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MANUSCRITOS CATÓLICOS

FONDO MEXICANO DE LA

BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

Documento No. 283

Manuscritos católicos

 

Blanca Lilia Álvarez Torres

Armando Santiago Sánchez

 

Los documentos que aquí se presentan son de tendencia religiosa entremezclada con la ciencia y la salud en la ciudad de México. Desde los tiempos antiguos, los hombres han depositado su fe y confianza en entes superiores que sólo la mente es capaz de crear e imaginar, ese ente superior y poderos es o son los dioses, creadores de la vida y de todas las cosas que existen en el universo, por lo tanto, los hombres comunes buscan afanosamente el estar bien con ellos y respetar e inclusive adorar a aquellos seguidores fehacientes de los dioses (los santos y los profetas). En nuestro país, la religión ha tenido cambios significativos en su historia, de una religión politeísta donde cada fenómeno de la naturaleza era asociado con una divinidad determinada, se convirtió en monoteísta gracias a la llegada de los españoles, quienes introdujeron el catolicismo e impusieron una visión diferente de ver la vida y las cosas en la mente de los naturales mexicanos.

En la administración del virreinato de la Nueva España se distinguían dos tipos de gobierno, el temporal y el espiritual: el gobierno temporal representaba el poder civil y militar y el gobierno espiritual representaba a la religión, que al final cada uno se complementaba mutuamente, aunque en determinadas regiones el poder espiritual era más importante que el temporal.

El gobierno temporal de México iniciaba desde España con el poder supremo, donde la figura monárquica, absoluta y hereditaria dominaba la esfera política. El soberano (rey) reunía en sus manos el poder Legislativo, Administrativo y Judicial y no estaba sujeto al consentimiento de los súbditos; el rey era considerado, por convicción, que su poder emanaba directamente de dios y sólo a él podía darle cuentas. El rey encabezaba el gobierno imperial y de allí caía en cascada hasta llegar a las autoridades regionales, tanto de la metrópoli española, así como de los virreinatos que lo conformaban.

En las regiones apartadas de la Nueva España, el gobierno espiritual logra controlar a los pueblos y fungir como autoridad civil que resolvía los conflictos que sucedían en la sociedad, como asesinatos, robos, asaltos y herejías. El gobierno espiritual entraba al quite cuando no había alcalde mayor o corregidor en la provincia donde se hallaban, por ello tenían que entrar en acción en el gobierno, en la impartición de justicia y en la administración de la hacienda: este poder era aún mayor que el de los propios alcaldes de las regiones de la Nueva España. Las ordenes religiosas obedecían directamente al Papa, por lo tanto, no aceptaban que los arzobispos y los obispos de las zonas les ordenaran su quehacer cristiano. Las órdenes jugaron un papel importante en la pacificación de los indios de las diferentes zonas conflictivas de México, entre ellas las del norte de México donde se localizaban grupos indígenas a quienes nunca se logró pacificar, y el centro sur de México donde se toparon con naturales aculturados que en un principio se puso en tela de juicio al dios que los españoles imponían.

 

De los primeros católicos que llegaron al nuevo continente, distinguimos dos organizaciones claramente definidas conocidos como clero regular y clero secular, cada uno cumpliendo con funciones que pocas veces se unieron durante la época colonial. Desde la época de los descubrimientos y conquistas españolas, las distintas ordenes religiosas competían para ser los primeros en empadronarse en las embarcaciones de exploración que tenía como mira el conquistar y expandir el dominio religioso y territorial de los reyes en las distintas partes del mundo: América, Asia y África.

 

