Manuscritos Inicio

Facsimilar
INTRODUCCI�N GENERAL

FONDO MEXICANO DE LA

BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

Introducci�n general a los� documentos sobre

el Norte de la Nueva Espa�a[1]

 

�������������������������������������������������������������������������������������������������������� Br�gida von Mentz

��� �������������������������������������������������������������������������������������������������ciesas

 

Entre los documentos relacionados con la historia de M�xico que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia, en Par�s, llama la atenci�n la gran cantidad de mapas y manuscritos que se refieren al norte de la Nueva Espa�a.

A primera vista sorprende la heterogeneidad del material y parecer�a que se trata de una ca�tica miscel�nea de copias de relaciones e informes de franciscanos sobre el Nuevo M�xico, Texas y, en general, sobre las misiones fronterizas del septentri�n de los siglos xvii y xviii que alternan con detallados mapas y con traducciones de relatos norteamericanos de viajes por los r�os al norte y noroeste del Mississippi, todo ello� procedente de gacetas, libros de historia y, sobre todo, de los archivos franciscanos y del Archivo Virreinal (hoy Archivo General de la Naci�n); hay documentos de temas religiosos que incluyen vidas de santos y m�rtires, junto con informes militares o comerciales, mezclados con visitas a misiones, padrones de poblaci�n e informes de expediciones mar�timas por el Pac�fico norte y por la costa de California.

Sin embargo, el estudioso del pasado ver� una cierta l�gica en este material documental tan diverso y encontrar� una explicaci�n sobre la preponderancia de ciertos temas si sabe que quien reuni� y mand� copiar una gran parte de este material fue el padre Antonio Pichardo. Este bachiller, oriundo de Cuernavaca, fue capell�n del Real Hospicio y por m�s de 20 a�os religioso del oratorio de San Felipe Neri de la ciudad de M�xico.[2] Seg�n afirmaba Alejandro de Humboldt, fue uno de los hombres m�s eruditos de la Nueva Espa�a en la segunda mitad del siglo xviii, pues era conocedor de numerosos idiomas (entre ellos el mexicano o nahuatl) y ten�a una de las bibliotecas m�s grandes y ricas en la ciudad de M�xico.[3] Por su erudici�n como bibli�filo y coleccionista, cosm�grafo e historiador, el virrey encomend� a Pichardo la elaboraci�n de un estudio sobre los l�mites septentrionales del reino de la Nueva Espa�a, como se explicar� con mayor detalle m�s abajo. Esa tarea requer�a de mucha informaci�n geogr�fica e hist�rica que Pichardo reuni� y que forma parte hoy de la colecci�n mexicana de la Biblioteca Nacional de Francia (a continuaci�n bnf ).

De la gran cantidad de documentos sobre el norte de la Nueva Espa�a ubicados en la bnf , dentro del Proyecto Amoxcalli del ciesas se publica en esta ocasi�n solamente una selecci�n de 34 documentos y mapas, cuyo contenido se resumi� en el cuadro sin�ptico al final de este estudio introductorio. Algunos de esos mapas y documentos son muy conocidos por los especialistas, entre ellos las famosas relaciones de inspecci�n a las provincias internas, informes de expediciones o descripciones hist�rico-geogr�ficas como, por ejemplo, del capit�n Juan Mateo Mang� (o Manj�) y del padre Eusebio Kino a la Pimer�a Alta a fines del siglo xvii, los escritos del franciscano Dami�n Mazanet sobre los indios �tejas� en la provincia del mismo nombre, las cl�sicas obras de varios misioneros jesuitas, los escritos del padre Juan Agust�n Morfi, del siglo xviii, que ya han sido publicados en varias ocasiones, como se puede leer en la bibliograf�a anexa a esta introducci�n.

El objetivo al publicar en facs�mil esta documentaci�n sobre el norte de la Nueva Espa�a, que se encuentra en un repositorio tan alejado como la bnf , es darlos a conocer al p�blico en general en M�xico. Empero hay que tener conciencia de que se trata de una m�nima parte del arsenal de documentos que albergan cientos de archivos de todo el mundo y, en especial en los Estados Unidos y en M�xico.[4] Para los especialistas de la historia de cada una de las provincias �Coahuila, Texas, Nueva Vizcaya, Nuevo M�xico, Arizona, as� como Sonora, California, etc.� estos documentos y mapas publicados ahora en medios electr�nicos no representar�n gran novedad sino que ser�n solamente un m�nimo complemento o, en el mejor de los casos, la oportunidad de tener acceso c�modo a algunos mapas en facs�mil que est�n en Par�s y a ciertas copias de manuscritos cuyos originales son de dif�cil acceso o, incluso, ya se han perdido. Hay que remitir, adem�s, a la enorme bibliograf�a especializada para la historia de cada provincia en M�xico y en los Estados Unidos, bibliograf�a de la cual aqu� solamente incluimos una m�nima parte para invitar al estudioso a proseguir en pesquisas sobre este vast�simo territorio. [5]

Por la amplitud y complejidad de la historia del norte de la Nueva Espa�a, a la que se refiere este material, es imposible contextualizar a cada uno de estos documentos minuciosamente. Por eso, en esta introducci�n, se tocan s�lo ciertos aspectos generales de la historia del septentri�n y se discuten en relaci�n con los trabajos recientes de investigadores que han profundizado en la historia de Coahuila, Texas, Nuevo M�xico, Nueva Vizcaya, Sonora y California.[6] Al interesado se lo remite a la amplia bibliograf�a donde se enumeran algunas de las obras de los autores especializados en la historiograf�a del septentri�n novohispano. Para tener una visi�n general nos ha sido, como siempre, una gu�a insuperada una obra de Peter Gerhard, en este caso su Geograf�a hist�rica del norte de la Nueva Espa�a.[7]

En nuestra opini�n, la documentaci�n que se publica ahora en el Proyecto Amoxcalli arroja luz en especial sobre cuatro temas, que son los siguientes:

- La geograf�a hist�rica de la zona fronteriza entre Texas y Louisiana y el estudio sobre l�mites, del padre Pichardo.

- La etnograf�a y etnohistoria de los numerosos pueblos que viv�an en esos vastos territorios.

- Las expediciones espa�olas al norte de la Nueva Espa�a y las rivalidades mar�timas y comerciales internacionales.

- Los religiosos que llegaron a esas regiones �apost�licamente a derramar su sangre entre los infieles�.

 

1. LA GEOGRAF�A HIST�RICA DE LA ZONA FRONTERIZA ENTRE TEXAS Y LOUISIANA Y EL ESTUDIO SOBRE LIMITES, DEL PADRE PICHARDO

 

Ubicada en zonas de ind�genas y en tierras poco conocidas, la frontera entre la Louisiana y las provincias del norte de la Nueva Espa�a, no fue claramente definida a lo largo del siglo xviii. En ese siglo ocurrieron numerosas guerras entre Espa�a, Inglaterra y Francia que motivaron m�ltiples cesiones, ventas y compras de territorios coloniales, hechos que transformaron la situaci�n en Am�rica profundamente. Florida, por ejemplo,� pas� a manos de Inglaterra al final de la Guerra de los Siete a�os, en 1763, y Louisiana a las de Espa�a; posteriormente, en 1783, Inglaterra regres� la zona entre el Oc�ano Atl�ntico hasta el R�o Perdido, la llamada Florida oriental, a Espa�a. En 1800 Espa�a intercambi� a la vez la Louisiana con la Francia napole�nica por ciertos territorios italianos que los ej�rcitos franceses hab�an ocupado. En este �ltimo tratado de intercambio quedaron muy poco definidos los l�mites de Louisiana, como explica el historiador Hackett, pues Espa�a se compromet�a a ceder a la Rep�blica francesa �la colonia o provincia de Louisiana con la misma extensi�n que tiene ahora, en manos de Espa�a, y que ten�a cuando fue posesi�n de Francia antes de 1761 y tal como estaba despu�s de los tratados subsiguientes ocurridos entre Espa�a y otros estados.�[8] Napole�n, sin embargo, no ocup� la Louisiana y en cambi� la vendi� en 1803 a los Estados Unidos.

As�, en 1803, el problema de la indefinici�n de la frontera se manten�a, pues los Estados Unidos hab�an adquirido un territorio con la misma extensi�n descrita de manera tan ambigua como vaga y, ante esa situaci�n, el presidente Jeffersson expres� con claridad las pretensiones de expansi�n norteamericanas al estipular que el territorio comprend�a �todas las aguas del Missouri y del Mississippi�, este hecho era negado por Espa�a. Es por ello que en 1805 la Corona espa�ola orden� una compilaci�n de hechos hist�ricos relacionados con esos territorios para comprobar las fronteras del norte del virreinato de la Nueva Espa�a. Se trataba de mostrar que muchos afluentes del Mississippi y las mismas provincias de Texas y Nuevo M�xico hab�an sido territorio del virreinato de la Nueva Espa�a. As�, se mand� hacer un estudio referente a los l�mites septentrionales del reino y, ante todo, de las fronteras occidentales de la provincia de Louisiana, compilando

cuantos documentos y datos hist�ricos y geogr�ficos como fuera posible con el objeto de comprobar las fechas de nuestro establecimiento en las diferentes partes de las provincias interiores de la Nueva Espa�a, especialmente en aquella de Tejas� y costas adyacentes. [9]

 

En la Nueva Espa�a esta tarea se le encomend� en 1807 a fray Melchor de Talamantes, como jefe de una comisi�n hist�rica encargada de este trabajo. Pero los sucesos pol�ticos no permitieron a Talamantes llevar a cabo la encomienda. Con la irrupci�n de Jos� Bonaparte en Espa�a, el padre Talamantes particip� en el movimiento liberal anti-bonapartista en apoyo del virrey Iturrigaray en la ciudad de M�xico. Pero con el contragolpe conservador de 1808 que llev� al poder virreinal a Pedro de Garibay, el padre Talamantes fue apresado, acusado con los dem�s correligionarios de separatista y mandado a Espa�a a ser juzgado; finalmente, enferm� de fiebre amarilla en Veracruz y muri� en mayo de 1809. Entonces se encomend� el estudio sobre los l�mites al padre Pichardo. �ste se dio a la tarea de estudiar los l�mites del norte de Texas, que era un territorio casi desconocido. Los poblados y las misiones franciscanas cercanas al Missisippi hab�an tenido una vida precaria y ef�mera, por lo cual no era una tarea f�cil escudri�ar con exactitud los puntos lim�trofes con Louisiana.

Siguiendo las instrucciones al pie de la letra, Pichardo busc� material para �comprobar las fechas del establecimiento (espa�ol) en las diferentes partes de las provincias interiores de la Nueva Espa�a� y escribi� un� amplio tratado de miles de fojas en el que citaba autoridades y fuentes de manera extensa, copi�ndolas, y probando as� sus puntos de vista con referencia al asunto. Como se dijo al inicio, gran parte del material documental sobre el septentri�n novohispano que se encuentra en la bnf proviene de la biblioteca y colecci�n de Pichardo, por lo que revela, parcialmente, la forma de trabajar� del religioso. As�, por ejemplo, se percibe c�mo recopilaba material en el documento n�mero 165 de la bnf , en el que se re�nen apuntes sobre l�mites, extractos de peri�dicos de la �poca con informaci�n geogr�fica, pol�tica o militar sobre Texas, sobre la Louisiana, as� como bocetos de distancias localizaci�n de poblados y c�lculos de ubicaci�n de r�os y misiones seg�n las jornadas de expediciones o de informes de religiosos. Aunque el nombre del documento en la bnf es �Noticias geogr�ficas sobre Texas�, en realidad se observa que son apuntes muy variados y extractos de temas muy diversos que utiliz� el erudito para escribir su tratado.[10] Parecida a esa recopilaci�n de material se puede catalogar la mayor�a de los documentos que ac� se publican y, sobre todo, la gran cantidad de copias de mapas. Los mapas de provincias y derroteros, la ubicaci�n de pueblos, r�os y serran�as que se pueden observar en los documentos que van del n�mero 154 hasta el 161, fueron elaborados en el siglo xviii. Son de gran inter�s para la historia de la cartograf�a en M�xico y fueron recopiladas y mandadas copiar por el padre Pichardo para cumplir con su tarea y escribir su tratado y deben vincularse a los otros manuscritos, diarios, derroteros e informes de viajes.

En contraste entre la forma final que tom� el tratado definitivo de Pichardo y esos extractos y apuntes como los que conforman el documento n�mero 165 y otros muchos, se percibe en el documento 166. �ste contiene ya parte de la obra final, sobre la geograf�a y exacta longitud y latitud del territorio de Coahuila, Nuevo Le�n y Texas hasta el Mississippi y el �Seno Mexicano� (Golfo de M�xico).[11] Como dec�a el mismo padre Pichardo, �mi trabajo ha resultado largo, pero he preferido que me llamen prolijo a ser oscuro por causa de la brevedad o indigno de cr�dito debido a la debilidad de mis argumentos�.[12] La obra result� monumental y cumpli� con el prop�sito de Pichardo de refutar la pretensi�n de los Estados Unidos de que Texas quedaba incluida en la compra de Louisiana de 1803.

 

En 1812, efectivamente, el padre Pichardo entreg� a la Secretaria del Virreinato un informe de m�s de cinco mil fojas en el que documentaba con pruebas fehacientes, desde su punto de vista, cu�les eran los verdaderos l�mites del reino, mostrando hasta d�nde hab�an llegado los primeros expedicionarios del siglo xvi, hasta d�nde hab�an llegado en distintos momentos hist�ricos las misiones de los franciscanos en Texas y en Nuevo M�xico, y mostrando la cantidad de indios bautizados y de personas congregadas en diferentes puntos en esas provincias. As� pod�a sostener el argumento de que todas las tierras mencionadas eran territorio leg�timo de la Corona espa�ola. Los numerosos mapas, informes y padrones de poblaci�n que recopil� en los archivos de la ciudad de M�xico, de Zacatecas y de Quer�taro �desde donde hab�an partido numerosos franciscanos que acompa�aron diversas expediciones y que se hicieron cargo de la doctrina de varias de las misiones� formaban as� parte del material que este erudito utiliz� para su trabajo.

 

En el documento de la bnf n�m. 164 se puede comprobar, finalmente, que en ese a�o de 1812 los fiscales reales aprobaron que de las cajas reales se le pagara lo prometido al padre Pichardo. Un a�o despu�s de haber concluido el trabajo, el padre muri�, pero sus papeles y su biblioteca deben haber pasado a manos de coleccionistas como Aubin y as� llegado finalmente a la Biblioteca Nacional de Francia.

El original de 5126 folios entregado al virrey fue copiado �a lo largo de todo el a�o de 1813� y finalmente mandado a Espa�a.[13] Estos escritos de Pichardo, encuadernados en 31 vol�menes y en especial el tomo n�mero 29, fueron la base del lado espa�ol para las negociaciones en 1818 entre los embajadores y enviados de Espa�a y los norteamericanos sobre un tratado de l�mites con los Estados Unidos. Estas negociaciones condujeron a la firma del tratado On�s-Adams, del 22 de febrero de 1819.[14] Los documentos de Pichardo eran la prueba incontrovertible de las posesiones espa�olas, por lo que se fijaron los l�mites de Tejas y Louisiana en el r�o Sabinas, siguiendo la propuesta del padre novohispano.

Posteriormente, cuando el M�xico independiente confirm� los l�mites determinados en el tratado Adams-On�s, en 1928, fueron reutilizados los estudios del erudito.

Como insisten varios historiadores mexicanos y norteamericanos, es fundamental para la historia de Texas la voluminosa obra de Pichardo. Charles W. Hackett, el editor de la obra del padre en ingl�s en cuatro vol�menes, explica que el tratado de Pichardo, tal como lo escribi�, sigue siendo �una verdadera enciclopedia de la historia del �rea Texas- Louisiana� en el� periodo comprendido entre 1519 y 1811.[15]

 

2.� ETNOGRAF�A Y ETNOHISTORIA DE LOS NUMEROSOS PUEBLOS QUE VIVIAN EN ESOS VASTOS TERRITORIOS

 

En la amplia zona que conforma el septentri�n novohispano al norte de Coahuila, de Chihuahua y de Sonora se consolidaron �nicamente ciertas misiones y algunos poblados de espa�oles a trav�s del tiempo, aunque los relatos hist�ricos recopilados en los documentos que ac� se publican mostraban que Espa�a hab�a fundado a trav�s de sus capitanes, soldados y religiosos asentamientos permanentes en esas zonas desde el siglo xvi. Como vimos en el apartado anterior, ya entrado el siglo xviii, era importante para la Corona espa�ola y las autoridades virreinales en M�xico consolidar esas posesiones por los intereses extranjeros que presionaban sobre ellas. Sobre todo se tem�a el expansionismo de los ingleses y franceses en el norte y este, y de los rusos en el Pac�fico.

El mayor de los enclaves poblados por colonos, soldados y religiosos espa�oles, indios del centro de la Nueva Espa�a y castas se ubicaba en el Nuevo M�xico, al norte de la Nueva Vizcaya en las riberas del alto r�o Bravo o Grande del norte y sus r�os tributarios.[16] En el excelente resumen que escribi� el franciscano Z�rate Salmer�n en 1623 (aprobado en el convento de San Francisco en M�xico en 1623, bnf n�m. 379 ff. 13-16) se describ�an las primeras entradas ocurridas en la d�cada de 1580 a la provincia de los Tiguas, al norte del R�o Grande (Bravo) por unos doce soldados y un capit�n �que iban en busca de minas� y salieron de Santa B�rbara 200 leguas al norte.[17] Aunque el centro del relato era el martirio que sufrieron unos religiosos que mataron los indios, se describe esta primera entrada al pueblo de Puarai y al de indios janos en el pueblo luego llamado Galisteo.[18] Explicaba tambi�n que en Picur�es hab�a minas de granates y que en Zama y en todas las Sierras de los Hemex no hab�a �otra cosa sino minas, a donde yo descubr� muchas y registr� para su Magestad� (bnf n�m. 379, f. 39). Hay que recordar que este franciscano aprendi� la lengua hemex y hab�a redactado una doctrina que le auxiliara para la conversi�n de estos pueblos con los que vivi� muchos a�os. En opini�n de este religioso

en la tierra hemos visto plata, cobre, plomo, piedra im�n, alcaparrosa, alumbre, azufre y minas de Chalchihuites, que los indios benefician desde su gentilidad, que para ellos son diamantes y piedras preciosas (bnf n�m. 379, f. 40).

 

Esto comprueba la gran relevancia que tuvo para los pueblos nativos desde �pocas precolombinas el beneficio y comercio con turquesa, tema en el que arque�logos e historiadores del M�xico antiguo han profundizado.[19] Pero el padre tambi�n reporta en esos tempranos a�os �en relaci�n con la historia de la penetraci�n espa�ola en el norte, es una fecha muy temprana el a�o de 1623� datos etnogr�ficos de interesantes. Dec�a, por ejemplo:

 

Los indios de aquellas Provincias son poblados, casas grandes, quiero decir, de muchos aposentos, y de muchos altos. El vestido mantas de algod�n, que se da mucho en la tierra; pintan estas mantas. Tambi�n usan cueros de c�bola,[20] y de lobo, y mantas de pluma para lo cual cr�an muchas gallinas de la tierra. No hay diferencia en las ropas del hombre a la mujer, todos andan calzados por el fr�o. El sustento ma�z, frixol, calabazas, hierbas, de que antes que entren los fr�os, todos se previenen para su a�o. Carne de venado, liebres, conejos, gallinas montesas, codornices, perdices; tambi�n matan para comer osos que hay muchos y mucho pescado: bagre, solla, trucha y matalote es lo m�s general entre todo r�o del norte, de manera que no mueren de hambre. Una cosa hay que alabar a estas naciones, y es que no son borrachos, ni tienen brebaje, sino el agua del r�o (bnf n�m. 379 f. 41).��

 

Esta relaci�n de Z�rate sobre los pueblos del Nuevo M�xico, los de la Provincia Zu�i, Mooqui, los Cruzados, y (al noroeste) los Amacahuas, los de Bahacecha, los Ozaras y dem�s es realmente de muy elocuente y rica por su detallada descripci�n etnogr�fica (bnf n�m. 379, ff. 46-55). Estos datos se ampl�an y complementan con los numerosos mapas del Nuevo M�xico del siglo xviii (bnf n�ms. 154, 160, 191, 196 y 197). Sin embargo, para la etnohistoria esto implica resolver el problema de la identificaci�n y caracterizaci�n de los diferentes pueblos ante la arbitrariedad, imprecisi�n y contradicci�n de las clasificaciones usadas por los distintos religiosos, militares y funcionarios.[21]

����������� En varios informes sobre Sonora (bnf n�ms. 174 y 179) se percibe con claridad c�mo actuaban los religiosos que, acompa�ados por autoridades civiles y militares, visitaban lejanas rancher�as, impon�an su religi�n e interven�an en la designaci�n de autoridades que a ellos parec�an convenientes.[22] V�ase, por ejemplo un p�rrafo del informe del jesuita Eusebio Kino sobre su entrada a la Pimer�a Alta en 1698:

 

huve que volver a San Andr�s adonde hab�an llevado los Cocomaricopas, hombres, y mujeres , que yo hab�a citado con el fiscal, que sabe muy bien las dos lenguas Pimas y cocomaricopa, y cinco a�os antes, en mi primera entrada por esta causa yo le hab�a dado la vara de fiscal enviado con �l, desde entonces y despu�s, la palabra de Dios a dichos Cocomaricopas. Aqu� vimos c�mo el traje, assi en los� hombres como en las mujeres y la lengua es muy diferente de la de los Pimas; pero es gente muy afable, muy bien agestada y emparentada con los Pimas...{hay} rancher�as donde todas casi saben las dos lenguas [...] despu�s de haberles hablado...de los misterios de la Nuestra Santa F�, y d�ndoles algunas dadibillas, por haberlos experimentado muy finos, a uno muy alto de estatura le dimos vara de gobernador; y al fiscal antecedente, que habla muy bien las dos lenguas, le hicimos capit�n y a otro hicimos fiscal mayor; y los despachamos despu�s muy contentos con muy buenos tlatoles para toda su dilatada naci�n (bnf n�m. 174, f. 5v-6)^.

 

Exactamente en la misma �poca en la que el padre Kino informaba sobre su �apost�lico viaje� otros dos franciscanos daban noticias sobre los nativos de Texas. Los relatos de los frailes Francisco de Jes�s Mar�a (bnf n�m. 169) y Dami�n Mazanet (bnf n�m. 167) de los a�os 1690 y 1693 son de gran inter�s porque representan las primeras noticias que se tuvieron de las costumbres de los pueblos llamados Texas o Tejas, as� como del desembarco de los franceses en la Bah�a del Esp�ritu Santo o San Bernardo.[23]

Aunque se trata de informes conocidos por los especialistas (ver bibliograf�a anexa), hay que subrayar que su valor para la etnograf�a de los indios llamados texas o asinai. Los franciscanos hacen alusi�n a la cultura, formas de vida y costumbres de los distintos pueblos conocidos gen�ricamente como �tejas� con gran detalle. Francisco de Jes�s Mar�a tambi�n mencionaba c�mo mor�an por las enfermedades contra�das (probablemente por contagio con microorganismos tra�dos por los europeos y contra los que no ten�an inmunidad); quiz� no estaban los aasinai tan errados al acusar a los religiosos de causar las mortandades. Dec�a fray Francisco de Jes�s Mar�a:

 

puso el Demonio en la cabeza {a los indios} que nosotros huvimos tra�do la enfermedad a esta tierra y cuando vieron� que con la enfermedad que el Se�or les envi� en ese a�o de 1691 en todo el mes de marzo que murieron en toda esta Provincia como trescientas personas poco m�s o menos, se afirmaron m�s en decir que los hab�amos muerto (bnf n�m. 169, f. 11).

�����������

En general, los datos etnogr�ficos que presentan los frailes son detallados y de mucho inter�s. As� informa fray Francisco, por ejemplo, que la provincia de los asiney o asinai se compone de muchas diferentes naciones, que nombra, y que el nombre de �texias� en todas las naciones es nombre com�n, pues son �naciones amigas� aunque la lengua sea diferente. Se mencionan sus enemigos al sur y al este, es decir a los carancahuas emparentados con los coahuiltecos y a los gen�ricamente llamados �apaches�.[24] Los asinai se alimentaban de ma�z, frijol, calabaza, batatas, sand�as, mirasol y animales de caza. Explicaba que �les es necesario valerse de la c�bola en diferentes tiempos del a�o�. Para ir a cazarla se juntaban varias naciones por el peligro que significaba el encontrarse con pueblos rivales y enemigos.

����������� Es l�gico que a los religiosos que estamos siguiendo les haya parecido especialmente importante conocer las costumbres y �supersticiones� de los indios texas, que, como dec�a el padre Mazanet, �han tenido siempre un Indio Viejo que entre ellos era el Ministro y el que ofrec�a a Dios las ofrendas� (bnf n�m. 167, f. 11v) El padre Francisco de Jes�s Mar�a daba raz�n sumamente detallada de sus ritos y hablaba de ese �ministro� de la siguiente forma:

 

El gran Xinesi de esta Provincia tiene enga�ados a todos sus vasallos dici�ndoles que �l habla siempre que quiere con Dos Ni�os que tiene en su casa, que vinieron de la otra parte del cielo, y que estos Dos Ni�os comen y beben y que siempre que quiere hablar con Dios se vale de ellos. Y en algunas ocasiones que ve que no le llevan ma�z y de los que ellos usan, dice que los Dos Ni�os est�n enojados que no quieren hablar [...] que no han de tener buena cosecha que los enemigos los han de matar.

{el Xinesi} los llama a todos a su casa y juntos manda que todos los caddises y m�s viejos entren dentro de la casa donde tienen los Dos Ni�os, que es una casa muy grande, m�s que las suyas, donde vive y all� se asientan todos arrimados a la lumbre que siempre tiene el Xines� encendida de d�a y de noche. Y m�s cuidado tiene que no se apague, que muchos sacristanes en atizar las l�mparas de el Sant�ssimo Sacramento. Lo primero que hace delante de todos, es tomar unas brasas con tapalcate. All� le echa manteca de el coraz�n de la Z�bola y tabaco y da incienso a los Dos Ni�os, que los tiene puestos en un tapestle alto como dos varas a los lados est�n dos cofrecitos de otate, donde siempre pone algo de lo que ofrecen a el entre a�o y les dice a todos los que est�n all� que los cofrecitos est�n vac�os, luego que ha acabado de incensar, apaga la lumbre toda, cierra la puerta de tal suerte que no sea nada de claridad, quedando todos a oscuras adentro; los que est�n afuera est�n bailando y cantando, los de adentro est�n con mucho silencio escuchando a el Xinesi que forma dos voces fingidas una como de ni�o, la otra aspera, algo propia a el natural. Con esta habla a los dos ni�os dici�ndoles que digan a Dios que todos los aseney ya se enmendar�n de aqu� adelante que les d� mucho ma�z, que les de mucha salud, ligereza para correr tras de los venados y c�bolas, que les d� mucho esfuerzo para pelear contra sus enemigos y muchas mujeres para que todos se sirvan de ellas (bnf n�m. 169 f .9 v).

