al fin los
vasallos habían de acudir a su señor y rey, y a su patria y república, porque
todas las provincias y reinos se gobernaban por señores mexicanos. § 364. Cuyo
acuerdo y consejo y parecer quieren atribuir a sí, como tengo referido, tengan
los tlaxcaltecas que fuese dado por ellos, o que fuese por los
nuestros: ello fue de mucho efecto y heroico pensamiento y acuerdo
pues se fue por este orden y decisión y se comenzó a proseguir la guerra, conquistando
y sujetando toda la redondez de este reino, especialmente los lugares y
provincias más circunstantes y vecinas de México, y de donde se presumía
que le podía venir socorro, hasta que a honra y gloria de dios nuestro señor,
se conquistó y pacificó toda la máquina de este Nuevo Mundo, como más
elegantemente lo tratan los escritores de la conquista de México a que me
refiero.
§ 365.
Habiendose ganado y conquistado la ciudad de México y pacificado mucha parte de
la Nueva España, como está tratado, llegaron de España los doce frailes de la
orden del señor San Francisco el año de veinte y cuatro, con gran gozo y
contentamiento de Fernando Cortés, a los cuales recibió con muy gran veneración
y acatamiento, que fue uno de los mayores y más grandes ejemplos que dió de su
nobleza, virtud y persona, y muestras de su gran valor a toda esta
tierra, cuya memoria quedará eternizada hasta el fin y consumación del
mundo, por que yendo de rodillas abatido por el suelo, tomó las manos al
venerable padre fray Martín de Valencia, custodio de los doce religiosos
que consigo traía, y se las besó, cuyo hecho devotísimo y humilde recibimiento,
fue uno de los heroicos hechos que este capitán hizo, porque fue
documento para que con mayor fervor los naturales de esta tierra viniesen a la
conversión de nuestra fe, como después vinieron; de suerte que con esta
devoción con que fueron recibidos estos santos varones, el día de hoy los
naturales tienen en mucho a los sacerdotes y siervos de dios, máximamente a los
maestros de doctrina de la orden del señor San Francisco. [Al margen
derecho: La llegada de los religiosos de la orden de Señor San Francisco
enviados por el emperador don Carlos, el año de 1524] § 366. Por
manera que con la llegada de estos padres benditos, luego pusieron por obra la
[F. 78 v.] conversión general de estos naturales, y dar orden en
cómo se había de disipar la idolatría sin escándalo ni alboroto alguno; y
siendo ansí y poniendo en ejecución su santo propósito, comenzaron a derribar
los ídolos de los templos, con celo edificado de extirpar y desarraigar los
ritos infernales que entre esta gente había, quemando los simulacros horrendos
y espantosos, dando con ellos en tierra, sin que ninguno se lo osase
impedir ni estorbar. Y con ésta tan sublime obra, comenzaron a promulgar y a
predicar el sagrado evangelio y doctrina de nuestro señor y salvador
Jesucristo, con ayuda de muchos niños, hijos de caciques y señores que a los
principios doctrinaron, instruyéndolos enteramente en las cosas de nuestra
santa fe católica; con cuya obra hacían muy gran efecto e impresión en esta
nueva planta. § 367. Y
prosiguiendo en ella, les comenzaron a quitar las muchas mujeres que tenían y
los otros demás ritos de idolatría, y otras muchas supersticiones, sacrificios
horrendos y cruelísimos y abominables de sangre humana ofrecida al demonio,
sacadas y desangrada de sus propias carnes, quitándoles ansí mismo que trujeran
orejeras los hombres ni las mujeres, ni bezotes y otros
abominables usos y costumbres que tenían; y que los hombres no tuviesen
más de una mujer, y las mujeres más de un hombre por marido, y esto
había de ser por orden de la Santa Madre Iglesia y con licencia de los
ministros de dios, y que se quitasen los bragueros que traían y se pusiesen
zaragüelles y se vistiesen camisas que era traje más honesto, y que no
anduviesen en carnes y desnudos, como antes andaban. Y a esta tan
santa obra, algunos de los caciques y principales se mostraron duros y rebeldes
y más que pertinaces, que con haberse bautizado tornaron a reiterar en
sus idolatrías y gentilidad y antiguo uso, los cuales murieron por ello ahorcados,
por mandado de Cortés y por consentimiento de la señoria de Tlaxcalla,
que fueron los que irán señalados por dibujo. § 368. Sólo
diremos que después de que estuvo arraigada la fe, y extendida, yendose como se
iba extendiendo la ley evangélica, don Gonzalo Tecpanecatl tecuhtli, señor que
fue de la cabecera de Tepeticpac, tenía escondidas en su casa las cenizas de
Camaxtle, ídolo muy venerado entre los naturales de esta provincia; y
teniéndolas encubiertas en su casa en un oratorio que tenía, pasaba con ellas
gran inquietud y trabajo, sucediéndole grandes alteraciones y desgracias y
grandes calamidades en sus haciendas, porque el demonio le fatigaba, y no osaba
descubrirse a nadie ni decir el mal que tenía en su casa escondido, con hacelle
tan mala vecindad y compañia; más viniéndose a confesar una semana santa, como
es precepto, se confesó con Fray Diego de Olarte,[174]
religioso de la orden de San Francisco, y en el discurso de su confesión,
descubrió a este santo varón cómo tenía guardadas en su casa las cenizas del
ídolo Camaxtli, e que no lo había osado decir ni descubrirse a nadie por su
reputación, [F. 79 r.] y porque no le tuviesen por mal cristiano, e que
agora que habia conocido a dios, y entendido la burla y engaño en que vivía y
en la que vivieron sus antepasados, y que por eso agora se lo
descubría, y que mirase y viese que le mandaba hacer de aquellas reliquias
de su idolatría, que él estaba muy obediente a todo lo que le mandase. § 369. El buen
religioso le mandó que se las trujese, y que no le quería
absolver ni podía hasta que se las manifestase, porque de otra manera no le
podía absolver ni bendecir que en su lengua de ellos ansí se dice. Luego el
dicho don Gonzalo Tecpanecatl tecuhtli le trujo las cenizas del ídolo Camaxtli
y se las entregó, y luego el padre Olarte en presencia de él las quemó y
derramó por el suelo con gran menosprecio de ello, y predicó con grandes
exhortaciones al don Gonzalo, el cual tuvo tan gran dolor y arrepentimiento,
llanto y lloro de sus culpas y pecados; y ansí aquella semana propia de jueves
santo, estándose disciplinando ante una imagen de Nuestra Señora, espiró y dió
el ánima a dios nuestro señor, después de haber confesadose y comulgado; lo
hallaron muerto y de rodillas, ante la imagen de Nuestra Señora, en el hospital
de la Anunciación. Lo cual dejamos atrás citado y prometimos de dar el
fin que tuvieron las cenizas del ídolo Camaxtli. § 370. Al
tiempo que las cenizas deste ídolo se desbarataron y desenvolvieron de
las envolturas que tenía; dentro de un cofrecillo de palo, hallaron en las
cenizas unos cabellos rubios, porque afirman los antiguos viejos que fue un
hombre blanco y rubio. Y ansímismo le hallaron dentro de las cenizas una piedra
esmeralda, porque se la solían poner a los hombres famosos en medio de sus
cenizas amazadas hechas una [espacio en blanco] con sangre de niños muertos que
para este efecto mataban, las cuales piedras decían que eran el corazón de los
hombres de valor. Donde ahí en adelante, hubo quietud en las casas y haciendas
de los herederos de dicho don Gonzalo: no tan solamente había en esto mucho
que decir, sino que en otras más cosas que sucedieron, dignas de memoria. § 371. Aunque
fray Jerónimo de Mendieta, fraile de la Orden del señor San Francisco ha
escrito largamente de las cosas sucedidas cerca de la conversión de los
naturales de esta tierra, yporque en este lugar se nos ofrece
ocasión, de tratar algunas cosas dignas de eterna memoria saliendo de nuestro
principal intento y es el caso que un cacique llamado don Cristóbal
Acxotecatl, principal del pueblo de Atlihuetza sujeto de Tlaxcalla,
martirizó un hijo suyo llamado ansímismo Cristobal que por ser muchacho de poca
edad le llamaban ansí los religiosos y su común nombre era Cristobalico a manera
de regalo, que habiéndose bautizado y tomado por nombre Cristobal, su
padre Acxotecatl, tornó a idolatrar. § 372. Y por no
ser sentido, puso a su hijo con los frailes en el monasterio de
Tlaxcalla, para que fuese doctrinado e instruído en las cosas de nuestra santa
fe; y fue nuestro señor servido de que en muy breve tiempo fue tan buen
cristiano que no hubía más que desear, y los religiosos le tenían en tanto, que
no se hallaban sin él, el cual iba a su padre don Cristóbal muchas veces a
predicalle las cosas de nuestra santa fe declarándole la doctrina
cristiana, contradiciéndole [F. 79 v.] y reprobándole la gentilidad y reprobada
idolatría, y cómo era devaneo y engaño, y que le rogaba mucho como hijo
suyo que tanto le amaba, que dejase de idolatrar y que se convirtiese a dios y
le sirviese. Más como su padre estuviese tan endurecido y obstinado
nunca quiso dar crédito a su hijo a cuanto le decía y amonestaba.
§ 373 Y visto
esto por Cristobalico rogó con gran instancia a su madre se lo dijese y rogase
a su padre que pues era bautizado que siguiese la fe de los cristianos y se
volviese a dios y aborreciese a sus ídolos, porque recibía grande
afrenta y que no osaba parecer ante sus maestros los religiosos, viendo que su
padre todavía servía al demonio y a dioses de piedra y de palo, lo cual rogaba
a la madre con gran instancia y de que fuese parte que su padre se tornase a
dios y dejase al demonio. La madre viendo la razón que el hijo tenía, rogó a
don Cristóbal su marido, que volviese a la ley de dios, y que viese cuán
buena y cuán limpia era y descansada, y que dejase de adorar a los ídolos como
su hijo Cristobalico le decia; y que ansí se lo habían enseñado los
padres de Santa María, que eran los frailes, que en aquella sazón ansí los
llamaban. § 374. Y como
este negocio fuese tan odioso al Acxotecatl don Cristóbal , mandó matar
a la mujer madre de Cristobalico. Muerta la madre, su hijo Cristóbal vino al
dicho su padre con mayor fervor y osadía a amonestar a su padre,
diciéndole que dejase su idolatría y de servir a los ídolos, porque sino lo
hacía y se enmendaba por bien, que él propio se los quitaría y descubriría;
pero que como hijo, le rogaba se quitase de ello, porque
vivía corrido y afrentado entre los frailes siervos de dios que le habían
doctrinado; y que mirase que era señor y principal en la república de
Tlaxcalla y que no diese tan mala cuenta de su persona, y que no le
diese lugar a que le perdiese la obediencia y respeto que le tenía de padre,
porque en este caso, no le podía guardar ningún decoro e que le quemaría los
ídolos. § 375. De las
cuales palabras don Cristóbal Acxotecatl recibió gran enojo y terrible coraje
contra Cristobalico su hijo, y un día, estando muy quieto y seguro Cristobalico
en servicio de los religiosos, su padre le envió a llamar, y estando en su
presencia le dijo estas palabras: "¿Cómo hijo mío, engendréte yo para que me
persiguieses y fueses contra mi voluntad? ¿Qué te va a tí que yo viva en
la ley que yo quisiere y bien me estuviere? ¿Este es el pago que me das
de la crianza que te hecho?".[175]
Diciendo estas palabras arremetió a él y le dio de porrazos con una porra de
palo que traía, con que le hizo pedazos la cabeza y le mato. Y Después de
muerto, le mandó echar en una hogera que tenía hecha en su propia casa y
aposento, y como no se pudiese quemar el cuerpo de Cristobalico, le mandó sacar
de la hogera y le hizo enterrar en una recámara suya, que era aposento
bajo de terrapleno. § 376. Hecho
esto, y enterrado al dicho su hijo lo más secretamente que pudo, a cabo de muy
pocos días los religiosos echaron menos a su Cristobal, que no solía
faltar tanto tiempo, procuraron luego de saber de él y de buscalle con
gran diligencia, que luego sospecharon lo que podía ser; y como no pareciese a
cabo de muchos días,[F. 80 r.] por indicios y sospechas se vino a sacar de
rastro cómo su padre don Cristóbal le había muerto a él y a su madre; y por
confesión suya, cómo los había muerto, cómo y de qué manera y la razón
que para ello tuvo, y de cómo los tenía enterrados en su recamara a él y[176]
a su madre ansí por esto como por otros negocios, fue justiciado
el dicho don Cristobal Acxotecatl, el cual fue bautizado y murió
cristiano. Sentenciólo a muerte Martín de Calahorra, que conoció de la causa, y
le mandó ahorcar por mandado de Hernando Cortés. Y visto por los religiosos de
aquellos tiempos, hicieron desenterrar los huesos de Cristobalico y los de su
madre, y los llevaron al monasterio de Tlaxcalla, donde el día de hoy
los han de tener guardados, que piadosamente se puede creer que fueron
mártires madre e hijo. § 377. Lo mismo
acaeció en el pueblo llamado Santiago Tecalco, que por lo mal sonante del
vocablo[177]
se llama el día de hoy Santiago Tecalpan: otros lo llaman Tecalli, pueblo que
tienen en encomienda los sucesores de don[178]
Francisco de Orduña a quien fue encomendado; que yendo por toda aquella comarca
ciertos religiosos que salieron de Tlaxcalla a predicar, llevaban consigo unos
niños que tenían doctrinados, a que buscasen y descubriesen ídolos, y algunos
idólatras que siempre se estaban endurecidos en su ironía y en no quererse
convertir a la fe de Jesucristo; y como fuesen tan perseguidos de los
muchachos, una noche los caciques de aquel pueblo los convidaron a cenar a tres
de ellos, y aquella propia noche procuraron de matallos; y queriéndolos matar
fue sentido por los niños, por algunos avisos que tuvieron de otros indios qu
también por inspiración divina, los dos de ellos se pusieron en huída,
de suerte que se escondieron y escaparon de entre sus manos. § 378. Y al uno
de ellos que lo alcanzaron, lo mataron aquella noche, siendo de edad de
quince años, el cual era natural de Tlaxcalla. Y como en aquellos tiempos los
naturales no usaban dagas ni puñales ni cuchillos para con ellos darle
puñaladas ansí que al que querían matar, le daban de porrazos que era su
costumbre antigua, y ansí tenían para este efecto unas porras de palo pesados o
macanas, y con estas aporreaban a los que mataban. Por manera que a este
niño habiéndole aporreado y dado en la cabeza muchos golpes, y teniéndola hecha
pedazos y mallugada, nunca perdía el sentido para encomendarse a dios, y
clamando a grandes voces diciendo que aquello que le hacían fuese
por amor de dios, y que no se le daba nada que le matasen, que daba su vida por
bién empleada, con que ellos se bautizasen y creyesen en dios, que aunque él
muriese y perdiese mil vidas, que no que les había de dejar de decir que se
convertiesen a dios, y que dejasen de ser idólatras, que no por temor ni
miedo de perder la vida había de dejar de decilles la verdad y de cómo vivían
engañados con sus ídolos. Y de esta suerte murió hecho pedazos
como tenemos referido, siendo de su propia natural. § 379. Y aunque
en todo el tiempo que le estaban matando les estuvo predicando y reprendiendo,
que fue toda la noche hasta [F. 80 v.] el día; y sus compañeros que estaban
escondidos, visto que no podían dejar de padecer otro tanto, le dejaron y se
fueron huyendo, y se tornaron a Tepeyacac, donde dieron cuenta a los
frailes de lo que les había acaecido, y cómo los tecalpanecas habían muerto a
uno de sus hijos, de que recibieron muy gran pena. Más como en aquella
primavera no se ejecutaba la justicia ni había castigo en los excesos, por no
alterar a los naturales, se quedó esta crueldad sin castigo; destos casos
sucedían en diversas partes de esra tierra, aunque algunos quieren decir que
fueron castigados y hecha justicia de los matadores, aunque se pasaba
por muchas cosas destas, por la razón que dejamos referido, también acaecían
otras muchas muertes que se pasaba por ello de otras que no se tenía entera
noticia, que el tiempo y descuido de nuestros españoles las han consumido y
puesto en eterno olvido. § 380. Y
acordándome en este lugar es que, en la ciudad de México, catorce años
después de conquistada toda la tierra y pacificada por Hernando Cortés,
yendo con otros muchachos hijos de españoles por los barrios de los naturales,
nos corrieron unos indios embijados; y de seis o siete que íbamos, nos cogieron
un compañero y se lo llevaron, que nunca más se supo de él ni pudo ser habido.