  1. El Clero Regular, compuesto por monjas y frailes católicos que vivían en conventos o monasterios bajo la disciplina de la orden a la que pertenecían, se estableció en la Nueva España con el propósito de adoctrinar en la fe católica a los naturales, todos basaban sus acciones y actitudes poniendo como ejemplo a los religiosos que les antecedieron y que se convirtieron en santos. La primera orden religiosa que llegó a tierra novohispana fue la de los franciscanos en 1522 a Veracruz y a Tlaxcala, fue hasta el 23 de junio  de 1524 cuando arriban a la Ciudad de México  (orden creada por san Francisco de Asís en 1209 y el Papa  Inocencio III aprueba  la regla que adaptarían los seguidores de la orden). Posteriormente se establecieron las órdenes dominicas en 1526 (fundada en Toulouse en 1206 por Santo Domingo de Guzmán para luchar contra los herejes albigenses), los agustinos arribaron en 1533 (seguidores de San Agustín, padre de la iglesia y obispo de Hipona, escritor de varios libros de teología medieval), dieguinos, carmelitas, mercedarios, jesuitas (orden militar fundada por San Ignacio de Loyola en 1521 con el fin de combatir con las armas a todos los herejes de la tierra), filipenses, juaninos, hipólitos y betlemitas. La orden de los betlehemitas fue la última orden fundada en América durante la época colonial. El clero regular que englobaba a todos los frailes regulares no estuvieron sometidos al control de los obispos, por lo menos hasta el siglo xvii, siglo en que el rey español se vio en la necesidad de regular el poder y las acciones de todas las ordenes religiosas novohispanas que crecían más y más en todas las regiones de México: por Real Cédula se ordenó la secularización de las parroquias indígenas administradas por las ordenes religiosas y se prohibieron los bienes raíces de éstas en los pueblos indígenas.

 

  1. El Clero Secular, constituido por sacerdotes católicos no sujetos a votos religiosos ni a reglas de instituto religioso o monacal, fueron los encargados de administrar las parroquias adscritas a los obispados o diócesis, cuyo titular era el obispo. La jurisdicción de este prelado fue completa sobre el clero secular.

 

Los altos jerarcas de la Iglesia, como el obispo, en el ejercicio de sus funciones administrativas contaron con la colaboración con un cuerpo colegiado llamado Cabildo Eclesiástico y sus ministros quienes resolvían todos los conflictos internos de la Iglesia, el obispo también contaba con el provisor y vicario general a modo de secretario y ayudante en quienes delegaba poderes para que en su representación asistieran a las distintas jurisdicciones de su obispado.

 

 

 

            El gobierno espiritual se desglosaba de la siguiente manera:

 

PAPA

 

 

 


ARZOBISPO

    

 

OBISPOS

    

 

PÁRROCOS

    

 

CURAS                           ÓRDENES RELIGIOSAS  

 

 

            Como vemos las órdenes religiosas dependían directamente del Papa, y sólo al Papa daban cuenta de sus actos; gracias a esta independencia, rápidamente escalaron peldaños de poder y se convirtieron en una fuerza política y religiosa que sobrepasaba a las autoridades regionales: se convirtieron en los más ricos de las regiones, como los jesuitas en el norte de México.

Por otro lado, el poder de los arzobispos, prelados encargados de un arzobispado, tuvieron bajo su jurisdicción a varios obispos. Entre las funciones que le tocaron desempeñar a los arzobispos estaban: cuidar de su clero; corregir y castigar a los clérigos seculares y regular lo que necesitasen; cuidar que las parroquias estuvieran atendidas por personas idóneas; supervisar los establecimientos que tuvieran por objeto la instrucción de los clérigos; inspeccionar la posesión y administración de los bienes de la Iglesia; dar caridad a los desamparados, los encarcelados y niños expósitos; visitar con frecuencia el territorio de sus diócesis o parroquia; predicar conforme a la doctrina de la Iglesia; cuidar de que se cumplieran los votos, cuidar que se guardaran santamente las fiestas, y administrar los sacramentos[1]

            Así se administró la Iglesia en todos los rincones del país durante la época colonial, cuidando que los indios se instruyeran correctamente en la fe cristiana. A los religiosos no les importó qué medios usar para evangelizar a los naturales, algunos se adaptaron a las necesidades e ideologías indígenas, dependiendo de la región en que se encontraran: la mayoría de ellos aprendieron la lengua autóctona y tradujeron a esas lenguas, otros creaban mitos y leyendas a través de los santos y hacían que cada indio se enterneciera y creyera en las acciones de éstos, otros hablaban de apariciones de los santos, tal es el caso de la aparición del Apóstol Santiago en un pueblo de Oaxaca, donde asociaron a una niña indígena con el evento: se hallaba pastando sus ovejas cuando se le apareció la imagen del apóstol en un arrollo de agua y dando aviso a sus padres, fueron a ver el insólito hecho; al dar parte a las autoridades del hecho, éstas determinaron que dios ordenaba que allí se fundara el pueblo. Gracias a la ardua labor de evangelización de los religiosos encaminados a moldear la mentalidad de los indios, éstos aceptaron el cristianismo europeo y se encaminaron a depositar su fe en el dios europeo, haciéndolos propios y confiaron plenamente en sus poderes: todo fenómeno natural o social era asociado con la benevolencia o furia del dios todo poderoso, de Jesucristo o de los santos que no fueron tratados con el debido respecto y fe necesarios. esta idea se refuerza en los documentos que aquí se transcriben y se presentan para que el lector se deleite con los milagros y formas que tienen las imágenes religiosas para llamar la atención de los fieles.