 

No hay espacio en esta introducci�n para profundizar en el valor etnohist�rico de cada uno de los detallados relatos de los diferentes religiosos que escribieron los documentos que aqu� se rese�an y que se complementan con otros del siglo xviii (bnf n�m. 171) y con la informaci�n detallada contenido en los numerosos mapas de Texas, pero cabe subrayar que los religiosos son los primeros y �nicos testigos de la d�cada de 1680 que dan cuenta del desarrollo, costumbres y la cultura de los pueblos indios confederados que se llamaban texas. Muchos de ellos desaparecieron totalmente de la faz de la tierra unas pocas decenas de a�os despu�s de haberlas visto los frailes.[25]

Otro� informe de gran inter�s para el estudio de los pobladores nativos es el escrito en 1685 por otro fraile franciscano, Alonso de Posadas, custodio de las misiones del Nuevo M�xico (bnf n�m. 193). Su valor estriba en la etnograf�a que hace de los pueblos del Nuevo M�xico y la historia que narra de la conquista y descubrimiento de los Reynos de Taguayo (tambi�n llamada Tatajo) y Quivira. Posadas hab�a sido antes misionero en esa zona por diez a�os, por la que conoci�, como dec�a �las fronteras m�s remotas de aquellas Provincias�. Como dice en la p�gina 3, su inter�s era alentar a m�s religiosos a ir a convertir a los gentiles de esa zona. Inicia explicando la localizaci�n de Santa Fe en el Nuevo M�xico, c�mo fue descubierta y el papel del adelantado don Juan de O�ate, as� como las caracter�sticas de las numerosas naciones que viv�an en esos lares. Insiste en la distinci�n entre Teguayo reino muy distinto a Quivira, en su riqueza minera, en las caracter�sticas geogr�ficas de las regi�n y la latitud de sus poblados.

Posadas describe a los tepeguanos, taraomara, conchos, sublimes, cuyas �naciones circundan al dicho Real de minas del Parral� (bnf n�m. 193, f.4) y al hablar del R�o del Norte (Bravo) describe los indios mansos, jumas y jumanas que no eran agricultores. Explica la docilidad de la �naci�n jumana� relatando que cuando en una entrada del a�o de 1632 en Santa Fe de �algunos soldados del Nuevo M�xico y con ellos un franciscano, que se toparon en el r�o Nueces con la naci�n jumana� �stos se mostraron �amigables� y con �inclinaci�n a ser christianos� (bnf n�m. 193, f. 5). Aunque los soldados y un padre regresaron a Santa Fe, uno de los religiosos, el padre Juan de Salas permaneci� con ellos seis meses sin sufrir da�o. Posada informaba tambi�n de otras entradas de los europeos al oriente de Nuevo M�xico, donde toparon con indios aijados, escanjaque y posteriormente a la naci�n de los texas. Se menciona (bnf n�m. 193, f.7) una guerra con los quitoas y se especula algo sobre los l�mites septentrionales de Texas y Nuevo M�xico. Es de inter�s que al norte de los Quiviras, se afirma que hay f�rtiles y abundantes tierras que gozan las �vacas silbestres� que llaman �c�bolas�. Posadas finalmente sigue muy de cerca la expedici�n de Juan de O�ate en esas tierras con sus 80 hombres y la meta de llegar al Oc�ano Pac�fico o, como se dec�a en la �poca �la mar del norte�. [26]

Al hablar de otras expediciones que partieron de Santa Fe �recu�rdese que Posadas escribe en 1685 estando en la ciudad de M�xico�, menciona que

hay una naci�n que pos�e y es due�a de todos los llanos de C�bola, que se llama la Apacha. Son los Yndios de esta Nacion, tan soberbios y tan altivos y presumidos de guerreros, que son el enemigo com�n de todas cuantas naciones est�n debajo del norte, y a todas las tienen acobardadas, y a las m�s de ellas, consumidas, arruinadas. Ocupa esta naci�n y tiene por propias tierras retiradas de sus propias tierras, y por tales las defienden, cuatrocientas leguas de largo de poniente a oriente y de norte a sur doscientas leguas y por algunas partes mas es su centro los llanos de Cibola, confinando como confina por el oriente con la Quivira, con quien siempre ha tenido guerra y tiene. Con la naci�n de los Texas, confina por la misma parte con quien tambi�n siempre ha tenido guerra y aunque son dilatadas estas dos naciones y copiosas de gente, siempre la naci�n Apacha por las fronteras de la tierra adentro que tienen doscientas leguas, como se ha� dicho que no solo las contiene dentro de sus l�mites sino que en muchas y diversas ocasiones se han entrado por sus tierras, y estando por ministro el informante en el pueblo de los Pecos, entraron en �l en alguna ocasi�n, cantidad de rancher�as de esta naci�n Apacha a vender sus cueros y gamuzas, y tr�an algunos indios e indias muchachas y muchachos a vender por caballos de la naci�n Quivira, que hab�an cogido en los asaltos que hab�an hecho en sus tierras (bnf n�m. 193, f. 10 y ss.).

 

Como se ve, los documentos est�n llenos de datos etnogr�ficos de inter�s, a pesar de que para los espa�oles las noticias m�s importantes eran las relacionadas con la existencia de yacimientos de metales preciosos. Estos documentos nos remiten tambi�n al problema de la designaci�n de los diferentes pueblos ind�genas de la regi�n y al registro de sus costumbres, especialmente valioso para la �poca anterior a 1680 por los cambios que ocurrieron cuando estallaron numerosas rebeliones y guerras. Ellas hicieron retroceder a los espa�oles otra vez al R�o Grande (Bravo), como veremos m�s abajo al hablar de las expediciones.

Como discute ampliamente el historiador Salvador �lvarez, es muy complejo el problema de qui�nes eran realmente los �apaches�, los �tobosos�, los �teguas" pues los documentos oficiales �como vimos arriba� son sumamente circunstanciales y sesgados por intereses. Tambi�n es muy problem�tica la identificaci�n de los grupos por las dificultades de c�mo nombraban los espa�oles a los distintos pueblos, como ha estudiado atinadamente Chantal Cramaussel.[27] Sin embargo, se pueden hacer lecturas indirectas. Sobre los apaches de los llanos del c�bola o c�bolo (actuales estados estadounidenses de Colorado, norte de Nuevo M�xico y norte de Texas actual) por ejemplo es muy expl�cito Posadas al relatar

 

gobi�rnase no por caciques, ni pr�ncipes naturales, sino por aquellos que en la guerra se se�alan m�s valientes; no usan de �dolos, ni de otras supersticiones bajas, s�lo veneran al sol con estimaci�n de Padre, por decir ellos que son los hijos del Sol. V�stense de gamuzas, usando siempre de zapatos, Botas, Gabardinas y pr�cianse de asearlas. Nunca llevan en sus caminos m�s de sus arcos y flechas y los arcos tan bien dispuestos al modo turquezco, que con s�lo verlos se conoce ser de aquella naci�n por distinguirse de todas las dem�s. Tienen mujeres propias y que estiman (bnf n�m. 193, f. 13).

 

Es probablemente uno de los testimonios m�s autorizados escritos en el siglo xvii por un misionero que radic� diez a�os en Santa Fe, sobre estos grupos ind�genas. [28]

Sobre los yutas, que viv�an al norte del Nuevo M�xico y a�n m�s al norte de la sierras que llamaron Casa fuerte o Nabajo, menciona esta misma fuente que se llega a ellos por el llamado� R�o Grande �pose�do por los Apaches� y

 

entra la naci�n que llaman Yutas (gente belicosa); atravesando por esta naci�n, como setenta leguas en el mismo rumbo de Norueste, se entra despu�s por entre unos Cerros, a distancia de 50 leguas, poco m�s o menos, en la tierra que llaman los indios del norte Teguayo, y los Indios Mexicanos por tradici�n antigua, la llaman Copala.[29] En lengua mexicana quiere decir, congregaci�n de mucha gente y naciones distintas. De la misma tradici�n antigua se dice que de aquella parte vinieron no s�lo los Indios Mexicanos, que �stos fueron los �ltimos, sino tambi�n todas las dem�s naciones que en diferentes tiempos fueron poblando estas tierras y Reinos de la Nueva Espa�a (bnf n�m. 193, p. 13).

 

Como se ve de estos breves ejemplos, son numerosas las alusiones que en los documentos se hacen a las antiguas tradiciones y a las costumbres, tradiciones y forma de vida de numerosos pueblos nativos. Informes posteriores que ac� se publican y numerosos mapas con sus anotaciones arrojan m�s luz sobre la situaci�n en esas provincias norte�as. As�, por ejemplo, el informe del militar Antonio Bonilla de 1776 (bnf n�m. 197) describe el Nuevo M�xico un siglo m�s tarde. Habla este informe del �comercio de cambalache o permuta de g�neros y frutas, de los viajes anuales de los vecinos del Nuevo M�xico a Chihuahua para proveerse de bienes de Castilla, vendiendo los buenos textiles de algod�n que se producen en Santa Fe�. Tambi�n se dice que los indios gentiles

suelen llegar de paz a los pueblos para cambalachar pieles de c�bolo y venado, y algunos indiezuelos de los que cautivan en sus guerras, por caballos, mulas, cuchillos y otras chucher�as (bnf , n�m. 197 f. 2v).

 

N�tese este dato de venta de �indiezuelos� como esclavos, mencionado en distintos relatos colateralmente, pues esto muestra que hab�a un comercio directo de esclavos, es decir, de cautivos tomados a grupos enemigos que los yuta o los llamados apaches u otros grupos trocaban por caballos y otras mercanc�as cotidianamente. A estos esclavos indios se les denominaba en Nuevo M�xico �gen�zaros� como dice el documento bnf n�m. 196 (ff. 6, 15v). El tema de la esclavitud, semiesclavitud y comercio con cautivos de guerra y �rebeldes� as� como su venta a las minas o a los obrajes (a los que se refiere el documento bnf n�m. 197, f. 6) es de gran importancia para la historia social novohispana y a�n no est� agotado.[30] Por lo general, son muy sucintos los datos sobre el mundo cotidiano de la producci�n, consumo y comercio, de la cacer�a practicada por unos y la agricultura y ganader�a por otros, as� como el comercio y el trueque entre los distintos grupos. Sin embargo, aunque los que elaboraron los documentos no les prestaron demasiada atenci�n, son datos fundamentales, pues muestran c�mo se viv�a en �poca de paz y as� matizan aquella insistencia en la belicosidad perenne y en la hostilidad de los nativos alrededor de las poblaciones del Nuevo M�xico.

Para otras regiones tambi�n se mencionan� los frecuentes tratos de los ind�genas Caddos �entre muchos otros m�s que viv�an m�s al norte de Texas� con los comerciantes franceses de Louisiana que bajaban por los r�os y cambalachaban armas de fuego, productos de hierro y otras mercanc�as por pieles (bnf n�m. 158). Igualmente se dec�a en 1778 de la misma zona de Texas que, aunque estaba prohibido, los �habilitadores� franceses de Louisiana manten�an un comercio activo con los nativos de Texas, cambalanchan armas de fuego, municiones, pa�os, espejos, cuchillos y chucher�as por pieles de c�bola, venado, manteca de oso y caballer�as �sin hierro� y �orejonas� (bnf n�m. 168).

Desde el punto de vista de los colonos y religiosos la presencia de los comanches hacia fines del siglo xviii agudiz� los conflictos en todo el norte. Como dec�a en su peculiar manera de expresarse el teniente coronel Antonio Bonilla y los dem�s testigos presenciales en varios textos, hab�a una �numerosa indiada que rodea y hostiliza el Nuevo M�xico� y sobre todo eran feroces los ataques de los comanches (bnf, n�m. 197, f. 3v). Este pueblo constaba de diversos grupos que mantuvieron violentos encuentros con los colonos e indios agricultores en el siglo xviii y, sobre todo, en la primera mitad del xix.[31] En un mapa que tambi�n se publica en esta serie y que se elabor� a ra�z de la expedici�n de 1776 -1778 se dice de esa naci�n que reci�n hab�a incursionado en el siglo xviii hacia el Nuevo M�xico y Texas y que se convirti� en odiado rival de otras naciones cazadoras de b�falos:

 

Esta Naci�n Cumanchi hace pocos a�os se apareci� primero a los Yutas, dicen sali� por la banda del Norte rompiendo por entre varias naciones, y dichos Yutas los trajeron a hacer cambios con los espa�oles: tra�an multitud de perros cargados con sus pieles y tiendas. Se hicieron de caballos y armas de fierro y se han agilizado tanto a el manejo de caballo y de ellas que aventajan a todas las naciones, en su agilidad y �nimo; se han hecho se�ores y due�os de todos campos de los c�bolos, quit�ndoselos a la naci�n Apache, que era la m�s dilatada que se ha conocido en la Am�rica, han destruido muchas naciones de ella, y los que han quedado los han arrinconado a las fronteras de las Provincias de Nuestro Rey, causa porque se experimentan tantos da�os pues les falta su primer mantenimiento, les obliga la necesidad a mantenerse con caballos y mulas (bnf n�m. 154).

 

Los informes del siglo xviii que se publican tambi�n son muy ricos en datos etnogr�ficos sobre la costa de California, como los informes sobre los nativos cercanos al puerto de San Francisco, de la expedici�n por tierra de Sonora encabezada por el capit�n Anza en 1774-1776, que se resumen en el documento 180 de la bnf . Dicen ah�, por ejemplo que esos ind�genas

generalmente andan desnudos y para defenderse alguna vez del fr�o se embarran con lodo. La mujeres usan de un delantal de tules. El matrimonio entre ellos es disoluble, no tienen otras formalidades que el convenio mutuo, no observan la afinidad y es general la polygamia (bnf n �m. 180, ff. 2- 2 v).

 

Tambi�n se a�aden detalles de inter�s en ese mismo documento, como el que hay una semilla negra, �muy mantecosa�, de un sabor parecido a la almendra y de cuya harina se hacen unos tamales muy sabrosos.

Otras noticias provienen de una carta que recibe de Nootka (costa norte del Pac�fico, Vancouver)� el capit�n Esteban Jos� Mart�nez del nav�o La Princesa en San Blas en 1789. Ah� se describe la vida material de los indios Nootka, su religi�n, sus costumbres funerarias entre otras muchas m�s (bnf , n�m. 176, ff. 3-7).

Para los arque�logos y etnohistoriadores podr�n ser de inter�s muchos de los documentos aqu� publicados porque se describen �c�es� o ruinas de antiguos edificios en diversas zonas del Nuevo M�xico y zonas aleda�as. As�, por ejemplo, en los relatos de expediciones resumidos en 1623 se describen los �muchos edificios� que encontraban los exploradores espa�oles y se menciona la laguna de Copala, al noroeste de Nuevo M�xico, como lugar de origen de los mexicanos y se insiste en el hecho que esa fue la ruta de los mexicanos en su camino al sur (bnf n�m. 379, f. 78). El padre Kino, quien dibuja un mapa de la regi�n noroeste de Sonora durante su ruta en 1698 por el r�o Gila hasta su desembocadura al Mar de las Californias (Mar de Cort�s), menciona �otras dos casas grandes, pero ya muy destruidas de los Moctezumas� (bnf n�m. 174, f. 5v). Tambi�n las describe �ahora minuciosamente� en el documento elaborado casi cien a�os m�s tarde el gobernador del Nuevo M�xico, el capit�n Anza. Se denomina �Descripci�n yconogr�fica del Palacio de Moctezuma, situado en el r�o Gila� (bnf n�m. 87). En esa ocasi�n se tomaron medidas y se reconocieron edificios llamados �El Palacio de Moctezuma� al margen del r�o Gila. De especial inter�s es la relaci�n de c�mo los pimas entend�an y explicaban la presencia de esos edificios en su tierra y c�mo lo vinculaban a un mito del origen de los seres humanos en la tierra.

La historiograf�a reciente ha criticado con raz�n el mito de la belicosidad perpetua e incesante de ciertos grupos ind�genas que pervive en las fuentes hist�ricas. Salvador �lvarez, por ejemplo, ha profundizado de manera muy convincente en esta cr�tica bas�ndose en un detallado an�lisis de la historia de los tobosos que viv�an en las riveras del r�o Florido en la Nueva Vizcaya. Como dice este autor, los colonizadores obviamente eran conscientes de los maltratos que ocasionaban a los nativos. �no eran ciegos, sab�an muy bien que las entradas para cautiverio, los rudos trabajos en minas, haciendas y salinas, las crueldades de pasadas guerras, todo eso conduc�a� a una violencia que no necesitaba cartas de presentaci�n�.[32] Muestra este estudioso c�mo el t�rmino toboso se fue convirtiendo entre fines del siglo xvi y 1683 en un apelativo gen�rico del indio de guerra que se refugia m�s all� del bajo r�o Conchos. Sin embargo, de hecho, la historia espec�fica de este grupo ind�gena es mucho m�s compleja, pues eran relativamente pac�ficos en momentos �lgidos de la historia del valle de San Bartolom� y en los inicios de los primeros poblados mineros y agricultores de la Nueva Vizcaya. Como explica este autor el t�rmino toboso se convirti� en una definici�n pol�tica del enemigo en esta zona, es decir, en ese caso, con el correr del tiempo, el apelativo �toboso� cambi� de ser primero una modesta encomienda de indios del valle de San Bartolom�, luego se fue extendiendo en el tiempo y en el espacio, hasta terminar por darle un nombre a toda una gama de sociedades que cubr�an un vast�simo espacio de muchos cientos de kil�metros. Este estudio demuestra que hay que ser sumamente cr�ticos de las fuentes hist�ricas coloniales, como las que aqu� se publican de la bnf.

Lo dif�cil es saber m�s sobre los numerosos pueblos norte�os en cuanto a sus formas de vida originales. Por ello hay que detenerse, por ejemplo, en esa primera clasificaci�n que se hizo de los apaches �de los llanos de c�bola� al norte de Nuevo M�xico y de Texas en el siglo xvi e inicios del xvii, porque fue solamente una designaci�n descriptiva, que pronto se convirti� en un gen�rico por �aguerrido y feroz bandido� y se aplic� a much�simas otras naciones.

Usamos en este estudio introductorio el t�rmino naci�n como lo entend�an los religiosos que escribieron estas cr�nicas, quienes, conocedores del lat�n, probablemente lo usaban con la connotaci�n de su ra�z, nascere, o sea, como linaje o grupo social de �los unidos o emparentados por nacimiento�. Al respecto, es de inter�s el tema de la identidad de un pueblo o grupo y c�mo la conserv� o mantuvo. Los documentos reportan, por ejemplo, el caso de la confederaci�n de �amigos� como los distintos pueblos de lenguas distintas que se denominan a s� mismos �tejas� (bnf n�m. 167, 169 y 171). Viv�an al norte del r�o Nueces y sur del Mississippi relacionados con las llanuras al norte y noreste de Nuevo M�xico. Otras fuentes hablan de las distintas bandas de �comanches� pero esparcidos en territorios sumamente vastos.[33]

Como en el caso de los tobosos, de los distintos grupos llamados apaches y de otros tantos grupos nativos los natchez o cadadoches, los asinai, los caracahuas, los janos y dem�s de Texas y Coahuila hay mucho a�n por estudiar. Lo que se debe afinar es la cronolog�a de sus apariciones, la historia de los primeros encuentros, si hubo encomiendas, el tipo de relaci�n con los invasores-colonos, sus formas de reproducci�n econ�mica, los cambios que sufrieron as� como importantes elementos de su vida en haciendas, minas y misiones o presidios.

Pero el problema de la naturaleza de las fuentes es serio: Los relatos de viaje de religiosos, los informes de militares o gobernadores, las cartas de particulares o informes oficiales de misioneros son sumamente parciales. En toda esta documentaci�n los nativos son vistos siempre desde el punto de vista del fraile, convencido de ser el portador de la verdad, es decir, se les ve a partir del inter�s por bautizarlos y salvar su alma y arrancarles �de ra�z las espinas y malezas de gentilidad�, como dec�a un franciscano.[34] El inter�s de los representantes de la vida y cultura castellana radicaba en aprovecharse de ellos para el comercio con pieles, en capturarlos como esclavos y sirvientes para haciendas o minas, por incorporarlos en encomiendas y reducciones (o pueblos de misi�n), por utilizarlos como tropas auxiliares en nuevas guerras contra otros pueblos o en expediciones punitivas contra grupos rebeldes.

����������� Esto nos impone hacer una advertencia al lector de estos documentos publicados en este Proyecto Amoxcalli del ciesas: Fueron redactados sobre todo por religiosos y militares de la �poca y as� muestran la cara oficial de la expansi�n espa�ola y no vamos a o�r las voces de los ind�genas, ni se describen las profundas y devastadoras experiencias que ellos tuvieron durante esa expansi�n espa�ola al norte de la Nueva Espa�a.

 

3. LAS EXPEDICIONES ESPA�OLAS AL NORTE DE LA NUEVA ESPA�A Y LAS RIVALIDADES MAR�TIMAS Y COMERCIALES INTERNACIONALES

 

Como subraya la historiograf�a mexicana, durante el periodo virreinal las expediciones de espa�oles (militares y religiosos) al septentri�n hicieron notables aportes a la ciencia, pues los informes que se elaboraron en esas ocasiones destacan los recursos naturales y los aspectos etnogr�ficos que se trataron el punto anterior. Sin duda tambi�n las localizaciones, posiciones geogr�ficas y toponimia de sitios descubiertos son aportes duraderos que esas exploraciones hicieron al conocimiento del mundo en esos a�os.[35] As�, son notables los aportes a la cartograf�a y geograf�a y se relatan con precisi�n los fen�menos naturales que afectaron la navegaci�n. Los nuevos mapas modificaban la visi�n que se ten�a del mundo en el imperio espa�ol.[36]

Pero debemos insistir tambi�n en el hecho que todas las entradas militares espa�olas con sus auxiliares tlaxcaltecas y de otros pueblos ind�genas del centro por tierra se caracterizaron por ser sumamente sangrientas y que sembraban el terror entre los pueblos nativos donde aparec�an.[37]

Ya desde 1519, en su b�squeda por minas de oro o plata los expedicionarios hab�an avanzado en todas las direcciones por antiguas rutas de intercambio ind�genas y cuando no encontraron la riqueza met�lica esperada, como fue el caso del Nuevo Santander, por ejemplo, desarrollaron un redituable tr�fico de esclavos indios. En esta zona costera, en 1519 la poblaci�n huasteca llegaba hasta la Sierra de la Tamaulipas Vieja como muestran los datos arqueol�gicos, es decir, hasta el valle de Soto la Marina y buena parte de la Sierra Madre.[38] Estaban sobre una frontera chichimeca hostil,[39] y guardaban esa frontera, pero despu�s de la llegada de los europeos, �sta se retrajo al sur en las primeras d�cadas del siglo xvi al ser diezmados, esclavizados y congregados los Huastecos que viv�an m�s al norte.

Entre 1519 y 1523, Francisco de Garay hizo varios intentos infructuosos para establecer una colonia y en 1523 los ej�rcitos de Cort�s derrotaron a los huastecos. Como explica la historiograf�a, los conquistadores desarrollaron un redituable tr�fico de esclavos vendidos primero al M�xico central y m�s tarde embarcados a las Antillas, donde exist�a una gran escasez de fuerza de trabajo.[40] Las partidas en pos de esclavos se internaron al norte, aunque el l�mite del control efectivo se contrajo hasta el r�o Tames�. Tamaulipa, Tanguanchin y Tanchipa eran el blanco de las incursiones chichimecas y con frecuencia tuvieron que ser abandonados y trasladados. En esta zona sigui� el tr�fico de esclavos en el siglo xvi y luego de manera disfrazada en el sistema de �congregas�, mediante el cual se capturaban rancher�as enteras y se les transportaba al Nuevo Reino de Le�n.[41] Luis de Carvajal intent� abrir en la d�cada de 1570 el camino entre la Huasteca y las minas de Mazapil y obtuvo capitulaci�n en 1579 para formar un nuevo gobierno, llamado Nuevo Reino de Le�n. Lo que es de especial inter�s en el contexto de este trabajo por la similitud con otras provincias es el hecho de que las pr�cticas esclavistas y la captura de nativos como fuerza de trabajo para las estancias ganaderas y haciendas de labor y de minas que se fueron estableciendo a lo largo del siglo xvi y del xvii fueron tambi�n lo cotidiano en las vecinas provincias de Nuevo Reino de Le�n y Coahuila.[42]

Como se puede observar en el mapa de Puelles y en sus � notas cronol�gicas� (bnf n�m. 158) las costas al norte de Nueva Santander, de Texas y Florida fueron reconocidas hacia 1519 y toda esa �rea denominada vagamente �Florida�.[43] Como se explica en el resumen de las expediciones al norte, elaborado en 1623 por el ya mencionado padre Z�rate Salmer�n, tambi�n se hacen amplios relatos sobre los descubrimientos de Florida y su v�nculo por tierra con el Nuevo M�xico (bnf n�m. 379, ff. 64-68).

Nu�ez Cabeza de Vaca y otros sobrevivientes de la expedici�n de Narv�ez, que desembarcaron en la costa en 1528, pasaron varios a�os como esclavos de Caracahuas, un belicoso pueblo de las costas tejanas, antes de poder escapar tierra adentro, para finalmente alcanzar Sinaloa. Como se puede leer en varios de los documentos aqu� publicados, la presencia de estos sobrevivientes en las desconocidas regiones septentrionales dieron pie a que Espa�a fundamentara su leg�tima posesi�n de esos territorios y los relatos de estos soldados motivaron la organizaci�n de nuevas entradas espa�olas.[44]

Gerhard supone que los mencionados sobrevivientes visitaron probablemente el territorio de los mansos en 1535, cerca del actual poblado de El Paso al margen del R�o Grande (Bravo) y que a trav�s de ellos llegaron a M�xico y difundieron rumores sobre la existencia de grandes ciudades m�s al norte.[45]

De la misma manera, fueron de relevancia los informes de los sobrevivientes de la partida de Hernando de Soto, que atravesaron el bosque al occidente del r�o Rojo en 1542 en un in�til intento por regresar a M�xico por tierra. Gerhard menciona que pueden haber llegado hasta el r�o Trinidad, pero que hallaron la ruta muy �spera y volvieron al oriente.

En el altiplano central norte�o, ante las noticias de ciudades en el alto R�o Grande (Bravo), en 1539 fray Marcos de Niza hizo un reconocimiento y es posible que haya visto un asentamiento de los zunis, pero la exploraci�n m�s sistem�tica se dio a partir de la expedici�n de Francisco V�zquez de Coronado, quien, como dice el franciscano Z�rate en el documento bnf n�m. 379, sali� de Culiac�n en 1540 y explor� durante dos a�os la regi�n de los zu�i-moqui. Como ya se dijo, se trataba de poblados de ind�genas agricultores y de desarrollada civilizaci�n relacionados probablemente con Mesoam�rica, especialmente por el comercio de turquesa; probablemente son precisamente los antiguos caminos y las viejas rutas de intercambio las que siguieron los primeros exploradores. V�zquez permaneci� dos a�os en la zona de las llanuras centrales hasta Kansas y en la regi�n del alto R�o Grande (Bravo) y del r�o Pecos. Otros v�nculos antiguos deben haberse dado tanto por tierra como por mar entre las costas de California como entre las culturas del Mississippi y la Huasteca, como proponen estudios recientes.[46]

El padre Z�rate menciona la presencia de gente de Asia que �rescataba ambar y metales� en la costa de California a la que lleg� una partida de exploraci�n de V�zquez de Coronado (bnf n�m. 379). Pero la decepci�n de no encontrar en Nuevo M�xico ricos yacimientos de metales preciosos y el hecho de que los poblados de los �indios pueblo�, como se les llam� gen�ricamente, estaban rodeados de pueblos nativos hostiles hizo desistir� en esos a�os a los espa�oles de una colonizaci�n m�s sistem�tica.