Y sin este que nos llevaron a ojos vistas hurtaban los que podían,
para comerselos o para tornarles indios. Dejando esto aparte, que era lo de
menos, los españoles que caminaban a solas para ir a los pueblos y a otras
provincias, los mataban y consumían secretamente, sin poder saberse
de ellos; hasta que se puso remedio en ello, y se mandó en toda la
tierra a los caciques de lasprovincias y reinos, que tuviesen
cuenta con los españoles que caminaban para pasar a otros pueblos.
Que en aquella sazón los llamaban cristianos, hasta que los frailes les
mandaron que no les llamasen "cristianos", porque también lo eran
ellos, que de allí en adelante no les llamasen cristianos, sino que los
llamasen españoles o castiltecas, que quiere tanto decir como dijésemos castellanos,
y con todo esto el día de hoy los llaman cristianos. § 381. Y con
esta orden como está dicho, dende allí en adelante se tuvo muy gran
cuenta y cuidado de nuestros españoles y daban cuenta los naturales de ellos a
donde quiera que iban, entregándolos al pueblo donde llegaban y traían razón
adónde quedaban, trayéndolos retratado de la edad que era, si iba a pie o a
caballo y los vestidos y ropaje que llevaba, de qué colores era y
manera de su traje. De suerte que desde allí en adelante faltaban ya muy pocos
o casi ningunos, si no eran los que salían de México a Guatemala, Chiapa,
Honduras y a Nicaragua, y a tierras remotas que aún estaban de guerra y por
pacificar. Lo cual duró muchos años, hasta que toda la tierra
enteramente se pacificó y se fueron poblando los pueblos y lugares de
españoles, y otros de naturales, que habían quedado despoblados con las guerras
y ruinas dellas. A PARTIR DE
ESTE CAPITULO ES AGRAGADO DE MUÑOS CAMARGO, Y NO APARECE EN LA DESCRIPCIÓN,
TERMINA HASTA EL CAPITULO X. § 382. Habiendo
tratado sumariamente de las cosas sucedidas en esta tierra y venida de los
primeros españoles, será bien hacer otra breve discurción de tiempos, aunque
distinta y apartada de nuestro principal intento, no saliendo de los límites de
nuestra instruccion. Habiéndose pues pacificada la tierra y aquietados los
naturales de ella, luego se entendió en la pacificación de todo el reino, y
reformación de ella, y en la reedificación y población de la insigne [F. 81 r.]
y más que opulenta ciudad de México, y que aquella antigua repúbica que tan
deshecha y destruída había quedado con las guerras pasadas. § 383. Dio en
esto Hernando Cortés la mejor orden que pudo, en mandar hacer casas y calles a
modo nuestro, con tal principio y fundamento, que permanece hasta el día de hoy
en muy gran aumento y prosperidad, enviando desde esta ciudad a todas las
provincias, reinos y señoríos de Motecuhzoma, personas principales a que las
pacificasen, y gobernasen y poblasen de españoles; como fue al reino de
Michoacán a Juan de Saucedo el Romo; y a Guatemala a don Pedro de Alvarado; y a
la provincia de Pánuco a Gonzalo de Sandoval; y a Yucatán y Tabasco, Campeche y
Champoton a don Francisco de Montejo; y Chiapa a Juan de Mazariegos: y a las
provincias de las Higueras el propio Fernando Cortés personalmente, dejando
allá después por capitán y su lugarteniente a Cristóbal de Olid, que después le
mató Francisco de las Casas y Juan Nuñez Mercado por mandado de Cortés, por
presunción y sospecha que de él tuvo que se alzaba con aquel reino. § 384. Y
andando en esta pacificación vino por gobernador de las provincias de Pánuco,
de la ciudad de México y de la Nueva Galicia Nuño de Guzmán, que pasando por el
reino de Michoacán hizo ajusticiar al rey Caczoltzin con grandes y crueles
tormentos, hasta que murió de ellos, por ocasión de que no le quiso dar ni descubrir
el tesoro que tenía y ni las minas de plata que en su tiempo había. Y desde
este reino de Michoacán, fue a las provincias de Xalisco y Culhuacan, cuyas
tierras ganó y conquistó y pacificó, haciendo grandes insolencias, tiranías y
crueldades con los naturales de aquella tierra, por cuyas demasías el emperador
don Carlos Quinto, rey y señor nuestro de gloriosa memoria, le mandó llevar
preso a los reinos de Castilla, y antes que fuese desta tierra estuvo mucho
tiempo preso en la cárcel pública de México, hasta que fue llevado a los dichos
reinos de Castilla a Valladolid, donde a la sazón residía la corte de su
majestad, donde el dicho Nuño de Guzmán acabó desventuradamente con pleitos y
contiendas, defendiendo sus causas con mucha pobreza y miseria. § 385. [Margen
derecho: Salió Nuño de Guzmán de la ciudad de México para la guerra y
conquista de Xalixco el año de treinta y uno [con] docientos y cincuenta
caballos y quinientos españoles. Pasó por la provincia de Michhuacan y quitó al
Cazonzin[179]
diez mil marcos de plata y cantidad de oro bajo y al cabo le quemó y mató con
muchos otros indios caciques y pasó adelante con grandes ejércitos de indios de
México y de Tlaxcalla y otras tierras y de españoles que llevó consigo con que
conquistó la provincia de Xalixco y Centicpac y a Chiametla y a Tonalla y
Culhuacan en la cual guerra perdió muchos españoles e indios. Llamó la
provincia de Centicpac la Mayor España y el reino de Xalixco la Nueva Galicia.
Pobló a Compostela y a Guadalajara y él les puso estos nombres y la Villa del
Espíritu Santo y La Concepción y a San Miguel en Chiametla que está a treinta y
cuatro grados. Fue Nuño de]. [Margen izquierdo de la F. 81 v. : Guzmán
gobernador de Pánuco y presidente de la primera audiencia de la ciudad de
México y gobernador de la Nueva España. Y por grandes querellas que del hubo y
porque le quitaban el cargo de gobernador salió de México a la conquista de
Xalixco el año de treinta y uno]. § 386. En este
lugar trataremos breve y sumariamente de las grandes contiendas y alteraciones
que resultaron en la ciudad de México, por la jornada que hizo Cortés a las
Higueras, las cuales procedieron por sólo el apetito de ambición y deseo de
mandar; y fue el caso sobre cuál de los oficiales reales había de tener el
gobierno de la tierra, que este debió de ser el principal fin y fundamento de
cada uno de ellos, la cual discordía pasó entre los oficiales de su majestad,
con motivo y ocasión de las comisiones que Fernando Cortés les había dejado al
fator Gonzalo de Salazar, y al tesorero Alonzo de Estrada, y al veedor
Peralmindez Chirinos y al contador Rodrigo de Albornoz; lo cual causó una nueva
que se había tenido que Cortés era muerto él y muchos compañeros de los que
había llevado consigo a esta jornada de las Higueras trabajosa, cuya nueva fue
causa de tal contienda entre los oficiales, que cada uno de ellos pretendía
gobernar de por sí, por cuya causa convocaba a sus amigos para seguir su
opinión con aquella sediciosa ambición. § 387. [F. 81
v.] Y estando en el mayor furor de sus pasiones y desatinados deseos, llegó
pues la nueva del bien afortunado Fernando Cortés, de cómo estaba en la tierra,
y que había venido por mar [a] esta Nueva España, habiendo pasado muy grandes
trabajos y sucesos inauditos él y sus compañeros en esta grande y atrevida
jornada que hizo de las Higueras, según que más largamente la tratan las
crónicas, y lo refiere en particular Francisco de Terrazas en un tratado que
escribio del aire y tierra. § 388. Y con
esta llegada de Cortés cesaron muchas diferencias y obstinadas disenciones
causadas de cosas pasadas, porque se renovaron con su venida negocios muy
pesados, de que resultaron grandes sediciones de hombres inquietos y
bulliciosos, que estaban deseosos que la tierra se alborotase; y con esta su
venida y madura prudencia, apaciguó la tierra con los mejores medios que pudo,
dando asiento nuevo en el gobierno de la tierra, a la reedificación de México,
no dando lugar a la tiranía que deseaban emprender los nuevos gobernadores, a
título de que eran oficiales de su majestad, y que a ellos incumbia gobernar la
Nueva España, con intento de usurpar la fama y gloria del valeroso Cortés que
con tanta felicidad había ganado, eternizando su fama, queriéndole obscurecer y
aniquilar sus valerosos hechos y tan heroicas proezas, como lo habían intentado
sus émulos y contrarios, escribiendo contra él a su magestad y a su real
consejo. § 389. Más
visto por Hernando Cortés los perniciosos humores congelados de maliciosos
intentos querían muy malos de desopilar[180]
si sobrepujasen y viniesen a predominar sobre su buen celo y sincero propósito,
determinó irse a los reynos de Castilla y salirse de entre las llamas de tan
encendido fuego, y dando de mano a los apostemados propósitos dejó la tierra
por muchas causas y razones que a ello le movieron. § 390. La
primera y más principal fue buscar la triaca[181]
de su remedio y resistir la venenosa ponzoña de sus contradictores, cuyo
intento era ponelle mal con el emperador, y que no le desquiciaran de la buena
opinión que tenía y había ganado de sus heroicos hechos y la buena suerte y
dicha que dios le había dado, y porque su causa no pereciese por ausente, y
éste le pareció el más acertado acuerdo de cuantos podía imaginar, que era el
ir personalmente a los pies de su rey y señor, y darle la obediencia como a su
señor supremo, y a ofrecelle el servicio que le había hecho en ganarle esta
tierra del Nuevo Mundo que tan valerosamente había ganado en su real nombre,
como leal y obedientísimo vasallo suyo, y haciendo ausencia de sus enemigos. § 391. Y con
este presupuesto se embarcó y se hizo a la vela, y fue tal y tan próspero el
viaje y navegación que hizo, que dentro de treinta y ocho días llegó al puerto
de San Lúcar desde el día que partió de la Villa Rica con bastimentos y
matalotajes bien inusitados. Y con esta su llegada cesaron grandes negocios que
ya habían llegado de sus contradictores a oídos de su majestad y de su Real
Consejo; más luego de como fue llegado a los reinos de Castilla, se fue derecho
a los pies del emperador, señor clementísimo, que con esto que hizo todo le
sucedió tan bien y con tanta facilidad, que su majestad se tuvo de él por muy
bien servido, y le hizo muchas y muy grandes [F. 82 r.] mercedes y favores, y
le dió titulo de Marqués y le casó con doña Juana de Zuñiga, hija del Conde de
Aguilar, y le mandó volver a esta Nueva España, honrado y favorecido de su rey
y señor, con grandes ventajas y partidos y particulares privilegios, y le hizo
su capitán general de esta Nueva España, de lo ganado y de lo que estaba por
ganar y descubrir y le hizo almirante de la mar del Sur. Todas estas mercedes
ganan y consiguen aquellos que lealmente y bien sirven a sus reyes, y en
especial a los príncipes cristianísimos, como fue el emperador don Carlos, de
gloriosa memoria, y a nuestro invictísimo rey don Felipe y señor nuestro,
que guarde nuestro señor muchos años. § 392. Después
de su llegada, que vino de los reynos de Castilla con tanta gloria y pujanza, y
dando nuevo asiento a las cosas de esta tierra, hizo la jornada y nueva
navegación de la mar del Sur en demanda de las islas que decían en aquel tiempo
Islas de Salomón, y de la Isla de Tarsis y California, la cual le sucedió tan
mal y tan siniestramente, que casi se le perdieron todos los navios, y estuvo
más de un año perdido en el gran río del Tizón y California, [Margen derecho:
que han de estar las buenas tierras a treinta y seis grados de la línea
equinoccial] adonde pasó grandes trabajos, que pensó perecer él y toda su
gente, ansí de hambre como de no hallar las poblaciones de que tenía [noticia]
por relaciones; que aunque aquella costa por donde anduvo es de muchos indios y
poblaciones, es la más gente desnuda y bárbara, que viven como alarbes y muy
pobrísima, que no saben qué es oro ni plata; y como no tuvo con que pasar
adelante por la pérdida de sus navíos, habiendo pasado tantas peregrinaciones,
procuró de volver a esta tierra con harta pérdida de su gente y hacienda, más
no cansado ni enfadado de los casos de fortuna. § 393.
Pretendió tras esto hacer la navegación de la Especiería, que en aquella sazón
los llamaban los Malucos y tierra firme de la gran China, como en efecto armó
contra aquella tierra y fue general de aquella armada Alvaro de Saavedra Cerón
y fue por maestre y piloto uno que se llamó el maestre Corzo, uno de los que
pasaron con Magallanes, el estrecho que agora llaman de Magallanes. Y esta fue
la primera navegación que se hizo desta tierra para las Islas que agora llaman
Felipinas, que fue la segunda navegación que se hizo por la Mar del Sur desde
esta Nueva España en tiempo de Fernando Cortés, la cual armada se perdió y
vinieron a remanecer algunos de los nuestros a la gran India de Portugal. § 394. [Margen
derecho: La cual armada hizo Fernando Cortés desde esta Nueva España el año de
mil y quinientos y veintiocho con cien hombres en dos navíos en demando y busca
de los Molucos y otras islas del poniente, por mandado de Carlos Quinto nuestro
rey y emperador e que se buscase navegación desde esta Nueva España para
aquellas islas e tierra de la China que según se cuenta había número de islas y
tierra firme de la gran China. La cual armada se hizo como está referido a
instancia del emperador don Carlos Quinto de la ciudad de Málaga, gran
cosmógrafo y diestro del arte del marear. Y como está referido fue a las islas
del poniente, llevó cuatro navíos de alto bordo y una galeota y una fusta;
fueron con él trecientos y ochenta hombres de guerra y nueve religiosos, los
cuatro de la orden de Señor San Agustín y cinco clérigos] [F. 82 v. margen
izquierdo: sin el servicio de esclavos. Partieron de la Nueva España del puerto
de Juan Gallego día de Todos Santos del año de mil y quinientos y cuarenta y
cinco] § 395. Estando
Fernando Cortés en demanda de la California como dejamos referido, llegó de
España don Antonio de Mendoza por virrey desta Nueva España, presidiendo en la
Real Audiencia de México don Sebastián Ramírez de Pedraza, que después vino a
ser obispo de Santo Domingo, Isla Española. Este don Antonio de Mendoza fue muy
principal caballero, hermano del marqués de Mondejar; y fue el primer virrey
que vino a esta Nueva España el año de mil quinientos y treinta y cuatro.
Gobernó tan bien y tan prudentemente, que con su valor y prudencia y sagacidad
y cristiandad, pacificó, allanó y dió asiento a toda la tierra y poblaciones
della. En tiempo que este tan cristiano príncipe gobernaba la Nueva España, se
hizo la segunda navegación de la Especería, la cual armada [F. 82 v.] hizo a su
costa y minción en compañia de don Pedro de Alvarado, y fue por general de ella
el capitán Ruy López, natural de Villalobos,[182]
y llevó segunda vez por su piloto al maestro Corzo, de quien arriba hicimos
mención, que conocí muy bien. § 396. Cuya
jornada y navegación fue tan infelice y desdichada que se perdió toda sin ser
de ningún efecto, y fue ocasión de habérsele muerto la gente y no tener
con quien volver los navíos; y de aqui tomaron abuso de decir que por las
grandes corrientes y vientos contrarios, no podían volver los navíos a esta
Nueva España, cuya ironía duro muchos años, y que no se podía pasar por debajo
de la línea equinoccial, y otras cosas ridículas[183]
que no se sufren escribir por estar ya muy entendidas las líneas y navegaciones
de todos los mares del mundo, y el ingenio de los hombres tan trascendido en
viveza, que todo lo pueden ya alcanzar y comprenden con el entendimiento que
dios se ha servido darles, que se les hace todo fácil y comprensible. § 397.