            Dando un adelanto de lo que contiene el documento que a continuación se transcribe íntegramente, diremos que inicia con el cristo venerado en San José de Carmelitas Descalzos, en la Ciudad de México, descrito por el doctor Alonso Alberto de Velasco en el año de 1699. La imagen tenía diferentes formas de transmitir su poderoso misticismo religioso: en todo su cuerpo irradiaba rayos de luz y que llegaba a iluminar toda la pieza donde se encontraba. Este imagen era sacada en procesión para pedir con ello la lluvia y, según se dice, terminando el evento de petición llovía.

            El documento habla también de un motín del pueblo gracias a la publicación de la “Cenación dé divines”, además de la fundación del convento de monjas carmelitas de México en 1619 y que llegó a tener injerencia a más de 900 leguas en Manila. El documento trata de una epidemia que sufrió la ciudad de México y que terminó hasta 1696, gracias a que se realizó una procesión con el Señor de Santa Teresa, intercediendo por sus fieles para acabar con la maldad que pesaba sobre sus hombros. Según el documento, en el capítulo 6º se describe una epidemia que azotó a Atzcapotzalco, dando detalles de los síntomas que los enfermos padecían: frío intenso y continuo, dolor de cabeza, dificultad en la respiración, dolor de ojos interno, copioso flujo de sangre de nariz que duraba varios días, dolor intenso en las articulaciones, etc. Se describen varias epidemias que asolaron a la población indígena durante los siglos xvi al xviii.

            También se habla de la aparición de la Virgen de Guadalupe en 1534 y de un informe de cómo se apareció ante los invasores a Cartagena en 1742.

            Otros asuntos que se abordan en el documento son los textos e ideologías vertidas en ellos por don Carlos de Sigüenza y Góngora, especialmente en la obra que “escribió grandemente sobre el origen de los indios”; igualmente se mencionan las obras de Fray Bernardino de Sahagún y su peregrinar en la búsqueda de apoyo para la publicación de sus obras. Aparece un recuento de los avatares que tuvo el franciscano Luis Aennepin, para publicar en Polonia su obra, donde describe a los indios de la Louisiana (1686).

            También se describen las acciones de dos niños mártires que acompañaron al padre Fray Bernardino de Minaya en su expedición apostólica y tarea evangelizadora que emprendió en los lugares alejados de Oaxaca: niños que atacaron con furia la idolatría de los indígenas oaxaqueños.

 

            Como vemos el documento da información valiosa para todos aquellos que se interesen en el estudio de las epidemias en México, de las apariciones de los santos, de los milagros que las imágenes religiosas aportan a sus fieles y del misticismo general que rodean las religiones y la fuerza de unión que tienen para congregar a los pueblos y trabajar en comunión.

            Antes de terminar con las reflexiones religiosas que hemos hecho, permítaseme remontarme al siglo xvi y hablar de cómo Felipe de Jesús inicia la carrera a la santificación y de cómo las oraciones que los religiosos católicos identifican con una corriente política o económica de su época.