Si bien� hubo algunas entradas con religiosos a los �indios pueblo�, como ya se dijo, hasta 1598 se fund� el llamado �Reino de Nuevo M�xico�, cuando la Corona autoriz� la expedici�n de Juan de O�ate (con una capitulaci�n que le asign� el t�tulo de adelantado-gobernador). O�ate parti� de Santa B�rbara (en Nueva Vizcaya) al norte con 130 colonos y 7 000 cabezas de ganado y, como se relata en los documentos analizados en el apartado anterior, los colonos se establecieron en los �indios pueblo� en 1598. As�, el �rea controlado a principios del siglo xvii se reduc�a en realidad a ciertas islas de influencia europea que fung�an como enclaves a las riberas del alto R�o Grande (Bravo) y de sus tributarios, los r�os Chama, Jemez y otros, as� como hacia el nacimiento del r�o Pecos. Hacia el oeste se sosten�a Acoma-Laguna, Zu�i y Moqui, como describe con lujo de detalles el relato del franciscano Z�rate (bnf n�m. 379). El cuartel general de O�ate estuvo primero en San Juan de los Caballeros, pero pronto se traslad� a la villa de San Gabriel y a partir de 1610 la capital fue Santa Fe.

Este precario control espa�ol de la zona se vino abajo ante las rebeliones locales, en especial la revuelta de los indios pueblo en 1680, durante la cual murieron muchos espa�oles y los sobrevivientes se retiraron a Paso del Norte. Aunque posteriormente se recuperaron los asentamientos de los indios pueblo, y en 1692 se restableci� Santa Fe como capital, la regi�n de los hopi o moqui se perdi� definitivamente, como ya se vio. Lejos, al sur, hab�a otro asentamiento espa�ol ribere�o en torno a El Paso y en El Carrizal.�

A partir de estas fechas se organizaron cada vez m�s sistem�ticamente las expediciones punitivas. As�, las fuerzas al mando de Diego de Vargas sometieron entre 1692 y 1994 a los rebeldes del alto Ri� Grande (Bravo). Adem�s, desde comienzos del siglo xviii, todos los poblados tuvieron que hacer frente a los cada vez m�s frecuentes ataques de los pueblos hostiles, que se subsum�an bajo el t�rmino de �apaches�. �stos, a la vez, se vieron hostigados y presionados por enemigos en el norte �los Yutas�� y en el nor-este, los comanches.

En los documentos sobre el Nuevo M�xico compilados en el manuscrito bnf 191 y en el minucioso informe de Morfi que se publica ac� en facs�mil del documento bnf n�m. 196 (copiado de la obra Documentos para la Historia del Nuevo M�xico del Padre Manuel de Vega)� y en el bnf n�m. 199 se presenta una minuciosa historia de lo ocurrido en el periodo del siglo xviii en ese reino, as� como una valiosa informaci�n geogr�fica, hist�rica y, sobre todo, demogr�fica de gran inter�s sobre cada uno de los pueblos y rancher�as del Nuevo M�xico en 1782. Resulta evidente, a partir de este informe, c�mo se hab�an transformado los antiguos poblados de Santa Fe, Taos, Queres, Zand�a, Albuquerque, Laguna y Zu�i por las guerras y los reacomodos forzosos o voluntarios de la poblaci�n ind�gena �amiga�. Se mencionan, por ejemplo, barrios enteros en distintos poblados de indios de �varias naciones� y se explica que eran cautivos esclavizados por los apaches y comanches y que llegaban a vender al Nuevo M�xico. Poco se informa sobre estos indios- cautivos de varias naciones que se nombraban �gen�zaros� y que, como vimos ya, aparecen mencionados en varios documentos (por ejemplo en el bnf n�m. 196, ff. 6 y 15v). Deben haber tenido una posici�n social semiesclava o sumamente subordinada. Adem�s, tambi�n se percibe en el texto c�mo para estas d�cadas de la segunda mitad del siglo xviii se hab�an acercado ya al sur los ataques de comanches por un lado, y apaches por el otro. En especial viv�an amenazados constantemente los pueblos fronterizos del Nuevo M�xico como Taos en frontera con comanches o como zu�i en frontera con los navajos y los moqui (bnf n�m. 196 ff. 9v y 19).

Como se ha mencionado de manera recurrente, la verdadera riqueza de esta regi�n y de las distintas naciones que la poblaban eran las pieles de c�bola, de oso y de venado; a la vez, las mercanc�as introducidas por los europeos llegaron a ser sumamente codiciadas por los distintos grupos nativos, lo que condujo a que se disputaran con violencia las pieles que hab�an llegado a tener un valor de cambio totalmente distinto al que ten�an antes.

Con la presencia de los colonos espa�oles al sur y franceses al norte con sus mercanc�as tan preciadas como caballos, mulas, armas de fuego, textiles, utensilios de hierro y dem�s, las formas de vida se alteraron por completo. El mismo informe del religioso que relata los primeros contactos con los indios del r�o Nueces en Texas menciona la gran importancia de las pieles de c�bola. Describe un bot�n al relatar c�mo el capit�n Andr�s Lopez con 12 soldados y algunos �indios christianos� y muchos de los jumanos hab�an salido �de buena gana� a reconocer las naciones ahijados, escasijaques y quitoas en la zona del r�o de las Nueces en Texas, y que

 

dieron con una rancher�a de indios de la naci�n Quitoas con quienes tuvieron una guerra bien re�ida y reconocieron que los indios de las naci�n Escanjaques y de la naci�n de los Ahijados en diferentes tropas iban entrando a socorrer a los Quitoas con quienes estaban pelando y despu�s de haber durado la batalla casi un d�a, quedando por los nuestros la victoria y con p�rdida de muy pocos indios nuestros y muchos de los contrarios y cogiendo los vencedores los despojos y prisioneros que llegaron a doscientos fardos de gamuzas de antes y cueros de c�bola, se volvieron al puerto de los Jumanes y r�o de las Nueces. (bnf n�m. 193, f. 7, subrayado nuestro).

Tambi�n en el Nuevo M�xico el comercio m�s floreciente debe haber sido, adem�s� del de esclavos cautivos, el de pieles. Esto resulta evidente en el informe de Morfi, quien dec�a que los indios de la naci�n xicarillas �a veces designados Apaches� , hab�a sido congregada en una misi�n, pero que esta fue destruida por el gobernador, �a quien la vida labradora de estos nuevos colonos privaba del comercio de pieles�. A los indios Xicarillas, �llen�ndolos de pavor�, esta acci�n contra la misi�n los dispers� entre los Yutas y los Comanches (bnf n�m. 196, f. 10v).

En la zona nor-occidental de la Nueva Espa�a, como ya se dijo, Cabeza de Vaca hab�a descendido el valle de Sonora en 1536, siendo que ya tres a�os antes una partida que hab�a salido de Culiac�n se hab�a internado hasta Cumuripa y Cerro Prieto llegando, como ya vimos que era la regla, a capturar esclavos entre los pimas bajos y tal vez entre los �patas.[47] De Culiac�n sali� el ya mencionado misionero Marcos de Niza y tambi�n la expedici�n de V�zquez de Crononado en 1540, que lleg� al r�o Gila e incluso envi� a un peque�o grupo que atraves� el desierto hasta las bocas del Colorado. Exploraciones posteriores las realiz� la partida de Ibarra y la de O�ate quien entr� a esta zona norte�a desde Nuevo M�xico en 1604 a 1605 como describe ampliamente el padre Z�rate (bnf n�m. 379).

A mediados del siglo xvi, ocurr�an tambi�n numerosas exploraciones espa�olas por el Pac�fico. Desde 1542 y 1543 la expedici�n de Rodr�guez Cabrillo naveg� por la costa, hubo contacto con los abor�genes y las tripulaciones de los barcos y se trazaron mapas del litoral de Alta California. Sin embargo, de las provincias fronterizas de la Nueva Espa�a que aqu� nos interesan, esta fue la �ltima que colonizaron. En la segunda mitad del siglo xvi la costa de la Alta California fue avistada por las naos espa�olas que regresaban de Oriente, y algunas de ellas enviaron a sus tripulaciones a tierra para examinar el terreno. Los rivales de la Corona espa�ola, los ingleses, tambi�n llegaron a este litoral en 1576 en tierras de los miwok, y llamaron este territorio Nueva Albi�n. Pocos a�os despu�s los espa�oles, a su vez, desembarcaron cerca de Santa B�rbara en 1587 y algunos n�ufragos incluso llegaron a la bah�a de Drake y en un lanch�n continuaron rumbo al sur. No fue sino en 1602-1603 que Sebasti�n Vizca�no al mando de 200 hombres realiz� una inspecci�n m�s extensa de la costa en tres nav�os. Como relatan el padre Z�rate Salmer�n en su informe de 1623 (n�m. 379, ff. 16- 21) y en la actualidad numerosos� historiadores, este grupo estuvo en aguas de la Alta California cerca de dos meses y tuvo un contacto continuado con sus habitantes.[48] Vizca�no denomin� el puerto de Monterrey as� en honor del virrey de la Nueva Espa�a.

El comercio con Manila hab�a empezado desde 1573 y a partir de ese a�o una o m�s de las naos que regresaban navegaban rumbo al sur a lo largo de la costa. Avistaban Alta California o la isla de Cedros, despu�s rodeaban cabo San Lucas en Baja California, luego atravesaban hasta Navidad hasta continuar la traves�a a Acapulco. Frente a San Lucas Thomas Cavendish captur� un gale�n. Como ya se mencion�, fue la exploraci�n de Vizca�no el que reexplor� minuciosamente el litoral, analizando la posibilidad de proteger m�s a los galeones de ataques extranjeros. As�, no fue sino hasta el siglo xviii que otra vez los intereses de otras potencias en esta costa presionaron a los espa�oles a realizar m�s expediciones por estas aguas.

En contraste, la b�squeda por yacimientos de metales preciosos empuj� a m�s expediciones por Sonora y no por la costa californiana. Ya en 1617 se hab�a ocupado la zona del r�o Yaqui y los jesuitas �siempre acompa�ados y precedidos por implacables capitanes y sus soldados como recalca el historiador Hausberger�� empezaron a evangelizar la zona de los pimas en el �rea de Cumuripa-Tecoripa, y en la tercera d�cada de este siglo ya fundaron misiones entre los pimas bajos y los �patas del sur. Como se descubrieron numerosos reales mineros en lo que hoy son los estados de Sonora y Sinaloa, el noreste fue atractivo para los colonos espa�oles, de tal manera que mineros, soldados, hacendados- rancheros y jesuitas se hab�an extendido ya para esta �poca en el �rea.[49] Como se vio en el apartado anterior, el padre Eusebio Kino lleg� en 1687 a la zona y penetr� a la zona de los pimas altos, llegando hasta Caborca y Bac en el norte. En la zona pima hab�a habido rebeliones desde 1627 y tambi�n entre 1687 y 1685. Sin embargo, la mayor rebeli�n se dio� a mediados del siglo xviii. Despu�s de esa fecha, las misiones del norte quedaron en ruinas y los indios dispersos.

Hubo fortificaciones militares y colonias militares contra los ataques indios en varios lugares que se fueron desplazando seg�n los vaivenes de las guerras. Adem�s, los mineros y hacendados y dem�s civiles, junto con indios amigos, siempre formaron compa��as de milicianos.[50] A inicios del siglo xviii la actividad minera se redujo notablemente pues, al igual que hab�a sucedido en el Nuevo M�xico, se hicieron sentir las ya mencionadas incursiones de los llamados �apaches� y la miner�a decay�. Posteriormente tambi�n afectaron severamente la econom�a las rebeliones de otros grupos, especialmente la rebeli�n de los seris entre 1725 y 1726 y nuevamente en 1731 como explica detalladamente el historiador Mirafuentes.[51]

Aproximadamente en esa misma �poca se da una revuelta de los pimas bajos y en 1751 fueron asolados los asentamientos espa�oles por una gran confederaci�n de esa naci�n en combinaci�n con pimas altos, seris y otros que hab�an abandonado las misiones. Como explican distintos expertos, los espa�oles se tuvieron que retirar de varios puestos de avanzada en Sonora por esta insurrecci�n.[52]

La principal atracci�n de los colonos no ind�genas que llegaron a esta amplia zona Sinaloa-Sonora fue su riqueza mineral� y para explorarla requer�an de fuerza de trabajo. Sin embargo, en ciertas zonas del noroeste, especialmente m�s al sur se dedicaron a la agricultura y a la cr�a de ganado. Hubo muchos reales de minas menores, as� como haciendas de labor, estancias ganaderas y ranchos, cuyos habitantes se retiraban en �pocas de guerra a los presidios y asentamientos m�s grandes.

Hubo un intento en la d�cada 1780 de extender el dominio espa�ol desde el norte de Sonora por el r�o Gila, el desierto y hasta el litoral del Pac�fico en California, pero no se lograron colonizar permanentemente poblados en el trayecto debido, como dice Gerhard, a la �hostilidad del medio ambiente natural y humano�.

En tanto que los intereses econ�micos en Sinaloa-Sonora se concentraban en la miner�a, los comerciales no condujeron en la costa del Pac�fico a la colonizaci�n de la Alta California; en cambio lo que preocupaba a los espa�oles en el siglo xviii en ese ampl�simo litoral� fue sobre todo la amenaza procedente de las potencias extranjeras. La presencia rusa a mediados del siglo y el inter�s de los ingleses en el comercio de pieles de nutria marina (que se adquir�a de los nativos de California y se vend�a en China) renovaron la necesidad de explorar y colonizar permanentemente esa costa del Pac�fico.[53]

Expediciones por mar y tierra al norte de California partieron a principios de 1769 bajo la direcci�n del visitador Jos� de G�lvez. Como explica Clara Elena Su�rez Arg�ello, este visitador hab�a llegado a la Nueva Espa�a en 1765 y permaneci� en el reino hasta inicios de 1772.[54] Intervino en todos los �mbitos de la vida econ�mica novohispana, buscando la reorganizaci�n hacendaria y administrativa del reino. Durante su visita se orden� la expulsi�n de los jesuitas, se estableci� el monopolio del tabaco, se plante� el establecimiento de intendencias y se busc� restar fuerza a las �lites locales modificando diferentes rubros administrativos y econ�micos y fortaleciendo el poder de la metr�poli, entre muchas otras medidas a las que hacen referencia los estudiosos especializados en este periodo.

Para el contexto que nos interesa es de importancia subrayar que en la d�cada de 1760 �como ya vimos al estudiar el problema de los l�mites de la Louisiana y Texas� a la Corona espa�ola le preocupaba en especial contrarrestar la expansi�n inglesa. Dentro de esa l�gica, a Jos� de G�lvez, como visitador general de la Nueva Espa�a, le interes� especialmente la situaci�n militar y administrativa de las provincias internas y el litoral de California. Despu�s de la expulsi�n de los jesuitas, la situaci�n de guerra interna en Sonora y el abandono de las misiones la reorganizaci�n de esa zona era de vital importancia. En febrero de 1768 inici� el visitador general su viaje a la Nueva Galicia, San Blas y permaneci� casi un a�o en la pen�nsula de California (del sur). En mayo del a�o siguiente lleg� a Sonora. Bajo su mando se realiz� la expedici�n por mar y tierra que culmin� en el puerto de San Diego, donde se reunieron ambas expediciones y donde se fund� un asentamiento presidio-misi�n. Durante casi un a�o exploraron la regi�n intermedia y luego establecieron un punto de avanzada en Monterrey. Esta costa de California se aprecia en los mapas contenidos en los documentos de la bnf n�m. 156, 173, 177, as� como resulta de gran inter�s el detallado informe del viaje que en 1774 realiz� el capit�n Juan P�rez por la costa californiana hasta Nootka y la Isla Margarita (bnf n�m. 178).

Para� mayo de 1772, G�lvez hab�a regresado a Espa�a, pero su figura� pol�tica fue de gran trascendencia para la reorganizaci�n de la zona del norte de las Nueva Espa�a en nuevas jurisdicciones denominadas las �Provincias internas�. Para la elaboraci�n de nuevos planes de fortificaci�n de la inmensa frontera ante las claras amenazas extranjeras, de rusos en el Pac�fico y, sobre todo, de la expansi�n inglesa y francesa en el norte y noreste, se ordenaron expediciones de reconocimiento por el litoral del Pac�fico, inspecciones a los presidios del norte y fundaciones o refundaciones de nuevos presidios y misiones.�

As� el �rea de control espa�ol se extendi� hasta la bah�a de San Francisco (Ver descripci�n geogr�fica en bnf n�m. 198) en California, pues se fundaron asi durante las siguientes d�cadas nuevos presidios y misiones de franciscanos.� En 1774 llegaron colonos y se abri� una ruta terrestre que atravesaba el desierto de Sonora, camino que se abandon� en 1781.

Como ya se dijo m�s arriba, en esta zona de Sonora los enfrentamientos con los nativos fueron crueles. Esto motiv� la hostilidad de los indios yumas, que condujo a� que se cerrara ese camino por tierra. El documento n�mero 180 de la bnf que resume los resultados de la expedici�n encabezada por el capit�n de Sonora Juan Bautista de Anza entre 1774 y 1776� informa detenidamente sobre las expediciones que se hicieron de Sonora al puerto de Monterrey en la costa californiana. En esos a�os, pero por mar el capit�n Juan P�rez llegaba hasta la latitud norte de 55 grados (bnf n�m. 178), habiendo salido de San Blas y tocando Monterrey.

Ante las entradas de los rusos por el mismo litoral en las siguientes d�cadas se ampli� la zona colonizada por espa�oles. Los Miwok fueron reducidos y los isle�os del canal de Santa B�rbara trasladados al continente. El problema de la Alta California fue mantener el abastecimiento de alimentos en poblados tan aislados y alejados. Las provisiones ten�an que venir por mar desde San Blas en una traves�a larga y dif�cil, aunque por algunos a�os se llev� ganado desde Baja California y Sonora. Adem�s, si bien no hubo rebeliones en la costa californiana, muchos nativos abandonaban las misiones. Por lo general no se informa de tantas epidemias como en otras zonas, con excepci�n de la devastadora epidemia de sarampi�n de 1806. Sin embargo como veremos m�s abajo en la siguiente secci�n, y como sucedi� en todas las otras zonas del septentri�n, la poblaci�n aborigen disminuy� a un ritmo alarmante. En cambio la poblaci�n no-ind�gena (espa�ola, mestiza, mulata etc�tera) fue en aumento paulatinamente y estuvo estrechamente relacionada con San Blas de donde llegaban en grandes cantidades todos los� bienes que se requer�an. Soldados retirados y colonos ten�an, para finales del siglo xviii,� estancias ganaderas y agr�colas en los poblados californianos.

El comercio m�s lucrativo durante la segunda mitad del siglo xviii en este litoral fueron las pieles de nutria, como ya se mencion�. Desde 1778 el capit�n ingl�s James Cook, que hab�a visitado la costa noroccidental y entablado comercio con los indios obteniendo dichas pieles, las que vendi� con ping�es ganancias en China. Atra�dos as� por estas pieles de nutria, empezaron a llegar barcos sobre todo de ingleses y angloamericanos interesados en el comercio con los indios. Esto explica el contenido del documento bnf n�m. 176, que consta de la traducci�n en 1789 de las instrucciones en ingl�s que dieron los comerciantes y due�os del nav�o Argonauta, con agencia en China,� al capit�n en 1789. En ese documento se habla de que el capit�n deb�a salir a establecer en Am�rica� una "factor�a" y que deb�a buscar estar siempre en �armon�a con las potencias extranjeras�� y tratar bien a los nativos para establecer con ellos un comercio de pieles. Despu�s de haber invernado all� deber�a regresar con las pieles de lobo marino. Se le recomienda de considere que en los mercados de China se hace gran diferencia entre las buenas y malas pieles, de tal forma que m�s valen 100 pieles buenas que 500 malas (bnf n�m. 176, f.2).

Otra carta del mismo a�o contenida tambi�n en ese documento y enviada al puerto de San Blas, consta de la descripci�n geogr�fica de la costa del Pac�fico norte escrita por un Jos� Ingraham al capit�n Esteban Jos� Mart�nez del nav�o La Princesa en San Blas (bnf, n�m. 176, ff. 3-7). En especial confirma que antes del capit�n Cook hab�a llegado un nav�o espa�ol a Nootka:

Cerca de 40 meses antes de la llegada del capit�n Cook entr� un nav�o en el estrecho y and� entre algunos pe�ascos en la parte del levante de la entrada en donde permaneci� cuatro d�as al cabo de los cuales se hizo ir la vela. Me aseguraron que era mayor que ninguno de los que han visto despu�s [los nativos]. Que estaba forrado en cobre y ten�a una cabeza del mismo metal la que supongo yo haber sido dorado o pintada de amarillo; que ten�a muchos ca�ones y hombres [...] debi� haber sido nav�o espa�ol, lo que me descifr� la enigma de las dos cucharas de plata que hallo entre estos naturales el capit�n Cook (bnf, n�m 176, f. 6v).

 

En efecto, como explica la historiadora y experta en cuestiones fronterizas Vel�zquez, los espa�oles trataron de mantener el control sobre la costa del Pac�fico norte y hab�an logrando incluso ocupar en 1789� la isla de Nootka (en Vancouver) pero pronto tuvieron que retirarse.[55] Dos de los documentos ac� publicados tratan precisamente sobre� expediciones a esas costas. Uno, que ya se mencion�, sobre reconocimientos realizados en 1774 por el capit�n Juan P�rez en 1774� (bnf n�m. 178) y el otro sobre el viaje que en 1788 realizaron la fragata Princesa y el paquebot San Carlos desde San Blas hasta esas latitudes. Se exploraron en esa ocasi�n las islas y costas inform�ndose de los establecimientos de los rusos en las costas del septentri�n americano, Onalaska (Alaska) y Nootka (Vancouver) y entrando en conversaci�n con ellos (bnf n�m. 175).

En 1809 los rusos establecieron en el territorio californiano de los miwok un campamento en Rumiantsov (bah�a Bodega) y despu�s una base permanente en Rossiya (Fort Ross), ante lo cual los espa�oles fortificaron su posici�n en San Rafael, al norte de la bah�a de San Francisco hacia 1817. Espa�a, sin embargo, debilitada por las guerras napole�nicas y sobre todo por las revoluciones de independencia de sus posesiones americanas, no pudo sostener esta zona. Una �ltima expansi�n franciscana al septentri�n de la Alta California ocurri� todav�a en 1823, ya en �poca de la Rep�blica Mexicana independiente, cuando se fund� una misi�n llamada San Francisco Solano, actualmente Sonoma.[56]

 

4. LOS RELIGIOSOS QUE LLEGARON A ESAS REGIONES �APOSTOLICAMENTE A DERRAMAR SU SANGRE ENTRE LOS INFIELES�

 

Como ya se ha dicho, la documentaci�n que se publica de la bnf se concentra sobre todo en el tema de la expansi�n espa�ola hacia Texas y Nuevo M�xico. Siempre acompa�aron a las expediciones algunos religiosos, movidos por un gran celo misionero de convertir a los gentiles, por lo que sus relatos son los testimonios m�s numerosos. Eran los que registraban las jornadas, relataban c�mo los hab�an recibido los diferentes pueblos, en qu� circunstancias hab�an dicho misa, llevaban cuenta de la cantidad de bautizados e informaban de las misiones fundadas y en qu� lugares. Algunos anotaron con exactitud la distancia en leguas que iban recorriendo y sab�an dar con cierta precisi�n la posici�n geogr�fica de los lugares.

La mayor�a de los documentos que presentamos provienen de los franciscanos de M�xico, de Quer�taro y de Zacatecas, quienes evangelizaron a los ind�genas en todas las provincias que nos interesan, con excepci�n del noroeste, en donde los jesuitas llevaron a cabo la conversi�n de los indios. En Sinaloa, Sonora, Chihuahua y la pen�nsula de California los ignacianos fundaron numerosas misiones, estudiadas y analizadas ya por diversos autores.[57] La prioridad religiosa de salvar almas condujo a muchos religiosos a acompa�ar con intenso fervor las expediciones militares o las entradas de aventureros mineros y hacendados a los vastos y desconocidos territorios de los indios del septentri�n. La motivaci�n de los frailes de dar a conocer sus memorias y describir esas zonas era animar a otros a ir de misioneros a esas remotas tierras. Se expresaba esto en el deseo de que �habr� en ese Reyno religiosos que se alienten a ir a �stas conversiones� (bnf n�m. 193). Los franciscanos y jesuitas que llegaron a las regiones que estudiamos so�aban con acudir a salvar almas o se ve�an llamados por dios o la virgen a ir a tierra de infieles a convertirlos.[58] Por esta raz�n los episodios milagrosos, como los del relato de 1623 de Z�rate Salmer�n (bnf n�m. 379 ff. 86 y ss.), tambi�n tienen un lugar importante en los documentos que se publican en este proyecto.

Anteriores a la d�cada de 1680, en la zona de Texas fueron muy escasas las expediciones que entraron con misioneros. En esa d�cada, en cambio, a ra�z del desembarco de franceses, entraron los soldados novohispanos con algunos franciscanos al territorio ubicado al norte del r�o Grande o Bravo. Al elaborar un detallado mapa de Texas marcando el lugar de desembarco de los franceses y los diferentes puntos de importancia en la historia de la zona, el padre Puelles a�adi� una pormenorizada cronolog�a de la historia de Texas (bnf n�m. 158). Los relatos de los religiosos Mazanet y Francisco de Jes�s Mar�a sobre los nativos de esta zona, que ya hemos mencionado con anterioridad, son� tambi�n elocuentes de su celo misionero y de su forma de pensar (ver bnf n�ms. 167 y 169). �sta se percibe con claridad cuando, al describir a los indios Texas, dec�a fray Francisco de Jes�s Mar�a al virrey que deb�a relatar tambi�n

algo de los enga�os y abussiones que estos miserables ciegos de la Luz de la F� tienen, son t�ntos Excelent�ssimo Se�or, que es para llorar y tenerles l�stima. Advierto que todas las naciones cercanas a esta tienen los mismos enga�os, abussiones y ceremonias, no digo cultos falsos, porque ser�a dar a entender que tienen �dolos, y hasta ahora bendito sea el Se�or, no he descubierto que los tengan ni otra naci�n que est�n comarcanas (bnf n�m. 169 f. 9v).

 

Como se dijo, los informes sobre el septentri�n de los religiosos que se publican se escribieron en gran medida por atraer la atenci�n de las autoridades y de los colonos a las tierras del norte, por lo que detallan y probablemente exageran las riquezas de aquellas provincias. As� dec�a el franciscano Z�rate Salmer�n, que deseaba informar de las riquezas de esta regi�n (�assi del oro, plata, perlas, coral, granates, cobre, plomo, alumbre, azufre, alcaparrosa, piedra im�n y chalchihuites�, as� como de sus pobladores para que se d� licencia a los religiosos que �quisieren entrar apost�licamente a derramar su sangre entre aquellos infieles� (bnf n�m. 379, f. 5).

Una caracter�stica en com�n de la mayor�a de estos documentos es el lenguaje florido de los religiosos, la rebuscada oratoria en sus dedicatorias, sus pr�lijas citas de las Sagradas Escrituras. Al respecto, llaman la atenci�n tanto los escritos de Mazanet, Jes�s Mar�a, Posadas, Z�rate o Kino, como los del mismo Pichardo. Como ejemplo se puede citar al padre Z�rate Salmer�n, cuya relaci�n se hab�a aprobado en 1623 en el convento de San Francisco de la Ciudad de M�xico. Dec�a este religioso� sobre s� mismo�

e yo peque�uelo e indigno fraile, el mas malo del mundo deseando acabar los d�as de mi vida entre infieles, predicando la palabra de Dios, habr� ocho a�os que me sacrifiqu� al Se�or entre los infieles del Nuevo M�xico, y habiendo all� deprendido lengua de la naci�n de los Indios Hemex, adonde compuse la Doctrina Christiana con todas las demas cosas importantes al ministerio, para ejercer los Santos Sacramentos entre aquellos naturales, y habiendo baptizado en la dicha naci�n seismil y quinientas y sesenta y seis almas, sin las muchas que baptic� en el pueblo de Cia, y Santa Anna de la naci�n Queres, que no cuento, y habiendo yo s�lo conquistado y pacificado el Pe�ol de Acoma que sustent� guerra contra los Espa�oles m�s de veinte y cuatro a�os, y habiendo hecho iglesias, conventos con las dem�s cosas que merecen memoria, como consta por informaciones [...] determin� salir ac�, para que informando de todas las cosas de aquella tierra a Vosotros Padre Reverendissimo, se pongan los medios que convengan al servicio de Dios Nuestro Se�or a quien se desea servir y agradar (bnf,� n�m. 379 ff. 3-4).