Finalmente, que de los que escaparon de esta navegación vinieron a parar a la
India de Portugal, donde fueron presos García de Escalante y Güido de la
Bazares y fray Antonio de Urdaneta, fraile de la orden de San Agustin, de quien
también quieren decir que fue uno de los que pasaron el estrecho de Magallanes:
estos trajeron de la India el gengibre, y se le atribuye a Güido de la Bazares
que lo sacó encubiertamente con gran astucia y maña y lo llevó a Castilla, y de
Castilla lo trajo a esta Nueva España y se sembró en Cuernavaca, en la huerta
de Bernardino del Castillo, de donde ha procedido la cantidad que hay el día de
hoy en las Islas de Santo Domingo, que llevan [a] España de Barlovento dello
las naos cargadas. § 398. Y en
tiempo de este virrey se armó otra armada que él mismo mandó hacer para la
California, y fue por general de ella Francisco de Alarcón y por maese de campo
Marcos Ruíz, la cual armada ansimismo se perdió sin ser de ningún efecto, y se
volvió la gente a esta tierra al puerto de la Purificación; y en este tiempo se
hizo la entrada de la tierra nueva que llamaban las Siete Ciudades, que fue a
costa del mismo don Antonio de Mendoza, y fue por general de la entrada
Francisco Vázquez Coronado: que fue la jornada que llamaron de Cíbola, de que
había dado noticia Fray Marcos de Niza, provincial que fue de la orden de San
Francisco en aquella sazón, que afirmaba haber visto las siete ciudades
personalmente y otras muchas tierras y provincias, la cual entrada ansí mismo
se perdió, en que iban más de mil españoles y de toda gente granada y muy
lucida. § 399. Llevaron
como está referido por general a Francisco Vázquez Coronado, natural de
Salamanca en los reynos de Castilla, persona muy principal, [de] calidad y
suerte, y por maestre de campo a Lope de Samaniego, alcayde que fue de las
atarazanas de México, y por alférez general a don Pedro de Tobar, y por muerte
de Lope de Samaniego, que lo mataron los indios de Chiametla, sucedió por ma
[F. 83 r.] estre de campo don Tristán de Arellano y Luna; sin los cuales fueron
muchos caballeros sobresalientes, que fueron don Diego de Guevara, don García
López de Cárdenas, capitán de la gente de a caballo, don Rodrigo Maldonado,
Pablos de Melgoza y los Barrios Nuevos, dos hermanos y otros muchos personajes
de suerte y valor, que por evitar proljidad no se hace catálogo de todos. § 400. Que no
pasaron pocos trabajos y peregrinaciones en tierras tan desiertas, remotas y
apartadas, larguísimas, anchas y extendidas y despobladas, sin poder topar cosa
que buena fuese para poder poblar, ni que satisfaciese en tierras tan
inhabitables, en especial a nación tan arrogante y belicosa como la nuestra,
que iba en esta tan insigne entrada y armada que se hizo por la Mar del Sur y
partes de la California, en que fue por general Francisco de Alarcón, como está
referido, que fue hecha con designio de que si Vázquez Coronado topara con
algún buen descubrimiento, que se comunicara y tratara por la Mar del Sur con
esta Nueva España; lo cual sucedió tan al contrario, que uno ni otro no vino a
efecto de todo lo que se pretendía, porque habiéndose cansado Franscisco
Vázquez Coronado de haber andado y maquinado tantas y tan largas tierras
despobladas, y habiéndo llegado a la altura que había de llegar sin topar cosa
buena, se tornó y deshizo su jornada, y se víno a la Nueva España, porque
Francisco de Alarcón se había ya ansímismo vuelto a México por no haberse
podido topar en el pasaje donde estaba tratado, y por haber aguardado más
tiempo de lo que disponía su instrucción, y porque no se le muriese la gente
que se enfermaba, y le iban faltando los bastimentos y matalotaje. § 401. Y con
esta venida de Francisco de Alarcón, estuvo en desgracia de don Antonio de
Mendoza, habiendo sido tan su allegado y privado y de su casa, que le había
servido muchos años de maestre sala; y cierto fue muy principal cabllero, de
mucho ser, valor, ánimo y brío y entendimiento. Y el odio y pasión que causó
[a] don Antonio de Mendoza, fue porque envió encubiertamente al emperador don
Carlos muy más amplia y particular relación de la tierra de la California,
pretendiendo por sí propio la conquista y descubrimiento de aquella tierra y
costa del Mar del Sur, porque entendía que confinaban aquellas tierras con la
gran China, o que había muy breve navegación desde esta tierra a la Especería,
y con trabajos que tuvo de verse desfavorecido del virrey, vino a enfermar y
morirse, como murió en el marquesado en el pueblo de Cuernavaca. § 402. Y
tornando a nuestro intento principal, según vamos refiriendo, habiendo llegado
Francisco de Alarcón al pasaje donde se había de topar con Francisco Vázquez
Coronado, viendo su dilación determinó su vuelta, dejan en aquel lugar puestas
cruces[184]
y debajo de ellas enterradas botijas, dentro de las cuales [metió] cartas con
relación del día, mes y año de la estada y llegada, y del tiempo en que aguardó
hasta su vuelta, para que si allí llegasen algunas gentes, supiesen lo que
había sido de aquella armada, y para que no fuera ocasión que allí [F. 83 v.]
se detuvieran aguardando su embarcación, lo cual pasó el año de mil y
quinientos y treinta y nueve y el año de mil y quinientos y cuarenta y uno; al
cual despacho de estas dos armadas de mar y tierra fue personalmente don
Antonio de Mendoza, virrey de esta Nueva España, lo uno a dejar a Francisco
Vázquez Coronado hasta Compostela de la Nueva Galicia, y al despacho de
Francisco Alarcón al puerto de la Purificación, costa de la Mar del Sur. Si
como Francisco Vázquez Coronado echó a la parte del sur y del poniente,
torciera y declinara a la parte del norte, y se pusiera a la altura de treinta
y seis grados, topara con grandes poblazones; y si pasara de los llanos de
Cíbola, Tiguex y Quibira y el valle de Señora, donde halló la mucha cantidad de
vacas, quedaran aquellas tierras pobladas hasta el día de hoy. § 403. Las
cuales vacas son pequeñas y los toros corcovados: la cornadura pequeña y
son a modo de búfalos. Corre este género de animales muy grandes tierras y
llanos que no tienen fin, y hallase la mayor parte en los llanos de Cíbola,
donde habitaron los nuestros más tiempo de un año, mientras corrió la tierra
Francisco Vázquez Coronado con trescientos hombres la tierra adentro hacia el
poniente, sin hallar poblazón de gente congregada, donde se detuvo seis meses,
y pasó más de cien leguas adelante, de donde estaban estas vacas. Y allí tuvo
razón y noticia por señas que le dieron los indios, que a diez jornadas
de allí había gente que vestía como nosotros, y que andaban por mar y traían
grandes navíos, y le mostraban por señas que usaban de la ropa que nosotros
usábamos; y no pasó de estas poblazones por volverse a los que había dejado en
los llanos de las vacas, porque se le pasaba el tiempo en que había quedado de
volver. § 404. Por
comisión que tuvo de don Antonio de Mendoza, después de la venida de la guerra
de Xuchipila y Xalisco, a causa de que los ganados mayores iban en grande
aumento y dañificaban a los indios de paz, fue necesario hacer este
descubrimiento; que con esto se despoblaron muchas estancias del valle de
Tepepulco y Atzumpa y Toluca, donde fueron las primeras estancias de ganados
mayores, y se fueron a poblar por aquellos llanos adonde agora están todas las
estancias de vacas que hay en la tierra, que corren más de doscientas leguas,
comenzando desde el río de San Juan hasta pasar de los Zacatecas y llegar más
adelante de los valles que llaman de Guadiana tierras de chichimecas, que no
tienen fin ni cabo; y ansí se despoblaron estancias de ganado mayor los valles
de Atzompa y Perote, y llanos de Tepepulco, y valles de Toluca y otros muchos
valles, y se pasaron a estas tierras tan largas y extendidas. § 405. Aunque
con el crecimiento de los españoles se han ido poblando las tierras marítimas
de la costa de Pánuco y Nautla que llaman los llanos de Almería, y desde allí
las estancias de Putingo y Mizantla y estancias de la Veracruz, y otras
de tierras calientes de Tlalixcoyan, por la costa de Cohuatzacoalcos que llegan
[F. 84 r.] al río[185]
de Grijalva, que es una cosa sin número e increible el ganado que se va criando
y aumentando, que si no se ve por vista de ojos no se puede numerar ni
encarecer; aunque las carnes de los ganados que se crían en los chicimecas son
mejores que las que se crían en tierras calientes, [Margen derecho: y valle de
Atzompa, Tecamachalco, villa de Atlixco y Perote, Alfaxayucan, toda la
Teotlalpa, Tepepulco, valle de Toluca, finísimas lanas y carnes de mucha
sustancia y gusto]. § 406. Y es de
advertir que hay opinión que las carnes de las Indias no son de tanta
substancia ni son tan sabrosas como las de Castilla; a lo cual se puede
responder que las carnes criadas y hechas de ganado de tierras calientes, son
de poco sabor y menos substancia, porque en efecto son dejativas y floxas, y
las criadas en tierra fría y en chichimecas ansí de vaca y carnero son tan
buenas, y tan sabrosas y de tanta substancia, como las que se comen dentro en
Madrid, Valladolid y Medina del Campo; y no hay que tratar de esto como quien
ha visto y experimentado lo uno y lo otro, si no es que la falta de carnes que
hay en Castilla nos hace sentir otro gusto más sabroso, por carecer de la
abundancia de las carnes que aca tenemos. § 407.
Gobernando pues en esta tierra con tanta paz y tranquilidad este tan buen
virrey, se decubrió en su tiempo la navegación del Perú, de esta tierra por el
Mar del Sur; se hicieron navíos y fueron al Collao de Lima, cuya navegación y
descubrimiento hizo a su costa y minción con muy grandes gastos y trabajos
Diego de Ocampo, caballero muy principal, natural de la villa de Cázeres en los
reinos de Castilla, que habiendo sido uno de los conquistadores y pacificadores
de este Nuevo Mundo, perseverando en su proceder, se puso a hacer este tan
bueno y tan provechoso descubrimiento hasta que se salió con él. Y estando en
su felice gobierno un tan buen príncipe como este don Antonio de Mendoza, vino
de España por visitador de esta tierra Tello de Sandoval, el cual visitó al
virrey y audiencia real y a los oficiales de su majestad. § 408. Que
ansímismo vino el este visitador a publicar las Nuevas Leyes y a ejecutallas
las cuales fueron hechas y establecidas en las cortes que se hicieron en
Malinas en favor de los indios, las cuales contenían la libertad de los indios
esclavos y que no hubiese tamemes ni que los indios se cargasen, y que se
quitasen remotamente sin remisión ninguna los servicios personales que hacían
los indios, aunque se los pagasen; de cuya publicación ovo grandes
alteraciones, y estuvo la tierra en detrimiento de perderse: y con la sagacidad
de don Antonio de Mendoza se quietó y sosegó todo, y quedó pacífico, con que no
se ejecutaron algunas cosas por entonces, sino que fuesen entrando en ellas
poco a poco, y que se consumiesen los esclavos que a la sazón había, y con
buenos medios se sobreseyesen las leyes y se obedecieron; de la cual visita
resultó que se mudó toda la Audiencia y los oficiales reales y el virrey don
Antonio de Mendoza, lo cual pasó el año de mil y quinientos cuarenta y cuatro y
el de mil y quinientos y cuarenta y cinco y el de mil y quinientos y cuarenta y
seis, que fueron tres años de visita. § 409. Y de
virrey de esta Nueva españa, siendo ya muy viejo, fue por virrey de los reinos
del Perú, donde vivió tres años gobernando con mucha paz y sosiego aquellos
reinos, hasta que murió. Fue uno de los más famosos gobernadores que su
majestad ha enviado a estas partes, cristianísimo, de buen ejemplo y
vida, discreto, [F. 4 v.] sabio y prudente, como su nombre y fama hoy día
resplandece en esta tierra, y sus heroicas obras lo muestran en este Nuevo
Mundo. Entró a gobernar el año de mil y quinientos y treinta y cuatro como está
referido. § 410. [Margen
izquierdo: Ansimismo durante la gobernación de don Antonio de Mendoza, envió
por socorro el licenciado de la Gazca de los reinos del Peru, a que don Antonio
se le enviase de la Nueva España más de seicientos hombres, lo cual se hizo con
gran puntualidad. Y salió de esta tierra la más lucida gente que ha habido en ella
e iba por general don Francisco de Mendoza su hijo y por su maese de campo
Cristobal de Oñate.[186]
Estando toda la armada hecha y junta y hecha lista y alarde y comenzando a
marchar vino nueva de que ya el Perú estaba pacífico y presos los rebeldes y
justiciado Pizarro y Francisco de Carvajal. Sucedió en el alarde un caso bien
notable y fue que don Francisco de Mendoza, hijo del virrey, y Hernando de
Salazar fator de su magestad para dar ánimo a los de su campo enristraron el
uno contra el otro tan furiosamente que rompieron sus lanzas y se encontraron
los dos caballos frente con frente que se quedaron allí muertos y tendidos, sin
matarse los caballeros, aunque quedaron atormentados y lastimados con la gran
furia de los caballos y encuentros que se dieron]. § 411. Durante
el felice gobierno del virrey don Antonio de Mendoza, se descubrió una rebelión
que intentaron hacer los negros esclavos de los españoles, para lo cual habían
convocado [a] los indios [de] Santiago Tlaltelolco y México, la cual rebelión
descubrió otro negro. Y habiéndose averiguado jurídicamente, se procedió contra
los culpados y se hizo justicia de ellos, con que quedó la tierra apaciguada y
sosegada por muchos años, hasta que ovo otra rebelión bien peligrosa si pasaba
adelante, la cual fué ansí descubierta por un Gaspar de Tapia y Sebastián Lazo
de la Vega, de que ansímismo fueron castigados, y ajusticiados con mucho rigor
los culpados [y] los convocadores deste motín, y muchos de esta liga y conjuración
se fueron huyendo de esta tierra al Perú, donde estaba la tierra alzada, en
aquella sazón, por Gonzalo Pizarro y Francisco de Carbajal su maestre de campo,
aunque de estos que se iban huyendo se prendieron muchos de ellos por los
caminos por donde iban, como fue en Tehuantepeque y Huaxacac. Los caudillos de
esta rebelión y alzamiento fueron un Juan Román oficial de calcetero y un Juan
Vanegas y un italiano: que estos tres fueron justiciados en la ciudad de
México, confesando el delito que habían cometido e intentado hacer, lo cual
pasó el año de cuarenta y nueve. § 412. Y
habiendo sucedido esto, se sosegaron y pacificaron los leales vasallos y
servidores de su majestad por muchos años, y fué en muy gran aumento la
población de los españoles, y se fue ennobleciéndo toda la Nueva España de
pobladores españoles y fueron en crecimiento los ganados menores de ovejas. Y
este buen príncipe procuró el asiento y perpetuidad desta tierra, y envió por
ganados merinos a España para afinar las ovejas que habían traído antes, que
fueron de lanas bastas y burdas.[187] § 413. Y en su
tiempo se comenzaron los obrajes de paño y sayales, y el trato de las lanas fue
en muy gran crecimiento, porque los indios comenzaron a vestirse de mantas de
lana y otras cosas que labraban dellas; y se comenzaron las labores de trigo y
estancias, y se repartieron muchas tierras; para todo dió mucho favor y ayuda;
y se comenzaron a descubrir muchos veneros de oro, plata, fierro y cobre, ansí
como fueron las minas de Tlachco y Zultepeque y Tzompanco, y se comenzó a batir[188]
moneda para la contratación de los españoles, porque antes no se trataba sino
con barras y tejuelos de oro y oro en polvo, y no podía correr tan bien como
corre la moneda, y había gran fraude en los rescates del dicho oro y plata, y
eran muy lezos y damnificados los indios que no sabían más de trocar dame esto
y darte he esto otro[189]
a poco más o menos; y por evitar esto se batió la moneda como está
referido. § 414. Ovo otro
género de moneda que fue de cobre, que fueron cuartos y medios cuartos de a
cuatro y de a dos maravedís, y comenzó esta moneda a correr por entre los
españoles e indios; la cual pareció tan mal a los naturales, que hacían burla
de tan baja cosa, que no la estimaron en nada ni la pudieronn sufrir, porque
decían que denotaba muy gran pobreza, y no la quisieron tratar [F. 85 r.] ni
recibir; y aunque ovo rigor y fueron compelidos a que de la usasen y tratasen,
dentro de un año o poco más, rehundieron y echaron de sí más de cien mil pesos
de esta moneda y la echaron en la laguna de México para que no oviese memoria della,
y hasta hoy ha durado el no usarla en esta Nueva España porque toda la
rescataron los indios y la desterraron del mundo, a lo menos de su tierra,
porque les fue muy aborrecible y odiosa, y ansí no se usa otra moneda ni corre
más de la de plata que, desde aquel tiempo, se usa en reales de a ocho hasta
medios reales, toda de plata muy buena moneda; y en este tiempo cesó el trato
de oro en polvo y barras y tejuelos. § 415.