            Con lo que respecta a Felipe de Jesús, se citará a Manuel Romero de Terreros y Vinet (Marqués de San Francisco)[2]  quien describe cómo Felipe de Jesús se embarcó en el galeón San Felipe, que zarpó del puerto de Cavite de Filipinas el 12 de julio de 1596, llevando mercancías asiáticas para la Nueva España. Navegando rumbo al Japón el día de la Señora Santa Ana, apareció un gran cometa hacia el poniente, con aspecto siniestro, dando señales de destrucción y muerte; siguiendo el viaje, el día 18 de septiembre se aparecieron espantosas ballenas, peces raros y tiburones de “desmedida corpulencia” y rodearon al barco haciéndolo tambalear; entonces entro en acción Felipe de Jesús para apaciguar a los peces diciendo: “Hermanos peces, hacéis mucho daño en estos mares, hinchando las olas y amenazando de muerte a pobres criaturas de Dios, que ningún mal os han hecho: y todos os temen y claman contra vos. Recordad los favores que debéis a Dios, el cual os ha dado tan noble elemento para habitación y alimento para que podáis andar por donde os plazca, de la manera, que a gusto vuestro tenéis el agua dulce y salada, y muchos refugios para refugiaros contra las tempestades. Cuando fue el diluvio universal murieron los demás animales, a vos sólo reservó Dios sin daño alguno, y a ti, hermosa ballena, fue concedido conservar al profeta Jonás, y al tercer día echarlo a tierra sano y salvo. Os mando, en nombre de Cristo, que os alejéis de estos mares y no pongáis en peligro a los ovejuelos que van en esta barca…” Los peces entendieron el mensaje y se retiraron, calmándose las olas. Así inició el prestigio del Santo Felipe de Jesús.

            Ahora veamos otra oración anónima que fue dedicada a Fray Joaquín Arenas, arzobispo que hubiera sido de México: obra titulada “Los Siete dolores y gozos de los gachupines realistas y enemigos de la independencia”, dirigida a las señoras que nacieron en América.

I.                    Acto de Contrición:

“Primer día

Amabilísimo señor D. Fernando VII. de  Borbón: mi padre, mi rey, mi dueño, mi amo y todo mi consuelo; por ser vos quien sois y por que os amo sobre todas las cosas, más que a mi padre y a mi madre, más que a mis hermanos y toda mi parentela, me pesa, señor y me arrepiento de todo mi corazón de haber nacido en esta maldita tierra americana, detesto el parentesco que por fuerza que por fuerza tengo con estos malditos tecomates, y quisiera sacarme la sangre de mecos, que contra mi voluntad circula por mis venas. Así mismo me arrepiento si alguna vez he visto con semblante agradable á algún criollo, y con vuestra real gracia propongo la enmienda, no amar nunca a ningún americano, y si por mi desgracia tuviera hijos de mi marido ó puso gachupín, no criarlo a mis pechos, sino entregarlos a los chichihuas para no criar con mi sangre los cuervos ingratos que algún día quieran sacar los ojos a su padre; esto os ofrezco en satisfacción de mis pecados y permanecer constante en vuestro real servicio hasta la muerte: Amen.

 

Primer Dolor:

terrible susto y temores

os ocasionó en verdad

el grito de libertad

en el pueblo de Dolores.

 

Primer Gozo:

Mas es tan grande aflicción

la inquisición os consuela

pues trabaja y se desvela

por dividir la opinión”.[3]

 

En la época colonial la religión y las enfermedades estaban íntimamente ligadas, ya que cualquier enfermedad que apareciera ante los ojos de la sociedad, inmediatamente se asociaba con el enojo o irritación de Dios o de los santos patrones. Las pestes y otros desastres eran considerados como manifestaciones divinas, por lo que las fiestas dedicadas a los santos eran una forma de calmar las catástrofes de cualquier tipo,[4] ejemplo de ello son los milagros que se le atribuyen a cada santo, como si fuera encargado de tal o cual sanción ya de suyo propio, como es el caso de la Virgen de los Remedios, a quien se le atribuye acabar con la sequía, a San José se le pide que calme los temblores, a la Virgen de Loreto se le atribuye que sana el sarampión, al Santo Cristo de Totoloapan se le ha encargado de sanar las enfermedades venéreas y así mismo varios otros santos, vírgenes y cristos con sus diferentes atribuciones y advocaciones, como si ya hubiesen sido hechos para tal o cual cura.[5] De esta manera las epidemias aparecen y desaparecen con frecuencia en el documento que transcribimos a continuación y están íntimamente ligadas a los milagros de los santos, inclusive, cada uno de ellos tenían una tarea determinada para apaciguar los males que aquejaban a la población.