 

El af�n misionero de este franciscano tambi�n se expresa en su deseo por informar sobre el Nuevo M�xico, pues no era justo, dec�a, �que por nuestra negligencia y pereza carezcan aquellas almas de tanto bien. Ella es empresa apost�lica� (bnf n�m. 379, f. 6).

Otro ejemplo del florido lenguaje religioso se encuentra en un escrito el jesuita Jos� Agust�n de Campos la Alta Pimer�a quien dec�a al virrey:

 

creo vive en las alturas [del cielo] mi buen compa�ero desde Espa�a, el venerable padre Francisco Xavier Saeta, a quien, a violencias de 22 saetas y muchos golpes de macana, mataron los mismos Pimas del poniente a 28 de marzo de 1695. Serenada la tempestad y Lucifer reprimido, prosigui� la Compa��a de Jes�s en ganar almas al cielo y tierras al rey nuestro se�or, Dios le guarde.[59]

 

Muchos buscaban, como estos misioneros, el martirio y la santidad como en una cruzada.[60] Para ello se internaban en el desierto de Baja California o en el territorio desconocido de Sonora o la Sierra tarahumara numerosos jesuitas (entre ellos checos, alemanes, italianos) y de la misma manera tambi�n franciscanos en Texas, como el ya mencionado padre catal�n Mazanet. Estos religiosos aprend�an lenguas y escrib�an doctrinas para poder convertir a los �infieles� y hablaban con los indios, los bautizaban, les ense�aban la religi�n cristiana y lo que consideraban la forma correcta de vivir. El laboreo del campo, la cr�a de ganado, la vida en comunidad fija, la monogamia y las costumbres dom�sticas cristianas europeas formaba parte de la conversi�n.[61]

El cuidado e inter�s ling��stico de los religiosos se aprecia tambi�n en el informe de Morfi, quien tiende a dar en varios idiomas el nombre de los lugares (bnf n�m. 196).

Llama la atenci�n cu�ntos idiomas hablaban varios de los misioneros, muchos de lengua materna no castellana, y la gran difusi�n del nahuatl o mexicano en todo el territorio durante los siglos xvi al xviii. Era la lengua franca tambi�n en el septentri�n y son de inter�s los datos sobre parentescos ling��sticos en relaci�n con el �mexicano� que se dan en los documentos y los informes en los que se dice que varias �naciones� lo entend�an. Adem�s, llama la atenci�n que algunos frailes misioneros usaban gran cantidad de mexicanismos. Tanto el padre Kino que utilizaba siempre la palabra tlatol o tlatoles por discurso o serm�n, o el padre Francisco Jes�s Mar�a que habla de tepalcates, otate,� tapestles,� podr�an servir de bot�n de muestra. [62]

Esto podr�a significar que en realidad muchos de los frailes cuando llegaban al norte sab�an ya el mexicano y despu�s con frecuencia aprend�an otras lenguas. Son conocidas las �artes�, gram�ticas y doctrinas escritas en lenguas ind�genas �muchas veces el �nico testimonio que a�n se conserva de lenguas perdidas� redactadas por religiosos novohispanos, pues la misi�n de convertir a los nativos implicaba poder hacerse entender bien. Era necesario conocer a fondo la lengua para realmente ganarse la voluntad y salvar el alma del indio, y por este objetivo central de la presencia de los religiosos entre los �gentiles�, se preserv� un acervo ling��stico notable.[63]

Pero los afanes misioneros de los religiosos y su amor por los gentiles �los �d�ciles� que aceptaban sus imposiciones� no pueden desvincularse de la guerra �tnica ni pueden aislarse de los intereses terrenales y mundanos de la Corona, de los capitanes y aventureros que buscaban minas, sirvientes y esclavos. Como ya se dijo, la penetraci�n minera, militar y religiosa en el septentri�n ocurri� en ritmos y en �pocas diversas. Dependi� de la riqueza minera de la zona, de los resultados de las guerras con los indios �hostiles�, de las amenazas de potencias externas, entre muchos otros factores. En todas las cr�nicas y en todos los informes ac� publicados se percibe con gran claridad la mancuerna que religiosos formaban siempre con militares. Era profunda la contradicci�n ya subrayada por el historiador austriaco Hausberger, entre la cotidiana violencia ejercida contra los ind�genas y la misi�n de amor cristiano de los frailes. Esta contradicci�n se observa, por ejemplo, en el apoyo militar que recib�an todas las entradas de religiosos, como se ve en la expedici�n que describe el padre Kino en 1698 en el documento n�mero 174. Para ese �apost�lico viaje� partieron el capit�n Diego Carrasco con el jesuita Eusebio Kino a descubrir el R�o Grande (o Gila) hasta la mar y contaron con m�s de sesenta hombres a caballo que sin duda causaban una imponente impresi�n a los atemorizados nativos. Adem�s, se percibe c�mo el jesuita aprobaba totalmente, como los dem�s religiosos, las guerras que se libraron en esa zona de la Pimer�a Alta. Dec�a, por ejemplo que ante �tanta hostilidad� que experimentaban, gracias a la voluntad divina los �reci�n convertidos Pimas dieron el acertado golpe a los enemigos Hocomes, Janos, Sumas, Mansos y Apaches el d�a 30 de marzo de este a�o de {16}98� (bnf n�m. 174, f. 1v.).

En otra ocasi�n informaba

ya al presente se va cumpliendo este vaticinio (de que se retiren los enemigos) pues actualmente los dichos enemigos Hocomes, Xanos etc�tera est�n dando las paces en el presidio de Janos al general Juan Fernandez de la Fuente y a los soldados de vuestra Se�or�a [... lo que prueba la] carta del capit�n Luis Granillo en que dice que por medio de los Pimas haberles muerto la mitad de la gente en el �ltimo golpe que les dieron, les obligaba a dar las paces y de hecho est�n ya los Sumas debajo de campana en el Paso del Rio de el Norte (bnf n�m. 174).

 

Aunque poco antes dec�a que toda la Pimer�a quedaba muy pac�fica y quieta �y deseosa de la doctrina de Nuestra Santa F�, y que se iba �serenando y aplacando toda esta provincia de sus repetidas hostilidades y robos y la va asentando de paz o sin que haya habido derramamiento de sangre, sino con ardiloza ma�a y modo suave y christiano� (bnf n�m. 174).

Ese �suave modo christiano� es el que contrastaba con una realidad de guerra de exterminio, de abusos y enga�os constantes hacia la poblaci�n nativa. El fraile Alonso de Posadas tambi�n describe con aprobaci�n en 1685 c�mo fueron las primeras entradas de tropas e �indios auxiliares� a Texas, relatando con benepl�cito c�mo el capit�n Andr�s L�pez con 12 soldados y �algunos indios christianos� y muchos de los jumanos salieron de buena gana a reconocer las naciones ahijados, escasijaques y quitoas en la zona del r�o de las Nueces en Texas, que

dieron con una rancher�a de indios de la naci�n Quitoas con quienes tuvieron una guerra bien re�ida y reconocieron que los indios de las naci�n Escanjaques y de la naci�n de los Ahijados en diferentes tropas iban entrando a socorrer a los Quitoas con quienes estaban peleando y despu�s de haber durado la batalla casi un d�a, quedando por los nuestros la victoria y con perdida de muy pocos indios nuestros y muchos de los contrarios y cogiendo los vencedores los despojos y prisioneros que llegaron a doscientos fardos de gamuzas de antes y cueros de c�bola, se volvieron al puerto de los Jumanes y r�o de las Nueces (bnf n�m. 193, f. 7).

 

Es pues evidente, como dice Hausberger, que los misioneros aceptaban en el fondo con convicci�n el orden social del imperio espa�ol. Aceptaban el rigor de las medidas de conquista, las extremas desigualdades sociales, las instituciones militares y civiles y ve�an su labor precisamente en la difusi�n y expansi�n de la cosmovisi�n en la que se basaba dicho imperio. De ah� el t�tulo que Hausberger da a su estudio; los jesuitas actuaban �Para Dios y para el Rey�. Esto puede extenderse de la misma manera a los franciscanos.

Claro est� que tambi�n hubo fricciones y rivalidades entre el poder espiritual y el temporal, que se expresa, por ejemplo, en� una ocasi�n en la que se dec�a del Pueblo de San Agust�n de la Isleta de indios Teguas (a 3 leguas de Alburquerque), que se trataba de una misi�n en la que se hab�an recogido en diversos tiempos algunas familias de Moquinos, que se redujeron prometi�ndoles los padres terrenos para fundar pueblo separados de otras naciones, convenio que no respet� el gobernador por lo que desertaron poco a poco los mooqui (bnf, n�m. 196, f. 15). Ser�a uno de miles de ejemplos de la falsedad y felon�a con que se trat� muchas veces a los indios en las negociaciones de paz y despu�s de concertar los tratados.

Desavenencias entre los religiosos misioneros y los gobernadores, capitanes y soldados fueron frecuentes, pero eso no significa que el poder espiritual no haya sido un apoyo fundamental en la conquista en las tierras norte�as y en el sometimiento de las naciones que viv�an en ellas.

A pesar del amoroso celo misionero y del lenguaje florido y m�stico de los documentos escritos por los religiosos no hay que olvidar, como recalcan Cramoussel, �lvarez y Hausberger, que antes de su llegada con las tropas y de las autoridades civiles los nativos ya hab�an conocido la voracidad y agresividad de los europeos. A�n mucho antes de las expediciones militares oficiales y de las entradas reportadas de misioneros a regiones remotas y dif�cil acceso, se hab�an entablado ya unas primeras relaciones entre europeos e ind�genas. Estas eran relaciones de guerra y de comercio, la compra-venta de mujeres y de cautivos nativos como sirvientes y esclavos, as� como el intercambio de bienes como pieles de oso, venado y de b�falo por caballos, armas u objetos de hierro, que tan �tiles les ser�an a los nativos para la cacer�a de c�bolas y para combatir a sus rivales y enemigos. Adem�s, con frecuencia los colonos particulares, due�os de minas, estancias, ranchos o haciendas realizaban correr�as para capturar ind�genas.[64] En todos esos contactos espor�dicos o continuos se fueron moldeando las pr�cticas sociales como la �aceptaci�n sin escr�pulos de actos crueles y sanguinarios en contra del enemigo, pragmatismo, tolerancia del robo y del contrabando y aplicaci�n de la justicia por propia mano�, como lo expresa el historiador Cuauht�moc Velasco.[65]

Otro fen�meno que ocurri� por estos contactos entre europeos y nativos ya desde tempranas �pocas fueron los contagios de enfermedades no conocidas en Am�rica. Este ser� el �ltimo tema que abordaremos en este ensayo, pero es un tema central.

Gracias a los religiosos que dejaron documentaci�n escrita conocemos la magnitud de la poblaci�n en las provincias estudiada y el terrible impacto que tuvieron las epidemias en los ind�genas (bnf n�ms. 168, 196, 197) En algunos casos son datos de gran inter�s hist�rico-demogr�fico, pues muchas naciones, como se ha subrayado, desaparecieron poco despu�s del primer contacto con los europeos. Por el otro lado, la informaci�n sobre la poblaci�n que presenta la mayor�a de los documentos es problem�tica,� sobre todo, por las confusas designaciones �tnicas y sociales. En Texas, en California y sobre todo en Nuevo M�xico los distintos grupos de nativos frecuentemente se registraron solamente como �indios� y en contraste simplificado con el grupo designado �espa�oles�. Ya se toc� el tema de la denominaci�n �nada confiable� del grupo �tnico de los indios en los informes, pero, adem�s, es muy evidente el car�cter colonialista de intolerancia y desprecio cultural que caracteriza las relaciones sociales. Se trata de un ambiente en donde un grupo, que se autoclasifica en la documentaci�n gen�ricamente y de manera homog�nea como �espa�ol� invade terrenos, conquista y convierte a su religi�n a otro grupo, gen�ricamente llamado �indios�.

Es bien conocido que en la expansi�n al norte participaron colonos de todas las etnias y castas. Como dice un informe de tributarios de 1784 �los sirvientes de las haciendas por lo com�n son mulatos y de otras castas� (bnf n�m. 258, f. 14), lo que tambi�n consignan algunas fuentes del septentri�n en las que se habla claramente de familias de �todas castas� que viven, por ejemplo, en Santa Fe� (bnf n�m. 196, f. 5). Si bien en algunos escasos informes es posible encontrar minuciosos datos demogr�ficos de las misiones en los que los religiosos informan sobre los ind�genas reportando a qu� grupo pertenecen los de tales misiones, tales ranchos, tales poblados, tales barrios, sorprende, en contraste, que al referirse a los no indios, por lo general todas las fuentes de Nuevo M�xico y Texas solamente hablan de �espa�oles�.� Esto es muy notorio en los documentos del siglo xviii.

Se podr�a explicar esta contradicci�n hipot�ticamente por el hecho de que las rebeliones a fines del siglo xvii y las guerras de la primera mitad del xviii, con las concomitantes expediciones punitivas, recrudecieron el contraste �tnico-cultural y el contraste entre los que se autodesignaban gen�ricamente �espa�oles� y �los otros�. De tal forma los informes escritos despu�s de estos conflictos y durante ellos negaban la existencia de castas en el grupo �espa�ol�, simplificando la complejidad socio-�tnica. As� surge el mito de que s�lo hab�a espa�oles e indios, �stos �ltimos en su mayor�a �de guerra�. Con ello se pasa por alto la gran relevancia de los colonos Tlaxcaltecas, el papel de las tropas auxiliares de muchos grupos ind�genas, el apoyo que recibieron las fuerzas virreinales por aliados de diversas naciones ind�genas. Es evidente la connotaci�n clasista y racista en esta concepci�n de la poblaci�n en la que s�lo hay espa�oles por un lado e �indios� por el otro.[66] Al no especificarse mayormente la complejidad �tnico-social de los �espa�oles�, que en realidad estaban compuestos sin duda por numerosos castizos, mestizos, mulatos, y muchas otras mezclas, se creaba un mito de una dualidad �tnica espa�oles-indios, y de la homogeneidad de cada uno de esos grupos, muy alejada de la verdad.[67]

Un tema central del que podemos tener noticias gracias a los informes de los religiosos es el de la gran crisis demogr�fica que se dio entre los nativos del septentri�n. Gerhard explica para Texas, que las enfermedades europeas trajeron destrucci�n aun antes de que se establecieran las misiones.[68] Como podemos leer en los relatos de los ya mencionados padres sobre la poblaci�n de Texas, su misma presencia probablemente influy� mucho en diseminar los fatales microorganismos contra los que no era inmune la poblaci�n ind�gena. En esa zona la viruela se manifest� en la colonia de La Salle en 1687, otra epidemia, quiz� sarampi�n, empez� a principios de 1691 entre los indios Tejas y fue difundida por los propios misioneros en sus visitas a rancher�as aisladas, donde esperaban encontrar con vida a ni�os que pudieran bautizar (bnf n�ms. 167 y 169). El matlaz�huatl que hab�a asolado al M�xico central desde 1737, lleg� a Texas en 1739 y m�s de mil indios murieron en pocos d�as en las misiones de San Antonio.[69] Hubo otras epidemias, en 1750 de viruela y entre 1777-1778, as� como en 1780. Estas y muchas otras enfermedades m�s despoblaron la regi�n y asolaron a todos los grupos, pero especialmente a los nativos. Adem�s, la movilidad de los indios fue grande y era dif�cil registrar el tama�o y el destino de los numerosos diferentes grupos. As�, por ejemplo, hacia 1720, m�s de cinco mil indios de la parte oriental de Texas se retiraron de las misiones para vivir en el bosque, como acostumbraban.

Las epidemias en la zona de Nuevo M�xico fueron tan devastadoras como en las otras zonas, de tal manera que de aproximadamente 60 000 individuos que poblaban la zona hacia 1598, para 1630 sobreviv�an 55 000 individuos;[70] otros informes dicen que en las epidemias de 1640 murieron en una sola epidemia 3 000 personas, por lo que finalmente la poblaci�n, diezmada por el hambre y por las epidemias, debe haber disminuido hacia 1690 a s�lo 18 000 individuos. En esta zona las enfermedades fueron la mayor causa de que la poblaci�n se redujera a una cuarta parte de lo que era antes de la llegada de los europeos, pues antes de 1680 en Nuevo M�xico los decesos causados por violencia, explican los expertos, fueron relativamente pocos. El hecho de que los �indios pueblo� estuvieran rodeados por vecinos hostiles y por el desierto hizo que la huida del control misional fuera dif�cil.[71] En cambio, el contraste con los a�os posteriores es muy grande. En la rebeli�n y durante los a�os de guerra en Nuevo M�xico entre 1680 y 1692 muri� una cantidad impresionante de indios y tambi�n muchos espa�oles.

Las provincias del occidente hab�an sido asoladas ya a mediados del siglo xvii por epidemias, de tal suerte que cerca de la mitad de los pimas bajos, �patas y tobas hab�an desaparecido hacia 1646 seg�n los c�lculos de Peter Gerhard. En Sonora una epidemia devastadora fue la de viruela poco antes de 1720 que alcanz� tambi�n a los pimas altos reci�n reducidos en las misiones, luego una de sarampi�n de 1728, aunque las p�rdidas de poblaci�n en las misiones se compensaron con nativos de rancher�as m�s distantes. Como hay que insistir, el peligro de ataques apaches arreci� en el siglo xviii y en Sonora sobre todo a partir de 1768.

En general, fue impresionante la disminuci�n de poblaci�n nativa si se observan, por ejemplo, cifras de Sonora. Ah� ya hab�an desaparecido por epidemias m�s de la mitad de los �patas, y as� en el a�o 1678 eran aproximadamente solamente 50 300. Las subsecuentes d�cadas de guerra y epidemias fueron tan devastadoras que para el a�o de 1730 se hab�an reducido a� 7 100 y finalmente en 1760 quedaban s�lo 4 450 �patas. En general se calcula que la totalidad de poblaci�n ind�gena en esta provincia hab�a sido de�� 83 700 en el a�o 1600, y que para 1720 solamente restaban 18 200 para finalmente quedar solamente 7 900 habitantes en el a�o de 1800.[72]

 

A MANERA DE CONCLUSIONES

Hemos visto que los documentos y mapas sobre el norte de M�xico que se resguardan en la bnf contienen rica informaci�n para los temas de la historia pol�tico- territorial relacionada con la frontera entre Texas, Nuevo M�xico y Louisiana, asi como para la reconstrucci�n de las expediciones al septentri�n y para la caracterizaci�n de la evangelizaci�n realizada por franciscanos y jesuitas. Sin duda, tambi�n los temas de la etnograf�a y la etnohistoria merecen atenci�n y pueden enriquecerse con los datos de los documentos que ahora se publican en cd. Sin embargo, la reconstrucci�n hist�rica de las provincias del norte presenta, como toda reconstrucci�n del pasado, problemas, por los distintos puntos de vista que deben considerarse.

De esta manera, se vio que, desde el punto de vista ind�gena, el encuentro con los europeos tuvo consecuencias tr�gicas. Numerosas naciones ind�genas del septentri�n novohispano desaparecieron en los siglos xvii y xviii por los microorganismos que provocaron epidemias mortales entre ellos, por la violencia f�sica ejercida por invasores espa�oles �cazadores de esclavos y sirvientes�, y por los dem�s factores sociales y econ�micos enunciados m�s arriba. A la vez, el encuentro conllev� cambios muy profundos. Los espa�oles y sus acompa�antes, tlaxcaltecas y de otros grupos y castas, llegaron con sus caballos y mulas, sus herramientas de fierro y sus armas de fuego. Estos elementos revolucionaron totalmente la forma de vivir en esas zonas, tanto de los pueblos que se dedicaban fundamentalmente a la cacer�a de c�bolas o b�falos, como de los mayoritariamente agr�colas o de los recolectores. Tambi�n se alteraron profundamente las relaciones intertribales, el comercio, las rutas de intercambio. Desde el punto de vista espa�ol hemos visto que, al no encontrar yacimientos de metales preciosos, ni sociedades altamente jerarquizadas y divididas en clases sociales, que les surtiesen con facilidad trabajadores, la colonizaci�n se torn� lenta y penosa, pues los �b�rbaros� no los dejaban de �hostilizar�. Era una vida, seg�n los colonos, de �guerra perpetua�.

As�, los contactos de los espa�oles con los diferentes pobladores nativos resultaron conflictivos y desembocaron, como vimos, en mortandades, en exterminio indirecto por el traslado forzoso, por la� imposici�n de otra forma de vida, por el extenuante trabajo en reales de minas o en guerras sangrientas y exterminio directo. Los prop�sitos de los religiosos que buscaban que el amor y la bondad animara a los nativos a convertirse voluntariamente al cristianismo no pod�an alterar esa realidad plena de enga�os, violencia y crueldad,[73] en la que prevalec�a la intolerancia �tnica y cultural y la voracidad econ�mica. La violencia de esa larga confrontaci�n ha conducido al antrop�logo Juan Luis Sariego a proponer, incluso, que la noci�n de �guerra �tnica� se deber�a de incorporar como central e ineludible a la antropolog�a norte�a.[74]

Aunque los invasores sembraban gran temor entre los nativos del septentri�n, como hemos visto, ese pavor no se percibe y no se registra en los documentos de la bnf que ahora se publican. Por esa raz�n hay que insistir que estas fuentes hay que tomarlas con cautela y, como siempre en historia, debe hacerse una cr�tica seria de estos textos antes de tomar el contenido por cierto y de creerles al pie de la letra. En ellas no se percibe la visi�n que los distintos pueblos ind�genas tuvieron ante las incursiones de los europeos y sus aliados nativos que invad�an sus territorios y los cazaban para esclavizarlos, utilizando su nueva tecnolog�a, o sea, sus caballos y sus armas de fuego. Tampoco mencionan estos documentos de manera directa aspectos vinculados con las relaciones laborales que se dieron en los reales de minas que se fundaron �sobre todo en la zona de Chihuahua, Sonora y Sinaloa� o la econom�a de la regi�n en donde predominaron las haciendas ganaderas, ni� hablan tampoco del trato que ah� se daba a los sirvientes ind�genas. De esta forma� son muy parciales los datos y en gran medida fomentan los �mitos hist�ricos� que se han construido en torno al norte de la Nueva Espa�a. Pero como estudiosos del pasado hay que buscar superar esa mitolog�a y tratar de integrar la visi�n y opini�n de todas las partes que intervienen en un determinado proceso hist�rico-social.

����������� Una conclusi�n central de esta breve rese�a es que muestra la necesidad de construir una visi�n hist�rica integral de la regi�n norte del M�xico actual y del sur de los actuales Estados Unidos, que corresponda a los complejos procesos que ocurrieron en esa amplia zona. Las actuales fronteras nacionales no deben surcar regiones que por su geograf�a y por su historia eran contiguas, ni deber�amos proyectar l�mites y territorialidades modernas en el pasado. El mayor peligro en el estudio de la historia social de este vasto territorio, dada la complejidad del tema, es el de la simplificaci�n, la perpetuaci�n de cliches y de prejuicios. Como hemos tratado de expresar, el desarrollo hist�rico de los numerosos y distintos pueblos nativos y de gente de procedencia for�nea que vivieron en la zona es extremadamente complejo, variado y rico en contrastes.

A pesar de que hoy dos estados nacionales modernos, los Estados Unidos y la Rep�blica Mexicana, dividen el territorio al que se refieren los documentos de la bnf rese�ados en esta introducci�n, hay que tomar conciencia de que era una zona unida en la que exist�an desde tiempos remotos v�nculos entre Mesoam�rica y el septentri�n; de que antes de la llegada de los europeos ya era una zona en la que exist�an relaciones de comercio, de migraciones, de intercambio cultural y conexiones muy diversas entre algunos pueblos. Si bien eran distintos, lograron interrelacionarse a pesar de los miles de kil�metros que los separaban.

Es necesario tener una visi�n geogr�fica amplia y sensibilidad para observar los cambios en el tiempo y comprender las innovaciones territoriales ocasionadas por las migraciones de los pueblos y las transformaciones de su vida material; para observar los intercambios comerciales en diferentes �pocas hist�ricas, las influencias y transformaciones ling��sticas y culturales de las distintas sociedades. Pero a la vez se requiere de an�lisis detallados y puntuales para resolver los enigmas que presenta la historia y el desarrollo de cada una de ellas de manera concreta, en determinado lugar y �poca. Entender los grandes cambios continentales y a la vez las transformaciones locales requiere de una dial�ctica entre la visi�n amplia y la regional. Por ejemplo, como vimos, se construyeron nuevas relaciones entre ind�genas y europeos a lo largo del periodo colonial en todo el septentri�n novohispano, y los cambios que ocurrieron fueron profundos, como se percibe en los documentos brevemente rese�ados, que documentan epidemias, reubicaciones forzosas, tr�fico con esclavos indios, entre muchos otros m�s; pero hay grandes variantes regionales que se pueden analizar s�lo con el trabajo hist�rico minucioso de cada zona: Ciertas jurisdicciones fueron afectadas irrevocablemente por las grandes rebeliones en la Pimer�a y en el Nuevo M�xico a fines del siglo xvii, por ejemplo, de tal manera que, junto con los ataques de apaches y comanches y las nuevas grandes rebeliones en el siglo xviii se transformaron las relaciones pol�ticas y sociales de manera profunda. Las expediciones punitivas, la fundaci�n de presidios, la presencia de comerciantes extranjeros y la apertura de nuevas rutas de intercambio, a su vez, reorientaron el desarrollo y la organizaci�n social de las provincias, por lo que es necesario ubicar siempre con claridad en cada momento hist�rico la zona y el grupo social por analizar.

A�n hay mucho por conocer de la historia de esta zona septentrional del virreinato de la Nueva Espa�a y del sur de los actuales Estados Unidos. Se trata de un pasado que compete a ambos estados nacionales. La selecci�n de la bibliograf�a existente en ambos pa�ses sobre estos temas que anexamos es un bot�n de muestra del extraordinario inter�s que ha habido en los �ltimos a�os por estas cuestiones. Ojal� que los documentos presentados sucintamente, que cubren sobre todo los siglos xvii y xviii y que ahora se dan a conocer al p�blico en general, estimulen la elaboraci�n de m�s investigaciones que podr�n realizar estudiosos que consulten estos discos y estas publicaciones facsimilares del proyecto Amoxcalli del ciesas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CUADRO SIN�PTICO DE DOCUMENTOS� PUBLICADOS SOBRE EL NORTE DE LA NUEVA ESPA�A DE LA bnf

 

 

N�m. 087

T�tulo que se le dio en la bnf: Descripci�n iconogr�fica del palacio de Moctezuma situado en� el r�o Gila, a la altura de 33 grados y 5 minutos con poca diferencia. 4 pp.

Contenido: Resumen de un informe que rindi� el teniente coronel Juan Baptista de Anza cuando fue a inspeccionar y medir los restos arqueol�gicos ubicados cerca del r�o Gila en la Pimer�a Alta en las d�cadas de 1770 o 1780. Se subraya la latitud exacta y se reportan las medias del edificio, sus caracter�sticas y la tradici�n de los indios Pimas sobre los or�genes de esta construcci�n antigua.