Finalmente, que gobernando este tan ilustre varón, se ennobleció muy grandemente
la ciudad de México y gobernó diecisiete años, cristianísimamente toda la Nueva
España.[190]
Y ovo en su tiempo una muy gran pestilencia y mortandad en los naturales desta
Nueva España, que duró más de seis meses, el año de mil y quinientos y cuarenta
y cinco, que arruinó y despobló la mayor parte de todo poblado de la tierra. Y
en tiempo de su gobierno se proveyó el obispado de Guatemala en el licenciado
don Francisco Marroquín, clérigo; y ansimismo se proveyó el obispado de
Huaxacac en don Juan de Zárate; y el de Chiapa en fray Bartolomé de las Casas,
de la orden de Santo Domingo; y el obispado de Michoacán en don Juan Vasco de
Quiroga; y el de Xalisco en don Pedro Gómes de Malaver; habiendo sido proveido
antes de todos estos el obispado de Tlaxcalla en don Julián Garcés, primer
obispo que vino proveído a estos reinos; y don fray Juan de Zumárraga por
primer obispo de México, antes que fuera arzobispado. § 416. Este
primer obispo de Tlaxcalla fue uno de los doctísimos varones en letras que acá
ha pasado, de más de su gran santidad, ejemplo y vida. De todos los cuales se
podía escribir grandes santidades y obras santísimas de sus vidas: porque
entiendo e que muy largamente están escritas de ellas excelencias maravillosas,
que en servicio de dios nuestro señor hicieron en la conversión de los
naturales y nueva planta de la Iglesia militante, y ansí no nos detendremos en
esto, sólo referiré, que siendo oidor don Juan Vasco de Quiroga, le vino el
obispado de Michoacán: fue una santo de mucha perfección, y lo mismo fue don
fray Juan de Zumárraga, fraile de la orden de San Francisco, y después
murió arzobispo de México. § 417. Lo mismo
diremos de don Francisco Marroquín, que hoy en día vuela su fama; y don Juan de
Zárate, obispo de Huaxacac, que lo llaman boca de oro por ser devotísimo de la
madre de dios; y don fray Bartolomé de las Casas, gran defensor de las causas
de los indios de todas las Indias, ansí mismo doctísimo varón; y lo propio se
puede decir de don Pedro Gómez de Malaber, primer obispo de Xalisco; que sin
duda se puede piadosamente creer que son santos bienaventurados y que están
gozando de la gloria y están canonizados ante dios por escogidos suyos, y lo
fueron escogidos para fundamento y principio desta nueva planta, donde tanto
con sus vidas santísimas florecieron y resplandecieron con humildad y pobreza,
sin tener cosa suya que no fuese para los pobres; hombres sin género de
codicia, porque en aquella primera sazón aún no se sustentaban de los diezmos, sino
muy poco y los quinientos mil [F. 85 r.] maravedís suplía la caja de su
majestad: todo lo cual ví por vista de ojos, y conocí a estos bienaventurados
prelados y siervos de dios. Todo esto en el tiempo que gobernó don Antonio de
Mendoza. § 418. Florecieron
ansímismo[191]
en estos tiempos muchos religiosos de santa vida, dignos de eterna memoria; y
no será razón dejar sin algún razguño o memoria dellos: aunque sé y entiendo que
fray Jerónimo de Mendieta y otros religiosos han escrito largamente dellos, no
por eso dejaré de hacer un breve catálogo de los que yo conocí y he conocido en
esta nueva planta, y de los que me acordare. § 419. El
primero fue Fray Martín de Valencia, custodio que vino con los doce religiosos
primeros que el emperador don Carlos envió a esta Nueva España a la conversión
y predicación de los indios naturales a la conversión de ellos. Un fray Domingo
de Betanzos, de la orden de Santo Domingo, varón de gran santidad; un fray
Pedro Delgado, de la orden de Santo Domingo; un fray Juan Bautista, de la orden
de San Agustín; un fray Tomás del Rosario, de la orden de Santo Domingo; un
fray Cristóbal de la Cruz, de la orden de Santo Domingo; un fray Alonso de la Veracruz,
maestro en santa teología, santísimo varón y doctrinísimo, de la orden de San
Agustín; un fray Pedro Medillán, de la propia orden; un fray Alonso de
Escalona, gran siervo de nuestro señor, de la orden de San Francisco; un fray
Diego de Olarte; un fray Francisco Lintorne; y fray Juan Bastidas, fray Juan
Ramírez, fray Andrés Olmos, fray Juan de Romanones, fray Juan Osorio, fray
Andres[192]
de Portillo, todos santísimos varones de la orden de San Francisco, de gran ejemplo
y doctrina: fueron los doce primeros que a esta tierra vinieron, que
conocidamente vivieron santísimamente, y acabaron con gran santidad y dejaron
eterna fama de su doctrina y ejemplo. § 420. También
ovo en este tiempo varones de mucha perfección, clérigos de muy santa vida y
ejemplo, que fueron los que se siguen. El canónigo Juan González, el canónigo
Santos, el canónigo Rodrigo de Avila, el canónigo Nava, el arcediano de la
catedral de Tlaxcalla, don Francisco de León que dejó su arcedianazgo, murió
fraile de la orden de San Francisco. Ha habido tantos religiosos de todas
órdenes tan buenos, tan santos y tan siervos de dios, que como al principio
dijimos, que sería hacer grandes historias de cada uno de ellos y de sus
milagros, a lo cual me remito a los que han escrito sus vidas, que sé que son
muchos en particular, y yo me hallo indigno de tratarlas; aunque [he visto][193]
muchas cosas buenas suyas, de sus doctrinas y sermones y ejemplos, me hallo
corto y no merecedor de tocar en ello, porque sería meterme en un piélago de
mucha profundidad, que es dado y reservado a otros siervos de dios nuestro
señor, que han tratado y podrán tratar de sus actos y hechos, de lo que
predicaron, y del modo que procedieron en la conversión de los indios,
alumbrados del Espíritu Santo; y por la brevedad por mí prometida, no pasaré
adelante [F. 86 r.] en esto. § 421.
Finalmente que habiendo gobernado tan bien y tan fielmente don Antonio de
Mendoza tantos años, en su vejez, cuando había de tener descanso, llegó de
España don Luis de Velasco por virrey de esta Nueva España, año de mil y
quinientos y cincuenta y uno, y se juntaron los dos virreyes en la ciudad de
Cholula, adonde se vieron y obedecieron las cédulas de su majestad. Y allí
consultaron las cosas del gobierno de la Nueva España, y del estado en que
quedaban los negocios de la tierra, y lo que su magestad mandaba guardar y
ejecutar acerca de la buena conservación de los indios y de su aumento. Y desde
esta ciudad de Cholula se partió el buen don Antonio de Mendoza para los reynos
del Perú, viejo, cansado y enfermo; y con esta senectud hizo su viaje por
mandárselo su majestad. Se despidió de todos como buen padre, y ansí fue
llorado de toda la tierra, con mucha razón. § 422. Y el
nuevo virrey don Luis de Velasco partió para México y procedió en su sagaz
gobierno. Y lo primero que hizo fue mandar ejecutar los capítulos de las Nuevas
Leyes, y se libertaron los esclavos y servicios personales y los tamemes y que
los indios no cargasen. Y pasado este rigor del primer ímpetu que fue de mucho
sentimiento en la tierra, al fin adelante, pasada alguna temporada de su
gobierno, fue su proceder tan humano que gobernó tan bien y tan a gusto de toda
la tierra, que por su sagacidad y madurez mereció por execelencia ser llamado
padre de la patria. Visitó personalmente toda la tierra de su gobernación, y se
asentó y apaciguó con quietud toda la tierra desta Nueva España. § 423. [Margen
derecho: Un mes antes que este buen virrey llegase de España, llegó antes en un
navío, el licenciado Vena que se fingió ser visitador de la Real Audiencia, que
puso harto sobresalto en la tierra; al cual, sin haber presentado sus
provisiones, le hicieron sentar en los estrados de la Real Audiencia, con mucha
honra poque se fingía que sus despachos los traía el virrey don Luis de
Velasco. El cual fue un gran burlador que, a título de ser visitaor, le dieron
muchas dádivas y riquezas y como no pudo salir con su buen intento y se entendió
su traza fue preso en Cholula por Gonzalo Gomez de Betanzos, que era corregidor
de aquella provincia, y fue muy bien castigado porque se procedió contra
él por embaidor y burlador y le dieropn docientos azotes por las calles
acostumbradas de México, después de haber sido muy honrado y al cabo fue
desterrado de toda esta tierra]. § 424. Y en su
tiempo se hizo la armada de la Florida, año de mil y quinientos y cincuenta y
nueve, y fue por general de ella don Tristán de Arellano y Luna; y como se
perdió, fue al socorro y a recoger la gente perdida de aquella armada Angel de
Villafaña, con nombramiento y comisión que llevo del virrey don Luis de
Velasco, de capitán general y gobernador de aquella tierra, porque don Tristán
de Arellano se fue desde allí a Castilla como se vió perdido; y cuando el dicho
Angel de Villafaña no fuera de más efecto del que fue a negocio que importó
mucho su ida, porque sacó aquella gente que perecía de hambre en aquella
tierra, porque todos los bastimentos que llevaban se perdió con tormenta que
tuvieron en la mar, y ansí no tuvo la gente qué comer y perecían de hambre por
ser despoblada y de chichimecas, y al fin fue y vino el dicho Villafaña con la
mayor parte de la gente que pudo, le puso en la Habana, y de allí a esta Nueva
España y dejó despoblada aquella tierra de la Florida, por verse sin orden, con
gente cargada de mujeres y niños que iban a poblar; que a no hallarse de esta
manera, pasara adelante con parecer de muchos capitanes, y entrara a la tierra
adentro, cuyo acuerdo y parecer hubiera sido acertado, y estuviera poblado el
Nuevo México. § 425. Fueron
deste parecer Matheo de Sauz y Baltazar de Sotelo y otros muchos capitanes de
experiencia. Y este fin tuvo esta tan grande y lucida armada, que no fue poco
daño, porque después han intentado poblar esta Florida franceses y otras
naciones, que se lo han impedido los nuestros, porque en tiempo deste buen
virrey floreció por la mar Pedro Meléndez de Valdés, siendo general de la
carrera de la mar [F. 86 v.] destas Indias, donde pasó grandes trances y buenos
sucesos en servicio de su majestad. Fue muy temido de los corsarios, y en
especial de los franceses, que los desterró y echó de la Florida, con gran
pérdida y daño dellos; y como prendió a Juan Ribao, general de los franceses
que se habían apoderado de la punta de Santa Elena y San Matheo, y aseguró en
sus tiempos esta carrera de la Nueva España. § 426. En
tiempo deste buen caballero, se perdió la flota que iba desta tierra a los
reinos de Castilla, y dió en la costa de la Florida, año de mil y quinientos y
cincuenta y tres, donde pereció y murió mucha gente y se perdió gran tesoro, de
cuya armada escaparon pocos navíos, que fueron la nao del Cerzo[194]
y la de Farfán de Jáuregui y otros, algunos de poca cuenta. Mataron los indios
muchos frailes y personas de cuenta: murió allí fray Juan de Méndez de la
orden de Santo Domingo, muy famoso predicador, y fray Diego de la Cruz
procurador de Santo Domingo. Mataron a doña Catalina, mujer que fue de Juan
Ponce de León, encomendero de Tecama, que iba a España desterrada por la muerte
de su marido, que dicen mató Bernardino de Bocanegra. Y ansí mismo, en tiempo
deste buen virrey, se pobló el Nuevo Reino de Vizcaya llamado de Chiametla, y
fue por gobernador de aquellas poblaciones Francisco de Ibarra. § 427. Y se
poblaron en sus tiempos la villa de Santa Bárbara, Guadiana, Sombrerete y
Chalchihuites y el Mazapil, y las tierras de Indehé y todos aquellos confines y
partes muy apartadas, ampliando los reynos y señoríos de su majestad, como el
día de hoy permanecen. Al principio de su gobernación se puso la Real Audiencia
de Guadalajara de la Nueva Galicia. § 428. [Margen
izquierdo: El año de mil y quinientos y sesenta llegó de España don Luis de
Velasco su hijo. Y el año de mil y quinientos y sesenta y dos vino a esta Nueva
España don Martín Cortés marqués del Valle con su mujer, hijo de Hernán Cortés.