            En el siglo xviii, cuando ocurría una epidemia se improvisaban las medidas sanitarias y la tarea para combatirlas recaía en diversas autoridades, especialmente eclesiásticas, no existía una iniciativa oficializada. Gracias a las mortíferas epidemias del siglo xviii, la salud publica se institucionalizó, reorganizándose el Protomedicato, pues se convirtió en un organismo contra las prácticas medicas ilegales. El Protomedicato fue creado a principios del siglo xvii, el Tribunal del Protomedicato ejerció una jurisdicción privativa en todo el territorio de la Nueva España. Tuvo las siguientes atribuciones: examinar a médicos, cirujanos, boticarios, barberos, flebotomianos, dentistas, algebristas, hernistas y parteras; expedir licencias después de aprobado el examen profesional; imponer castigos por ejercer la medicina y la cirugía; imprimir cartillas a sangradores y parteras; establecer cuarentenas en poblaciones afectadas por epidemias; vigilar el buen estado de conservación de alimentos y bebidas puestas al consumo publico, y finalmente velar por la salubridad y limpieza de las calles. El tribunal del Protomedicato fue suprimido en 1831 y sus funciones quedaron bajo la responsabilidad de la junta de la Facultad de Medicina del Distrito Federal.[6]

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  1. Carreño, Alberto María, Misioneros en México, Jus, México, 1961, 230 pp.
  2. Cooper, Donald B., Epidemic disease in Mexico City, 1761-1813, Institute of Latin American Studies by the University of Texas Pres, Austin, 1965, 236 pp.
  3. Eliade, Mircea, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Vol. I, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1976, 616 pp.
  4. Florescano, Enrique, Ensayo sobre la historia de las epidemias en México, 2ª Ed., México, imss, 1992.
  5. García Ayluardo, Clara y Manuel Ramos Medina (coord.) Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, 2ª Ed., México, inah-Condumex, 1997, 360 pp.
  6. Guerreo Rosado, José Luis, Nican mopohua = Aquí se cuenta.... el gran acontecimiento, Realidad, Teoría y Practica, Cuautitlan, Estado de México, 2002, 90 pp.
  7. León, Nicolás, ¿Qué era el matlazahutl y qué el cocoliztli en los tiempos precolombinos y en la época hispánica, México, Imprenta-Franco-Mexicana, 1919, 10 pp.
  8. Maza, Francisco de la, El guadalupanismo mexicano, fce, México, 1986, 194 pp. Ils.
  9. Mejía Mejía, Ernesto, La Guadalupana: el culto a través de sus altares callejeros,  el autor, México, 2000, 159 pp.
  10. Molina Molina del Villar, América, Por voluntad divina: escasez, epidemias y otras calamidades en la ciudad de México 1706-1762, ciesas, México 1996, 159 pp.
  11. O'Gorman, Edmundo, Destierro de sombras, unam, México, 1991, 306 pp.
  12. Palacios, José G., La virgen de Indias: época colonial, 1400-1825, Tipografía de Faustino Díaz, Culiacán, Sin., 1918, 54 pp.
  13. Pérez Memen, Fernando, El episcopado y la independencia de México (1810-1836), Jus, México, 1977, 380 pp.
  14. Porras Muñoz, Guillermo, El clero secular y la evangelización de la Nueva España, unam, México, 1987, 63 pp.
  15. Regis Planchet, F. presbítero, El culto de los santos, Juan de Fuente Parras, s.i., México y Barcelona, 1897, 32 pp.
  16. Ruiz de Canejares, Francisco de Paula Alonso, La maravillosa aparición de Santa María de Guadalupe o sea la virgen mexicana, Rafael Cadena, México, 1853, 214 pp.
  17. Sanz Luque, Belén, El culto a la imagen: una conquista invertida. Aproximación al culto a las imágenes cristianas, a partir de la Conquista y en sus persistencias actuales, el autor, México, 2000, 155 pp. tesis.
  18. Trueba, Alfonso, Figuras y episodios de la historia de México: Doce antorchas, Jus, México, 1984, 148 pp.

 

 

 

 



[1] agn, Guía General, 1990. p.. 52

[2] “Floresillas de San Felipe de Jesús”, en Folletos Varios, México, Imprenta de José Ballescas,

[3] Folleto varios No. 23. Abril de 1827. Imprenta de la Calle de Ortega.

[4] Molina del Villar, Por voluntad divina..., pp. 86-87

[5] Molina del Villar, Por voluntad divina..., p.  90.

[6] agn, Guía General, p. 147.

 


 
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