N�m. 154

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de las tierras recientemente descubiertas������� [1778] situadas al norte, noreste y noroeste del Nuevo M�xico.

Contenido: Plano geogr�fico del Nuevo M�xico y las zonas al norte, noroeste y oeste, elaborado por Bernardo Miera y Pacheco en Chihuahua en 1778 a ra�z de una expedici�n en la que participan los frailes F.M. Dom�nguez y F.S. V�lez. Contiene dedicatoria al comandante en jefe Teodoro de la Croix. Acompa�an el mapa amplias descripciones de ciertas naciones o determinados parajes.�

N�m. 155

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de las provincias del Norte de M�xico de Lousiana y de Texas.

Contenido: Mapa que abarca desde la Nueva Galicia y Baja California hasta Nuevo Le�n, Santander, Nuevo M�xico, Texas y Louisiana. Al norte se incluye el Lago Superior, el territorio de los sioux y el espacio geogr�fico a lo largo del r�o Missouri. Se recalcan y subrayan los l�mites de cada provincia o jurisdicci�n, en especial el l�mite entre Texas y Louisiana cerca del r�o Sabinas, perteneciendo Nacogdoches a Texas y en cambio Natchitoches a Louisiana aproximadamente a 30 grados de latitud. No se informa qui�n lo elabor� ni en qu� fecha.

N�m. 156

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de la Alta y Baja California, Sinaloa y Sonora.

Contenido: Descripci�n geogr�fico-cartogr�fica muy minuciosa de la costa del Pac�fico desde San Blas hasta el Mar de Cort�s y desembocadura del r�o Colorado. Es detallada la localizaci�n de todas las bah�as, puertos, islas, as� como de los r�os, poblados de la Baja y Alta California, hasta los puertos de San Francisco y Monterrey. Complementa� los documentos sobre California. No se menciona fecha de elaboraci�n pero s� que es copia y que fue �sacado del original de Don Miguel Costans�.

N�m. 157

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de las provincias del norte de M�xico, Texas y Louisiana.

Contenido: Mapa de la Provincia de Texas elaborado en 1788 en el presidio de San Antonio Bejar por Mariano �ngel Anglino, por orden del capit�n de caballer�a y gobernador de Texas, Rafael Mart� y Pacheco. Como se dice en el mapa, �la parte del norte y norueste [de Texas] no se sabe el fin aun�. Se menciona que ya se ha descubierto una nueva parte de esta Provincia de Texas, hasta la del Nuevo Mexico, por un viaje de ida y vuelta� en� 1787 y 1788 realizado por �tres espa�oles que vinieron de ella con uno que fue de �sta, acompa�ados de un capitan Cumanche, y varios indios de esta naci�n.�

N�m. 158

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de las provincias del norte de M�xico.

Contenido: Copia del plano original de Texas elaborado en 1808 por fray Jos� Mar�a de Jes�s Puelles, lector de filosof�a del Colegio de Guadalupe de Zacatecas. Lleva el n�mero 10, consta de una muy minuciosa descripci�n geogr�fica de Texas, donde Puelles fungi� como predicador en la misi�n de Nacogdoches. Se elabor� por �rdenes del comandante general Nemesio Salcedo. Incluye una detallada historia de la Provincia de Texas escrita al pi� del mapa como �Notas cronol�gicas para la inteligencia del mapa� elaboradas por Puelles a partir de una investigaci�n documental en los archivos. V�ase en la bibliograf�a otro informe de Puelles de 1827.

N�m. 159

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica del norte de M�xico

Contenido: Copia fechada en mayo de 1808 de un �Plan del distrito del arroyo de las Piedras, llamado com�nmente del Bayupier�, jurisdicci�n de Nacogdoches en la provincia de Texas y frontera de la Louisiana, elaborado por fray Jos� Mar�a de Jes�s Puelles. Contiene infomaci�n manuscrita importante para la historia y etnolog�a de la zona.

N�m. 160

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de las provincias del norte de M�xico.

Contenido: Copia del mapa elaborado por el capit�n Nicol�s Lafora y que �se halla en el tomo 5 de la colecci�n de memorias del padre fray Manuel Vega de la frontera de los dominios del Rey en la Am�rica Septentrional�. Se menciona que varios puntos fueron tomados en el tiempo de la expedici�n que se hizo a dicha frontera a las �rdenes del mariscal de campo el se�or Marqu�s de Rub�. Mapa muy detallado, con grados de latitud y longitud que abarca desde Zacatecas y la Nueva Vizcaya hasta el Nuevo M�xico, Texas y Louisiana.

N�m. 161

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta geogr�fica de las provincias del norte de M�xico

Contenido: Plano cartogr�fico de la Provincia de San Joseph del Nayarit elaborado por Francisco �lvarez Barit�n, teniente capit�n de infanter�a e ingeniero en jefe de la Provincia de Texas.

N�m. 164

T�tulo que se le dio en la bnf: Reporte sobre los trabajos del padre Pichardo presentado por los fiscales de Real Hacienda y de lo Civil en la fecha del 26 de mayo de 1812. 8 pp.

Contenido: Oficio dirigido al virrey en el que se resume la opini�n de los fiscales de la Real Hacienda sobre la obra de Antonio Pichardo sobre demarcaci�n de l�mites entre las Provincias de Louisiana y Texas que realiz� por encargo del gobierno virreinal y que concluy� y remiti� en febrero de 1812. Se describe la obra reportando que son m�s de 5000 fojas, incluyendo documentos colectados, apuntes y veinte mapas. Opinan que todo sea copiado y enviado al rey� y que se remunere al padre su trabajo.

N�m. 165

T�tulo que se le dio en la bnf: Noticias geogr�ficas sobre Texas. 36 pp.

Contenido: Extractos de peri�dicos de comienzos del siglo xix con informaci�n sobre tierras al oeste y norte de Louisiana y Texas. Se anota la localizaci�n de r�os y poblados basada en viajeros� e informes diversos. Contiene otros asuntos como pr�dicas del ap�stol santo Tom�s en la India y sus recorridos, entre otros.

N�m. 166

T�tulo que se le dio en la bnf: Documentos relativos a las Provincias del Norte de M�xico, en parte escritas por el padre Pichardo. 42 pp.

Contenido: Documento incompleto que inicia con un p�rrafo con el n�mero 35 y que termina con el p�rrafo 107. Probablemente escrito por el padre Pichardo en el que resume la geograf�a y la historia de las provincias del norte, empieza con la descripci�n del r�o del Norte, su origen, curso, desembocadura en el golfo etc. Se compilan y discuten las diferentes informaciones que dan numerosos autores como Cabeza de Vaca, el Inca Garcilaso, G�mara, Herrera. entre otros.

N�m. 167

T�tulo que se le dio en la bnf: Carta escrita a don Carlos de Sig�enza y G�ngora por el muy reverendo padre fray Dami�n Mazanet en la que le da noticia de la provincia de los tejas. 28 pp.

Contenido: Relato del padre franciscano Mazanet, quien particip� en la expedici�n a los indios texas con motivo de la noticia de que hab�a franceses en las costas del Golfo de M�xico a la Bah�a del Esp�ritu Santo a fines de la d�cada de 1680. Detallada informaci�n sobre los resultados de varias entradas y, sobre todo, sobre la conversi�n de la poblaci�n ind�gena de la regi�n. El informe est� dirigido al cosm�grafo y erudito Sig�enza y G�ngora.

N�m. 168

T�tulo que se le dio en la bnf: Apuntes sobre la provincia de Texas. 7 pp.

Contenido: Descripci�n minuciosa del territorio de Texas y de la historia de la presencia de los espa�oles en ese territorio. Mapas con explicaciones amplias. Se citan como fuentes la expedici�n de Lafora, la historia del padre Morfi y se describen las distancias entre r�os y misiones y los lugares poblados por espa�oles, con base en las expediciones de Alonso de Le�n y de Domingo Ter�n de los R�os (1689/1691), de Diego Ram�n y Mart�n Alarc�n (1716/1717), y del marqu�s de Aguayo (1721). Se incluye informaci�n sobre la presencia de los franceses y sus fundaciones sobre el r�o Mississippi. Importantes tablas de� poblaciones con detallada informaci�n demogr�fica. Los mapas contenidos en este manuscrito se refieren a las dos costas del Pac�fico y del Atl�ntico, a Texas y Nueva Orle�ns, as� como a Nuevo M�xico.

N�m. 169

T�tulo que se le dio en la bnf: Relaci�n de la provincia de los tejas por don Carlos de Sig�enza y G�ngora. 32 pp.

Contenido: Informe sobre la provincia de los tejas escrita en 1691 por el fraile franciscano Francisco de Jes�s Mar�a en el que se informa extensamente sobre las distintas naciones y sus nombres, sobre su religi�n, organizaci�n social y forma de vida en general de los indios tejas. Carlos Sig�enza y G�ngora la remite al virrey cuando est� a punto de partir a la expedici�n a la Bah�a del Esp�ritu Santo en Texas.

N�m. 171

T�tulo que se le dio en la bnf: Noticias sobre Texas. 39 pp.

Contenido: Resumen elaborado en 1686 de los acontecimientos ocurridos en el territorio de Texas, desde el desembarco de Lasalle en la Bah�a del Esp�ritu Santo o de San Bernardo, y en especial desde 1688 hasta 1716. El asesor general del virreinato redact� este informe por orden del virrey marqu�s de la Laguna y tom� los datos de diversos autos y documentos del Archivo Virreinal.�

 

N�m. 173

T�tulo que se le dio en la bnf: Notas geogr�ficas atribuidas a don Carlos de Sig�enza y G�ngora. 39 pp.

Contenido: Apuntes hist�ricos varios. Enumeraci�n de los acontecimientos hist�ricos desde la llegada de los espa�oles a territorio novohispano, las expediciones y conquistas del norte, martirio de misioneros religiosos y dem�s. �ndice de obras hist�ricas, como las Relaciones de Ixtlilx�chitl, la Cr�nica de Michoac�n. Relatos sobre las expediciones al norte del capit�n Anza en el Nuevo M�xico y California. Apuntes sobre la poblaci�n del Nuevo Reino de Le�n en 1748 y 1790. Noticias de varias ciudades del reino como Veracr�z, C�rdoba y Oaxaca.

N�m. 174

T�tulo que se le dio en la bnf: Dedicatoria al se�or� don Domingo Gironza P. de Cruzat, 1698. 16 pp.

Contenido: Copias parciales de distintos informes, en primer lugar sobre la Pimer�a Alta, tomados probablemente de informes del padre Kino (fojas 1 hasta 5) y luego se hacen extractos sobre el Nuevo M�xico tomados del tratado sobre Am�rica Septentrional del capit�n Juan Matheo Mange, ff. 5v-7.

N�m. 175

T�tulo que se le dio en la bnf: Viaje por mar al norte de la California, 1788. 20 pp.

Contenido: Resumen sobre la exploraci�n realizada por la fragata Princesa y el paquebot San Carlos de marzo a octubre de 1788, desde san Blas hasta el puerto Pr�ncipe Guillermo y Onalaska en latitud de 61 grados. Se reporta c�mo se reconocieron puertos, ensenadas e islas y describen los �gentiles� que viven en la costa, sus costumbres, h�bitos, embarcaciones y dem�s. Se informa del encuentro que tuvieron� con los rusos de Siberia que desde 1784 estaban establecidos ah�, reuniendo pieles de nutria para vender en Cant�n.

N�m. 176

T�tulo que se le dio en la bnf: Traducci�n espa�ola de las instrucciones que en ingl�s se le dieron al se�or Jaime Colnett, capit�n del nav�o �L� Argonauta�, San Blas 1789.

12 pp.

Contenido: Traducci�n de las instrucciones en ingl�s que dieron en 1789 los comerciantes y due�os del nav�o Argonauta, con agencia en China,� al capit�n.

Un segundo documento es una carta que recibe de Nootka (Vancouver) el capit�n Esteban Jos� Mart�nez del nav�o La Princesa en San Blas en 1789. Se describe la vida material de los Nootka, su religi�n y sus costumbres. En especial confirma que antes del capit�n Cook hab�a llegado un nav�o espa�ol la Nootka.

N�m. 177

T�tulo que se le dio en la bnf: Viaje a California en 1766.� 40 pp.

Contenido: Diario del viaje que realiz� el padre Wenceslao Link, misionero de la Compa��a de Jes�s, en la provincia de California. En este recorrido al norte de la pen�nsula en febrero de 1766� acompa�aron al padre el teniente Blas Fern�ndez con 13 soldados y �competente n�mero de indios armados de arcos y flechas, sacados de las rancher�as�. Se ofrece una detallada descripci�n de r�os, flora y fauna, as� como de las rancher�as de los �indios gentiles�.

N�m. 178

T�tulo que se le dio en la bnf: Viaje por el mar del norte a la California, 1774. 39 pp.

Contenido: Diario de viaje a las costas del norte de California realizado por la fragata Santiago y su capit�n don Juan P�rez. Salieron de San Blas en enero de 1774, llegaron al presidio de Monterrey el 8 de mayo, de ah� salieron el 11 de junio y el 20 de julio se estuvo a mayor altura que fueron 55 grados. Se reconoci� ah� la isla que puso el nombre de Margarita. El 17 de agosto se reconoci� la costa en 49 grados y 30 minutos en una bah�a que se llam� San Lorenzo, posteriormente llamada de Esperanza y que posteriormente el capit�n Cook llam� Nootka.

N�m. 179

T�tulo que se le dio en la bnf: Notas sobre California. 12 pp.

Contenido: El documento consta de dos partes distintas, las primeras cinco fojas tratan sobre la regi�n del r�o Colorado en California. Probablemente es la transcripci�n de un informe de un religioso sobre las misiones en la Pimer�a Alta. Quiz� se trata de un recorrido e informe del padre Kino.

A partir de la foja 6, son extractos tomados del libro del capit�n Juan Matheo Mange sobre las provincias del norte de la Nueva Espa�a, la Nueva Galicia, la villa de �Chiguagua� incluyendo copia de descripciones de distintas regiones y de distintos temas, como situaci�n de la Nueva Inglaterra, de la naci�n de los Yutas, el Nuevo M�xico y el origen de la naci�n mexicana entre otros.�

N�m. 180

T�tulo que se le dio en la bnf: Viaje de Sonora a Monterey (California, 1774). 3 pp.

Contenido: Informe de las expediciones que por mar y por tierra se hicieron a California el a�o de 1774. Por tierra se informa de la expedici�n que realiz� el capit�n Juan Bautista de Anza desde Sonora hasta Monterrey (California). Tambi�n se habla de los� distintos viajes que se hicieron por mar, se describen las latitudes exactas a que llegaron en 1774 la fragata al mando del capit�n Juan P�rez desde el puerto de Monterey, en California, hacia el norte y en marzo de 1775 y una fragata al mando de Bruno de Creta. Tambi�n se mencionan las de expediciones de 1779 que partieron de San Blas, en ese caso dos fragatas al mando de don Juan Francisco de la Bodega y Quadra y don Ignacio Arteaga.

N�m. 191

T�tulo que se le dio en la bnf: Papel sacado del tomo 45 de las memorias del padre fray Manuel de Vega: Documentos para la historia del Nuevo M�xico. 147 pp.

Contenido: Este es el �nico documento publicado en el Proyecto Amoxcalli, de este corpus de textos sobre el norte de la Nueva Espa�a, que incluye una introducci�n por separado. Esta fue redactada por Blanca Lilia �lvarez Torres y Armando Santiago S�nchez. En ella se explica y discute el contenido del documento que consta de distintos textos, cartas y noticias sobre el Nuevo M�xico escritos por distintas personas en la segunda mitad del siglo xviii.

N�m. 192

T�tulo que se le dio en la bnf: Viaje de don G. Dom�nguez Mendoza, 1683-1684. 124 pp.

Contenido: Copia de los cuadernos originales en los que el gobernador del Nuevo M�xico informa al virrey marqu�s de la Laguna del viaje que realiz� el maestre de campo Juan Dominguez de Mendoza a fines del a�o de 1683 y principios de 1684 por el R�o Grande en direcci�n a Texas. Se mencionan las colindancias de Texas con Nuevo M�xico, Teguas y Quivira y se describe la zona a lo largo del R�o Grande y en su junta con el r�o Conchos. Se habla de indios que ten�an mucho ma�z y yeguas. Los naturales jumanos acompa�aron la entrada. Al final del documento se discute la pertinencia de mover ciertos poblados, los gastos que causa la administraci�n de la zona y se dan noticias generales sobre los escritos que existen sobre Texas.

 

N�m. 193

T�tulo que se le dio en la bnf: Documento que se refiere a la historia de la Am�rica Septentrional. 32 pp.

Contenido: Informe escrito en 1685 por el padre fray Alonso de Posadas, quien fue durante diez a�os custodio de las misiones del Nuevo M�xico y vivi� ah� como misionero. Se copi� de la colecci�n de documentos pertenecientes a la Historia de Am�rica Septentrional del Archivo de la Secretar�a de C�mara del Virreinato de M�xico.

N�m. 194

T�tulo que se le dio en la bnf: Noticia relativas a los Cododachos. 186 pp.

Contenido: Copias y apuntes sobre la zona de los indios Cadodachos al norte de Texas en colindancia con Louisiana. Se basan en un informe de D� Anville sobre el fuerte que los franceses ten�an en el antiguo �puesto de los Cadodachos� a 34 grados 18 minutos de latitud y 70 grados 35 minutos de longitud. Se mencionan las guarniciones francesas y misiones de San Miguel de Linares de los Adaes y el pueblo de Nachitoos, asi como las distancias entre el Nuevo M�xico, la Louisiana y el presidio de San Juan Bautista Nachitoos. Los franceses llamaban a los Nachitoches �Cados�, les vend�an fusiles y dem�s armas llegando a ellos por los r�os bajando del norte.

N�m. 196

T�tulo que se le dio en la bnf: Descripci�n geogr�fica del Nuevo M�xico. 46 pp.

Contenido: El padre Morfi o Morphi da amplia informaci�n geogr�fica y social sobre el norte. Existen varias ediciones.

N�m. 197

T�tulo que se le dio en la bnf: Notas hist�ricas sobre el Nuevo M�xico. 26 pp.

Contenido: Copia de los �Apuntes Hist�ricos sobre el Nuevo M�xico�, que en 1776 escribi� el teniente coronel don Antonio Bonilla y que fueron tomados del tomo 25 de la obra escrita por el padre fray Manuel Vega, llamada Documentos para la Historia del Nuevo M�xico, obra manuscrita y que se guardaba, a inicios del siglo xix, la Secretar�a del Virreinato de M�xico.

N�m. 198

T�tulo que se le dio en la bnf: Descripci�n de la costa de California. 31 pp.

Contenido: Copia realizada de un manuscrito perteneciente a la Secretar�a del Virreinato de M�xico, en el que se resumen descripciones de viajes y expediciones de la costa de California realizadas al final del siglo xviii. [Parece incompleto el documento pues solamente llegaron 31 fojas al Proyecto Amoxcalli, siendo que es m�s amplio el manuscrito.]

N�m. 199

T�tulo que se le dio en la bnf: Documentos para la Historia del Nuevo M�xico.

Contenido: El manuscrito inicia con un diario y derrotero de los nuevos descubrimientos que en 1776 se hicieron de las tierras al norte-noroeste del Nuevo M�xico escrito por los padres Silvestre V�lez Escalante y Atanasio Dom�nguez. Detallada etnograf�a de los yutas, comanches y otras naciones. Contiene tambi�n copia del diario escrito en 1779 por el capit�n Juan Bautista de Anza.

N�m. 199b

T�tulo que se le dio en la bnf: Documentos de fray Alonso de Posadas sobre la historia del Nuevo M�xico. 1789.

Contenido: Copia de un informe del fray Alonso de Posadas, que a ra�z de la presencia de los franceses en las costas de Texas escribe en 1685 sobre toda la regi�n de Texas y del Nuevo M�xico. Se da raz�n de los territorios conocidos hasta entonces con muchos detalles geogr�ficos.

N�m. 258

T�tulo que se le dio en la bnf: Noticias geogr�ficas de la Nueva Espa�a. 14 pp.

Contenido: Resumen de informaci�n econ�mica de las ciudades, villas corregimientos y alcald�as mayores de la Nueva Espa�a, sobre todo referente a los tributos recaudados entre 1772 y 1784. Se destaca principalmente el aumento en m�s del 50% de la recaudaci�n de esta contribuci�n. Tambi�n se presenta esa misma informaci�n para las provincias del norte, el reino de la Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nuevo M�xico, Nuevo Le�n y Sonora.

N�m. 379

T�tulo que se le dio en la bnf: Copia hecha al comienzo de ese siglo de un manuscrito original, que lleva por t�tulo Relaciones sobre las expediciones al Nuevo Mexico, al mando de los capitanes espa�oles Francisco V�zquez Coronado y Juan de O�ate, escrito en 1623 por fray Hier�nimo de Z�rate Salmer�n que form� parte de esas expediciones en calidad de capell�n. 90 pp.

Contenido: Esta recopilaci�n de relaciones sobre las riquezas y los pobladores del Nuevo M�xico y las expediciones espa�olas de conquista a California, Florida y a todas las provincias de esos rumbos, escrita por el fraile franciscano Ger�nimo de Z�rate Salmer�n en 1623. Inicia con la aprobaci�n del fraile Francisco de Velasco en el Convento de San Francisco de la Ciudad de M�xico en agosto de 1629 para que se publique.

Detallada relaci�n hist�rica de las noticias que se han tenido de esas provincias, del viaje de Coronado, de Sebast�an Vizca�no, de O�ate y de los encuentros con sus pobladores. Termina con una argumentaci�n sobre el paso del mar del Norte al del Sur y con una relaci�n de la Santa Madre Mar�a de Jesus, abadesa del convento de Santa Clara de Agreda.

 

 

SIGLAS

 

 

agn�������������� Archivo General� de la Naci�n (M�xico)

ciesas�������������������� Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolog�a Social

conaculta��������� Consejo Nacional para la� Cultura y las Artes

hahr����������������������� Hispanic American Historical Review

imta������������ Instituto Mexicano de Tecnolog�a del Agua

inah������������ Instituto Nacional de Antropolog�a e Historia

ini����������������� Instituto Nacional Indigenista

itesm���������������������� Instituto Tecnol�gico de Estudios Superiores de Monterrey

nmhr���������������������� New Mexico Historial Review

sep���������������� Secretar�a de Educaci�n P�blica

unam���������������������� Universidad Nacional Aut�noma de M�xico

 

 

 

 

 

Bibliograf�a

 

 

Primera parte: Obras del periodo virreinal y documentos publicados

 

 

Adams, Eleanor B.

1953 �Bishop Tamaron�s Visitation of New Mexico, 1760. N.M.H.R., 28, pp. 81-114.

 

Aiton, Arthur S.

1939 �Coronado�s first report on the government of New Galicia�, H.A.H.R., 19, pp. 306-313.

 

Alcocer, Jos� Antonio

1958 Bosquejo de la historia del Colegio de Nuestra Se�ora de Guadalupe y sus misiones, a�o de 1788, Porr�a, M�xico.

 

Alegre, Francisco Javier

1841-1842 Historia de la Compa��a de Jes�s en Nueva Espa�a, 3 vols., s.i. M�xico.

 

� ---------------�� Historia de la provincia de la Compa��a de Jes�s de Nueva Espa�a, 4 vols., Roma 1956-1960, Bibliothec Instituti Historici Societas Jessi, vols., IX, XIII, XVI, XVII.

 

Almada, Francisco R. (ed.)

1950 Informe de Hugo de O�Conor sobre el estado de las Provincias Internas del Norte, 1771-1776, Gobierno del Estado, Chihuahua.

 

Antoneli, Antonio de

1870 A�o de 1793. Descripci�n Topogr�fico-hist�rica de la villa de Santiago Papasquiaro..., Biblioteca de la Sociedad Mexicana de Geograf�a y Estad�stica, 2� serie, II, pp. 333-343.

 

Arlegui, Joseph

1737 Chronica de la provincia de N.S. P.S. Francisco de Zacatecas... M�xico.

 

Arregui, Domingo L�zaro de.

1946 Descripci�n de la Nueva Galicia, Francois Chevalier (ed.), s.i., Sevilla, 1946.

 

Arricivita, Juan Domingo

1792 Cr�nica ser�fica y apost�lica del colegio de propaganda fide de la Santa Cruz de Quer�taro en la Nueva Espa�a... M�xico.

 

Arrillaga, Jos� Joaqu�n

1969 (1796) Diary of his surveys of the frontier, Los �ngeles.

 

Auto acordado por la Audiencia de M�xico sobre la erecci�n del Obispado de Linares. Carta-informe sobre la erecci�n del Obispado de Linares. Tomado de M�xico. A�o de 1779. Testimonio en que se comprende el Plan del Obispado nuevamente erigido con el t�tulo del Nuevo Reino de Le�n y los Informes para el Real y Supremo Consejo de Indias y la v�a reservada. Juez comisionado por Su Magestad, el Se�or Don Eusebio Ventura Bele�a, alcalde de Corte de esta Real Audiencia, en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico. 1982, �pp. 215-234.

 

Baegert, Johann Jakob

1772 Nachrichten von der Amerikanischen Halbinsel Californien: mit einem Zweyfachen anhang falscher Nachrichten. Geschrieben von einem Priester der Gesellschaft Jesu. Mannheim.

 

--------------------

1942 Noticias de la pen�nsula americana de California, Porr�a, M�xico.

 

--------------------

1952 Observations in Lower California, Berkeley y Los �ngeles.

 

Baltasar, Juan Antonio

1944 �De los principios, progresos y decaemiento de la espiritual conquista de la provincia de Pimer�a Alta por la muerte del padre Eusebio Francisco Kino�, en Apost�licos afanes de la Compa��a de Jes�s escritos por un padre de la misma sagrada religi�n de su provincia de M�xico, M�xico, pp. 221-445.

 

Juan Antonio Balthasar, padre visitador to the Sonora frontier: 1744-1745. Two original reports� (Peter M. Dunne, eds.), Tucson, 1957.

 

Barco, Miguel del

1988 (1973) Historia natural y cr�nica de la antigua California (adiciones y correcciones de la noticia de Miguel Venegas), est. prel. y ed. de Miguel Le�n-Portilla, unam, M�xico.

 

Barlow, R. H.

1947 �La relaci�n de Sahuaripa de 1778�, en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, VI, M�xico, pp. 0-89.

 

Benavides, Alonso de

1630 Memorial que Fray Ivan de Santander de la Orden de San Francisco, Comissario General de Indias, presenta a la Magestad Cat�lica del Rey don Felipe Quarto nuestro Se�or..., Madrid.

 

Bennoist, Howard y Mar�a Eva Flores (eds)

1994 Documents Relating to the Old Spanish Missions of Texas. Guidelines for a Texas Mission: Instructions for the Missionary of Mission Concepci�n in San Antonio, vol. 1, Old Spanish Missions Historical Research Library, San Antonio, Texas.

 

Boban, Eug�ne

Documents pour servir a l�Histoire du Mexique, libro segundo, vol. segundo (fotocopias del Proyecto Amoxcalli, ciesas)

 

Bosch Garc�a, Carlos

1983-1984 Documentos de la relaci�n de M�xico con los Estados Unidos, iih, unam, M�xico.

 

Campos, Jos� Agust�n de,� S.J. ver Gonz�lez Rodr�guez, Luis.

 

Ca�as, Crist�bal, S.J. ver Gonz�lez Rodr�guez, Luis.