Y el año de mil y quinientos y sesenta y tres llegó de España el licenciado
Valderrama visitador de esta Nueva España]. § 429. Y en
estos tiempos de su gobierno se hizo la tercera armada para la Especería, islas
del poniente llamadas las Filipinas, la cual se hizo a instancia y persuación
de fray Andrés de Urdaneta de la orden de San Agustín, y de García de Escalante
y de Güido de Bazares, personas que habían visto y estado en aquella tierra; y
viendo su majestad las grandes relaciones de aquellas islas y tierra, mandó se
hiciese la dicha armada, la cual puso en efecto, como está referido, el buen
virrey don Luis de Velasco, y envió por general della a Miguel López de
Lagazpi, y por su maese de campo a Matheo del Sauz, y a Güido de los Bazares
por factor de su majestad; la cual armada tuvo tan buen suceso, que hoy día
permanece y permanecerá hasta el fin, porque la contratación será la mayor y
mejor que ha habido en el mundo, en especial en estas partes del poniente. § 430. Porque
[de] esta población han resultado grandes descubrimientos de reinos y
provincias de la gran China, Japones y la Tartaria y de otras naciones que
había incógnitas, que muchas de ellas van teniendo razón y noticia de nuestra
santa fe católica, que será principio de la conversión de aquellas naciones,
para que vengan en conocimiento de nuestra santa fe. Ansí que este cristianísimo
virrey gobernó sabia y discretamente, con suavidad y con dulzura, de que fue
muy querido y amado en toda [F. 87 r.] la redondez desta tierra; y estando en
este tan felice y dichoso estado de su gobierno le vino la visita, y le vino
por visitador el licenciado Valderrama, oidor que fue del Consejo de Indias, el
año de mil y quinientos y sesenta y tres; y estando en esta visita, fue nuestro
señor servido de llevarse desta vida y falleció el buen virrey don Luis de
Velasco, de gloriosa memoria, el año de mil y quinientos y sesenta y cuatro, en
las casas de Ortuño de Ibarra; y está enterrado en Santo Domingo de México,
donde tiene su capilla y entierro. § 431. Están
trasladados su huesos en la iglesia nueva, hízolos trasladar don Luis de
Velasco su hijo con mucha solemnidad siendo virrey desta Nueva España. Habiendo
acabado de despachar dicha armada de la Especería y luego resultaron de su
muerte muchas novedades, trabajos, y disenciones y pasiones ocultas de pechos
dañados, odios y enemistades con ellas, y dañados humores que conocidamente se
traslucían; determinó irse el visitador Valderrama a los reinos de Castilla con
la visita, habiendo estado en la tierra tres años, dejando en el gobierno de la
tierra a la Real Audiencia de México, año de mil y quinientos y sesenta y seis. § 432. En cuyo
tiempo sucedió la rebelión que dicen de México, y fue por ello justiciado
Alonso de Avila Alvarado y Gil Gonzáles Dávila su[195]
hermano y otros muchos caballeros, y entre ellos que fueron don Pedro de
Quesada y don Baltazar su hermano, y Baltazar de Sotelo hermano de Diego Arias
de Sotelo; y por ello fue preso don Martín Cortés marqués del Valle, y don Luis
Cortés y don Martín Cortés sus hermanos, y Bernardino de Bocanegra y Diego
Arias de Sotelo, y otros muchos que fueron enviados presos y desterrados desta
tierra a los reinos de Castilla. § 433. [Margen
derecho: Fue preso Alonso Dávila Albarado y Gil González su hermano a
diecisiete de julio el año de mil y quinientos y sesenta y seis. Degollaron a
los dos hermanos, Alonso de Avila y a Gil González de Avila, a tres de agosto
del dicho año referido de mil y quinientos y sesenta y seis, en la plaza grande
de la ciudad de México]. § 434. Y de
cómo vinieron en seguimiento desta causa por pesquisidores el licenciado Muñoz
y el doctor Carrillo y el licenciado Xarava que viniendo por la mar murió, y de
cómo fueron mandados volver el dicho licenciado Muñoz y Carrillo, y yendo a
España murió el licenciado Carrillo en la mar, de estos negocios había mucho
que tratar; a lo cual ponemos freno, porque hay muchos escritores acerca de
esta rebelión por muchos autores, remitiéndome a lo que la Real Audiencia hizo
y según procedió jurídicamente. § 435. Y
estando en el furor de estos negocios, vino por virrey desta tierra don Gastón
de Peralta, caballero muy nobilísimo, el cual duró en el cargo muy poco
tiempo, porque la tierra no lo mereció. Fue la causa de su breve mudanza,
informaciones que contra él enviaron a su majestad, acusándole de remiso, y que
desfavorecía los casos pesados tocante a la rebelión, y que favorecía la parte
del Marqués del Valle. § 436. [Margen
derecho: Vino por virrey de esta Nueva España don Gastón de Peralta marqués de
Falces el año de mil y quinientos y sesenta y seis con doña Leonor Vico[196]
su mujer. Fuese el dicho marqués de Falces el año de 1568 a los reinos de Castilla
por mandado del rey nuestro señor y en la misma flota se fueron los jueces el
licenciado Muñoz y Carrillo y el mismo año. Este propio año que vino el marqués
de Falces, en la flota que vino, fue enviado preso don Martín Cortés marqués
del Valle a los reinos de Castilla y don Luis Cortés su hermano y no los
hallaron aca los jueces pesquisidores. Vino por virrey de esta Nueva España don
Martín Enriquez el año de mil y quinientos y sesenta y ocho]. [F. 87 v. margen
izquierdo: Llegaron [a] esta Nueva España los inquisidores y oficiales del
Santo Oficio en tiempo de este virrey, el año de 1557[197]
vino por inquisidor don Pedro Moya de Contreras que después vino a ser
arzobispo de México]. § 437. Idose a
España, vino y le sucedió don Martín Enríquez, y halló tomado el puerto de San
Juan de Ulúa por Juan de Ade, inglés corsario; y de como por su buena traza y
orden, se tornó a cobrar el puerto y isla de San Juan de Ulúa, que para habella[198]
ovo grandes refriegas, y reencuentros y muchas muertes de una y otra parte, lo
cual había puesto en gran alteración la tierra con esta ocasión de hacer los
daños que han hecho y hacen cada día, y los grandes robos que han hecho por el
mar océano y en Santo Domingo y Cartajena, Puerto de Caballos, y por la costa
de la Mar del Sur y carrera de las Filipinas y costa del Perú, y de cómo
Francisco [F. 87 v.] Drack tomó un navío que venía de las Filipinas, cerca del
puerto de la Navidad y California, y de otros navíos que ha tomado cargados de
plata y oro y perlas y otras riquezas, sin otros daños excesivos que no [se]
pueden contar sin gran lástima y pena, por no haber tenido en nada a los
corsarios, ni el negocio de San Juan de Ulua. § 438. Gobernó el
dicho don Martín con prudencia y muy discretamente esta tierra más de catorce
años, con mucha quietud y sosiego, dando nuevo asiento a la tierra de las
alteraciones pasadas; y en su tiempo se desvergonzaron mucho los chichimecas,
hicieron grandes matanzas y robos por los caminos de Zacatecas y estancias de
ganados, que con muy gran dificultad se podía tratar la tierra, que fue
necesario mandar hacer fuertes y tener presidios en muchas partes en toda la
tierra de chichimecas, donde se gastaban con la soldadesca más de doscientos
mil pesos; de suerte [que] toda la tierra estaba en muy gran detrimento, y
costaba muchas vidas de españoles todos los años, de robos y daños que hacían
los chichimecas. Y con estos presidios se repara parte de los daños que los saltedores
chichimecas hacían. En tiempo que gobernaba esta Nueva España se introdujo el
derecho de alcabala y comenzó a pagar con harto disgusto de los vecinos, que
por ello fue aborrecido. § 439. En el
año de mil y quinientos y setenta y seis sobrevino a toda esta tierra una muy
grande pestilencia y mortandad en[199]
los naturales della, que duró tiempo demás de un año que arruinó [y] destruyó
la mayor parte de la Nueva España, que casi quedó despoblada de indios. Un mes
antes que comenzase la mortandad se vió una muy gran señal en el cielo, que se
vieron en el sol tres ruedas que parecían tres soles muy sangrientos o
inflamados de fuego, que hacían un [...]. Las colores de estas tres ruedas eran
semejantes al arco del cielo llamado iris; duraron desde las ocho hasta casi la
una después de medio día. § 440. Al fin y
al cabo de estos catorce años de su buen gobierno, vino por Virrey desta tierra
y Nueva España don Lorenzo Xuáres de Mendoza, conde de Coruña, y el dicho don
Martín Enríquez fue por virrey a los reinos del Perú, adonde vivió tres años y
gobernó aquellos reinos con mucha prudencia y discreción, como hombre maduro y
sagaz y de grande experiencia, donde acabó con acrecentamiento de gloria y
eterna fama. [Margen izquierdo: Vino don Lorenzo Xuárez de Mendoza conde de
Coruña por virrey de esta Nueva España el año de 1580. Y este mismo año fue don
Martín Enriquez por virrey del Perú. Aunque también tuvo ciertos resquemores
con el arzobispo de México don Pedro Moya de Contreras]. § 441. Y el
Conde de la Coruña prosigió en su gobierno tres años con mucha mansedumbre,
hasta que murió, y pasó desta presenta vida; que por su fin y muerte gobernó la
[Margen izquierdo: Real Audiencia de México y gobernando la Real Audiencia le
vino la visita al arzobispo don Pedro Moya de Contreras y fue visitador de la
tierra de que hubo notables casos, lo cual pasó el año de 1583; y el año de
1584 le vino la gobernación de esta Nueva España, que fue gobernador y capitán
general y presidente de la Real Audiencia de México el dicho arzobispo]. Le
víno la visita para que visitase la Real Audiencia de México y a los oficiales
de su majestad. § 442. Y
estando en esta continuación, vino por virrey de esta tierra y Nueva España don
Alvaro Manrique de Zuñiga, marqués de Villa Manríque, el año de mil y
quinientos y ochenta y cinco; y el arzobispo de México se fue a los reinos de
Castilla con la visita, donde falleció[200]
siendo presidente del Consejo Real de Indias, que sucedió a Hernando de Vega
Fonseca, obispo de Córdoba. El cual dicho marqués de Villa Manrique gobernó
cuatro años, y en su tiempo hubo muy grandes negocios, que de algunos dellos
tratamos[201]
en suma. [F. 88 r. margen derecho: En diecisiete de octubre de 1585 llegó don
Alvaro Manrique de Zúñiga por virrey de esta Nueva España con doña Blanca su
mujer].
§ 443. [F. 88
r.] Tratar de la diversidad de animales fieras y extrañas de la tierra y
de sus propiedades, han escrito tantos autores acerca desto, que seria
superfluidad tornar a tratar repetillas, porque el protomédico que su majestad
envió a esta tierra llamado el doctor Francisco Hernández llevó gran copia de
relaciones escritas, y los animales y dibujados y de sus propiedades y secretos
de naturaleza que no tengo para que entremeterme en ello; ni menos trataremos
de las yerbas y de sus raizes medicinales y de grandes virtudes; ni de otras
plantas y flores y de sus grandes variedades y diversos colores; ni de la
planta que llaman tuna de grana cochinilla y de cómo la benefician[202]
los naturales aunque prosiguiendo esta relación, en algún lugar daremos larga
cuenta dello; ni menos trataremos de la virtud y propiedades de las aves y sus
colores que son muchos; ni de los árboles aromáticos y olorosos porque el
doctor Alonso de la Mota, dean de la catedral de Michuacan, hace libro muy
copioso destas cosas tan curiosas y elegantisimo intitulado Floresta de
Virtudes a cuyo libro nos remitimos y a los que escribió el protomédico de su
magestad, como está dicho, cerca de todas estas cosas muy largamente. § 444.
Solamente pasaremos sucintamente por algunas cosas curiosas que se nos iran
ofreciendo, con algunas declaraciones de lo que atrás dejamos escrito, y de
algunos árboles que destilan licores odoriferos como es el árbol que llaman los
naturales xochiocotzoquahuitl que, en nuestro romanze castellano, quiere dezir
el árbol que llaman de resina odorifera o de olor de flores. Este es un árbol
muy alto derecho y de echura de pino y en lo más alto haze una copa de sus
hojas muy graciosa aunque las hojas son menudas a manera de laurel que adonde
quiera que está este árbol da muy suave olor. Y para sacarle el liquidanbar y
su licor, le dan y pican con unas hachuelas dándole unas cuchilladitas, por
aquellas partes que le cortan y tiene las cuchilladas, destila aquella resina
de la manera que destila la trementina de pino. De la cual resina se saca un
aceite delicadísimo y trasparente de color de aceite de olivo, muy trasparente,
que sirve de bálsamo[203]
a nuestros españoles y le llaman aceite de liquidanbar ques muy bueno para
muchas curas; y lo más grueso y espeso sirbe de perfumes que hazen dello muy
olorosos. § 445. Este
árbol se cria en muchas partes desta Nueva España, es árbol muy
preciado, y los naturales en su antigüedad lo estimaban en mucho porque usaban
dello los señores. Criase este árbol en tierras muy frescas en Quauhchinanco y
en Pahuatlan y en Tlatlauhquitepeque por toda la cordillera de las nieblas que
atrás dejamos tratado que pasan de Guatemalla y Honduras que atraviesan gran
parte deste Nuevo Mundo. § 446. Hay otro
árbol llamado copalquahuitl, que los naturales ansí lo llaman, árbol que
destila la resina que llaman copalli, y los españoles le llaman árbol de anime;
este árbol es despojado de hojas, es muy feo, destila de sí ansímismo esta
resina que llaman copalli, es resina blanca y transparente y olorosisima con el
cual copalli perfumaban los naturales a sus ídolos que les servian de incienso,
es un atramento muy bistoso porque es blanco y transparente y lo forman de tal
manera, que parecen tajadas de diacitron, cubierto de azucar, es de muy suave
olor que los nuestros lo han comparado al anime, que se trae[204]
a España. § 447. Sirve
para medicamentos y para [F. 88 v.] muchas enfermedades y sahumerios de que se
hazen emplastos[205]
confeccionados con otras resinas y licores, para quitar frialdades intrínsicas
que se congelan en los huesos humanos, para huesos quebrados, aplicados su
sahumerio para los romadizos y catarros que abre[206]
el olfato para que más brevemente se espelen las reumas y flemas causados de
los malos serenos y ansí mismo es bueno para sahumar ropa
blanca mezclado con el liquidanbar. Crianse los árboles de esto en tierras
cálidas y en secadales y no en tierras húmedas criase en Huastepeque, y
Yautepeque, en Chietla, y en otras muchas tierras desta calidad y temple, en
tierras del marquesado del Valle a la parte del Mar del Sur según nuestro
centro. También sirve este copal para encerrados de ventanas vuelto y misturado
con cera blanca de Castilla comunmente usada en esta tierra. § 448. Hay otro
árbol, oyametl, que algunos de nuestros españoles le llaman pinsapo y otras abeto
del cual árbol se saca el aceite que llaman de abeto, es aceite singularísimo y
muy oloroso, aplícase para muchas enfermedades particularmente es de mucho
provecho para untar y hazer luz, más para sacar frios encerrados en los huesos
de hombres, que los saca y desarrayga. Algunos se purgan con este aceite, y se
han hallado muy bien con ello. Estos árboles se crian en las montañas de la
Sierra Nevada y en las faldas y contorno de la sierra que llaman el Volcan y en
la sierra de Tlaxcalla y en otras montañas de tierra fria desta Nueva España y
no en tierras callentes. Los árboles sobredichos son a manera de pinos aunque
de diferente hoja, porque la hoja es muy menuda y cortica y las ramas que este
árbol va echando van haziendo cruzes muy formadas. Criase este licor o resina,
en árboles nuevos y mientras más pequeños son mejores porque dan más aceite. § 449. Estos
árboles pequeños crian unas vejigas, en la misma bara, o rama, y dellas se saca
el aceite, y de allí la cogen los naturales para vender y otros
aprovechamientos, que dello sacan para vender a los españoles, Deste árbol
pinsapo se saca muy rica madera, para casas es madera incorruptible, y
muy preciada entre los naturales, hase hallado de esta madera en la ciudad de
México haber durado más de trecientos años debajo de agua, y ansí que toda la
estacada en que las más casas de México están fundadas es de esta madera de
oyametl. § 450. Del pino
no se tratará porque es árbol muy común para esta tierra que aunque no llevan
piñones para comer, como los pinos de España, cójese dellos mucha resina que
llaman los naturales ocotzotl que es la resina que llaman en los lengua
castellana trementina, la cual cojen los naturales para muchos remedios. De
este árbol se hace la pez y el oxitl que en la lengua española llaman
alquitrán, lo cual los naturales sacan con fuego para sus medicamentos y otras
necesidades. § 451. De este
árbol sacan los naturales la tea que llaman ocotl, lo cual antes de la venida
de los españoles a esta tierra servíanse los naturales de esta tea para
alumbrarse con ella y hoy en día se sirven muchos de esta tea. Y es de mucho
valor en las tierras donde no la ha porque sirve de este menester y porque no
se ignore de qué aprovecha este oxitl sacado y destilado de la fuerza del fuego
que, como dejamos tratado que los nuestros le llaman [F. 89 r.] alquitran, los
naturales se untan con ello todo el cuerpo y sobre aquella unción se tiznan de
negro con carbón molido. Lo mismo hacen a los niños y se lo ponen en las
cabezas mucho tiempo, y ansí no crian empeynes ni tiña, y otras superfluidades
del cuerpo; aprovecha para curar la tiña y la sarna y arestin. § 452.
Ordinariamente los indios traen untadas las piernas de este betum llamado
oxitl, repáranse con esto de los frios y porque no se les abran grietas en los
pies; y en las tierras calientes donde hay mosquitos untándose con este
alquitran no les hacen daño ninguno, porque andaban antiguamente los indios
desnudos y en cueros vivos. Esta unción la usaban más comunmente la gente
plebeya y no los principales ni la gente de pulicia, porque los señores y gente
más principal usaban otras unciones de más valor y preciada, y más delicada
para en sus enfermedades de cosas saludables y olorosas, confeccionadas de
otros atramentos de mucho valor y olor y suavidad con esto se embijaban. § 453. Hay otro
árbol odorífero que los naturales llaman tlatlauhqui tlatzcan que nuestros
españoles llaman sabina, y otros le llaman nevro tiene la hoja como la del
cedro, que este árbol echa unas agallas o manzanilllas que por agosto y
septiembre viene a madurar de la cual fruta comen algunas gentes, que aunque
son dulces y de buen sabor son asperas y estiticas [sic] y deja en la boca
alguna aspereza. Es muy buena fruta para ganado puerco[207]
porque engordan con ella, hay muchos árboles destos en el valle que llaman de
Atzompan, y Perote y al pie de la sierra nevada que llaman de Maltrata y
Orizaba. § 454. Este
árbol llamado sabina destila de sí una resina que se queda quajada en el propio
árbol que casi se parece almáciga y algunas veces sirve de almáciga para
almacigar agua para beber tiene con esta almáciga muy buen gusto, porque deja
muy buen gusto y sabor y olor y si no se advierte atentamente a ello no dirán
sino que es agua almacigada. Quieren decir, algunas gentes que de la fruta
deste árbol se saca en España el aceite que llaman de nebro, que por otro
nombre se llama niera, aunque en esta tierra no se ha hecho. Este árbol no es
muy alto, más es muy copado y a la vista hermoso, tiene buen tronco de que se
sacan muy buenas tablas para hacer mesas y cajones porque es madera de mucho
olor y suavisimo y vidrioso[208]
que salta mucho con el sol y la sequedad. La leña que de este árbol se quema
estalle a mucho, levanta muy gran llama, hace muy poca ceniza que casi no hace
brasa ni carbón porque lo consume el fuego en breve tiempo, y hace muy poco
humo aunque se traiga verde para quemar. § 455. Es esta madera
incorruptible que dura debajo de tierras más de trecientos años sin corromperse
ni pudrirse. Porque haciendo un pozo en el valle de Atzompan en medio del llano
se halló un madero desta sabina en más de seis estados de hondo, que a según
pareció antiguamente había servido aquella abertura de pozo, y hízose en el
propio lugar, por haberse hallado allí mucha teja y cascajo quebrado, que
decian los naturales de aquella tierra que habitaban cerca de allí, que son los
indios del pueblo de Yxtaquimaxtitlan, llamado por otro nombre Castil Blanco
que los primeros españoles conquistadores de esta tierra ansí lo llamaron
porque hallaron en aquel pueblo fortalezas y castillos almenados, como atrás
[F. 89 v.] lo dejamos tratado, y esto dicen que aquel pozo sirvió a sus
antepasados los chichimecas muchos tiempos que fueron los ulmecas, cuando allí
vinieron desbaratados y vencidos y huyendo de los teochichimecas de Tlaxcalla
que a según sus antigüedades [y] cuenta se halla haber más de trecientos años. § 456. Y según
esta razón y está referido es madera de mucha dura[ción] incorruptible y ansí
el día de hoy los españoles tienen muchos corrales desta madera para sus
ganados en muchas estancias del valle de Atzompan, de diez y veinte años sin
pudrírseles ni corrompérseles, lo cual hemos tratado por habello visto por
vista de ojos. § 457. En las
montañas de Perote que los españoles le llaman la Sierra del Cofre porque en lo
más alto de aquella sierra está un mogote muy señalado que le llaman el Cofre y
los naturales desta tierra le llaman la sierra Napatecuhtli, que quiere decir
cuatro veces rey o señor y al pie desta sierra hay una agua que llaman, Agua
Vergonzosa, y en su lengua de los naturales la llaman Pinahuizatl. Hay luego
otro arroyo muy cerca de este que llaman Temazcalatl por donde toma estos dos
nombres Temazcalapa y Pinahuizapa, a donde es agora espital de Perote, y
llamose ansimismo Perote porque el primer español, que allí en aquella parte
hizo una venta, se llamaba Perote. § 458. Hemos
dicho esto para más claridad de la parte y lugar de lo que vamos tratando,
porque de esta sierra y cordillera hacia los llanos de Atzompan hay muy grandes
pinares por todas las faldas de esta cordillera hacia los llanos de Atzompan
que llevaban piñones comestibles, aunque no tan grandes como los piñones de
Castilla, y aunque hay cantidad de estos árboles no lleva fruto[209]
todos los años sino algunas temporadas, de seis en seis años otras veces a
menos tiempo y cuando acaece abello el año que acierta es tanta la cantidad que
hay de piñones que muchos españoles los van a coger de que hacen mucho dinero
de ellos que como en esta tierra hay pocos pinos que llevan desta fruta
carecese de ellos, y a esta causa se tiene buen despacho de estos piñones. El
año que acierta abellos es tanta la codicia de los españoles que por
coger cantidad de piñones han talado muy grandes montes de pinares cortando los
árboles no advirtiendo el daño que hacian, lo cual se ha remediado por los que
han gobernado esta tierra. § 459. Estos
pinos piñones los hay señaladamente en un cerro que llaman los naturales
Cohuatepeque que hay por los mal paises de Perote y por la falda de la serranía
que va a la sierra nevada de Maltrata y por aquellos llanos que llaman la
Sierra Derrumbada que de ordinario se está deshaciendo y derrumbando y por esto
la llaman la Sierra Derrumbada. Y en esta cordillera de mal paises y cerros hay
los grandes venados que llaman ciervos que cuando se hallan acosados de las
gentes o de los cazadores se vienen a los caballos y a los hombres y suelen
hacer grandes daños que son más bravos que un toro, porque son más ligeros, son
muy grandes y muy hermosos, y es una caza muy real y de mucho contento. Tienen
muy grandes aspas de muchas puntas los cuernos desgazados como propios y
naturales ciervos de España, son pardos y ansí los llaman venados pardos a
diferencia de los corzos y gamos y venados berrendos que son blancos [F. 90 r.]
y muy ligeros. § 460. Trato de
esta monteria porque me he hallado muchas veces en estos montes cazando con
arcabuzes porque aguardan muy bien a tirada [de] arcabuz. Andan juntos en
manadas de veinte en veinte y de treinta en treinta, y de ciento en ciento, de
más y de menos, y cuando ven al cazador, o le sienten hacen una muela redonda o
remolino y ansí aguardan algunas veces muy cerca para podelles tirar. Están por
el mes de septiembre muy gordos y hermosos que han acabado de mudar y
descorsear las aspas. Hacen grandes daños a los naturales porque les comen sus
maices y sementeras, mayormente cuando se hallan cerca de donde las hay. § 461. En estos
llanos de Perote están las lagunas que llaman de Tlachac y Atlchichica y
Quecholac que algunas gentes quieren decir que en otros tiempos fueron cerros y
volcanes y que el tiempo los consumió y que se hundieron y que se hicieron
estas lagunas que son cinco o seis y ansí parece que por los bordos se reconoce
una cosa que lo de enmedio se hundió, y quedan como unas calderas, porque los
bordos son altos y las lagunas están hundidas y bajas en aquellos llanos que
tenemos referido. El agua de estas lagunas es salobre y muy clara que parecen
ojos de agua o respiradero de la misma tierra; crian un pescadillo menudo y
blanco de muy buen gusto, que nuestros españoles le llaman pejereyes. § 462. Estas
dichas lagunas y ojos de agua están apartadas unas de otras a una y a dos
leguas y a tres, a más y a menos. Los naturales de esta tierra no saben decir
ni distinguir lo que puede ser y de cómo estas lagunas se hicieron, ni de dónde
se ceban en unos tan grandes llanos sin tener corrientes de ninguna parte, sino
que dios fue servido que estubiesen en estos llanos por manifestar a los
hombres su omnipotencia, que nadie las puede alcanzar ni comprender.
§ 463. Estas
dichas lagunas y ojos de agua no se les ha hallado fondo aunque se ha procurado
saber; algunos de nuestros españoles quieren decir que son respiraderos de la
mar y este parecer no me satisface porque de donde están estas lagunas a la mar
hay muy gran cumbre y altura, y es cosa imposible imaginar tal cosa, sino que
naturaleza y el tiempo las produjo y han quedado de la manera que queda
tratado. § 464. También
diremos de la laguna de Atlxoxouhcan que está en la misma cordillera, aunque
apartada más de seis leguas de estas adelante al pie de la sierra nevada camino
del Maltrata del ingenio de azucar de don Rodrigo de Vivero, el cual dicho
pueblo Atlxoxoucan es pueblo sujeto al pueblo llamado de Quecholac que tiene en
encomienda Nicolas de Villanueva la mitad de él y la otra mitad los sucesores
de Gonzalo Rodriguez de la Madalena. Esta laguna se llama Atlxoxouhcan que
quiere decir en la lengua de los mexicanos Agua Verde, es agua dulce de beber,
ansimismo se debió de descubrir de haberse hundido algún cerro que debió de
estar allí, o que naturalmente dios todopoderoso debió de hacerlo ansí por
mostrar sus grandes maravillas. § 465. Y ansí
está esta laguna muy más alta que las demás de que hemos tratado, tiene forma
de caldera los bordos de muy gran grosor y altos de tierra pleno que parece
obrado a mano de hombres. Estando en lo alto de los bordos está el agua en una
muy gran hondura, tan profunda que pone espanto miralla desde arriba hasta
abajo y con toda [F. 90 v.] esta hondura bajan ganados a beber desta agua. Es
tan ancha esta caldera que de bordo a bordo no hay arcabuz, por largo que sea,
que pueda llegar al agua su tiro que no se quede muy atrás sin poder llegar la
bala a la orilla del agua porque como está tratado es de forma de una caldera
que va en se angostando hacia abajo, y tendrá de bordo a bordo, a mi parecer
como cuarto de legua. De esta agua bebe toda aquella poblazón que allí se pobló
de indios. § 466. Hemos
venido a tratar destas lagunas, haciendo mención de los árboles de pino que
llevan piñones que corren por toda esta cordillera de más de diez y doce
leguas, pues estaban tan cerca, [que] parecerá género de descuido, no tratar de
ellas, aunque de la sierra atrás dijimos que se llama la Sierra Derrumbadas, es
que siempre se está derrumbando y cayendo a pedazos, y debe de ser la causa de
esto que en las propias sierras deben corresponder algunos metales fogosos y
que con el gran ardor y fuego deben de abrasarse los peñascos y caerse como se
caen y ansí tienen estos dos cerros al parecer, mirados desde lejos, grandes
quemazones y muestras de tener metales de plata u otras cosas. Hallándome una
vez cerca de estas sierras, en una venta que llaman la venta de Cáceres
sobrevino un temblor de tierra o terremoto a medio día, que parecía que había
llegado el fin, porque fue tanto lo que la tierra tembló y se alteró que los
hombres no se podian tener en pie y fue tanto lo que cayó y de las sierras se
derrumbó que el polvo que de ella salió y se desmoronó, duró más de una hora su
niebla y oscuridad que casi apenas se podían ver estas dos sierras. § 467. Y de
allí colejimos que por algún tiempo se han de venir a hundir y convertirse en
otras lagunas como las demás. Estas Sierras Derrumbadas son de muy gran altura
y montuosas, asperas y fragosas y muy subidas y derechas, algunos indios de los
antiguos decian haber visto salir fuegos de noche destas sierras a grandes
llamaradas haciendo gran resplandor. Algunos españoles han intentado subir
estas sierras y se han vuelto cansados sin efectuar su intento. Las cuales
sierras, como está referido, están muy cerca de la venta de Cáceres y Perote y
valle de Atzompan y muy cerca de la sierra nevada de Maltrata; están por sí
solas fuera de las serrania y cordillera grande porque están en los llanos que
llaman de Perote y Atzompan la cual sierra nevada llaman los naturales
Poyauhtecatl. § 468. Es
sierra de muy gran altura, la cual se ve treinta leguas de la mar viniendo a
esta tierra y es la primera tierra que se reconoce antes de las sierras que
llaman de San Martín. Esta sierra nevada es muy alta y montuosa que la Sierra
Nevada de Huexotzinco ni que el volcán, ansimismo suele echar humo, por lo más
alto de ella como la del volcán de Huexotzinco y Calpan. También las [he]
conocido más de diez años sin echar fuego ni humo, más los naturales refieren
en sus cantares antiguos y es ansí que mucho tiempo atrás lo oi cantar a los
propios indios diciendo que, cuando las sierras se encendieren en fuego y echaren
humo sus cumbres, habrá grandes mortandades y pestilencia. § 469. Y ansí
el año de mil y quinientos y cuarenta y cinco que fue el año de la pestilencia
desta tierra, como atrás lo dejamos referido, comenzó esta sierra de Maltrata a
echar humo y fuego en muy grandes llamaradas, y hasta entonces no fue tenido
por volcan y ansí echaba [F. 91 r.] humo de ordinario y lo echó más de veinte
años muy conocidamente y después acá, de muchos años a esta parte, no echaba
humo ni llamaradas de fuego, sino muy raras veces que apenas se mira ni hecha
de ver. § 470.