 

Capitan�a General de las Provincias de Sinaloa, Sonora, Californias y Nueva Vizcaya, y gobiernos subalternos de Coahuila, Texas y Nuevo M�xico. Nombramiento de Gobernador y Comandante General a favor del Caballero Don Teodoro de Croix e instrucciones de gobierno. [Otorgado por el Rey en 1776] en: Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores. M�xico. 1982, p.131 -139.

 

Carroll, H. Bailey y J. Villasana Haggard

1942 Three New Mexico chronicles. The Exposici�n of don Pedro Bautista Pino 1812;� the Ojeada of Lic. Antonio Barreiro 1832; and the additions by Don Jos� Agust�n de Escudero, 1849, Albuquerque.

 

Cavallero Carranco, Juan�

1966 The Pearl Hunters in the Gulf of California, 1668: summary report of the voyage made to the Californias by Captain Francisco de Lucenilla (W. Michael Mathes, ed.), Los �ngeles.

 

 

Cipri�n, Ignacio Antonio fray

1979 The Texas Missions of the Collage of Zacatecas in 1749-1750, Old Spanish Missions Historical Reaserch Library at San Jos� Mission, San Antonio, Texas.

 

Clavijero, Francisco Javier

1789 Storia dellla California, Venecia.

 

--------------------

1852 Historia de la antigua o baja California, M�xico (edici�n posterior, M�xico, 1970).

 

Croix, Carlos Francisco de [Marqu�s de Croix] y Jos� de G�lvez (visitador general de la Nueva Espa�a)

1982 Informe del Virrey y el visitador general de Nueva Espa�a sobre la importancia y utilidad de que ahora se establezca la comandancia general que Su Magestad tiene aprobada para las Provincias de Sonora y Sinaloa, Californias y Nueva Vizcaya [1771], en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, pp. 85-89.

 

Documentos para la historia del M�xico colonial... 7 vols, M�xico, 1955-1961.

 

Documentos para la historia de M�xico, 21 vols, en 4 series, M�xico 1853-1857.

 

Documentos para la historia eclesi�stica y civil de las provincias de Texas o Nuevas Filipinas, 1520-1779, Madrid, 1961, colecci�n Chimalistac, 12.

 

Dom�nguez, Francisco Atanasio

1956 The missions of New Mexico, 1776. A description, Eleanor B. Adams and Ang�llico Ch�vez (eds.), Albuquerque.

 

 

Epistolario de Nueva Espa�a, 1505-1818, recopilado por Francisco del Paso y Troncoso, 16 vols., Antigua librer�a Robredo de Jos� Porr�a e hijos, M�xico, 1939-1942.

 

Florescano E. e Isabel Gil

1976b Descripciones econ�micas regionales de Nueva Espa�a. Provincias del norte, 1790-1814, inah, M�xico.

 

Fl�rez, Manuel Antonio

1976b Decreto e instrucci�n dados por el Virrey Fl�rez para la Divisi�n de las Comandancias [1787], en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, 1982, pp. 189-193.

 

G�lvez, Bernardo de (conde de G�lvez)

1982 Instrucci�n formada en virtud de Real orden de Su magestad que se dirige al se�or Comandante general de Provincias internas, Don Jacobo Ugarte y Loyola, para gobierno y puntual observancia de este superior jefe y de sus inmediatos subalternos [1785], en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, pp. 151-185.

 

Garc�a, Genaro

1909 Historia de Nuevo Le�n con noticias sobre Coahuila, Tejas y Nuevo M�xico por el capit�n Alonso de Le�n, un autor an�nimo y el general Fernando S�nchez de Zamora, Porr�a, M�xico (edici�n facsimilar, M�xico, 1975).

 

Garc�a, Bartholom�

1760 Manual para administrar los santos sacramentos de penitencia, eurarist�a, extremaunci�n y matrimonio: dar gracias despu�s de comulgar y ayudar a bien morir a los indios de las naciones: pajalates, orejones, pacoas, tilijayas, alazapas, pausanes y otras muchas diferentes que se hayan en las misiones del Rio de San Antonio y R�o Grande, pertenecientes al colegio de la Santa Cruz de Quer�tro, como son los tacuaches, mescales, pampopas, tacames, chayopimes, venados, pamaques y toda la juventud de pihuiques, borrados, saniapos y manos de perro, Imprenta de los herederos de do�a Mar�a de Rivera, M�xico.

 

Genovese, Guiseppe Maria� S.J.� ver Gonz�lez Rodr�guez, Luis.

 

G�mez Canedo, Lino [Francisco Antonio Barbastro]

1971 Sonora hacia fines del siglo xviii. Un informe del misionero franciscano fray Francisco Antonio Barbastro, con otros documentos complementarios, Font, Guadalajara.

 

Gonz�lez Rodr�guez, Luis

1977� Etnolog�a y misi�n en la Pimer�a Alta 1715-1740. Informes y relaciones misioneras de Luis Xavier Velarde, Guiseppe Mar�a Genovese, Daniel Januske, Jos� Agust�n de Campos y Crist�bal de Ca�as, unam, M�xico.

 

Gutierrez Ibarra, Mar�a Guadalupe Celia

1834 El informe secreto de Juan Nepomuceno Almonte.

 

Hackett, Charles Wilson�

Historical documents relating to New Mexico, Nueva vizcaya, and approaches thereto, to 1773, 3 vols., Collected by Adolph F. A. Bandelier and Fanny R. Bandelier, Spanish text English translations, Washington, 1923-1937, Carnegie Institution of Washington, Pub. 330.

 

Hackett, Charles W.

1931 Pichardo's Treatise on the Limits of Louisiana and Texas, 4 vols., Austin.

 

Hammond, George P. y Agapito Rey

1967 Expedition into New Mexico Made by Antonio de Espejo, 1582-83, as Revealed in the Journal of Diego P�rez de Lux�n, a Member of the Party, Arno, Nueva York. [Los �ngeles, 1929]

 

------------------------

1940 Narratives of the Coronado expedition, 1540-1542, Albuquerque.

 

Hern�ndez Sanchez-Barba, Mario

1957 La �ltima expansi�n espa�ola en Am�rica, Instituo de Estudios Pol�ticos de la Universidad de Madrid, Madrid.

 

Holmes, Jack� D. L.

��De M�xico a Nueva Orl�ans en 1801: el diario in�dito de Fortier y St. Maxent�, Historia Mexicana, 61, n�m. 1, jul-sep., 1966, pp. 48-70.

 

Informe general que en virtud de Real Orden� instruy� y entreg� el excelent�simo se�or marqu�s de Sonora [Jos� de G�lvez], siendo visitador general de este reuino, al excelent�simo se�or virrey don Antonio Bucarely y Urs�a con fecha 31 de diciembre de 1771, edici�n facsimilar, est. intr. de Clara Elena Su�rez Arg�ello, M�xico, ciesas, Miguel �ngel Porr�a, 2002.

 

Januske, Daniel S.J. ver Gonz�lez Rodr�guez, Luis.

 

Kino, Eusebio Francisco

1913-1922 Las misiones de Sonora y Arizona, agn, Publicaciones del Archivo General de la Naci�n, VIII, Editorial Cultura, M�xico.

 

Kress, Margaret Kenney

1931 �Diary of a Visit of Inspection of the Texas Missions Made by fray Gaspar Jos� de Sol�s in the Year 1767- 1768�, en Southwesterns Historical Quarterly, 35, pp. 28-76.

 

Ladr�n de Guevara, Antonio

1730 Noticia de los poblados de que se componen el nuevo reyno de Le�n, provincia de Coaguila, Nueva-Estremadura y la de Texas, Nuevas Philipinas, s.i., ediciones posteriores con t�tulos variados, Madrid, 1963; itesm, Monterrey, 1969.

 

Lafora, Nicol�s de

1939� Relaci�n del viaje que hizo a los presidios internos situados en la frontera de la Am�rica septentrional,� 1766-1768 (Vito Alessio Robles ed. ), Editorial Pedro Robredo, M�xico.

 

Le�n, Alonso de,� Juan Bautista Chapa y Fernando S�nchez de Zamora

1961� Historia de Nuevo Le�n con noticias sobre Coahuila, Tmaulipas, Texas y Nuevo M�xico, escrita en el siglo xvii.....� (Israel Cavazos Garza, ed), Gobierno del Estado de Nuevo Le�n- Universidad de nuevo Le�n,� Monterrey.

 

Leonard, Irving A.

1932 The Mercurio Volante of Don Carlos Siguenza y G�ngora: an Account of the First Expedition of Diego de Vargas into New Mexico, 1692, Los �ngeles.

 

(Le�n- Portilla, Miguel)� Jaime Bravo / Juan de Ugarte / Clemente Guill�n

1970 Testimonios sudcalifornianos: nueva entrada y establecimiento en el puerto de la Paz, 1720, unam, M�xico.

 

-------------�

1974 Descripci�n y toponimia ind�gena de California, 1740: informe atribuido a Esteban Rodr�guez Lorenzo, La Paz, Baja California Sur.

 

Leutenegger, Benedict

� �Two Franciscan Documents on Early San Antonio, Texas�, en The Americas, 25, 1968, pp. 191-206.

 

Linck, Wenceslao

1966 Diary of his 1766 Expedition to Northern Baja California (E. J. Burrus, ed.), Los �

�ngeles.

 

L�pez, Atanasio

1960 �Misiones o doctrinas en Jalisco en el siglo xvii por Fray Atanasio L�pez�, Estudios hist�ricos, 2� �poca, Guadalajara, pp. 1-36.

 

L�pez Lara, Ram�n

1973 El obispado de Michoac�n en el siglo xvii-Informe in�dito de beneficios, pueblos y lenguas, Fimax, Morelia.

 

Mathes, W. Michael

1965 Documentos para la historia de la demarcaci�n comercial de California: 1583-1632, 2 vols., Madrid.

 

McCarty, Kieran

1975 �Franciscan Report on the Indians of Nayarit, 1673�, Ethnohistory, 22, Tucson, pp. 192- 221.

 

----------------------

1976a Desert Documentary: the Spanish Years, 1767- 1821, Arizona Historical Society, Tucson.

 

Morfi, Juan Agust�n

1935 Viaje de indios y diario del Nuevo M�xico (Vito Alessio Robles ed.), M�xico.

 

-------------------

1947 Descripci�n geogr�fica del Nuevo M�xico... 1782, M�xico.

 

�----------------

1967 Diario y derrotero (1777- 1781) (Eugenio del Hoyo y Malcolm D. Mc Lean, eds.), itesm, Monterrey, Nuevo Le�n.

 

Nakayama, Antonio

1981 Documentos in�ditos e interesantes para la historia de Culiac�n, Universidad Aut�noma de Sinaloa, Instituto de Ciencias y Humanidades, Culiac�n, Sinaloa [1952].

 

--------------------

Relaci�n de Antonio Ruiz (la conquista en el noroeste), Centro Regional del Noroeste- inah, M�xico, 1974.

 

Navarro y Noriega, Fernando

1943 Cat�logo de los curatos y misiones que tiene la Nueva Espa�a.... Instituto Mexicano de Investigaciones Hist�rico-Jur�dicas, unam, M�xico [1813].

 

-----------------------------��

1954 Memoria sobre la poblaci�n del reino de Nueva Espa�a escrita en el a�o de 1814, M�xico.

 

Nentuig, Juan

1977 Descripci�n geogr�fica natural y curiosa de la provincia de Sonora, inah, Proyectos especiales, M�xico [Publicaciones del agn, 2a serie, 1, 1971].

 

Neumann, Joseph

1969 R�voltes des indiens tarahumaras (1626-1724) (Luis Gonz�lez Rodriguez, ed.), Par�s, Travaux m�moires de l�Institut des Hautes �tudes de l�Am�rique Latine, 24.

 

Palou, Francisco

1970 Relaci�n hist�rica de la vida y apost�licas tareas del venerable padre fray Jun�pero Serra y de las misiones que fund� en la California septentrional, y nuevos establecimientos de Monterey, M�xico (junto con Clavijero, en Sepan cuantos..., 143).

 

Perea, Estevan de

1632 Verdadera relaci�n de la grandiosa conversi�n que ha avido en el Nuevo Mexico... Sevilla.

 

P�rez de Ribas, Andr�s

1645 Historia de los triumphos de nuestra santa fee... Editorial Alonso de paredes, Madrid.

 

P�rez-Maldonado, Carlos

1947 Documentos hist�ricos de Nuevo Le�n. Anotados y comentados, 1596-1811, Monterrey.

 

Pfefferkorn, Ignaz

1989 Sonora: a Description of the pProvince (Theodore Treutlein, trad. y ed.), University of Arizona, Tucson, Arizona [Albuquerque, 1949].

 

Puelles, fray Jos� Mar�a de Jes�s

1998 Informe que se dio al excelent�simo se�or presidente de la Rep�blica Mejicana, sobre l�mites de la provincia de Tejas con la de la Luisiana, editorial privada, Serie bibliogr�fica, facsimilares siglo xix, n�m. 1, Zacatecas.

 

(Ponce, Alonso) Ciudad Real, Antonio de

1998 Relaci�n breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al padre fray Alonso Ponce en las provincias de la Nueva Espa�a� escrita por dos religiosos, sus compa�eros.. 2 vols., 2� ed., unam, M�xico [Madrid, 1873].

 

1982 �Real C�dula al Virrey Revillelgigedo sobre la constituci�n de la Comandancia General (recibida en M�xico en febrero de 1793), Reales c�dulas por las que el Rey ordena la divisi�n de las Provincias Internas (1812, 1819)�, en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, pp 197-209.

 

1982 �Real Orden que separa del Distrito de la Audiencia de M�xico y agrega a la de Guadalajara las Provincias de Coahuila y Texas [1779], Real c�dula por la cual el Rey nombra comandante general interino de las Provincias Internas a don Jacobo Ugarte y Loyola [1785]�, en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, pp. 143-149.

 

1982 Reglamento e instrucci�n para los presidios que se han de formar en la l�nea de frontera de la Nueva Espa�a, resuelto por el Rey en c�dula de 10 de septiembre de 1772, en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, pp. 93-127.

 

Revillagigedo, Conde de

1966 Informe sobre las misiones, 1793, e instrucci�n reservada al marqu�s de Branciforte, 1794 (Jos� Bravo U. ed.), Jus, M�xico.

 

Rivera y Villal�n, Pedro de

1946 Diario y derrotero de lo caminado, visto y observado en la visita que hizo a los presidios de la Nueva Espa�a septentrional el brigadier Pedro de Rivera, Secretar�a de la Defensa Nacional, M�xico.

 

Rodr�guez Gallardo, J. Rafael

1975 Informe sobre Sinaloa y Sonora, a�o de 1750� (Germ�n Viveros, ed.), agn, Archivo Hist�rico de Hacienda, M�xico.

 

Rub�, Marqu�s de

1982 Dict�menes que de orden del Excelent�simo Se�or Marqu�s de Croix, virrey de este Reino expone el mariscal de campo Marqu�s de Rub� en orden a la mejor situaci�n de los presidios para la defensa y extensi�n de su pfrontera a la gentilidad en los confines al norte de este Virreinato [1768], en Mar�a del Carmen Vel�zquez, La Frontera Norte y la Experiencia Colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, pp. 29-82.

 

Russell, Tomas C.

1927 Langsdorff�s Narrative of the Rezanov Voyage to Nueva California, in 1806, San Francisco.

 

Sald�var, Gabriel

1941 �Diario que hizo fray Sim�n del Yerro en el Seno Mexicano, a�o de 1749�, Bolet�n de la Sociedad Mexicana de Geograf�a y Estad�stica, 55, pp. 263- 269.

 

Swadesh, Morris

1967 �Lexicostatistic Classification�, HMAI 5, pp. 79-115.

 

Tamaron y Romeral, Pedro

1937 Demostraci�n el vast�simo obispado de la Nueva Vizcaya, 1765� [ incluye Mapa de la Nueva Andaluc�a o Sonora por el capit�n Prudtron, mapa del golfo de California y provincias colindantes levantado por los jesuitas en 1757 y mapa de Nuevo M�xico por Bernardo de Miera y Pacheco 1754-1760], Porr�a, M�xico.

 

Tello, Antonio

1891 Libro segundo de la cr�nica miscel�nea en que se trata de la conquista espiritual y temporal de la santa provincia de Xalisco en el nuevo reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y descubrimiento del Nuevo M�xico, Guadalajara, M�xico.

 

Thomas, Alfred Barnaby

1941 Teodoro de Croix and the Northern Frontier of New Spain, 1776-1783. From the Original Document in the Archives of the Indies, Seville, University of Oklahoma Press.

 

Vald�s Huerta, Nicol�s

1978 �Visita pastoral del Illmo. Sr. Garabito 1678�, en Estudios hist�ricos, 7, Guadalajara, M�xico, pp. 5-48.

 

Vancouver, George

1798 A voyage of discovery to the north Pacific ocean and round the world..., 3 vols., Londres.

 

Vargas Rea

1821 Naciones b�rbaras de las Indias: anglo-americanos, dictamen presentado a la soberana junta del Imperio Mexicano, M�xico.

 

Venegas, Miguel

1943 Noticias de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente, sacada de la historia manuscrita formada en M�xico; a�o de 1739. 2 ts. Layag, Madrid.

 

-----------------------------

1943-1944 Historia de la California, 3 vols., M�xico.

 

 

2001 La visita de G�mez Nieto a la Huasteca 1532- 1533, paleograf�a, introducci�n y notas de Juan Manuel P�rez Zevallos, CIESAS, M�xico.

 

Segunda parte: An�lisis contempor�neos

 

Aboites, Luis

1995 Norte precario. Poblamiento y colonizaci�n en M�xico, 1760-1940, M�xico, ciesas-colmex.

 

---------------� Demograf�a hist�rica y conflictos por el agua. Dos estudios sobre cuarenta kil�metros de historia del r�o San Pedro, Chihuahua, M�xico, ciesas, 2000.

 

Adams, David Bergen

1991 Las colonias tlaxcaltecas de Coahuila y Nuevo Le�n en la Nueva Espa�a. Un aspecto de colonizaci�n del norte de M�xico, trad. Herzonia y An�bal Y��ez, Archivo Municipal de Saltillo, M�xico.

 

Aguilar Marco, Jos� Luis et al.

1991 Misiones en la pen�nsula de Baja California, inah, M�xico.

 

Alessio Robles, Vito

1931 Francisco de Urdi�ola y el nortede la Nueva Espa�a. Miravalle, M�xico.

 

-------------------

1936 Monterrey en la historia y en la leyenda, M�xico.

 

-------------------

1938

Coahuila y Texas en la �poca colonial, M�xico.

 

-------------------

1978 Acapulco, Saltillo y Monterrey en la historia y en la leyenda..., M�xico.

 

Almada, Francisco R.

1937 Apuntes hist�ricos de la regi�n de Ch�nipas, Chihuahua.

 

---------------------

1940 Guadalupe y Calvo, Chihuahua.

 

--------------------

1946 Apuntes hist�ricos del municipio de Madera, Chihuahua.

 

---------------------

1952 Diccionario de historia, geograf�a y biograf�a sonorenses, Chihuahua.

 

-----------------------

1968 Diccionario de historia, geograf�a y biograf�a chihuahuenses, Chihuahua.

 

Almaraz Jr. F�lix D.

1989 The San Antonio Missions and their System of Land Tenure, University of Texas Press, Austin.

 

Altmann, Ida

1976 �A Family and Region in the Northern Fringe Lands: The Marqueses de Aguayo of Nuevo Le�n and Coahuila�, en Provinces of early Mexico, ucla, Los �ngeles, California, pp. 253-273.

 

�lvarez, Salvador

2000 �Agricultores de paz y cazadores- recolectores de guerra: los tobosos de la cuenca del r�o Conchos en la Nueva Vizcaya" en: N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 305-354.

 

Amador, El�as

1892 Bosquejo hist�rico de Zacatecas..., Zacatecas.

 

Amaya Topete, Jes�s

1952 Los conquistadores Fern�ndez de H�jar y Bracamonte. Ensayo biogeneogr�fico, s.e., Guadalajara, M�xico.

 

-------------------

1960 �Conquista y poblaci�n de Sinaloa�, en Estudios hist�ricos de Sinaloa, M�xico, pp. 79-94.

 

Anales del Museo Nacional de M�xico (luego Anales-Instituto Nacional de Antropolog�a e Historia).

 

Angler�a, Pedro M�rtir de

1964-1965 D�cadas del Nuevo Mundo, 2 vols., M�xico.

 

Archibald, Robert

1978 The Economic Aspects of the California Missions, Academy of American Franciscan History, Washington.

 

Armillas, Pedro

1964 �Condiciones ambientales y movimientos de pueblos en la frontera septentrional de Mesoam�rica�, en Homenaje a Fernando M�rquez-Miranda, arque�logo e historiador de Am�rica. Ofrenda de sus amigos y admiradores, Madrid, pp. 62-82.

 

Armillas Vicente, Jos� A.

1977 El Mississippi, frontera de Espa�a: Espa�a y los Estados Unidos ante el tratado de San Lorenzo, Cometa, Zaragoza [Esp.].

 

Aschmann, Homer

1959 The central desert of Baja California: demography and ecology, Ibero-Americana, 42, Berkeley y Los �ngeles.

 

1939 Atlas arqueol�gico de la Rep�blica Mexicana, M�xico, Instituto Panamericano de Geograf�a e Historia, publicaci�n n�m. 41.

 

Aveleyra Arroyo de Anda, Luis

1964 The Primitive Hunters. hmai, 1, pp. 384-412.

 

Azanza, Miguel Jos� de

1960 Instrucci�n reservada que dio el virrey don Miguel Jos� de Azanza a� su sucesor don F�lix Berenguer de Marquina (Ernesto de la Torre, ed.), M�xico.

 

Bailey, David C. y William H. Beezley

1975 A Guide to Historical Sources in Saltillo, Coahuila, East Lansing Michigan.

 

Bailey, Jesse B.

1940 Diego de Vargas and the reconquest of New Mexico, 1692-1704, Albuquerque.

 

Bakewell, P.J.

Silver mining and society in colonial Mexico Zacatecas 1546-1700, Cambridge, Latin American Stuedies, 15.

 

Bancroft, Hubert Howe�

1884-1889 History of the North Mexican states and Texas, 2 vols, San Francisco.

 

-------------------------------

1884-1890 History of California, 7 vols., San Francisco.

 

------------------------------

1889 History of Arizona and New Mexico, 1530-1888, San Francisco.

 

Bannon, John Francis

1955 The Mission Frontier in Sonora, 1620-1687, Nueva York.

 

----------------------------

1988 The Spanish borderlands frontier, 1531-1821, University of New Mexico Press. Albuquerque.

 

Barb�-Marbois, Fra�ois

1977 The History of Louisiana. Particulary of the Cession of that Colony to the United States of America, Louisiana State University Press, Baton Rouge y Londres.

 

Barnes, Thomas C.

1981 �Political Evolution of Northern New Spain�, en Northern New Spain. A Research Guide, University of Arizona Press, Tucson, pp. 61-130.

Barnes, Thomas C. Tomas H. Naylor y Charles W. Polzer

1981 Northern New Spain. A Research Guide, Tucson.

 

Beals, Ralph�

1932 The Comparative Ethnology of Northern Mexico before 1750, Ibero-Americana 2, Berkeley.

 

------------------

1933� The Acaxee, a Mountain Tribe of Durango and Sinaloa, Ibero-Americana 3, Berkeley.

 

Bean, Lowell John

1991 Ethnology of the Alta California Indians, Garland, Nueva York.

 

Beck, Warren A.

1962 New Mexico. A History of four Centuries, Norman, Oklahoma.

 

Beck, Warren� e Ynez Haase

1969 Historial Atlas of New Mexico, University of Oklahoma, Norman, Oklahoma.

 

Beck, Warren e Ynez Haase

1974 Historical Atlas of California, University of Oklahoma, Norman, Oklahoma.

 

Beers, Henry Putney

1979 Spanish and Mexican Records of the American Southwest Bibliographical Guide to Archive and Manuscript Sources, Tucson.

 

Benignos Acu�a, Clemencia

1986 Mil tres textos sobre la historia de la frontera Norte, Comit� Mexicano de Ciencias Hist�ricas, M�xico.

Bennoist, Howard y Mar�a Eva Flores (eds)

1994 Documents Relating to the Old Spanish Missions of Texas. Guidelines for a Texas Mission. Instructions for the Missionary of Mission Concepcion in San Antonio, Texas.

 

Bloom, Lansing B.

1928 �A Glimpse of New Mexico in 1620�, nmhr, 3, pp. 357-380.

 

----------

1935� �The Governors of New Mexico�, nmhr, 10, pp. 152-157.

 

--------------

1939 �The Vargas Encomienda�, nmhr, 14, pp. 366-417.

 

Bloom, Lansing y Lyan B. Mitchell

1938 �The Chapter Elections in 1672�, nmhr, 13, pp. 85-119.

 

Boas, Franz

1966 Introduction to the Handbook of American Indian Languages, University of Nebraska Press, Nebraska.

 

Bolton, Herbert E.���

1915 Texas in the Middle Eighteenth Centruy. Studies in Spanish Colonial History and Administration, Berkeley (Paper reprint, Austin, 1970).

 

----------------

1916 Spanish Exploration in the South-West, 1542-1706, Nueva York.

 

----------------

1927 Fray Juan Crespi, Missionary Explorer on the Pacific Coast, 1769-1774, Berkeley.

 

--------------------��

1932 The Padre on Horseback: a Sketch of Eusebio Francisco Kino, S.J. Apostle to the Pimas, San Francisco.

 

-----------------

1936 Rim of Christendom. A Biography of Eusebio Francsico Kino, Pacific coast pioneer.� Nueva York.

 

----------------

1949 Coronado on the Turquoise Trail: Knight of Pueblos and Plains, Albuquerque.

 

Bolton, Herbert E.

1921 The Spanish Borderlands, University of New Mexico Press, Albuquerque.

 

Bolton, Herbert E.

1976 �La misi�n como instituci�n de la frontera en el septentri�n de Nueva Espa�a�, en Weber, David J. El M�xico perdido. Ensayos escogidos sobre el antiguo norte de M�xico 1540-1821, sep (Sep-Setentas, 265), pp. 35-54.

 

Borah, Woodrow

1955 �Francisco de Urdi�ola�s Census of the Spanish Settlementes in Nueva Vizcaya, 1604�, hahr, 35, pp. 398-401.

 

Borges, Pedro

1993 �La evangelizaci�n en su contexto de conquista y colonizaci�n. Los grandes conflictos y las posiciones de los franciscanos�, en Francisco Morales ofm, Franciscanos en Am�rica, Conferencia Franciscana de Santa Mar�a de Guadalupe, M�xico, pp. 45-61.

 

Bosch Garc�a, Carlos

1961 Historia de las relaciones entre M�xico y los Estados Unidos, 1819-1848, unam, M�xico.

 

Bowman, J.N.�

1961 �The Parochial Books of the California Missions�, en Historical Society of Southern California Quarterly, 43, pp. 303-316.

 

Boyd-Bowman, Peter

1973 �A Spanish Soldier�s Estate in Northern Mexico� (1642)�, hahr, 53, pp. 95-105.

 

Braniff, Beatriz

1997 �Paquim�: peque�a historia de las Casas Grandes�, en Braniff (coord.), Papeles Norte�os, inah (Colecci�n Cient�fica), M�xico.

 

--------------------��

2000 �Sistemas agr�colas prehisp�nicos en la Gran Chichimeca�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno editores), unam, M�xico, pp. 127-141.