Finalmente que al tiempo que comenzó a echar humo, de caciques antiguos supe y
entendi si en algún tiempo aquella sierra había echado humo o si se tenía
noticia de ello de sus antepasados, los cuales decian que no ni noticia[210]
daban de ello ni tal habian visto hasta entonces, pero que sus antepasados
habian dejado dicho que cuando las sierras muy altas humeasen y echasen fuego
de sí que sería cerca el acabamiento del mundo y que habra grandes mortandades
de gentes y que ya aquello se iba cumpliendo, pues sabían claramente que las
gentes se morían y acababan sin podello remediar y que no sabían otra cosa, y
ansí como son estas cosas antiguas y dichos de hombres naturales y de muchos
años a parecido referillo, y agora tornaremos a proseguir en nuestro principal
intento, que es de las maneras de los árboles, plantas y de sus licores y
resinas. § 471. Hay
otras maneras de pinos muy altísimos que no llevan resina que son a manera de
pinavetes y ansí lo deben de ser éstos, aunque no tiene la madera la hebra que
hace el pinavete, el cual árbol llaman los naturales ayauhquahuitl, que es una
madera blanca y muy tupida y pesada y tersa que es la que en esta tierra se
labra para cajas y puertas, y para hacer retablos y otras obras de estima, y
ansí es madera muy preciada, no llevan sus piñas piñones aunque lleva piñas muy
grandes y la fruta que echa es muy menuda y chicos los piñones y de poco provecho,
los cuales comen los papagayos que por temporadas vienen a gozar de estos
piñoncicos. § 472. Hay otro
género de pinos que los naturales llaman acoloatl, altisimos y muy derechos que
su madera es roja, es ansí mismo de mucho provecho, los cuales se crian en
tierras frias, y no en tierras calientes en partes umbrias, son árboles para
hazer mástiles de navios por ser de gran grosor y derechos y muy altos y recios
y ansí mismo para labrar y hazer puertas, mesas y caxas y otras cosas para el
servicio del hombre. § 451. De los
árboles cipreses y cedros ay muy gran muchedumbre en las sierras nevadas de
Huexotzinco y Calpan y en las faldas del Volcán son árboles altisimos y
odoriferos que los naturales y españoles los estiman y tienen en mucho, porque
no se hallan en todas partes de esta tierra sino es aquí, aunque en las tierras
calidas hay otros árboles que los quieren llamar cedro por el buen olor que
tienen, son árboles muy preciados y olorosos que los yndios llaman palo
quahuitl,[211]
es madera muy preciada que tira a colorada, es madera de mucha estima de que se
hacen escritorios, caxones, bufetes, mesas; de esta madera se halla en la
Habana isla de Cuba y Santo Domingo. § 452. Ansí
mismo nogales silvestres que dan fruto muy sin provecho, la madera de estos
árboles es muy preciada para estas cosas de mesas, bufetes, escritorios, y
otros menesteres para el servicio de los hombres. Crianse estos árboles entre
las tierras calientes y frias, para la cordillera donde hay nebla y frescuras
que sin esto[212]
y hay gran diversidad de arboledas en esta clima de que no haremos caso más de
aquellos árboles que nos dejamos entender y pueden ser de más provecho y
utilidad como de las que hemos hecho mencion. § 453. Ansí
mismo hay un árbol que los naturales llaman macpal xochiquahuitl[213]
que lleva unas flores entreveradas de color amarillo y colorado, las cuales
flores son de echura de una mano de hombre con cinco dedos muy señalados y la
palma de la mano que es cierto verlo de gran almiración, la mano que se muestra
es pequeña menos de una mano de niño recien nacido es árbol muy altisimo y
derecho, tiene las hojas como de higuera aunque no tan espesas. Tienen los
caciques y señores esta flor por grandeza, para adornar otras flores y
ramillites que hazian los naturales de flores de que ellos usan mucho. Este
árbol es de tierras templadas y callentes a tierras frias donde los tienen con
mucho regalo, la madera no es de ningún provecho, porque no se usa de ella, por
haber pocos árboles de estos teniase por grandeza que por el provecho. § 454. Sácase
ansí mismo de unos árboles pequeños que los españoles le llaman higerilla del
infierno que tiene las hojas anchas a manera de higuerra que los yndios lo
llaman tlapatl, estos árboles llevan unos cardillos por fruta como enherizados
y espinosos y abiertos, crian una semilla a manera de cañamon poco mayores de
la cual semilla [sacan] el azeite que dicen de higuerilla, aprovecha para
muchas cosas que los españoles lo han hallado por cosa medizinal para untar y
sacar fialdades de cuerpos humanos, sirbe para arder en las parras, y para
muchas medicinas que de ello se haze. § 455. Ay otro
árbol que se llama ulquahuitl muy preciado que se cria en tierras callentes, es
árbol no muy alto que se cria en tierras callentes que tiene las hojas
anchas y cenicientas. Este árbol destila de si una leche muy blanca espesa y
pegajosa, de la cual se saca en mucha cantidad y para sacar la leche se ha de
picar el árbol con un hacha, o machete, y picado luego a la hora destila la tal
leche y los naturales la cojen en unos calabazillos redondos de la forma que
quieren y de la cantidad y allí le dexan cuajar y cuajada la echan a cocer en
agua callente, y queda una pelota tamaña como una pelota de viento y los yndios
que no tienen calabazas para cojer esta leche se untan con ella todo el cuerpo
y después de seca levantan aquellos pellejos que a fraudado la leche, y queda a
manera de nierbos y de ay como queda correosos se haze una pelota y se cuese en
agua callente. Con esta pelota jugaban los naturales con los cuadriles como
antiguamente jugaban, como atras lo dejamos referido. § 456. Deste
ule se saca el azeite muy provecho[so] para los medicamentos de los naturales
que es muy blando y muy suave en especial para ablandar los pechos apretados de
catarros pechugeras, este ule se derrite con el fuego para sacar el azeite de
él, tiene una propiedad que salta tanto que no hallo [con] qué comparallo, tómase
bebido con el cacao y es ansí mismo para ablandar algún medicamento duro e
áspero aprovecha ansí mismo para camaras de sangre, o de otras de cualquier
humor que sean. Está tan fuerte y tan duro este ule que hecho un peto dello que
no hay punta de flecha que lo pase por aguda que sea, es de madera muy blanda y
dócil y en sí no tiene dureza ni aspereza ninguna, porque es semejante a
nierbos corrosos, y ansí ynpeledise cualquier golpe que se le da y resulta
hazia fuera y entiendo que si se hiziesen suelas de zapatos dello, que por otro
nombre los llaman nuestros españoles batey por llamarlo ansí los yndios de la
ysla Española, quel que estas suelas se pusiese le harian ir saltando en contra
de su voluntad sin poder estar sin caerse y por donde quiera que fuese iría
saltando. § 457. Y ansí
quieren dezir que los caciques antiguos hazian suelas deste ule para hazer
burla de algunos truhanes chocarreros en años cobardes y lo tenian por
pasatiempo. Algunos españoles de nuestros tiempos han usado deste ule para
capas aguaderas que untado una capa aguadera de cañamazo deste ule no le pasa
el agua, salvo que para que le dé el sol no es bueno porque lo derrite y lo
haze pegajoso, lo cual no se puede hechar en las capas aguaderas sin que se
derrita, este dicho ule es fuego por esta causa se haze pegajoso, lo que no
haria si fuese untado con la leche sacada rrecien del árbol es de mucho
aprovechamiento. § 458. Ay árbol
de bálsamo que se trae de Guahtemalla que por no estar informado del no hazemos
larga relacion del, es licor y bálsamo muy provechoso para heridas, es
odorifero en gran estremo y es de mucho precio y valor. Lo mismo es de la
resina de Tecomaca que se cria en Colima y Zacatula que aprovecha para muchas
cosas medizinales. Y el tecopale y xochipale que son a manera de encienso de
muy olor, y lo que llaman caraña axin, y sus azeites, y de su árbol y pastas
que sería necesario tratar destas cosas y secretos de naturaleza hazer un libro
particular dello y ansí lo dejamos, pues llevó grandes relaciones el protomédico
quel rey nuestro señor invió a estas partes, a sólo saber las propiedades de
los animales que havía en esta tierra y de las aves y pescados y de las rayzes
y medicamentos de los yndios que antiguamente usaban y de las yerbas y rayzes
con que se curaban, que parte dellas descubrimos y con diligencia de nuestra
parte hecha ynviamos a don Martín Enriques governando en esta tierra por si su
majestad le habia mandado. § 459. Y ansí
no trataremos desto tan largamente como el tiempo y lugar nos ofrecia solo dire
del árbol de yolloxochitl que es un árbol que se cria en tierras templadas o
frescas ques un árbol derecho y alto que tiene las hojas como de cidra aun más
tiesas y lisas, lleva una flor de echura de un corazon que los yndios le llaman
yuloxuchitl que a interpretado en nuestro romanze castellano, la flor del
corazón y ansí dizen questa flor les conforta los corazones, su olor traciende
mucho porque es de viva flagrancia y suabidad y unas destas flores puestos en
un aposento traciende su olor y da alegria y contento do quiera que está, es
más vivo y suave que el olor en un melón muy sazonado y maduro. § 460. Lo mismo
podemos dezir del árbol llamado yeloxochitl quahuitl, ques otro árbol y tiene
las hojas muy anchas y es muy alto a manera de pino, echa de sí una flor [que]
es de echura de una mazorca de mayz prolongado, y ansí lo llaman los yndios
flor de mazorca verde. Es una flor cerrada que las hojas de encima son verdes y
las de adentro son blancas es flor de muy suavisimo olor que traciende mucho y
a donde quiera questá da muy gran suavidad, tiene el olor de rosas de
Alexandria y de azucenas y otros olores muy suabes, de diferentes olores,
varios y singulares que no le hallo comparación ques cierto es flor de mucha
estima, y a la vista muy agradables de que se pueden dar muchas y ynmensas
gracias a dios que hizo tantas cosas para consuelo del hombre sin lo cual hay
tanta variedad y maneras de flores, en estas partes, que no se pueden acabar de
conocer y dezir. § 461.
Trataremos en este lugar y haremos relación particular de la grana cochinilla
que ansí mismo ofrecí a su majestad al rey don Felipe nuestro señor, y de
algunas flores que los yndios estimavan y tenian en mucho, en un libro pequeño
donde hazian demostración por pinturas y colores sus formas y echuras, y
propiedades aunque no yrán aquí tan en forma, porque sólo sirbe este libro para
original y memorias de algunas cosas de que ynformamos hi hizimos relación por
sí en algún tiempo algunos que más curiosamente lo quizieren escribir o tratar
lo hallen aquí sin ningún trabajo, y ansí de mi parte dejo -de escribir muchas
cosas poque otros las tienen escritas con más estudio y cuidado; y ansí las
cosas que trato son las cosas que he visto y oydo de personas fidedinas y
calificadas y auténticas y ansí las que voy tocando van sucintamente y de
pasada que no las tratara sino fuera por haberseme encargado como al principio
de estas relaciones lo refiero. § 462. La grana
cochinilla es de color de purpurea roja colorada, de color de sangre de algunas
gentes la llaman carmin y otros carmesi color que los yndios tenian en su
antiguedad en muy gran estimacion para teñir sus pajes y pelos de animales de
liebres y de conejos, porque no alcanzaban seda ni la conocian, ansí no tenian
sino ropas de algódon y hilo y cosas de pluma según su modo antiguo y después
de la venida de nuestros españoles le han tenido y estimado en más por ser uno
de los principales tratos desta tierra por los reynos de Castilla. Habrala en
esta tierra en la provincia de Tlaxcalla era la mejor y mayor más ancha y demás
tinta subida y fina, habrala en la Misteca y en Calpan y Huexotzinco y
Tecamachalco, y aunque la abrá y la hay en otras provincias desta tierra era de
la grana silvestre como adelante diremos. § 463. Y esta
que se tiene por buena los naturales la labraban y cultivaban con cuidado y
gran beneficio la cual tenian en guertos cercados y guardados de sabandijas y
musarañas que la dañifican y comen, como otros muchos contrarios. Plantábanla
en esta forma, en un árbol grueso y feo, y solo de pie y de cepa parda y sus
hojas anchas y gruesas húmedos y aguanasos a manera de la siempre viva que cada
hoja deste árbol los naturales llaman nopalli que los españoles llaman árbol de
tuna o tunal, ques nombre tomado de los yndios de la isla Española y Cuba, y
esta tierra se llama nohpalquahuitl y nopalli, y habiendo los españoles
corrumpido su propio nombre se llama nopall, y como vamos diziendo cada hoja deste
árbol será poco más de un palmo de largo, y de ancho un geme y de grosor un
dedo es verde y espinosas de espinas rezias y agudisimas poco menores de una
aguja de labrar, están en medio de la hoja del tuna por gran orden de
naturaleza a trechos pequeños y puestas de en tres en tres juntas son muy
enconosas. § 464. Será
este árbol de altor de un estado, es copado y tiene muchas ramas y esparrado y
gran ruedo, en algunas partes los hay y se crian poco más altos y campesinos
son de mayor altor que un hombre de a caballo, llevan unas tunillas mayores que
un higo y es coloradilla y es el fruto que dan estos nopales tunas comestibles.
Chapódanse estos árboles de dos a dos años, y hechan renuevo de hojas, en las
cuales se cria la grana cochinilla, la cual es cosa viva, a manera del gusano
de seda en cuanto al sustento porque se cria con este nutrimiento de la hoja
del nopalli, porque no come otra cosa, y es su principal sustento ansí por
secreto de naturaleza cria en si aquella color de sangre siendo todo el árbol y
sus hojas berdes diferentes de las tunas, comestibles, de diversos y diferentes
colores, sabores y gustos, y colores muy distintos de los nopales que cria esta
grana cochinilla, y no como el fruto de las tunas comestibles que las tunas de
diversos colores y olores, porque las hay blancas, y amarillas, coloradas,
encarnadas, naranjadas, y entreveradas de blanco y colorado, dulces y agrias. § 465. Y cada
olor destas son de diferentes gustos y olores según la calor que dios les dio
ques una de las grandes maravillas que en esta fruta puso sobre todo estas
tunas blancas en color y olor, las mejores y más estimadas sabrosas, olorosas y
dulces que tienen el olor de camuescas de Castilla sin otras tunas deste natio
que se dan en el tunal grande de los chichimecas que nuestros españoles los
llaman durasnillos que son sobre todas las tunas, porque la cáscara ansí le
parecen son tunas campesinas que las tierras las produze en el tunal grande de
los chichimecas de que aquella gente se sustenta es una temporada del año que
tiene este dicho tunal según los que lo han dado y marcado más de cien leguas
de longitud y latitud poco más de ochenta leguas en partes que tiene su
longitud del este u este en este monte es de tunas hay diversidades y maneras
dellas, y en el diamentro de este tunal hay arroyos, y aguas que la atraviesan
según por muchas partes, según lo que tratan nuestros españoles que lo han
pisado y travesado. § 466. Y según
yo lo he visto algunas partes donde lo hay ansí mismo cochinilla y grana silvestre
que si se beneficiase sería tan buena como la que se cultiva, aunque no se ha
esperimentado y con todo esto me parece ques otro género la que tenemos entre
manos en lo de Tlaxcalla. Dijimos que la grana cochinilla, era a la manera del
gusano de seda porque come de la hoja de la tuna y sustenta della y del
desnutrimiento hasta que crece y muere porque como está dicho es cosa viva y de
la forma de un gusanito redondo algo prolongado con unas arrugas en medio. Este
gusano se va criando en la propia hoja de la tuna desde que rrebienta la madre
que hecha un millon de hijuelos que son tan chiquitos como unos aradores y
antes que se arrebienten las madres las cojen los naturales estando en su
plenitud que entonces esta de sazón para poderse cojer, son los hijuelos de la
echura de un piojo blanquitos por cima, y colorados por dentro. § 467. Este
nombre de cochinilla no hemos podido saber de dónde se tomó [el] nombre porque
los naturales le llaman tlapalli ques nombre que quiere dezir color de
nocheztli que quiere dezir sangre de tuna, finalmente que reventando el gusano
salen luego los hijuelos y se ben por todo el tunal enxambrando y cundiendo por
todo el árbol y árboles por grandes que sean, y ansí que para hechar desta
semilla y pasallo en un tunal nuevo las llevan en unas hojas de tuna y lo van
poniendo en las hocaxaduras de los árboles en pencas de la dicha tuna y donde
allí va cundiendo todo el árbol y por todo el guerto y de algunos destos
gusanos, ansí reventados, salen unas maripositas blancas que engendran en las
hembras, esta cochinilla y es cosa notoria y averiguada entre los naturales que
la tratan y benefician y no hay que dudar ni reparar en esto es negocio que
tenemos cada día, presento la veriguacion dello. § 468. Plantase
la tuna, árbol del nopal de la suerte que aquí diremos, es de saber que los
árboles se suelen chapodar de dos a dos años y de más y menos tiempo según la
fertilidad de la tierra y ansí cuando los árboles se chapodan, la que a de ser
planta que tenga tres hojas y antes que la planten se está quinze o veinte dias
en el sol olvidada, y en parte donde se le consuma parte de la mucha humidad
que tiene hasta que la planta y hojas quedan lacias y arrugadas, lo cual se
haze respecto de que si se plantan luego con la humidad grande que tiene se
pudriria luego la tal planta, de manera que para plantarla, con sazón debe
estar la penca lacia y consumida de la humidad, y desta manera se va plantando
de tres en tres hojas, que la una hoja queda metida en la tierra y las dos
pencas fuera della, y luego al primer año lleva renuevo y a los dos años se le
puede hechar la semilla y con esto tiene principio de criarse la cochinilla. § 469. Lleva el
compas de la planta, de dos varas de planta y planta y poco más de manera que
se puede entrar por el tunal libremente para limpiarla, y beneficialla, a de
tener el suelo muy limpio y cada pie aporcado y allegado de tierra, y las hojas
limpias, de telarañas, lagartijas, salamanquesas, y de otras musarañas, y
ordinariamente han de estar al beneficio desta agricultura y no dejallo de la
mano y por ser cosa muy delicada y prolija de beneficiar no la benefician
nuestros españoles, tiene dos y tres cosechas esta grana en cada un año
conforme a la fertilidad de la tierra donde se cria y está, hay nopales de dos
y tres maneras, y los más preciados que tienen por de mejor bicuño es el nopal
que los indios llaman tomohtli y quetzalnopalli, tiene la hoja muy verde y
delgada más prolongada quel tomohtli y el nopal que se llama tomohtli tiene la
hoja verde oscura y gruesa más que todos los nopales lleva la fruta de una
manera colorada. § 470. Plántase
estas hojas, cuando se ponen, de frente de donde sale el sol el anchor de la
hoja, separándolas del ayre del norte, porque luego la cochinilla por su
naturaleza va bucando su abrigo, porque el agua, ayre y granizo no le ofenda y
ansí se enxambra y pone debajo de la hoja de la tuna y como el árbol se va
criando los naturales van torciendo las hojas inclinandolas a la parte donde
pueda dar abrigo y de manera que la cochinilla pueda hallar siempre su reposo y
abrigo.
[1]En el Ms. 210 de la BNP dice
Panico en todos los casos en que aparece la palabra que aquí se transcribe como
Pánuco. [4]En el Ms. de Glasgow sólo dice
"perpetuamente". En la Ed. de 1892 Ramirez sugiere que quizá deba
leerse "imperfectamente". [11]Esta misma fecha aparece en la
Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala entregada en España en
1584. Esto quiere decir que, según la correlación cronológica de Muñoz Camargo,
los olmecas xicalancas se dispersaron hacia el año de 1224. [12]Los estudios arqueológicos
muestran que en la fase Texoloc o III (del año 800 al 300 antes de nuestra era)
del desarrollo regional ya existían pueblos o pequeños señoríos.García Cook,
Angel, Méx. 1976.Es decir, la región estaba poblada antes de la llegada de los
olmeca xicalanca. [14]La correlación cronológica de
Muñoz Camrago señala que estos chichimecas parten de Chicomoztoc o llegan a
Tlaxcala hacia el año de 1284. En la Historia Tolteca chichimeca la
llegada de los chichimecas a Cuauhtinchan se fija hacia el año de 1174, junto
con ellos venían los tlaxacltecas. 1989:18. [22]En los párrafos 76,77,78 se
menciona como gobernante de México a Matlalihuitzin. Huitzilihuitzin significa
"pluma de colibrí" y Matlalihuitzin significa "pluma azul".
No se trata de dos personajes distintos, tal vez se trata de dos lecturas
diferentes del mismo glifo onomástico. [27]En el Ms. 210 de la BNP se
escribió primero "una casa que es ce calli" y se corrigió escribiendo
sobre "una" y "ce" el número 7; sobre la palabra
"cinco" se escribió "ocho". [28]Aquí también se tachó la
palabra "dos" ya que el número correcto debe ser "uno".Los
errores en los numerales de los años también aparecen en el Ms. de Glasgow. Asi
que puede pensarse que las correcciones se hicieron después del año de 1585. [29]Este relato sobre Mimich que
mata a Itzpapalotl y se traslada a Comalla en plan de conquista también se
encuentra en los Anales de Cuauhitlan Ed, 1938 § 1518-1540. [30]En los Anales de
Cuauhtitlan, se consigna como padres de Quetzalcohuatl a Mixcohuatl y a
Chimalma. 1938 § 1492-1494. En el Ms. 210 de la BNP dice "Mixcohuatl
Amaxtli" en estos dos casos. [41]Estas "otras cuadrillas
de chichimecas" son los tolteca chichimecas cuya llegada a Cholula ocurrió
en el año uno tecpatl.HTCH. 1989 § 120-124. [42]En las Relaciones de
Chimalpahin se registra a un teuhctli llamado Petlacalli y a su bisnieto
Toteotzin teuhctli, este último gobernó en Acxotlan Chalco entre los años de
1240 y 1272. Chimalpahin 1963, vol. I:28 y 36. [43]En la HTCH § 288 como
pobladores de Totomihuacan se citan a Ocotochtli y a Tzoniztal. Iztaccoyotl es
mencionado como gobernante de Totomihuacan en los Anales de Tlaltelolco
§ 86,255. [44]En el Mapa de Cuauhtinchan
No. 3 se consigna a Quauhtzin tecuhtli que partió de Huexotzinco y se
estableció en Tepeyacac. [45] En el Ms. 210 de la BNP dice,
"Yxcocatl". La lectura correcta debe ser Icxicohuatl como aparece en
§ 62. [47]En los Padrones de Tlaxcal
del siglo XVI se registra a San Bernardo Cohuazacapechpan como pueblo de la
cabecera de Ocotelulco. Para el año de 1670 se tiene una población llamada
Santa María Expectación Cohuazacapechpan, también de la cabecera de Ocotelulco.
Zapata y Mendoza 1995 § 413. [48]El texto podría leerse como:
ça ca tlamin ce toxcatl que significaría "flechó el día [primero] del
[mes] toxcatl". [50]El Ms. 254 f. 10 r. de la BNP
consigna que durante el gobierno de Tezozomoc de Azcapotzalco se envió un vaso
a Culhua tecuhtli Cuanex. Lo mismo dice el manuscrito de Loaiza. [54]"La gente trasera"
es una traducción que Muñoz Camargo hace de "tlateputzca". Sahagún
(1956, vol.III:214) explica que "los tlateputzca que son los que viven
tras de las sierras, al oriente, como son los tlaxcaltecas, uexotzincas y
chololtecas y otros muchos". Esto hace suponer que Muñoz Camargo usa una
fuente escrita en nauatl. [64]En la Historia Tolteca
Cchichimeca § 337, se asienta lo siguiente: "Año IX tecpatl. En él
fueron flechaddos los muros del tlaxcaltecatl cuando los iban a destruir los
huexotzincas y los acolhuas. Los toltecas, los totomihuaques y los
quauhtinchantlacas los ayudaron, los fueron a salvar, por eso no fue destruido
el tlaxcaltecatl".(1976:208). [68]En el siglo XVI la cabecera o
altepetl de Ocotelulco estaba formada por cinco unidades: Cuitlixco, Tecpan,
Contlantzinco, Tlamaoco y Chimalpan.(AGN Tierras vol. 20 1ª parte exp. 1 f. 48
r.). San Francisco Cuitlixco estaba integrado por 8 teccalli o casas
señoriales, 3 pilcalli o casas de principales, 2 ueuecalli o casas de ancianos
y 1 yaotequihuacalli o casa de funcionario militar. Tecpan con 8 teccalli, 16
ueuecalli y 10 yaotequiuacalli. Tlamaoco con 10 teccalli y 6 ueuecalli.
Chimalpa con 8 teccalli.No se tiene información sobre Contlantzinco. Entre las 8
teccalli de Tecpan se encuentra una que se llama Culhuacan. (Padrón de
Tlaxcala del siglo XVI 1987:309-325).
[69]Tlacomihua es el
antepasado de la casa señorial o teccalli de Cuitlixco de los Maxixcatzin. (AGN
Tierras, vol. 20 1ª parte exp. 1 f. 63 v.). El texto debiera decir:
"Tlacomihua, señor del barrio de Cuitlixco Ocotelulco". Tlacomihua, tlahtoani de
Tlaxcala, aparece en Códice Xolotl, lámina V (3 A en la Ed. de 1951),
como contemporaneo de Tezozomoc de Azcapotzalco y Huitzilihuitl de
Tenochtitlan. [71]Atlapaltzin, tlahtoani de
Cuitlixco Ocotelulco Tlaxcala, aparece en el Códice Xolotl, lámina VII
(3 A Ed. 1951) como contemporaneo de Tezozomoc de Azcapotzalco y de
Chimalpopoca de Tenochtitlan. En la lámina IX-X del mismo códice aparece
Tlaxcala con su gobernante, que una glosa lo identifica como Cematlapaltzin,
conversando con un tepaneca sobre Maxtla y Nezahualcoyotl. [72]Maxixicatzin, "en cuyo
tiempo vino Fernando Cortés", era hijo de Mazatzin, hermano de
Xipincoltzin. AGN Tierras col 20, 1ª parte, exp. 1 f. 63. [73]Probablemente don Juan
Oltzetzelincatzin fue hijo de Quetzalcohuatecuhtli de Tizatlan, según el Códice
de tierras y genealogía de Tizatlan. Reyes 1993:205. [74]El texto dice que se tiene duda
de quén ha de ser la heredera del señorío. Esto significa que esta parte es
redactada hacia el año de 1562 o poco después ya que en ese año es cuando se
tiene el pleito por la sucesión (AGN Tierras, vol. 20, 1ª parte)
[75]Al parecer Muñoz Camargo
se contradice ya que en el § 105 asienta que Xipincoltzin era hijo de
Tlacomihua. En la genealogía de los Maxixcatzin (AGN Tierras Vol. 20, 1ª parte,
f. 63 v.), presentada el año de 1562, se registra que Tlacomihua tuvo dos hijos
uno llamado Xipincoltzin y otro llamado Mazatzin. Del primero desciende Tlepapalotzin y del segundo
Maxixcatzin. [77]Al principio de este renglón,
es el único caso en que en el Ms. 210 de la BNP aparece un calderón, para
indicar principio de párrafo. [78]Más adelante en el § 128 se
registra que a Culhua tecuhtli Cuanex le sucedió Atexcalli huehue "a éste
Pantzintecuhtli, a éste Cocotzin, a éste Teixtlacohuatzin". Véase también
a Torquemada 1969, I:273.
[81]Esta parte del texto
debe ser anterior a 1581 ya que don Antonio de Luna, segun Gibson, murió entre
los años de 1581 y 1585. (1991:210) Más adelante, en el § 134, la
sucesión de Quiahuistlan continúa. Después de don Antonio de Luna, gobierna don
Juan de Mendoza a partir de 1586 (Gibson 1991:210) [83]Don Francisco de Mendoza es
citado como vivo el 14 de febrero de 1563 (ACAT § 815) y ya como difunto el día
13 de diciembre del mismo año (ACAT § 835).Asi que este texto debió redactarse
antes del año de 1563. [88]Don Juan Maxixcatzin murió
entre el 18 de abril y el 21 de agosto de 1562. ACAT § 759 y 779. Esta parte
del texto debe ser anterior al año de 1562. [93]Don Tomas de Santa Cruz fue
regidor del cabildo en 1555 ACAT § 530 y elector de Quiahuiztlan ACAT § 900. [98]A esta lista de 19
"capitanes famosos" de Ocotelulco y Quiyahuiztlan, habrá que agregar
la lista que proporciona Ixtlilxochitl (1985, vol. II:256) basado en la
desaparecida obra de Tadeo de Niza del año de 1548. Quauhxayacatzin,
Miztliymatzin, de Tizatlan; Acamayotzin, Tianquiztlatoatzin, Ze Yecatecuhtli,
Tepilzacatzin, Chiahuatecolotzin, Cuitlixcatl, de Ocotelulco; Mixcoa tecuhtli,
Tizatemoctzin, Chiquacen mazatl,de Quiyahuiztlan; Ixconauhqui tecuhtli y
Tlanhuihuitztli de Tepeticpac.La identificación de la pertenencia a las
cabeceras está hecha en base al Lienzo de Tlaxcala. [101]Es importante hacer notar
que, la afirmación de Muñoz Camargo sobre los tlaxcaltecas que no saben
comer sal y que esta costumbre se debe al cerco militar impuesto por los
tenochcas, es una afirmación relativa. En Tlaxcala, aún en la época actual, es
común el uso del tequesquite que "es una eflorecencia salina, de color
cenizo, formada de sexquicarbonato de soda y cloruro de sodio"
(Santamaría, Francisco J. 1983:1036) para cocer frijoles, elotes, calabazas,
nopales y otros alimentos, razón por la cual se usa poca sal. Además, Muñoz
Camargo poseía y comerciaba sal proveniente de unas salinas de San Juan
Ixtaquimaxtitlan.(AGET,RIP, Lib. 12 f. 21 r. a 22 v.) de ahí su interés sobre
el tema. [103]Sobre la guerra contra
Tlaxcala, encabezada por Huexotzinco, véase Zapata y Mendoza (1995 § 25-35) [105]Según la Crónica
Mexicayotl (1949 § 253 y 255) Tlacahuepantzin tlacochcalcatl fue hijo de
Axayacatl y hermano de Motecuhzoma Xocoyotzin. [117]En la Ed. de 1892 Jose
Fernando Ramirez explica que esta versión la recogió el cronista Herrera de los
memoriales de Ojeda y de Alonso de Mata y que agrega "hay quien diga que
no eran piojos sino gusanillos". Ramirez, en su larga nota, no explica que
más bien se trata de la cochinilla. [118]Para conmemorar a los muertos
se hacían estatuas a base de un manojo de rajas de ocote a las que les ponian
una máscara. Tales estatuas se llamaban "ocoteteuhctin" (Durán
1967,II:154). [120]Estos términos significan:
achcauhtzin "el mayor"; teopixque "guardianes de los
dioses" y teopannenque "los que vivian en los templos".
[126]Tamohuan significa
"el dueño del maíz". Tama o tomo es una raíz antigua que sólo aparece
en las palabras como "tamal" o maíz molido y cocido al vapor;
"nixtamal" o maíz cocido con cal o ceniza y "totomochtli" o ichtli o fibra
del maíz o mazorca. Tamohuanichan es un topónimo semejante a Coahuatlychan,
Cuauhtliichan, Yohualichan y otros más. Tamohuanchan no proviene de lenguas
mayances como hasta ahora se ha sostenido. [127]Itzehecayan significa "donde
corren vientos como pedernal". Una escena pictórica enmarcada entre
pedernales puede verse en la lámina 32 del Códice Borgia y en las pinturas de
Ocotelulco. [128]En el § 86 se dice que
Xoloteopan eran unos cerros "que es junto al barrio de San Nicolás",
el actual Panotlan. [130]En el Ms. 210 de la BNP
dice,"yoltan alli". Yoltamalli significa "tamal de vida" o
bien "tamal corazón". Actualmente en Yupiltitla,Ver. los tamales
pequeños que se ofrendan al maíz nuevo se les llama yolohtli o corazón. [134]En la Ed. de 1892, Ramirez
anotó que los tres failes, el uno se llamó fray Juan de Tecto, el otro fray
Juan de Ayora y el tercero fray Pedro de Gante. [139]En la Ed. de 1892 Ramirez
anotó que esta correspondencia es un error. Muñoz Camargo en este § 237 dice
que el año de 1516 corresponde al año 12 casas y en el § 238 dice que el año de
1516 corresponde al año diez casas. Es evidente que no tiene seguro el numeral
¿diez o doce ?, pero de todas maneras de acuerdo con la correlación de 1 acatl
= 1519, el año de 1516 correspondería al año 10 acatl y 11 tecpatl. Veáse
introducción sobre diferentes cuentas calendáricas. [144]"Sala negra", se
refiere a un edificio llamado Tlillan o Tlillan calmecac, donde se tenía a la
diosa Cihuacoatl y se educaban los hijos de los señores. (Durán 1967,
II:301,317). [146]Entre este párrafo y el
siguiente, en el Ms. de Glasgow, se encuentra un pequeño texto sobre la
conquista y continúa con el calendario de Fray Francisco de las Navas y Antonio
de Guevara. [148]En la Ed. de 1892 Ramirez
aclara que los españoles recibieron en Tabasco veinte mujeres y además venían
las españolas llamadas Beatriz Hernández,María de Vera, Elvira Hernandez y su
hija del mismo nombre, Isabel Rodrigo,Catarina Márquez, Beatriz Ordas y
Francisca Ordaz. [154]En el Ms. de Glasgow se lee
"Techquilhuastzin"; en las láminas del Lienzo de Tlaxcala de Austin
"Tecuilhuatzin". El nombre correcto puede ser "tecuhcihuatzin"
o tal vez "Tlecuilhuatzin". [160]En la Ed. de 1892 Ramírez
anotó "Citlalpopocatzin se llamó Bartolomé y Tlehuexolotzin se llamó
Gonzalo".
[173]En la Ed. de 1892
Ramírez anotó que según Bernal Diaz del Castillo "tanta prisa se daba en
hacer trece bergantines Martín López, que fue el maestro de hacerlos, con otros
españoles que le ayudaban, que se decían Andrés Nuñez, y un viejo que se decía
Ramírez, que estaba cojo de una herida, y un Diego, aserrador, y ciertos indios
carpinteros y dos herreros con sus fraguas, y un Hernando de Aguilar, que les
ayudaba a machar" (1968, I:454). En el Ms. 210 de la BNP parece
que el texto está cortado. [174]Según Zapata y Mendoza fray
Diego de Olarte fué guardián de Tlaxcala en el año de 1545 y en 1559 (1995 §
154 y 168). Según Gibson don Gonzalo Tecpanecatl Tlehuexolotzin vivió hasta el
año de 1545 o 1546. (1991:97 y 209). Asi que estos hechos ocurrieron en tales
años. [177]"Lo mal sonante del
vocablo" se refiere a que "calcar" es sinónimo de
"pisar", con el sentido de tener relación sexual. [179]En el Ms. 210 de la BNP dice
muy claramente,"alcanço aun" pero tal vez sea un error del copista.
Tal vez el original decía "al Caçonçin", como se desprende de lo que
sigue. [182]En el Ms. 210 de la BNP en el
texto aparece una nota del amanuense que dice: "vuelta al margen de lado
derecho a la parte arriba, Villalobos" |