 

Braniff, Beatriz y Richard S. Felger

1976 Sonora antropolog�a del desierto. Primera reuni�n de Antropolog�a e Historia del Noroeste, M�xico.

 

Brooks, James

2002 Captives and Cousins: Slavery , Kinship and Community in the Southwestern Borderlands.

 

Burrus, Ernest

1963 Misiones norte�as mexicanas de la Compa��a de Jes�s, 1751-1757, Porr�a, M�xico.�

 

--------------------

1965 Kino and the Cartography of Northwestern New Spain, Tucson.

 

---------------------

1967 Diario del capit�n comandante Fernando de Rivera y Moncada, con un ap�ndice documental, 2 vols., Madrid.

 

----------------�������

1971 Kino and Mange: explorers of Sonora and Arizona. Their Visions of the Future: A Study of Their Expeditions and Plans with an appendix of 30 documents. Rome y Saint Louis.

 

Calvo, Tom�s

1979 La Nueva Galicia en los siglos xvi y xvii, El Colegio de Jalisco-cemca, M�xico.

 

Campbell, Ysla (comp.)

1992 El contacto entre los espa�oles e ind�genas en el norte de la Nueva Espa�a, Universidad Aut�noma de Ciudad Ju�rez, Ciudad Ju�rez, Chihuahua.

 

Carot, Patricia

2000 �Las rutas al desierto: de Michoac�n a Arizona�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno edis.), unam, M�xico, pp. 91-112.

 

Ceballos Ram�rez, Manuel (coord.)

1996 De historia e historiograf�a de la frontera norte, El Colegio de la Frontera Norte, Nuevo Laredo.

 

Chapman, Charles E.

1916 The founding of Spanish California: the northwestward expansion of New Spain, 1687-1783, Nueva York.

 

----------------------�

1921 A History of California: The Spanish Period, Nueva York.

 

Chipman, Donald E.

1992 Spanish Texas, 1519-1821, University of Texas Press, Austin.

 

---------------------��

1992 Texas en la �poca colonial, Mapfre, Madrid.

 

Cline, Howard F.

1962 �The Ortelius Maps of New Spain, 1579, and Related Contemprary materials, 1560- 1610�, en Imago Mundi, 16, pp. 98-115.

 

Colley, Charles C.

1970 �The Missionization of the Coast Miwok Indians of California�, en California Historical Society Quarterly, 49, pp. 143-162.

 

Cook, Sherburne

1940 Population Trends Among the California Mission Indians, University of California Press, Berkeley.

 

--------------------

1960 Colonial Expeditions to the Interior of California�c Central Valley, 1800-1820, Berkeley.

 

------------------�

1964 �The Aboriginal Population of Upper California�, en XXXV Congreso Internacional de Americanistas, Mexico, 1962, M�xico, p. 970.

 

----------------

The Conflicto between the California Indian and White Civilization, Berkeley y Los �ngeles, 19 (reimpreso, Los �ngeles 1976a)

 

----------------

1976b The population of the California Indians. 1769-1970, Berkeley.

 

Cramaussel, Chantal

1990 La provincia de Santa B�rbara en Nueva Vizcaya 1563-1631, Universidad Aut�noma de Ciudad Ju�rez, Chihuahua.

 

Cramaussel, Chantal

2000 �De c�mo los espa�oles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya central�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 275-303.

 

Crosby, Alfred W.

�Conquistador y Pestilencia: the First New World Pandemic and the Fall of the Great Indian Empires�, hahr, 7, (197), pp. 21-7.

 

Cuellar Vald�s, Pablo M.

1979 Historia del Estado de Coahuila, Universidad Aut�noma de Coahuila, Saltillo.

 

Cuello, Jos�

1979 El norte, el noreste y Saltillo en la historia colonial de M�xico, Archivo Municipal de Saltillo.

 

Curiel, Guadalupe

1994 La historia de Texas en la Biblioteca Nacional de M�xico, 1528-1848, Bibliograf�a comentada, unam, M�xico.

 

Cuevas, Mariano�

1975 Documentos in�ditos del siglo xvi� para la historia de M�xico, M�xico.

 

Curtin, Leonora Scott Musse

1984 By the Prophet of the Earth; Ethnobotany of the Pima, University of Arizona Press, Tucson.

 

Cutter, Donald C.

Espa�a en Nuevo M�xico, Mapfre, Madrid, 1992.

 

D�vila Cabrera, Patrico

2000 �La frontera noreste de Mesoam�rica: un puente cultural hacia el Mississippi�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 79-90.

 

Daniel, James H.

1968 �The Spanish Frontier in West Texas and Northern Mexico�, en Southern Historical Quarterly, 71, pp. 481-495.

 

De Conde, Alexander

1976 This Affair of Louisiana, Charles Scribaner�s Sons, Nueva York.

 

Decorme, G�rard�

1941 La obra de los jesuitas mexicanos durante la �poca colonial, 1572-1767 (compendio hist�rico) 2 vols., Antigua librer�a Robredo de Jos� Porr�a, M�xico.

 

Deeds, Susan M.�

2000 �C�mo historiar con poca historia y menos arqueolog�a: clasificaci�n de los acaxees, xiximes, tepehuanes, tarahumaras y conchos�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 381-394.

 

Donohue, John Augustine��

1969 After Kino: Jesuit Missions in Northwestern New Spain, 1711-1767, Roma y Saint Louis.

 

Dunne, Peter Masten�

1968 [1952] Black Robes in Lower California, University of California, Berkeley y Los �ngeles.

 

----------------------����

1958 Las antiguas misiones de la Tarahumara, 2 vols., Jus, M�xico.

 

Faulk, O.B.

1976 �El presidio �fuerte o farsa?�, en Weber, David, El M�xico perdido..., sep (Sep-Setentas), M�xico, pp. 55-67.

 

Flores Caballero, Romeo

1982 Evoluci�n de la frontera, Centro de Investigaciones Econ�micas, Monterrey.

 

Florescano, Enrique et al.

1973 Tierras Nuevas. Expansi�n y ocupaci�n del suelo en Am�rica (siglos xvi-xix), El Colegio de M�xico, M�xico.

 

Foster, William�

1995 Spanish Expeditions into Texas, 1689-1768, University of Texas Press, Austin.

 

Eckhart, George B.

1960 �A Guide to the History of the Missions of Sonora, 1614-1826�, en Arizona and the West, 2, pp. 165-183.

 

Engelhardt, Zephyrin

1908-1915 Missions and missionaries of California, 4 vols., San Francisco, Ca.

 

Enriquez Terrazas, Eduardo y Jos� Luis Garc�a Valero�

1989 Coahuila, una historia compartida, Gobierno del Estado de Coahuila-Instituto Mora, M�xico.

 

Escoto Ochoa, Humberto

1949 Integraci�n y desintegraci�n de nuestra frontera Norte, M�xico.

 

Espinosa, J. M.

1940 First expedition of Vargas into New Mexico, 1692, Albuquerque.

 

Garner, Van Hastings

1974 �Seventeenth Century New Mexico�, en The Journal of Mexican American History, 4, Santa B�rbara, Ca., pp. 41-70.

 

-----------------------�

1979 �The Dynamics of Change: New Mexico 1680 to 1690�, en Journal of the West, 18, Los �ngeles, pp. 4-13.

 

Garza Mart�nez, Valentina

2003a Poblaci�n, ganader�a y espacios regionales: el noreste novohispano 1577-1821, tesis doctoral, El Colegio de M�xico.

 

--------------------

2003 �De soldado a hombre de negocios. Econom�a y poder en el noreste novohispano a partir del nacimiento, desarrollo y consolidaci�n de un grupo familiar, siglo xviii�, en Br�gida von Mentz (coord.), Movilidad social de sectores medios en M�xico. Una retrospectiva hist�rica, siglos xvii al xx, M�xico, ciesas-Miguel �ngel Porr�a, M�xico, pp. 243- 262.

 

Geiger, Maynard J.

1959 Life and Times of Junipero Serra, ofm, 2 vols., Academy of Franciscan History, Washington.

 

Geiger, Maynard y Clement W. Meighan

1976 As the Padres Saw Them: California Indian life and Customs as Reported by the Franciscan missionaries, 1813-1815, Santa B�rbara, Ca.

 

Gerhard, Peter

1996 La frontera norte de la Nueva Espa�a, unam, M�xico.

 

----------------

1954 �Misiones de la Baja California�, en Historia Mexicana, 12, pp. 600- 605.

 

-----------------

1956 �Pearl Diving in Lower California, 1533- 1830�, en The Pacific Historical Review, 25, pp. 239- 249.

 

-----------------

1960 Pirates on the West Coast of New Spain, 1575-1742, Glendale, Ca.

 

-----------------

1977 �Congregaciones de indios en la Nueva Espa�a antes de 1570�, en Historia Mexicana, 103, pp. 347-395.

 

G�mez Canedo, Lino�

1988 Primeras exploraciones y poblamiento de Texas, 1686-1694, Porr�a, M�xico [Monterrey, 1968].

 

Gonz�lez de la Vara, Mart�n

1996 �Entre fronteras: las relaciones de los espa�oles, mexicanos y angloamericanos con los grupos ind�genas del oeste norteamericano y norte de M�xico, 1540- 1890�, en Manuel Ceballos Ram�rez (coord.), De historia e historiograf�a de la frontera norte, El Colegio de la Frontera Norte, Nuevo Laredo, pp. 93-129.

 

Gonz�lez Qui�ones, Armando

1998 [1827] Introducci�n notas y bibliograf�a al Informe del padre Jos� Mar�a de Jes�s Puelles, edici�n privada, M�xico y Zacatecas.

 

Gonz�lez Rodr�guez, Luis

1977 Etnolog�a y misi�n en la Pimer�a Alta, 1715-1740, unam, M�xico.

 

Greenleaf, Richard E.

1969 �The Nueva Vizcaya Frontier, 1787-1789�, en Journal of the West, 8, Los �ngeles, pp. 56-66.

 

------------------

1972 �Land and Water in Mexico and New Mexico, 1700- 1821�, nmhr, 47, pp. 85-112.

 

Griffen, William B.

1969 Culture Change and Shifting Populations in Central Northern Mexico, The University of Arizona Press, Tucson.

 

--------------------

1979 Indian Assimilation in the Franciscan Area of Nueva Vizcaya, The University of Arizona Press, Tucson.

 

-----------------��

2000 �Observations on the Limitations of Data on the Ethnohistory of Northern Mexico�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno, eds.), unam, M�xico, pp. 249-273.

 

Griffith, William Joyce

1954 The Hasinai Indians of East Texas as Seen by Europeans, 1687-1772, Middle American Research Institute, Publ. 12, Nueva Orle�ns, pp. 41-168.

 

Gurr�a Lacroix, Jorge

1961 �El Nuevo Santander�, en Homenaje a Pablo Mart�nez del R�o en el vigesimoquinto aniversario de la primera edici�n de Los or�genes americanos, M�xico, pp. 445-457.

 

Guti�rrez Camarena, Marcial�

1956 San Blas y las Californias: estudio hist�rico del puerto, M�xico.

 

Guti�rrez Ibarra, Celia

1989 C�mo M�xico perdi� Texas, inah, M�xico.

 

------------------

1991 Documentos sobre la colonizaci�n de Texas, 1827-1831, inah, M�xico.

 

Hackett, Charles W. y Charmion C. Shelby�

1942 Revolt of the Pueblo Indians of New Mexico and Oterm�n�s Attempted Reconquest, 1680-1682, 2 vols., Albuquerque.

 

-------------------------

1944 Tratado de Pichardo sobre los l�mites de Luisiana y Tejas: su olvido y su significado. Bolet�n de la Sociedad Mexicana de Geograf�a y Estad�stica, t. LIX, n�m. 5-6, M�xico.

 

Hammond, George P.

1927 Don Juan de O�ate and the Founding of New Mexico, Santa Fe.

 

-------------------

1953 Don Juan de O�ate, Colonizer of New Mexico, 1595-1628, 2 vols., The University of� New M�xico, Albuquerque.

 

----------------------

1966 The Rediscovery of New Mexico, 1580- 1594: The expeditions of Chamuscado, Espejo, Casta�o de Sosa, Morlete, Leyva de Bonilla, and Humana, The University of� New M�xico, Albuquerque.

 

1964-1976 Handbook of Middle Amercian Indians (Victoria Reifler), 16 vols., The University of Texas, Austin.

 

1990 [1978-1979] Handbook of North American Indians (William C. Sturtevant), vols. 8 y 9, Smithsonian Institution, Washington.

 

Hausberger, Bernd�

2000 F�r Gott und K�nig. Die Mission der Jesuiten im kolonialen Mexiko, Verlag f�r Geschichte und Politik, Oldenbourg, Viena, Austria.

 

Herrera Casas�s, Mar�a Luisa

1999 Misiones de la Huasteca potosina: custodia del Salvador de Tampico, �poca colonial, Conaculta, M�xico, San Luis Potos�.

 

Holmes, Maurice G.

1963 From New Spain by Sea to the Californias, 1519-1668, The Arthur H. Clark co., Glendale, Ca.

 

Horgan, Paul�

1984 Great River: The Rio Grande in North American history, 4� ed., 2 vols., Wesleyan University, Hanover, Alemania [Nueva York, 1954].

 

Hoyo, Eugenio del

1972 Historia del Nuevo Reino de Le�n, 1577-1723, 2 vols., itesm, Monterrey.

 

----------------------

Indios, frailes y encomenderos en el Nuevo Reino de Le�n, siglos xvii y xviii, Archivo General del Estado de Nuevo Le�n, Monterrey.

 

Hu-DeHart, Evelyn

1995 Adaptaci�n y resistencia en el Yaquim�. Los yaquis durante la Colonia, ciesas, M�xico.

 

-------------------------

1981 Missionaries, Miners and Indians. Spanish Contact with the Yaqui Nation of Northwestern New Spain, 1533-1820, The University of Arizona Press, Tucson.

 

Jackson, Robert y Edward Castillo

1995 Indians, Franciscans and Spanish Colonization. The Impact of the Mission System on California Indians, University of New Mexico Press, Albuquerque.

 

Jenkins, Myra Ellen

1966 �Taos Pueblo and its Neighbors, 1540-1847�, nmhr, 41, pp. 85-114.

 

Jim�nez Moreno, Wigberto

1970 �Nayarit: etnohistoria y arqueolog�a�, en Historia y sociedad en el mundo de habla espa�ola. Homenaje a Jos� Miranda, M�xico, pp. 17-26.

 

Jones, Oakah L. Jr.

1962 �Pueblo Indian Auxiliaries in New Mexico, 1763-1821�, nmhr, 37, pp. 81-109.

 

----------------

1979 Los Paisanos. Spanish Settlers on the Northerns Frontier of New Spain, University of Oklahoma, Norman, Okla.

 

Kelley, J. Charles�

1952 �The Historic Indian Pueblos of La Junta de los Rios�, nmhr, 27, pp. 257- 295, y 28, pp. 21-35.

 

---------------

1971 �Archaeology of the Northern Frontier: Zacatecas and Durango�, en Handbook of Middle American Indians, 11, pp. 768-801.

 

Kelly, Henry W.

�Franciscan missions of New Mexico, 1940-1960�, nmhr, 15, 1940, pp. 345-368; y 16, 1941, pp. 41-69, 148-183.

 

Kessell, John L.

1976 Friars, Soldiers and Reformers: Hispanic Arizona and the Sonora Mission Frontier, 1767-1856, University of Arizona, Tucson.

 

Krieger, Alex D.

1946 Culture Complexes and Chronology in Northern Texas, University of Texas Press, Austin, Texas.

 

Krieger, Alex D.

1961� �The Travels of Alvar N��ez Cabeza de Vaca in Texas and Mexico, 1534-1536�, en Homenaje a Pablo Mart�nez del R�o en el vigesimoquinto aniversario de la primera edici�n de Los or�genes americanos, M�xico, pp. 459-474.

 

Kroeber, Alfred L.

1963 Cultural and Natural Areas of Native North America, 4a ed., University of California, Los �ngeles.

 

Lejarza, Fidel de

1947 Conquista espiritual del Nuevo Santander, Instituto Santo Toribio de Mogrovejo, Consejo Superior de Investigaciones Cient�ficas, Madrid.

 

Le�n- Portilla, Miguel

1970b �El ingenioso don Francisco de Ortega: sus viajes y noticias californianas, 1632-1636�, en Estudios de Historia Novohispana, III, M�xico, pp. 83-128.

 

-----------------------

1976 �Sobre la lengua peric� de la Baja California�, en Anales de Antropolog�a, 13, M�xico, pp. 87-101.

 

-----------------------

1989 Cartograf�a y cr�nicas de la antigua California, unam, M�xico.

 

Lida, Clara E.

1965 �Sobre la producci�n de sal en el siglo xviii: salinas de Pe��n Blanco�, en Historia Mexicana, 56, pp. 680-690.

 

L�pez Miramontes, �lvaro

1974 �El establecimiento del real de minas de Bola�os�, en Historia Mexicana, 91, pp. 408-436.

 

L�pez-Portillo y Weber, Jos�

1980 [1935] La conquista de la Nueva Galicia, 3� ed., Consorcio minero Benito Ju�rez, Pe�a Colorada, M�xico.

 

L�pez-Velarde L�pez, Benito

1964 Expansi�n geogr�fica franciscana en el hoy norte central y oriental de M�xico, Progreso, M�xico.

 

Lyon, E. Wilson

1974 Louisiana in French Diplomacy, 1759-1804, 2a ed., University of Oklahoma Press. Norman, Ok.

 

Mart�nez del R�o, Pablo

1987 Los or�genes americanos, sep, M�xico.

 

Mathes, W. Michael

Sebasti�n Vizca�no y la expansi�n espa�ola en el oc�ano Pac�fico, 1580-1630, unam, M�xico, 1973.

 

---------------------

1971 �Datos biogr�ficos sobre el almirante de las Californias, Isidro de Atondo y Antill�n�, en Estudios de Historia Novohispana, IV, M�xico, pp. 105-111.

 

McCarty, Kieran�

1976b �Bibliograf�a ampliada sobre los pimas norte�os y la colonizaci�n hispanomexicana, 1680-1860�, en Braniff y Felger, pp. 311-331.

 

Meade, Joaqu�n�

1942 La Huasteca, �poca antigua, Coss�o, M�xico.

 

Meredith, John D.

1975 �The Yaqui Rebellion of 1740: a Jesuit Account and its Implications�, en Ethnohistory, 22, Tucson, pp. 222-261.

 

Merrill, William

2000 �La econom�a pol�tica de las correr�as: Nueva Vizcaya al final de la �poca colonial�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), UNAM, M�xico, pp. 623-667.

 

Meyer, Michael C.

1997 Agua en el suroeste hisp�nico. Una historia social y legal 1550-1850, ciesas-imta, M�xico.

 

Micheline Cari�o, Martha et al.

1995 Ecohistoria de Los Californios, Universidad Aut�noma de Baja California Sur, Baja California.

 

Mirafuentes, Jos� Luis

1979� �La insurrecci�n de los seris, 1725�, Bolet�n del agn, 3a serie, III, pp. 3-23.

 

------------------------�

1987 �Seris, apaches y espa�oles en Sonora. Consideraciones sobre su confrontaci�n militar en el siglo xviii�, en Hist�ricas, 22, agosto.

 

-----------------------�

1993 �Las tropas de indios auxiliares. Conquista, contrainsurgencia y rebeli�n en Sonora�, en Estudios de Historia Novohispana, 13, pp. 93-114.

 

-------------------------

2000 �Relaciones inter�tnicas y dominaci�n colonial en Sonora�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno, eds.), unam, M�xico, pp. 591-612.

 

Molina, Arturo

1991 Rencor apache. Sangre chiricahua, Chihuahua, s.e.

 

Montemayor, Andr�s

1990 La Congrega, Nuevo Reino de Le�n, Siglos xvi- xviii, Archivo General del Estado, Monterrey.

 

Moorhead, Max L.

1958 New Mexico�s Royal Road: Trade and Travel on the Chihuahua Trail, University of Oklahoma, Norman, Oklahoma.

 

--------------------�

1975 The Presidio-Bastion of the Spanish Borderlands, University of Oklahoma, Norman Oklahoma.

 

Mosk, S. A.

1934 �The Cardona Company and the Pearl Fisheries of Lower California�, en Pacific Historical Review, 3, pp. 50-61.

 

Mota Padilla, Mat�as de la

1870 Historia de la conquista de la provincia de la Nueva Galicia, Imprenta del Gobierno en Palacio, M�xico.

 

----------------------

1973 Historia del reino de Nueva Galicia en la Am�rica septentrional, inah-Universidad de Guadalajara, Guadalajara.

 

Moyano Pahissa, �ngela

1991 La p�rdida de Texas, Planeta, M�xico.

 

Nakayama, Antonio�

1975 Sinaloa: el drama y sus actores, Centro Regional del Noroeste, inah, M�xico.

 

Nasatir, Abraham P.

1976 Borderland in Retreat from Spanish Louisiana to the far Southwest, University of New Mexico Press, Albuquerque.

 

Navarro Garc�a, Luis�

1992 Sonora y Sinaloa en el siglo xvii, Siglo XXI, M�xico [Sevilla, 1967].

 

-------------------

1978 La Conquista de Nuevo M�xico, Cultura Hisp�nica del Centro Iberoamericano de Cooperaci�n, Madrid.

 

-------------------��

1989 �La pol�tica ind�gena de Espa�a en el noroeste�, en Jos� Luis Peset (ed), Culturas de la costa noroeste de Am�rica, Turner Libros, Madrid, pp. 209-222.

 

Naylor, Thomas h. y Charles S. Polzer

1988 Pedro de Rivera and the Military Regulations from Northern New Spain, 1724-1729. A Documentary History of His Frontier-Inspection and The Reglamento de 1729, The University Of Arizona Press, Tucson.

 

Neurath, Johannes

1994 �El llamado complejo ceremonial del sureste y los posibles contactos entre Mesoam�rica y la cuenca del Mississippi�, en Estudios de Cultura N�huatl, vol. 24, unam, M�xico, pp. 315-349.

 

Newcomb, W.W. jr.

1961 The Indians of Texas from Prehistoric to Modern Times, University of Texas Press, Austin.

 

Norris, Jimmy D.

1992 The Breakdown of Franciscan Hegemony in the Kingdom of New Mexico, 1692- 1757, tesis, Tulane University.

 

2000 N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff, Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno (eds.), unam, M�xico.

 

Obreg�n, Baltasar de

1986 Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva Espa�a, Chihuahua, Ediciones del Gobierno del Estado de Chihuahua.

 

Ocaranza, Fernando

1934 Establecimientos franciscanos en el misterioso reino de Nuevo M�xico, M�xico.

 

--------------------

1939 Cr�nicas de las provincias internas de Nueva Espa�a, Polis, M�xico.

 

------------------

1942 Parva cr�nica de la Sierra Madre y las Pimer�as, Stylo, M�xico.

------------------��

1954-1955 �Fundaci�n de nuevas misiones franciscanas en el a�o de 1803�, en The Americas, 11, pp. 449-472.

 

Ogden, Adele�

1941 The California Sea otter Trade, 1784-1848, University of California Publications in History, 26, Berkeley.

 

Ortega Soto, Martha

2001 Alta California: una frontera olvidada del noroeste de M�xico. 1769-1846, uam-Iztapalapa-Plaza yVald�s, M�xico (incluye mapa).

 

Orozco Orozco, V�ctor�

1992 Las guerras indias en la historia de Chihuahua. Primeras fases, Conaculta, M�xico.

 

Orozco y Berra, Manuel�

1871 Materiales para una cartograf�a mexicana, Sociedad Mexicana de Geograf�a y Estad�stica, Imprenta del gobierno en Palacio, M�xico.

 

Osante y Carrera, Patricia

1997 Or�genes del Nuevo Santander 1748-1772, unam, Universidad Aut�noma de Tamaulipas, M�xico.

 

P�rez de Villagr�, Gaspar

1900 Historia del Nuevo M�xico, 2 ts., Museo Nacional, M�xico.

 

P�rez Zevallos, Juan Manuel y Ludka de Gortari

1987 Indice de documentos para la historia ind�gena en la Huasteca, Gobierno del Estado de Hidalgo, M�xico.

 

Piette, Charles� J.G.M.

1947-1948 �Missions of Colonial New Mexico�, en The Americas, 4, pp. 243-254.

 

Pi�era Ramirez

1987 Visi�n hist�rica de la frontera norte de M�xico, Universidad Aut�noma de Baja California-unam, M�xico, 3 vols. Ils. Mps. Docs.

 

-------------------

1990 Historiograf�a de la frontera norte de M�xico, Universidad Aut�noma de Baja California-Universidad Aut�noma de Nuevo Le�n.

 

Porras Mu�oz, Guillermo

1980� Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, 1562- 1821, unam, M�xico [Pamplona, 1966a.]

 

-----------------------------

1980 La frontera con los indios de Nueva Vizcaya en el siglo xvii, Fomento Cultural Banamex, M�xico.

 

Portillo, Esteban L.

1984 Apuntes para la historia antigua de Coahuilia y Texas, Universidad Aut�noma de Coahuila, Saltillo.

 

Portillo y D�ez de Sollano, �lvaro del

1947 Descubrimiento y exploraciones en las costas de California, Madrid.

 

Powell, Philip Wayne

1977 La guerra chichimeca (1550- 1600), Fondo de Cultura Econ�mica, M�xico.

 

-----------------���

1980 Capit�n mestizo. Miguel Caldera y la frontera norte�a, Fondo de Cultura Econ�mica, M�xico.

 

Priestley, Herbert Ingram

1916 Jos� de G�lvez, Visitor-General of New Spain (1765-1771), University of California (Publications in History, 5), Berkeley.

 

Prieto, Alejandro��

1975 Historia, geograf�a y estad�stica del estado de Tamaulipas, Porr�a, M�xico [1873. (Edici�n facs�mile con introducci�n de Carlos Gonz�lez Salas, M�xico, 1976)]

 

Radding de Murrieta, Cynthia

1977 �The Function of the Market in Changing Economic Structures in the Mission Communities of Pimer�a Alta, 1768- 1821�, en The Americas, 34, pp. 155-169.

 

-------------------------------

1978 Las esctructuras socio-econ�micas de las misiones de la Pimer�a Alta, 1768-1850, sep-inah, Hermosillo, Sonora.

 

------------------------

1995 Entre el desierto y la sierra. Las naciones o�odham y teg�ima de Sonora, 1530- 1840. ciesas-ini, M�xico.

 

Ram�n, Regino�

1990 Historia General del Estado de Coahuila, Universidad Aut�noma de Coahuila, Saltillo.

 

Riley, Carroll L. y Basil C. Hedrick

1978 Across the Chichimec Sea: Papers in Honor of J. Charles Kelley, Carbondale, Ill.

 

R�o, Ignacio del�

1974� �Poblaci�n y misiones de Baja California en 1772. Un informe de fray Juan Ramos de Lora�, en Estudios de Historia Novohispana, V, M�xico, pp. 241-271.

 

------------------

1975 Gu�a del Archivo Franciscano, M�xico.

 

-------------��

1984 Conquista y aculturaci�n en la California jesuita, M�xico, unam.

 

-----------------

2000 �Cazadores-recolectores en la Baja California misional: una tradici�n cultural en crisis�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 583-590.

 

Robinson, W.W.

1979 Land in California. University of California Press [Berkeley y Los �ngeles, 1948].

 

Rodr�guez Garc�a, Martha

1995 Historias de resistencia y exterminio. Los indios de Coahuila durante el siglo xix. M�xico, ciesas-Instituto Nacional Indigenista (Colecci�n de los pueblos indios), M�xico.

 

 

------------------

1996 Indios, soldados y pobladores. El exterminio del n�mada en Coahuila, 1840-1880, Universidad Iberoamericana, M�xico, tesis de maestr�a.

 

Rodr�guez Sala, Ma. Luisa

1999 Los gobernadores de la provincia de Sonora y Sinaloa, 1733-1771, Universidad Aut�noma de Sinaloa-unam.

 

Rodr�guez Sala, Ma. Luisa et al.

1995 Exploradores en el Septentri�n Novohispano, Conaculta-unam, M.�. Porr�a, M�xico.

 

-----------------------------.

1993 Navegantes, exploradores y misioneros en el Septentri�n Novohispano, siglo xvi, Conaculta-unam, M�xico,.

 

 

---------------------------

1997 La expansi�n del Septentri�n novohispano (1614-1723). Algunos personajes y sus contribuciones, Instituto Estatal de Documentaci�n de Coahuila- unam.

 

.............................

1999 La expedici�n militar-geogr�fica a la junta de los r�os Conchos y Grande del norte y al Bols�n de Mapim�: 1728 y 1749, unam, M�xico.

 

---------------------�� (coord.)

2004 Del estamento ocupacional a la comunidad cient�fica: astr�nomos-astr�logos e ingenieros (siglos xvii al xix), unam, M�xico.

 

Roca, Paul M.

1967 Paths of the Padres Through Sonora: an Illlustrated History and Guide to its Spanish Churches, Tucson.

 

Ruvalcaba Mercado, Jes�s (coord.)

1998 Nuevos aportes al conocimiento de la Huasteca, ciesas, M�xico.

 

Sald�var, Gabriel�

1943 Los indios de Tamaulipas, Instituto Mexicano de Geograf�a y Estad�stica, M�xico.

 

-------------------�

1945 Historia compendiada de Tamaulipas, M�xico.

 

---------------------

1946 Archivo de la historia de Tamaulipas, 7 vols., M�xico.

 

Sariego Rodr�guez, Juan Luis

2000� �Propuestas y reflexiones para una antropolog�a del norte de M�xico�, en Bolet�n del Colegio de Etn�logos y Antrop�logos Sociales A.C., n�m. 3, Nueva �poca, pp. 2-7.

 

Sauer, Carl

1932 The Road to C�bola, Ibero Americana, 3, Berkeley.

 

----------------�

1966 The Early Spanish Main, University of California, Berkeley y Los �ngeles.

 

Sauer, Carl y Donald Brand

1932 Aztatl�n: Prehistoric Mexican Frontier on the Pacific Coast, University of California, Ibero-Americana, 1, Berkeley.

 

Scholes, France V.

1932 �Problems in the Early Ecclesiastical History of New Mexico�, nmhr, 7, pp. 32-74.

 

---------------

1935 �Civil Government and Society in New Mexico in the Seventeenth Century�, nmhr, 10, pp. 71-111.

 

--------------

1936 �Church and State in New Mexico, 1610-1650�, nmhr, 11, pp. 9-26, 145-178, 283-294, 297-349.

 

----------------

��� �Troublous Times in New Mexico, 1659- 1670�, nmhr, 12, 1937, pp. 134-174, 380-452;� n�m. 13, 1938, pp. 63-84; n�m. 15, pp. 249-268, 369-417; n�m. 16, 1941, p. 15-40, 184-205, 313-327.

 

-----------------�

��Royal Treasury Records Relating to the Province of New Mexico, 1596-1683�, nmhr, 50, 1975, pp. 5-23, 139-164.

 

Scholes, France V. y Landsing Bloom

��Friar Personnel and Mission Chronology, 1598-1629�, nmhr, 19, 1944, pp. 319-336;� 20, 1945, pp. 58-82.

 

Schroeder, Albert H.

�Shifting for Survival in the Spanish Southwest�, en Weber, David, J. New Spain`s far northern frontier: Essays on Spain in the American West, 1540-1861, Albuquerque, 1979, pp. 237-255.

 

Schroeder, Albert H. y Dan S. Matson�

1965 A Colony on the Move: Gaspar Casta�o de Sosa�s Journal, 1590-1591, Santa Fe.

 

Schurz, William L.

1939 The Manila Galleon,� E.P. Dutton, Nueva York.

 

Sheridan, Cecilia

2000 An�nimos y desterrados. La contienda por el �Sitio que llaman de Quauyla�, siglos xvi- xviii, ciesas-Miguel �ngel Porr�a, M�xico.

 

Simmons, Marc

1964 �Tlascalans in the Spanish Boderlands�, nmhr, 39, pp. 101-110.

-------------------

1966 �New Mexico�s Smallpox Epidemic of 1780-1781�, nmhr, 41, pp. 319-326.

-------------------

1968 Spanish government in New Mexico, s.l.

 

Spicer, Edward H.

1962 Cycles of Conquest: The Impact of Spain, Mexico and the United States on the Indians of the Southwest, 1533-1960, Tucson.

 

Stresser- P�an, Guy

2000 San Antonio Nogalar: la Sierra de Tamaulipas y la frontera noreste de Mesoam�rica, M�xico, El Colegio de San Luis-Universidad Aut�noma deTamaulipas-cemca, M�xico.

 

Strout, Clevy Lloyd

1978 �The Resettlemente of Santa Fe, 1695: The Newly Found Muster Roll�, nmhr, 5, pp. 260-270.

 

Su�rez Arg�ello, Ana Rosa y Marcela Terrazas Basante

1997 Pol�tica y negocios: ensayos sobre la relaci�n entre M�xico y los Estados Unidos en el siglo xix, unam, Instituto Mora, M�xico.

 

Su�rez Arg�ello, Clara Elena�

2002 �Estudio Introductorio�, en Informe general que en virtud de Real Orden instruy� y entreg� el excelent�simo se�or marqu�s de Sonora, siendo visitador general de este reuino, al excelent�simo se�or virrey don Antonio Bucarely y Urs�a con fecha 31 de diciembre de 1771, edici�n facsimilar, ciesas-M.�. Porr�a, M�xico.

 

Swadesh, Frances

1973 Leon� 20 000 Years of History: a New Mexico Bibliography, Santa Fe.

 

----------------

1988 Los primeros pobladores. Antecesores de los chicanos en Nuevo M�xico, fce, M�xico.

 

Tamayo Sanchez, Jes�s

1992 La ocupaci�n espa�ola de las Californias, Plaza y Vald�s, M�xico.

 

Taraval, Sigismundo

1931 The Indian Uprising in Lower California 1734-1737 (Marguerite Eyer Wilbur trad. y ed.) Los �ngeles.

 

Taylor, Walter W.

1966 �Archaic Cultures Adjacent to the Northeastern Frontiers of Mesoamerica�, en Handbook of Middle American Indians, University of Texas Press, Austin, pp. 59-94.

 

Taylor, Walter

1961 �Archaeology and Language in Western North America�, en American Antiquity, 27, pp. 71-81.

 

Taylor, William y Franklin Pease G.Y. (eds)

1994 Violence, Resistance and Survival in the Americas. Native Americans and the Legacy of Conquest, Washington y Londres, Smithsonian Institution Press.

 

Teja, Jes�s F. de la

1993 �Sobrevivencia econ�mica en la frontera de Texas: los ranchos ganaderos del siglo xviii en San Antonio de B�xar�, en Historia Mexicana, M�xico, vol XLII, n�m. 4, abril-junio, pp. 837-866.

 

Thomas, Alfred Barnaby

1932 Forgotten Frontiers: a Study of the Spanish Indian Policy of Don Juan Bautista de Anza, Governor of New Mexico, 1777-1787, Norman, Oklahoma.

 

Thurman, Michael E.

1967 The Naval Department of San Blas: New Spain�s Bastion for Alta California and Nootka, 1767 to 1798, Glendale, California.

 

Tjarks, Alicia V.

�Comparative Demographic Analysis of Texas, 1777-1793�, en Southern Historical Quarterly, 77, 197, p. 291-8.

 

---------------------

1978 �Demographic, Ethnic and Occupational Structure of New Mexico, 1790�, en The Americas, 25, pp. 5-88.

 

Torre Villar, Ernesto de la

1985 Coahuila, tierra anchurosa de indios, mineros y hacendados, M�xico, Sidermex.

 

Trueba, Alfonso

1956 Nuevo M�xico, Campeador, M�xico.

 

-----------------

1957 California, tierra perdida, Campeador, M�xico.

 

Twitchell, Ralph E.

1911-1912 The Leading Facts of New Mexican History, 2 vols., Cedar Rapids, Iowa.

 

Vald�s D�vila, Carlos Manuel�

1995 La gente del mezquite. Los n�madas del noreste en la colonia, ciesas-ini, M�xico.

 

Vald�s Huerta, Nicolas

1979 Bola�os Jalisco. Ensayo hist�rico, Guadalajara.

 

Vali�as, Leopoldo

2000 �Lo que la ling��stica yutoazteca podr�a aportar en la reconstrucci�n hist�rica del Norte de M�xico�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff. (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 175-205.

 

V�zquez, Josefina Zoraida (coord.)
1996 De la rebeli�n de Texas a la Guerra del 46, El Colegio de M�xico, M�xico.

 

V�zquez, Josefina Zoraida

1977 Mexicanos y norteamericanos ante la Guerra del 47, Ateneo, M�xico.

 

------------------------

1997 �M�xico y la guerra con los Estados Unidos�, en M�xico al tiempo de su guerra con EEUU, 1846-1848, Secretar�a de Relaciones Exteriores-El Colegio de M�xico-fce, M�xico, pp. 17-46.

 

-----------------------

2000 Tratados de M�xico. Soberan�a y territorio 1821-1910, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico.

 

V�zquez, Josefina Zoraida y Lorenzo Meyer

2001 M�xico frente a Estados Unidos (un ensayo hist�rico 1776-1988), 4a ed., fce, M�xico.

 

Velasco �vila, Cuauht�moc

1996 En manos de los b�rbaros, Breve Fondo Editorial, M�xico.

 

--------------------��

1998 La amenaza comanche en la frontera mexicana, 1800-1841, unam, M�xico, tesis doctorado en historia.

 

Vel�zquez, Mar�a del Carmen

1974 Establecimiento y p�rdida del Septentri�n de Nueva Espa�a, El Colegio de M�xico, M�xico.

 

----------------

1961 Colotl�n: doble frontera contra los b�rbaros, M�xico.

 

----------------

1982 La frontera norte y la experiencia colonial, Secretar�a de Relaciones Exteriores. M�xico, Docs.

 

----------------

1976 El Marqu�s de Altamira y las provincias internas de Nueva Espa�a, El Colegio de M�xico, M�xico.

 

----------------

1979 Tres estudios sobre las provincias Internas de Nueva Espa�a, El Colegio de M�xico, M�xico.

 

Villarello V�lez, Ildefonso

1970 Historia de Coahuila, n�m. 17, Saltillo.

 

Vizcaya Canales, Isidro

1969 �Composici�n �tnica de la poblaci�n de Nuevo Le�n en la consumaci�n de la Independencia�, en Humanitas, 10, Monterrey, pp. 447-450.

 

Wallace, Ernest y E. Adamson Hoebel

1986 The Comanches. Lords of the South Plains, University of Oklahoma Press.

 

Weber, David J.

1976 El M�xico perdido. Ensayos escogidos sobre el antiguo norte de M�xico, antolog�a, sep, M�xico.

 

----------------------

1979 La frontera espa�ola en Am�rica del Norte, Fondo de Cultura Econ�mica, M�xico.

 

------------------

1979 New Spain`s far Northern Frontier: Essays on Spain in the American West, 1540-1861, Albuquerque.

 

Weber, Francis J.

1964 �The San Francisco Chancery Archives�, en The Americas, 20, pp. 313-321.

 

---------------------

1972 The California Missions As others Saw Them: 1786-1842, Los �ngeles.

 

Weddle, Robert

1968 San Juan Bautista. Gateway to Spanish Texas, University of Texas Press, Austin.

 

---------------

��San Juan Bautista: Mother of Texas Missions�, shq, 71, pp. 542-563.

 

Weigand, Phil C. y Acelia Garc�a de Weigand

2000 �Din�mica socioecon�mica de la frontera prehisp�nicaa de Mesoam�rica�, en N�madas y sedentarios en el Norte de M�xico. Homenaje a Beatriz Braniff (Marie Areti Hers, Jos� Luis Mirafuentes, Mar�a de los Dolores Soto, Miguel Vallebueno eds.), unam, M�xico, pp. 113-125.

 

West, Robert C. y James J. Parsons

1941 �The Topia Road: a Trans-sierran Trail of Colonial Mexico�, en Geographical Review, 31,� pp. 40-1.

 

Worcester, Donald W.

1951 �The Navaho During the Spanish Regime in New Mexico�, nmhr, 26, pp. 101-118.

 

Wycherley, George

1928 Buccaneers of the Pacific, The Bobbs Merrill Company Publishers, Indian�polis.

 

Zorrilla, Luis G.

1966 Historia de las relaciones entre M�xico y los Estados Unidos de Am�rica 1800-1958, Porr�a, M�xico.



[1] Se trata solamente de una selecci�n de documentos que se publican dentro del Proyecto Amoxcalli.

[2] Archivo General de la Naci�n, Inquisici�n, M�xico, vol. 969, exp. 9, ff. 172-173.

[3]Humboldt Vues de Cordill�re,� t. I. p. 229, citado en Boban,� 1888, segundo libro, p. 225.

[4] La selecci�n que se hizo a partir de los t�tulos de los documentos de la bnf �en ocasiones incompletos�� para formar este peque�o grupo de �Textos sobre el norte de la Nueva Espa�a� parti� del inter�s en la cartograf�a y la etnograf�a del septentri�n novohispano. Pueden haber quedado fuera del grupo documentos importantes para el tema, ya que esta selecci�n no pretende ser exhaustiva.

[5] Para una revisi�n bibliogr�fica relativamente reciente ver Pi�era 1987 y 1990.

[6] Para mencionar algunos, Aboites, 1995, 2000; Alessio Robles, 1938; Almada, 1968;� �lvarez, 2000; Cramaussel, 1990, 2000; Garza 2003a,� 2003b; G�mez Canedo, 1968, 1977; Hackett, 1944; Hausberger, 2000;� del Hoyo, 1972; Mirafuentes, 1979, 1993, 2000;� Radding, 1977, 1978, 1995; del R�o, 1974, 1975, 1984, 2000; Marta Rodr�guez Garc�a, 1995; Rodr�guez Sala, 1993, 1997, 1999, 2004;� Sheridan, 2000; Vel�zquez, 1974.

[7] M�xico, unam, 1996.

[8] Citado en Hackett, 1944,� p. 468. Ver tambi�n Escoto Ochoa, 1949 y Vel�zquez, 1974.

[9] Citado en Hackett, 1944,� p. 462.

 

[10] De manera similar en el documento de la bnf n�m. 174 se mezclan parcialmente informes sobre la Pimer�a Alta, tomados probablemente de informes del padre Kino, fojas 1 hasta 5, y luego se hacen extractos sobre el Nuevo M�xico tomados del tratado sobre Am�rica Septentrional del capit�n Juan Matheo Mange, ff. 5v-7. Igualmente en el documento bnf n�m. 198 se resume informaci�n sobre la costa de California, en el documento� n�m. 258 del mismo acervo se resumen datos estad�sticos econ�micos, geogr�ficos, demogr�ficos de ciudades, villas, corregimientos y alcald�as menores con especial atenci�n en los tributos recaudados entre 1772 y 1784. En el documento de la bnf n�m. 191 se reunen copias de cartas, informes y reportes sobre el Nuevo M�xico de distintos autores igual que, a�adiendo Texas, tambi�n en los n�ms. 194, 199 y 199 bis.

[11] En este documento n�m. 166 que es un amplio y erudito estudio �que est� incompleto porque abarca s�lo los par�grafos 35 al 107� se citan obras que describen los descubrimientos y caracter�sticas de Florida, la Bah�a del Esp�ritu Santo y se extraen datos sobre la presencia espa�ola en el Mississippi y el norte de Texas hasta el territorio de �los Kappas� y de �los Akansas� con sus latitudes. Las comparaciones geogr�ficas se hacen constantemente con el mapa de Arrowsmith de la regi�n y con el mapa de Lafore del norte de la Nueva Espa�a.

[12] Carta de Pichardo citada en el documento bnf n�m. 164.

[13] Hackett, 1944, p. 468.

[14] Hackett, 1944, p. 468. V�ase tambi�n Escoto Ochoa, 1949. Otros estudios m�s generales sobre los l�mites septentrionales y las relaciones mexicano-norteamericanas son los de Bosch Garc�a, 1961; Flores Caballero, 1982; Gutierrez Ibarra, 1989; Moyano, 1991; Pi�eda, 1987, 1990; Qui�ones, 1994; Su�rez Arg�ello, Ana Rosa, 1997; V�zquez, 2000; Vel�zquez, 1974, 1976, 1979, 1982; Zorrilla, 1966, entre muchos otros m�s.

[15] Hackett, 1944, p. 471. Ver Hackett, 1931.

[16] Cfr. Weber, 1976, 1979. Sobre estos grupos ind�genas en el norte es muy amplia la historiograf�a, ver bibliograf�a.

[17] Sobre la historia del real de Santa B�rbara ver Cramoussel, 1990.

[18] Los nombres propios de los distintos pueblos ind�genas se escribir�n en este ensayo con may�scula. Se quisiera resaltar con ello su individualidad y especificidad, asi como subrayar el hecho que forman parte de la� historia de la Nueva Espa�a-M�xico, aunque han sido ignorados por mucho tiempo.

[19] Weigand y Garc�a 2000, ver ah� bibliograf�a citada. Hay que tener noci�n de que exist�a un comercio de turquesas desde zonas de Nuevo M�xico hasta Michoac�n, Oaxaca y Yucat�n, que se utilizaban rutas mar�timas por el Pac�fico a lo largo de la costa de toda Am�rica, as� como las fluviales y mar�timas por el �Seno Mexicano� (o sea el Golfo de M�xico ) que, por ejemplo, comunicaban sitios como Tantoc en San Luis Potos� con Cahokia (o Tamarora) en el alto Mississippi. Sobre las culturas del Mississippi ver Neurath 1994.

[20] Los animales que hoy conocemos como b�falos se los denominaba �c�bolas�, �c�bolos� y son un elemento central para entender la cultura de muchos de los pueblos nativos de Norteam�rica, como se percibe en los documentos que analizamos y subrayaremos a lo largo de este estudio.

[21] Es excelente la discusi�n de este tema por Cramoussel, 2000 p. 275 ss. Ver tambi�n Sheridan, 2000, p. 352� y ss; �lvarez, 2000; Griffen, 1969, 1979; Chapman, 1916, 1921; Newcomb (1961) 2002; Brooks, 2002.

[22] Sobre Sonora en el siglo xviii ver Radding 1977, 1978 y 1995, Rodr�guez Sala, 1999 y Hausberger, 2000, adem�s de la bibliograf�a al final de esta introducci�n.

[23] Ver G�mez Canedo, 1988. M�s informaci�n sobre el padre Mazanet en Rodr�guez Sala et al., 1997,� p. 185 y ss.

[24] Ver sobre esos pueblos Rodr�guez Garc�a, 1995; Vald�s D�vila, 1995; Chipman, 1992; Newcomb, 1961; Sheridan, 2000.

[25] Sobre la historia de Texas ante el �reto franc�s� y el papel de los evangelizadores, ver Vel�zquez 1974 p.89ss.

[26] Ver sobre O�ate, Rodr�guez Sala et al 1995 p. 209 ss,� entre otros.

[27] �lvarez, 2000; Cramoussel, 2000.

[28] Cfr. Krieger 1946, Newcomb� (1961) 2002 y la bibliograf�a que cita.

[29] Esta informaci�n se repite en muchos tratados cuando mencionan Teguayo o Tehuayo. El capit�n Mang�, copiado en el documento n�m 174 f. 6v, por ejemplo, dice que en el siglo xviii, estando �l en el real de Chihuahua un indio que hablaba espa�ol y yuta le dijo que vivi� tres a�os en el pueblo de naci�n tehuayo, con casas de dos altos y muros y con calles y cuarteles derechos.� A�ade el capit�n que ese reino se encuentra contiguo a la naci�n yuta pero hacia la costa del mar Californio por los 50 grados norte.

[30] Este tema lo estudia detalladamente para el siglo xix Brooks, 2002.

[31] Velasco, 1998, es el estudio mexicano m�s reciente y detallado que se concentra sobre todo en el siglo xix. Ver tambi�n Vald�s, 1995; Velasco, 1996; Newcomb, 2002, pp. 155-191; Wallace y Hoebel, 1952.

[32] �lvarez, 2000: 343.

[33] Ver sobre el tema de los comanches y el problema de la identidad, Velasco, 1998.

[34] Arlegui, 1737, citado en bnf n�m 166, f. 8v.

[35] Rodr�guez Sala, 1993, 1997 y 2004 estudia ampliamente los aportes cient�ficos de las expediciones por tierra y por mar al norte del virreinato.

[36] Ver Le�n-Portilla, 1989.

[37] Recientemente Hausberger, 2000, ha documentado ampliamente este fen�meno.

[38] Gerhard, 1996, p. 442. Ver sobre Tamaulipas Sald�var, 1943, 1945; Stresser-Pean, 2000. Sobre la Huasteca Meade, 1942; P�rez Zevallos y Ludka de Gortari, 1987; La visita, 2001;� Ruvalcaba, 1998.

[39] El t�rmino �chichimeca� merece atenci�n y una discusi�n amplia. Aqu� solamente se usa como en las fuentes del siglo xvi, es decir, como sin�nimo de indios norte�os no agr�colas o� �indios de guerra�. Ver Braniff, 1997, 2000 y bibliograf�a de los trabajos compliados en N�madas, 2000.

[40] Ver sobre la Huasteca: Meade, 1942; P�rez Zevallos y Ludka de Gortari 1987; Ruvalcaba, 1998; La visita 2001, entre otros.

[41] Gerhard 1996, p. 443.

[42] Sheridan 2000, Garza 2003 a ,� 2003 b.

[43] El franciscano Puelles elalbor� adem�s de esos documentos (BNF 158) tambi�n otro informe en �pocas posteriores (1827) sobre los l�mites de Texas que fue de gran utilidad para otra Comisi�n de L�mites. Ver Bibliograf�a.

[44] Sobre las expediciones del siglo XVI� ver Rodr�guez -Sala et al 1993.

[45] Gerhard, 1996, p. 390.

[46] Kelley, 1952; Neurath, 1994, ver ah� bibliograf�a.

[47] Sauer, 1932; Gerhard, 1996; Hausberger, 2000.

[48] Gerhard, 1996, p. 378. Cfr. Rodr�guez Sala, 1993, ver bibliograf�a.

[49] Radding 1977, 1978, 1995; Mirafuentes, 1979, 2000; del R�o, 1984; Hausberger, 2000.

[50] Hay que subrayar la gran importancia que tuvieron las tropas de pueblos indios amigos para los colonos y los militares, aunque solamente se hable de ellos colateralmente en las fuentes, donde se mencionan generalmente s�lo como �tropas auxiliares�. La historiograf�a reciente muestra c�mo las naciones ind�genas ten�an que �comprobar� su lealtad a los espa�oles combatiendo activamente a otros pueblos o participando en las guerras sirviendo como tropa auxiliar de los europeos; adem�s, cuando algunos ind�genas osaron levantarse en armas algunos contra los europeos intrusos, las contraofensivas punitivas resultaban sumamente crueles. Cfr. Mirafuentes, 1993; del R�o, 1984; Hausberger, 2000; �lvarez, 2000, entre otros.

[51] Mirafuentes, 1979.

[52] Kessell, 1966, 1976; Hausberger, 2000.

[53] Vel�zquez, 1974, 1979.

[54] Su�rez Arguello, Clara Elena, 2002. p. BXV y ss.

[55] Vel�zquez 1974, p. 182-183. Ver bibliograf�a especializada en este tema mencionada en la nota 13.

[56] Gerhard, 1996, p. 385.

[57] Curiel, 1994; Gonz�lez Qui�ones, 1998;� Radding, 1977, 1978 y 1995; Mirafuentes, 1979, 1993, 2000; Del R�o 1974, 1975, 1984; Hausberger, 2000.

[58] En las cr�nicas de las �rdenes religiosas, por ejemplo la de los franciscanos de Arlegui de 1737 o la de Arrecivita de 1792, hay ejemplos de �vida, virtudes y feliz muerte�� de varios� frailes franciscanos que fueron a la conversi�n de los indios del norte.

[59] Citado en Luis Gonz�lez Rodr�guez,� 1977, p. 249.

[60] Este esp�ritu de cruzada y guerra santa se percibe bien en el relato del padre Z�rate, quien, hablando de un compa�ero religioso franciscano, fray Francisco L�pez, al cual hab�an matado los indios del pueblo de Purai en el Nuevo M�xico a fines del siglo xvi, opinaba que �no se quedaron sin castigo, que bien lo pagaron� (bnf n�m. 379 f. 15). Cuando 33 a�os m�s tarde se desenterraron los huesos de dicho padre, �se llevaron con toda veneraci�n y respeto en procesi�n, todos los religiosos revestidos y a pie, hasta colocarlos en la iglesia de Zand�a, y �desde que comenz� a salir la procesi�n, comenz� el santo a hacer milagros� (bnf n�m. 379 f. 16).

[61] V�ase informe de recorrido del padre Kino n�m.174, sobre otros misioneros jesuitas, la organizaci�n de las misiones, sus estudios de las lenguas y sus informes. Consultar tambi�n Hausberger, 2000, y la bibliograf�a anexa.

[62] Los nahuatlismos en las cr�nicas jesuitas se analizan detalladamente por Gonz�lez Rodr�guez, 1977. Esa obra es fundamental para conocer la forma de pensar, de actuar de los misioneros jesuitas, al mismo tiempo que profundiza en la etnograf�a de la Pimer�a Alta.

[63] Su precisi�n ling��stica tambi�n se manifestaba en sus conceptualizaciones religiosas, pues como se lee en los documentos que aqu� se publican, hablaban de indios id�latras� s�lo cuando encontraban �dolos, lo que no fue el caso, al parecer, en la mayor�a de los pueblos de las regiones que en este caso nos interesan (bnf n�ms. 167 y 169). En el caso de los indios de California que viv�an entre la misi�n de San Diego y el puerto de San Francisco, se dice, para citar otor ejemplo, que en esos indios�� no se hab�a encontrado,� seg�n informes del padre Palou, �el menor vestigio de idolatr�a, sino s�lo una mera infidelidad negativa" (bnf n�m. 180. f. 2).

[64] Hausberger, 2000; Brooks, 2002; Cramaussel, 2000; �lvarez, 2000.

[65] 1998, p. 465.

[66] Aun el t�rmino �espa�ol debe entenderse siempre en el contexto de la �poca, es decir, no ten�a que ver con Espa�a ni con la territorialidad de un estado nacional, m�s bien era una expresi�n socio-�tnica y estamental. No se refer�a a quien hab�a nacido en Espa�a, sino que se era espa�ol por ser hijo de espa�ol, es decir, hab�a much�simos espa�oles nacidos en Zacatecas,� Oaxaca, etc�tera.

[67] Solamente con estudios demogr�ficos detallados se podr�n superar esos mitos. Tales estudios deben basarse, entre otros, en datos de archivos parroquiales que permiten an�lisis poblacionales mucho m�s finos. Ver los excelentes estudios al� respecto de Cramausel, 1990; �lvarez, 2000; Aboites, 2000.

[68] Gerhard, 1996, p. 420.

[69] Leutenegger, citado en Gerhard, 1996, p. 420.

[70] Gerhard, 1996, p. 397.

[71] Hackett, 1923-1937; Scholes, 1936; Van Hasting Garner, 1974.

[72] Gerhard, 1996, p. 353.

[73] Sobre la complejidad de la concepci�n de �violencia� son de inter�s las amplias reflexiones en Velasco, 1998, p. XVIII y ss.

[74] Sariego, 2000, p. 5.


 
Facsimilar